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Política y cultura

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Por Esteban Valenti (*)

 "La culpa, querido Bruto, no reside en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos, que somos subalternos". Casio

El mal que le han hecho a la política algunos personajes que elevaron el meneo, las maniobras, el discurso ligerito y con la única o principal referencia en el poder, es enorme, casi irreparable. El mal que le hicieron los que transformaron los eslabones de la táctica más inmediata y las frases ingeniosas en estrategia, es tremendo y reaccionario. Hicieron la política superficie, la política payana.

Nuestro país no solo no quedó al margen de esta ola de modernidad gaseosa, sino que dictó cátedra, está casi a la vanguardia.

Esta nueva fase de la política que construye "verdades" a través de relatos llenos de contradicciones y de falsos hechos, presentados como "hechos alternativos", por la asesora del presidente Trump, Kellyanne Conway. Hago esta referencia por comodidad, para evitar las referencias nacionales directas en esta fase.

No estoy hablando de disputas electorales, de espacios de poder, sino de algo que cada día falta más en la política y en la izquierda uruguaya, hablo de la lucha ideológica. Esa visión de la política de los "hechos alternativos" o de una sucesión de episodios menores, que no aportan nada a construir diversos relatos nacionales e incluso regionales. La política uruguaya es cada día más pobre y chata porque la lucha ideológica es cada día más pobre y más chata.

Los enfrentamientos y el debate son sobre las herencias, sobre el déficit y su paternidad, sobre el papel de las diversas figuras y sus aspiraciones electorales y poco más. Y eso sucede en un país que tiene el sistema de partidos más antiguo del mundo, que tiene una izquierda que en un proceso único, logró la unidad de fuerzas de izquierda muy diversas hace 46 años, que superó la terrible prueba de una dictadura feroz y destructiva.

¿Es una enfermedad importada? ¿Es el resultado inevitable del fin de la guerra fría y la caída del socialismo real? ¿Es el reflejo del empobrecimiento intelectual generalizado, no solo de la política sino en las teorías políticas? ¿Qué corno es? Porque que existe, existe y es más evidente que la salida diaria del sol por el este.

No es la carencia de una ideología, es una ideología, es una visión de la política como instrumento de poder y de disputa de poder y poco más. Es la ideología del sentido común medio y de la supuesta sociedad de la información inmediata y móvil que se devora todo en pocos instantes y por lo tanto es inútil trabajar en teorías para pocos y que quedarán viejas y obsoletas cuando se seque la tinta de su impresión.

El gran semiólogo Roland Barthes decía con mucha razón que  "el sentido común trafica ideología". 

La política cada día más pobre en cultura es la ideología de que la política debe someterse a la economía y al derecho como si estas disciplinas fueran independientes, separadas y la política una subalterna. Judicializar la política es parte de este proceso.

La pobreza del debate ideológico no es solo dentro de la izquierda, sino dentro de toda la política.

La Utopía iniciada por Tomás Moro y continuada de mil formas diferentes, tuvo una virtud insuperable, poner la imaginación más allá de los límites del poder, desafiarlos, primero en lo ideológico, lo religioso y luego en la realidad. Y jugarse, incluso la vida por eso.

La ideología actual es la del divorcio obligado entre la academia y la política cada día más evidente y profundo. Es la ideología de la subestimación de los intelectuales, substituidos por "otro  tipo de intelectuales" más a la mano, más populares, más inmediatos, más maleables y utilitarios y más técnicos. Políticos "populares" por su vocabulario, por sus discursos en cada ocasión, por su atención a las encuestas y a las corrientes sub culturales en boga, a la demagogia al alcance de la mano. Políticos de las redes sociales.

A las redes sociales nada de lo humano le es ajeno, lo bueno, lo malo, lo positivo, lo negativo y lo degenerado y lo santo. Todo. El problema es que los superficiales, los ingeniosos, los rápidos tienen a la mano una herramienta nueva y la utilizan a fondo. Es más difícil hacer pensar, teorizar, construir ideas, arriesgar previsiones y prospecciones, se puede hacer y se pueden utilizar las redes, pero se requiere estudio, elaboración, tiempo y sobre todo rigor. O salen chantadas.

El tiempo ha cambiado. La hora sigue teniendo 60 minutos y así sucesivamente en todas las dimensiones convencionales del tiempo, pero cuando se instala en el imaginario de las sociedades la idea de que todo es circunstancial, todo es inmediato y que hay que estar al día de las novedades, y esas novedades son manejadas por pocas y eficientes usinas de momentos, de instantes, eso se transforma en una cultura, en una ideología encubierta, que a su vez denigra la ideología.

Hubo un tiempo, aquí en Uruguay y, puedo decirlo, también en Italia donde había que estudiar, había que leer, que no había asesor que te evitara tener un buen nivel cultural y demostrarlo en los debates, en las polémicas. Y que no se podía enmascarar las burradas o la superficialidad en el conocimiento de aspectos formales, legales, reglamentarios o a lo sumo algo de economía básica, había que estudiar muchas cosas y el resumen era una cultura política.

Hoy si uno lee el debate político en Uruguay y en Italia - que yo sigo - la zambullida ha sido atroz, despiadada, inocultable. Cada día hay menos densidad cultural, menos estudio, menos cultura detrás de cada una de las posiciones.

El divorcio creciente entre los políticos y los ciudadanos y la gente, que se nota en todo el mundo, es una grave derrota de la política, de su capacidad de seducir, de dar respuestas, de vincularse al futuro, a la vida de la gente y de ofrecerle valores, enfoques profundos, fundamentados y serios.

Es la victoria de la descripción a la carte contra la elaboración de estrategias, de rumbos, de prospectivas posibles. ¿Esto es más difícil que antes, producto de los cambios tecnológicos y la velocidad de la circulación de la información y de los propios hechos? Sin duda, por eso es más necesario el estudio, la creación de ideas, el riesgo intelectual y el rigor moral.

Esta es la ideología de darle el mayor valor cultural posible a la política. Y "La cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del Yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes " Antonio Gramsci

A 80 años de su muerte, no le pidamos a Gramsci respuestas sobre nuestras preguntas actuales, no cambiemos de libro o de autor sagrado, pero tomemos el ejemplo de alguien que fue capaz de producir lo fundamental de su obra teórica, en una cárcel del fascismo, 32 cuadernos de reflexiones, de ideología, de contradicciones y de ardor intelectual y político.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay.


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