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Viaje por azar a Happy Valley

Por Eduardo Villar (*)

Pocos placeres semejantes al de entrar en la página de inicio de una plataforma como Netflix o cualquier otra semejante y acertar en la elección de una serie sin saber nada sobre ella.

Sé que intervienen más la percepción y la intuición que el azar, pero aun así tengo la ilusión de estar eligiendo completamente a ciegas. Mi primer éxito créase o no fue, cuando nadie la conocía, House of Cards. La escena del principio en la que Frank Underwood mata un perro con sus propias manos hablándole a la cámara , que revela de un solo golpe que uno está frente a una gran serie, fue la primera dosis. Después vinieron, entre otras, The Honorable Woman, The Good Wife, Marcella, Dr. Foster, River, Fauda, Vikings, Merlí y Californication, todas muy recomendables, especialmente las primeras seis. De ninguna de ellas tenía la menor referencia.

Tampoco sabía nada de Happy Valley, producción de la BBC, cuando hice clic por primera vez en ella y empezó a sonar el temazo de la presentación, que tampoco conocía: Trouble Town. “Varado en una ciudad de obstáculos donde lo único lindo es la idea de irse”, canta en un inglés sincopado difícil de entender una voz que supuse femenina pero es la del cantante Jake Bugg, también desconocido del todo para mí.

La sombría historia que narra el excelente guión de Sally Wainwright parece darle la razón a Jake. La agente de policía Catherine Cawood (excelente trabajo de Sarah Lancashire) cría sola a su nieto de 8 años, producto de una violación. La madre del chico, su hija, se suicidó después de dar a luz.

No hay misterio, pero hay suspense: desde el principio sabemos (todos saben) quién es el malo. El violador queda en libertad condicional y, como es un sociópata, vuelve a producir daños inimaginables. Toda la capacidad, la eficiencia y el odio de Catherine que no es poco es insuficiente para impedir esos daños.

El entorno no ayuda, los policías que la acompañan parecen aficionados y el tejido social de lo que parece un pueblo encantador del norte de Inglaterra está lleno de agujeros. Su ex marido y su hijo no consideran que el chico sea su pariente y la única ayuda que tiene en su crianza es su hermana, adicta en recuperación. La cosa se pone aun más difícil cuando el sociópata por otro lado, envuelto en un secuestro que recuerda claramente a Fargo, de los Coen se entera de que el pibe es su hijo biológico y se llena de impulsos paternales que nadie puede frenar.

Hacia el final, la trama parece decir que nada es por azar.


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