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Francia: Hollande, las primaria y el fin del PS de Mitterrand

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Por Roger Martelli (*)
¿Hamon o Valls? La segunda ronda de las primarias del PS muestran que gran parte del debate no tiene lugar en el PS, sino fuera de él ... entre Mélenchon y Macron. Conclusión lógica, el fin de la hegemonía del PS en izquierda abre nuevas perspectivas.

Los dirigentes socialistas sugieren que la participación en sus primarias ha superado escasamente el millón de personas. Pueden regocijarse de ello. Pero las cuentas no son, precisamente, para tirar cohetes. En la primera ronda de las primarias de 2011, votaron 2,7 millones de personas. El 22 de enero de 2017 fueron un millón menos. Teniendo en cuenta que este año otras fuerzas políticas han celebrado sus primarias, tanto a izquierda como a derecha, se puede considerar que han sido 1,3 o 1,4 millones de votantes los que han acudido a las urnas el domingo 22 de enero, la mitad que en 2011. Se cojan por donde se cojan las cifras, la conclusión es una: la "alianza popular bonita" no ha generado entusiasmo. Los votantes han situado a la cabeza a Benoît Hamon y Manuel Valls. El ex primer ministro obtiene algo más del 30%, lo que sin duda expresa una desautorización del gobierno. El agitador Montebourg, contrariamente a lo esperado, no ha ganado la apuesta. El descrédito de Valls ha sido rentabilizado sobre todo por Benoît Hamon, que apoyó su designación como primer ministro en 2014, pero que se ha distanciado después. El hombre nuevo para la ocasión, ha sido Hamon ... Oficialmente, el duelo del próximo domingo 29 de enero enfrentan de nuevo a la izquierda y a la derecha del Partido Socialista. El problema es que gran parte del debate no tiene lugar en el PS, sino fuera de él.

El PS al borde de la explosión

Cualquiera que sea el candidato escogido en la segunda vuelta de estas primarias, los votantes que consideran que la lógica seguida desde 2012 es la única posible votarán por Emmanuel Macron, antiguo asesor económico de Hollande antes de ser su ministro de Economía. Los que quieren una ruptura a la izquierda, lo harán por Jean-Luc Mélenchon. En cualquier caso, el PS se encuentra al borde de la explosión.

Si Valls gana la segunda vuelta, la izquierda socialista confirmará su posición marginal. Ha jugado la carta del partido contra el ejecutivo; su derrota sería la prueba de la futilidad de este proyecto. No le quedaría otra opción que someterse o romper. Si, por el contrario, Benoît Hamon se beneficia de la impopularidad de su rival, la mayor parte de los cuadros socialistas, especialmente los cargos electos, se sentirán liberados de todo condicionante partidista. La perspectiva de un mediocre resultado presidencial socialista les presionará a unirse a la opción "realista" y por lo tanto a apoyar a Macron. En esta hipótesis, la sangría puede ser aún mayor que en caso de victoria de Manuel Valls.

Se suele considerar que las primarias han sido un mecanismo de supervivencia del partido que ha dominado la izquierda durante casi cuatro décadas. En la práctica, han firmado su sentencia de muerte clínica. El presidente de la República, Hollande, tiene una gran responsabilidad. Al aceptar someterse a las primarias, creía que podía tener éxito con uno de esos juegos de manos que tanto le gustan. Como presidente saliente, tenía la legitimidad de su lado. Pero subestimo su excepcional impopularidad. Manuel Valls aprovechó la oportunidad para darle una patada en el culo: no fue lo más prudente.

Competitividad, flexibilidad, orden

Pero todo esto no son más que anécdotas. En realidad, el tiempo del socialismo expansivo del Congreso de Epinay (1971) está definitivamente cerrado. François Mitterrand, en 1982, lo puso en los carriles de la globalización capitalista y de la gestión "realista". Intentó desde luego, en 1988, salir de la lógica de la Unión de la Izquierda, intentando la gran aventura del centro. Las elecciones presidenciales de ese año confirmaron su intuición, pero las legislativas posteriores la desdijeron por completo: el agrupamiento en el centro no convenció al pueblo de izquierdas.

Por lo tanto, Mitterrand volvió al juego de equilibrios en el que era un maestro: discurso de izquierdas y reorientación centrista de la gestión de gobierno. En 1997, Lionel Jospin quiso rejuvenecer el método: sus referencias a la "izquierda plural" fueron acompañadas por un rechazo oficial a la reorientación radical emprendida por el "socio-liberalismo" de Tony Blair. Fracasó cruelmente cinco años más tarde.

En 2012, François Hollande abrió su campaña con un discurso de izquierda. Pero integró a Manuel Valls, el "social-liberalismo" encarnado, en su equipo de campaña, luego le dio el ministerio decisivo del Interior. En 2014, le entregó las llaves de Matignon, con el apoyo y la bendición de Arnaud Montebourg y Benoît Hamon. Desde la perspectiva de la práctica del poder, pensó que no era el momento ya de las tergiversaciones. El socialismo no podía ser la distribución de la riqueza, sino su producción: había que asumir por completo el triple imperativo de la competitividad, la flexibilidad y el orden.

Mélenchon, Macron: dos rupturas

En 2016, Jean-Christophe Cambadelis puso en marcha la idea de las primarias, con el lema, un poco ridículo, de la "alianza popular bonita". Pero la lógica clásica se mantuvo: asociar a toda la izquierda, en nombre del voto útil, a la gestión centrista de gobierno de la dirección socialista. François Hollande, después de vacilar, aceptó la aventura. Su objetivo tácito era empujar, en la práctica, al Partido Socialista para que se transformase suavemente en un partido demócrata, siguiendo el modelo italiano. La táctica podría haber tenido éxito. El mismo PCF vaciló un momento, tentado por el juego de las primarias, en nombre del peligro de la extrema derecha. Pero la lógica de las primarias se encontró rápidamente con dos obstáculos importantes. Jean-Luc Mélenchon se había descolgado de ante mano, al anunciar su candidatura, sin pasar por la nominación del Frente de Izquierda ya moribundo. En cuanto a Emmanuel Macron, pronto se dio cuenta que la opción "demócrata" se avenía mal con las caras del pasado. Si había que romper con el viejo socialismo, había que hacerlo abiertamente, con una cara nueva, la suya. Contra la opción de una transformación "suave" del Partido Socialista, Mélenchon y Macron decidieron ofrecer la hipótesis de una ruptura, a su manera, contradictorias entre sí. Su dinámica en las encuestas ha sugerido rápidamente que tenían razón al hacerlo. El rey socialista está desnudo. Se trata de limitar el daño. Pero la hegemonía de treinta y cinco años ha acabado.

Una ventana histórica para la izquierda

El socialismo de Mitterrand fue el último gran intento socialdemócrata francés del siglo XX. Hemos cambiado de siglo. La marginación del PCF así lo sugiere hace tiempo. El desinfle acelerado del PS lo confirma. La vieja corriente popular, democrática, de origen revolucionario se mantiene viva y las decepciones del Ejecutivo socialista son una prueba viviente de ello.

Queda por confirmar en las urnas la ventana histórica que los votantes de izquierdas pueden decidir abrir. Desde finales de 1970, la hegemonía socialista a minorizado el peso de la tradición francesa más radical de crítica social. 2017 puede dejar las cosas claras. La secuencia electoral a partir de 2017 aclarará que opción, la demócrata o la de izquierda, obtendrá más votos. En las presidenciales, lo medirá el voto a Mélenchon. Y también se decidirá en las elecciones legislativas posteriores y que sería suicida obviar. En el proceso, una vez cerrada la secuencia electoral, se planteará el problema sin resolver: la de una nueva fuerza política, popular y plural, que de la mayoría a un proyecto igualitario, ciudadano y solidario, sin el cual la izquierda está enferma y el pueblo sin soberanía.

(*) Roger Martelli historiador. Antiguo dirigente del PCF, actualmente co-preside la Fundación Copernico y es co-director de la revista Regards.

Fuente: http://www.regards.fr/qui-veut-la-peau-de-roger-martelli/article/hollande-les-primaires-et-la-mort-du-ps-mitterrandien

Traducción: G. Buster


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