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''Ciencia, publicaciones científicas y cienciometría. Una aproximación crítica''

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Por Carles Soriano (*)
El ser humano transforma la naturaleza y obtiene valores de uso que son nuevamente transformados mediante un proceso teleológico, adecuado a un fin preconcebido. Se trata del proceso de producción social en que el ser humano se produce a si mismo en cuanto ser social y consta tanto de producción material como inmaterial o espiritual [1].

El trabajo, desde una perspectiva antropológica, juega un papel esencial en tanto que proceso lógico-práctico que permite la transformación de la naturaleza y de valores de uso. Mediante el trabajo, el ser humano se autoproduce consumiéndose, crea el mundo humano en su dimensión física y cognitiva y produce y reproduce sus relaciones sociales. Con la división social del trabajo, tiene lugar la escisión entre producción material e inmaterial y sobre la base de esta división aparecen ulteriores divisiones a lo largo del proceso de producción social del ser humano.

Aproximadamente a partir del siglo XVI, se configura esa forma de conocimiento, de producción inmaterial, que da lugar a lo que actualmente conocemos como ciencia o ciencia moderna, una de cuyas características principales es la reducción del objeto de estudio a entidades físico-matemáticas susceptibles de validación empírica. La producción científica es, por tanto, producción social llevada a cabo por individuos especializados. En la sociedad capitalista, la ciencia se plasma en el desarrollo tecnológico que se incorpora en la producción de mercancías y en la producción y reproducción del capital, que incluye los procesos de producción, distribución, circulación y consumo de mercancías. Para el capital, la actividad científica es ese tipo de trabajo cualificado que se incorpora en los procesos productivos junto a trabajo de menor cualificación y, en este sentido, la ciencia se halla plenamente subsumida por el capital. Sin embargo, al tratarse de trabajo cualificado desarrollado mayoritariamente en universidades y centros públicos de investigación, el capital no paga por la fuerza de trabajo que constituyen los investigadores científicos. Como tampoco paga por todos aquellos trabajadores del sector público que desempeñan actividades necesarias para la producción y reproducción del capital (sanidad, educación, administración pública).

Así pues, la investigación científica es producción social que, por un lado, se objetiva continuamente en los procesos productivos de la sociedad capitalista y, por otro, se da a conocer a través de múltiples canales (publicaciones diversas, conferencias, talleres). A lo largo del desarrollo histórico de la ciencia moderna, los artículos científicos publicados en revistas especializadas se han erigido en el formato por excelencia mediante el cual se da a conocer tan solo una parte y es importante entenderlo así de los resultados de la investigación científica.

A partir de la métrica desarrollada sobre aspectos diversos relacionados con las publicaciones científicas (número de citas de un artículo, número de ejemplares publicados, número de descargas, etc.) surge, a lo largo del siglo XX, la disciplina que actualmente se conoce como cienciometría.

En el presente trabajo se traza el desarrollo histórico y el estado actual de las publicaciones científicas, la revisión por pares y la cienciometría, así como de los respectivos procesos de estandarización. Este despliegue se realiza desde una perspectiva crítica, enmarcando la producción científica y la publicación parcial de los resultados de la investigación científica en el contexto de la producción capitalista y de su evolución histórica. Se analizan los problemas derivados de la aplicación práctica de los procesos de evaluación estandarizados y las determinaciones que incurren en el desarrollo y evolución de la cienciometría y la revisión por pares. En particular, se resaltan las determinaciones del capital en la revisión por pares y en la cienciometría, en tanto instrumentos subjetivo y aparentemente objetivo, respectivamente, en la selección de fuerza de trabajo cualificada y se destacan, así mismo, los mecanismos de legitimación que operan.


Publicaciones científicas y revisión por pares. Recorrido histórico y estado actual
Las primeras publicaciones científicas aparecen en Europa Occidental en el siglo XVII. La Philosophical Transactions of the Royal Society, editada por la Royal Society of London, es considerada una de las primeras publicaciones científicas. En ella publicaron algunos de sus trabajos Isaac Newton y Charles Darwin, entre otros investigadores. Desde entonces, el número de publicaciones no ha dejado de aumentar y, actualmente, se publican cada día millares de artículos científicos en una amplia gama de publicaciones que cubren todos los campos de las ciencias y las humanidades. Con el incremento del número de revistas científicas ha tenido lugar una creciente especialización de las mismas. Internet ha potenciado, además, la eclosión de revistas en formato digital, trascendiendo los límites físicos inherentes a las publicaciones en papel. Muchas revistas científicas han pasado de ser propiedad de sociedades científicas y universidades a ser adquiridas de manera masiva por grupos editoriales. Este fenómeno se inicia en la década de los 70 del siglo XX y experimenta un rápido auge como resultado de las políticas de expansión de mercado y de absorción de unos grupos por otros [2, 3]. No obstante, ya desde el siglo XIX existen grupos editoriales interesados en los réditos económicos de la literatura científica que, conforme se incrementa el número de publicaciones, se especializan en este campo [2, 3, 4].

Tradicionalmente las universidades y centros de investigación accedían a los contenidos de las revistas científicas previo pago por suscripción. Actualmente y con las posibilidades tecnológicas de la era digital parece consolidarse el modelo de publicación en abierto, en que los autores sufragan los costes de su propia publicación alrededor de 1000 por artículo retienen los derechos de copia y el acceso es libre para todo el mundo [5, 6, 7, 8]. La gran mayoría de publicaciones en abierto han surgido a lo largo de la última década y han experimentado un rápido crecimiento siguiendo un modelo bussines-oriented, es decir, orientado a la obtención de beneficios de forma incrementada. Tanto en el pago por suscripción como en el acceso abierto, los costes de la publicación corren a cargo mayoritariamente del conjunto de la sociedad, mediante la financiación pública de universidades y proyectos de investigación. Además de ello, buena parte de las labores editoriales y de revisión de artículos las realiza la propia comunidad científica de manera gratuita. Los grupos editoriales consolidados y las emergentes publicaciones en abierto operan, por tanto, en el ámbito de la circulación de una información científica mercantilizada, obteniendo pingües beneficios derivados en gran parte del sector público, lo cual no excluye que puedan recabar ingresos por otras vías como la publicidad. Adviértase que, en este caso, los ingresos provienen en última instancia del consumo individual, es decir, de la realización del valor de las mercancías producidas por las empresas anunciantes mediante la explotación de fuerza de trabajo. La industria editorial de la literatura científica no es, pues, muy distinta de la industria editorial de la literatura a secas o de la industria del arte. Todas ellas operan en el ámbito de la intermediación, con mercancías ''sui generis'' cuyo precio no se determina por la ley del valor en sentido estricto. En el caso de la literatura científica, el producto mercantil por excelencia es el artículo científico. La eclosión de las publicaciones en abierto marca una ampliación del mercado de las publicaciones, hasta ahora restringido a las élites académicas, lo cual incide aún más en el carácter social de la producción científica. Con todo, el público por excelencia de literatura científica todavía hoy está constituido mayoritariamente por las élites académicas. Por lo demás, la industria editorial de las publicaciones científicas presenta todas las características y dinámicas de competencia de capitales típicas de cualquier otro sector económico [9, 10]. Se trata, por tanto, del mercado de la literatura científica, donde el producto mercantil es el artículo científico y, predominantemente, los sujetos productores son también los consumidores del producto. Dichos sujetos constituyen, a su vez, la fuerza de trabajo cualificada cuyo cometido es la producción científica con vistas a la producción y reproducción de capital. Esto último incluye también aquellas áreas de conocimiento encargadas de la producción ideológica necesaria para tal fin sociología, historia y otras humanidades además de las ciencias propiamente clásicas.

Los artículos científicos destinados a la publicación se someten a la denominada revisión por pares, que consiste en una suerte de arbitraje o auditoria externa que el equipo editorial de una revista científica encarga a expertos con objeto de validar la factibilidad de un artículo concreto. Es un proceso de arbitraje subjetivo que, con algunas variantes, también se usa en la valoración de proyectos de investigación por parte de las agencias e instituciones financiadoras. La revisión por pares comienza a aplicarse en el siglo XVIII, aunque no se estandariza en la forma que actualmente conocemos hasta la primera mitad del siglo XX [11, 12]. Con anterioridad a su estandarización, los autores de los artículos recababan la opinión de sus colegas si lo consideraban oportuno y seguían, o no, sus sugerencias. Con la estandarización, este quehacer natural, que trasciende el mero ámbito científico y es común a un sinfín de actividades humanas, adquiere un carácter obligatorio y pasa a ser gestionado de manera externa a los propios autores. En este sentido, padecen una expropiación en lo que concierne al proceso de publicación de sus trabajos científicos. Expropiación que es llevada a cabo por la misma comunidad científica a través del proceso editorial, filtrando aquello que es publicable y bajo qué condiciones es publicable.


Desarrollo histórico y estado actual de la cienciometría
La cienciometría es una disciplina que estudia de manera cuantitativa cómo tiene lugar la comunicación de la ciencia a través de las publicaciones y artículos científicos. Entendemos aquí la cienciometría en un sentido amplio, incluyendo a otras disciplinas afines como la bibliometría, informetría, cibermetría, etc. Durante la primera mitad del siglo XX se sientan las bases conceptuales de la cienciometría, al adaptar para la literatura científica algunos de los principios de la economía neoclásica propugnados por Vilfredo Pareto. De este modo, se formulan la ley de Bradford o de dispersión de la literatura científica y la ley de Lotka o de distribución de los autores según su productividad. Ambas son reformulaciones del principio Pareto para la distribución de la riqueza. En la década de los 50 del siglo pasado, Eugene Garfield usa tarjetas perforadas en la indización automática de la literatura científica para elaborar rankings de publicaciones científicas según el número de citas [13]. Años más tarde, el mismo Garfield desarrolla el factor de impacto, un índice bibliométrico que expresa el cociente del número de citas que recibe una revista respecto al número de ejemplares que publica. Ya en los años 60, Garfield crea el ISI (Institute of Scientific Information) que elabora el JCR (Journal of Citation Reports), un ranking de revistas científicas confeccionado a partir del factor de impacto. A principios de los 90, el ISI es adquirido por la corporación Thomson Reuters, que monopoliza el factor de impacto y elabora anualmente el JCR. En líneas generales, el factor de impacto ha gozado de amplia hegemonía en los ámbitos académicos y de gestión de la ciencia hasta principios del siglo XXI y se considera que el prestigio de una revista es tanto mayor cuanto mayor sea su factor de impacto. El factor de impacto se ha utilizado también como indicador cuantitativo de la valía de los sujetos productores de ciencia, bajo la premisa de que dicha valía viene dada por el prestigio de las revistas donde publican.

En el siglo XXI se desarrollan nuevos índices bibliométricos que ponderan el factor de impacto o ponen su foco en los artículos científicos más que en las revistas científicas. Entre ellos, el eigenfactor pondera el factor de impacto según la fuente de donde proceden las citas, otorgando mayor peso a aquellas que provienen de revistas de alto impacto y menor a las que provienen de revistas de bajo impacto [14]. El índice H es un indicador de la productividad científica individual que da cuenta del conjunto de la obra publicada por los autores [15].

Un índice H=10 quiere decir que el autor considerado ha publicado 10 artículos que han recibido al menos 10 citas cada uno, un índice H=5 se corresponde con 5 artículos que han recibido al menos 5 citas cada uno y, así, sucesivamente. Al amparo del índice H han surgido hasta 50 variantes que enfatizan aspectos diversos, desde las publicaciones con mayor número de citas, hasta las publicaciones menos citadas, pasando por la distancia entre autores entendida ésta como número de colaboraciones conjuntas [16]. El índice H y similares también se usan como indicadores cuantitativos en la calificación de revistas científicas y universidades. El auge experimentado por la cienciometría en la época reciente ha requerido el desarrollo paralelo de un importante aparato matemático fundamentalmente de tipo estadístico.

Actualmente, existen modelos matemáticos que predicen el historial de citas de un artículo y hasta las posibilidades de éxito en la carrera científica de los investigadores [17, 18].

La publicación de artículos en acceso abierto y el desarrollo actual de las redes sociales en internet han ampliado, por un lado, la difusión de los artículos científicos y, por otro, las posibilidades de la métrica sobre los mismos. Hoy en día, la métrica de las publicaciones científicas incluye no sólo los factores de impacto y el número de citas de los artículos sino el número de descargas, tuits, visitas a sitios web y, en general, cualquier tipo de métrica que se pueda desarrollar respecto a la visibilidad de un documento en internet, incluso en tiempo real y a escala global [5, 6, 7]. Este tipo de métrica se conoce como Altmetrics y está siendo paulatinamente incorporada por la mayoría de publicaciones en Internet como indicadora del impacto social. La métrica de artículos científicos en Internet ha dado lugar a una industria de proveedores, generalmente empresas de tipo startup, que ofrecen diversos tipos de herramientas: para la organización curricular en red, para la organización y el rastreo de documentos científicos con vistas a su difusión social y para la implementación de la propia métrica [19, 20, 21].


Usos, costumbres y falacias de la revisión por pares y la cienciometría
La revisión por pares y la cienciometría han sido fundamentalmente desarrollados por la propia comunidad científica. Ello es relevante, pues no se trata de mecanismos impuestos de manera externa a la academia sino que es la propia comunidad científica la que observa la necesidad de este tipo de instrumentos y la que los desarrolla conceptual y formalmente. También es la propia comunidad científica quien, en buena parte, los pone en práctica a través de comités editoriales, comités evaluadores y paneles de expertos que se encargan de la aceptación de artículos para su publicación, de la selección de proyectos a financiar y de la selección de personal científico. La aplicación práctica de estos instrumentos no ha estado exenta de polémicas.

Por lo que respecta a la revisión por pares se han ensayado diversos procedimientos con objeto de limar las arbitrariedades y el carácter subjetivo inherentes al proceso de arbitraje. Entre ellos cabe señalar la revisión doble ciego que preserva el anonimato de revisores y autores o su contrario, la revisión abierta. Con todo, el sistema dominante es el que permite el anonimato de los revisores, si es su deseo, pero no el de los autores, y si bien éstos pueden indicar aquellos revisores no deseados es potestad del editor seguir o no tales indicaciones. Cabe señalar, por otra parte, que los casos de fraude científico, tal y como hoy en día se dan y que han afectado a las más prestigiosas revistas, apenas se conocían antes de la estandarización de la revisión por pares y que, desde entonces, los casos de fraude no han hecho sino aumentar [22, 23]. Todo ello, da idea de un clima un tanto enrarecido donde prevalece cierta desconfianza, intereses creados y una fuerte competencia.

La revisión por pares en su formato clásico está siendo actualmente cuestionada por las publicaciones en abierto y las redes sociales, en que dicha revisión queda reducida a una cuestión testimonial respecto a la adecuabilidad formal del artículo a publicar o donde directamente se ejerce una especie revisión post-publicación mediante comentarios abiertos. El principal argumento de sostén para la revisión por pares es que se trata de un mecanismo que mejora la calidad científica del artículo en cuestión, en tanto que asegura unos requisitos mínimos de rigor científico y, por consiguiente, es un procedimiento que preserva la calidad de la ciencia en general. Se trata de un argumento falaz que incumbe más bien a las editoriales y revistas científicas con vistas al mantenimiento de su ''status quo'' en el mercado de las publicaciones científicas.

Aquí hay que decir que la ciencia ya tiene sus propios mecanismos internos de validación y refutación a lo largo de su devenir histórico; forman parte de su quehacer intrínseco en tanto que ciencia, permiten contrastar y refutar datos y teorías y habilitan, en definitiva, la propia discusión científica. Por otra parte, la validación de la ciencia se realiza también a través de la implementación práctica de la producción científica en los procesos productivos. En lo que concierne a las llamadas ciencias de la salud, también se ha señalado la necesidad de la revisión por pares para preservar al conjunto de la sociedad de falsos remedios y curas milagrosas. Argumento éste, un tanto dudoso, cuando los supuestos falsos remedios se dan igualmente a conocer por otros canales y cuando los intereses económicos de las corporaciones farmacéuticas y biomédicas permean hasta la propia investigación científica y están en el origen de algunos de los casos más sonados de fraude científico. Es un argumento con resabios paternalistas que más bien parece perseguir la legitimación de la propia élite académica. En contra de la revisión por pares se ha señalado que es un mecanismo tendente a preservar la ortodoxia y los paradigmas científicos vigentes frente a nuevas visiones que no se ajustan al mainstream. Ello no impide, sin embargo, que eventualmente se publiquen artículos que trasciendan o cuestionen dichos paradigmas.

En cualquier caso, quedará bajo el criterio subjetivo de los revisores y editores su publicación o no. La irrupción de las publicaciones en abierto con filosofía bussines-oriented y una revisión pre-publicación de tipo suave bien puede entenderse como una estrategia de mercado frente a las publicaciones tradicionales ya consolidadas y con revisiones exigentes que preservan su posición en el mercado editorial. Al margen de ello, existen numerosos ejemplos que demuestran el carácter superfluo de la revisión por pares, desde artículos científicos que fueron inicialmente rechazados por determinados revisores y revistas y que cobraron un tardío reconocimiento científico al ser publicados en otros foros, hasta contribuciones ampliamente reconocidas que no han pasado por revisión alguna. Entre estas últimas uno de los casos más emblemáticos de la época reciente es el de Grigori Perelman, quien resolvió la conjetura de Poincaré en el año 2002 publicándola libremente en el repositorio digital arxiv.org, siendo corroborada por investigaciones posteriores [24]. En definitiva, la ciencia no necesita de ninguna validación ''ex ante'' efectuada por expertos, pues se evalúa y valida a sí misma cotidianamente.

En cuanto a la cienciometría, el factor de impacto ha estado siempre envuelto en polémicas, y más aún desde que fuera monopolizado por la corporación Thomson Reuters. Recientemente se ha desatado una fuerte controversia que ha dado lugar a una declaración suscrita inicialmente por biólogos en el año 2012 y que rápidamente ha suscitado adhesiones de numerosas asociaciones científicas y de científicos de otros campos. En la declaración DORA Declaration On Research Assessment se solicita explícitamente el abandono del factor de impacto para evaluar el trabajo individual de los científicos [25]. Para indicadores bibliométricos de reciente cuño, del tipo índice H y similares, se augura un futuro parecido al del factor de impacto [16]. No es de extrañar ya que, si el factor de impacto dio lugar a una especie de paranoia, manía o histeria del impacto, tal y como ha sido reconocido por el propio Eugene Garfield y otros muchos científicos, los índices tipo H han empezado a generar una especie de delirio colectivo de la cita [26]. En este punto, vale la pena hacer un paréntesis para ilustrar con algún ejemplo de qué se está hablando.

El sitio web Scholarometer ha sido desarrollado por investigadores de la Universidad Bloomington de Indiana (USA) y establece un ranking académico para todos los campos basado en dos índices bibliométrico: el índice H y el índice H dividido por la media de cada campo de investigación [27]. Para elaborar el ranking se utiliza la base de datos de Google Schoolar, que ofrece el total de citas, además del índice H. Hace pocos años, la revista Nature se hizo eco del ranking de Scholarometer para proclamar que el investigador más influyente de todos los tiempos es Karl Marx obviaremos aquí las implicaciones políticas de reducir a Marx a un mero científico o investigador [28]. Poco después de la publicación en Nature, Sigmund Freud pasó a ocupar el nº 1 con un índice H=282, mientras Marx desaparecía del ranking de Scholarometer. El origen del entuerto quizás hay que buscarlo en la propia base de datos de Google Scholar que adjudica a Marx un índice H=150, el cual se incrementa notablemente cuando se promedia a los campos en que Marx es citado. Según el índice H de Marx, éste habría publicado 150 obras o artículos que habrían recibido al menos 150 citas cada uno. No hay que ser ningún experto en la obra de Marx para saber que no publicó mucho más de 20 trabajos, excluyendo cartas, artículos periodísticos y documentos de la 1ª Internacional que, por otra parte, tampoco figuran en la base de datos de Google Scholar. El caso es que Google Scholar considera publicaciones distintas las diferentes ediciones y traducciones de un mismo trabajo. Es decir, el original alemán y las traducciones portuguesa y castellana de la Cuestión Judía, por ejemplo, computan como publicaciones distintas. Los distintos volúmenes de El Capital y algunos de los manuscritos preparatorios, como los Grundisse, el capítulo VI inédito y las Teorías de la plusvalía que, por otra parte, en ningún caso fueron publicados por el propio Marx, también son considerados obras distintas. Sirva este ejemplo para ilustrar lo absurdo de la deriva cienciométrica, amén de la chapucería con que se maneja carente del más mínimo rigor filológico.

Ante la profusión actual de indicadores bibliométricos y la métrica alternativa creada a partir de documentos en Internet (Altmetrics) han surgido iniciativas que pretenden estandarizar y establecer protocolos tanto en lo que respecta a la métrica en sí como al uso que de ella se hace. El objetivo, confeso en algunos casos, es poder contar con indicadores fiables que permitan evaluar y comparar instituciones científicas entre sí [29]. En otros casos, la estandarización se presenta de manera aséptica, como una investigación interna de la propia métrica y sin mención alguna al uso que se hace de ella y, en un alarde de inmodestia, se pretende incluso estar haciendo una ontología de la métrica [30]. Se trata, sin duda, de una concepción un tanto roma de ontología, que difícilmente suscribiría Heidegger o el mismo Marx.

El principal argumento de sostén para la cienciometría es que constituye una medida indirecta de la calidad científica. El carácter falaz de este argumento es, si cabe, más notorio que el de la revisión por pares como garante de la calidad de la ciencia. Esta argumentación falaz es sostenida de manera implícita o explícita por algunos de los pioneros de la cienciometría, desde el ínclito Eugene Garfield hasta Derek J. de Solla Price, y es asumida reiterada y acríticamente por el grueso de la comunidad científica mediante rodeos semánticos del tipo: las citas miden el impacto, éxito, influencia o visibilidad en la sociedad y, por tanto, indirectamente indican la calidad o excelencia científica [31, 32]. Por lo que respecta a la métrica sobre la visibilidad de documentos en internet, hay que decir que no es en nada distinta a los índices de audiencia de cualquier medio de comunicación convencional. Visitar un sitio web es como pasear por la calle y detenerse ante un kiosco. En cuanto a las citas, no indican más que un uso pero nada dicen del uso en sí. Si dicho uso es descalificatorio, laudatorio o si se trata de una cita de una cita, en cuyo caso se debería hablar propiamente de un reúso. Gran parte de las citas del presente trabajo no son precisamente laudatorias pero pueden engrosar el currículo de más de uno. Del mismo modo que 50 mesas no informan de si éstas son cuadradas, redondas, de madera o de metal, el número de citas cuantifica un uso, pero no puede informar sobre la calidad de la publicación en cuestión. Las citas dentro de una publicación pueden dar cuenta, a título informativo, de una parte del contexto científico con que se relaciona el artículo en cuestión y, en cualquier caso, están sujetas a la consideración subjetiva del autor acerca de qué debe citar. Por tanto y en rigor, a partir de la cuantificación de las citas que recibe un artículo no se puede inferir nada respecto de su calidad científica. Siendo esto así, tampoco se puede inferir la calidad científica de los sujetos que producen los artículos, de las instituciones donde estos trabajan y, menos aún, de la ciencia en general. Lo dicho para las citas vale para cualquier índice bibliométrico basado en ellas. Cabe señalar, por otra parte, que muchos autores de reconocida transcendencia y ampliamente usados apenas son citados en la literatura científica pues se hallan incorporados contextualmente en el quehacer científico cotidiano y en el propio léxico científico. Poca gente cita a Arquímedes por su principio, ni a Newton por sus leyes de la mecánica o a Darwin por su teoría de la evolución y, quizás, aún se cite a Einstein por su artículo sobre la dualidad onda-corpúsculo. La tendencia que se observa, sin embargo, parecería indicar que cuanto más clásico es un autor menos citado es.

Para la cienciometría, sus leyes y sus indicadores, estos autores resultan invisibles o no entran en su objeto de estudio. Ello pone de relieve que esta disciplina, lejos de tener una aplicación más o menos universal como cabría esperar de algo que se pretende una ciencia de la ciencia [33] tiene una marcada limitación histórica, circunscrita a los siglos XX y XXI. No sólo eso sino que, dentro de este periodo, se diría que el nicho de actuación preferido de la cienciometría es algo así como el último grito de la ciencia. De modo que, si toda publicación científica es un momento más bien ínfimo en la circulación de la producción científica en tanto que proceso de producción social, las citas son un momento otro tanto ínfimo que corresponde al entramado de interacciones que se tejen en el artículo con una parte del resto de publicaciones.

La cienciometría es, por tanto, una disciplina que estudia de manera cuantitativa cómo tiene lugar el flujo de la información presente en los artículos científicos. No analiza el contenido científico sino cómo éste se propaga. Es una disciplina fundamentalmente desarrollada desde la propia academia, aun cuando interacciona estrechamente con grupos editoriales y con empresas que operan en lo que se ha dado en llamar capitalismo cognitivo. En líneas generales, muestra una evolución que va del estudio del medio a través del que se difunde la ciencia, las revistas y artículos científicos, a la caracterización del sujeto productor de ciencia. Desde esta perspectiva, la cienciometría resulta de la necesidad de dotar al proceso de evaluación, ya sea del medio a través del cual se difunde la ciencia o del sujeto productor de la misma, de un instrumento de carácter cuantitativo y aparentemente objetivo, capaz de dotar de rigor técnico al proceso de evaluación. Surge como la evolución lógica y natural de los procesos de arbitraje, cualitativos y de carácter subjetivo, en la evaluación de revistas, artículos y sujetos productores de ciencia.


Determinaciones de la cienciometría y la revisión por pares
Vistos los argumentos falaces que sostienen a la revisión por pares y la cienciometría, cabe preguntarse cómo es posible que, al margen de las incontables polémicas, no sólo hayan gozado de una amplia aceptación sino que hayan experimentado sendos procesos de estandarización llevados a cabo por parte de la propia comunidad científica que es quien, en gran medida, los desarrolla, ejecuta y padece. Que un argumento sea falaz no quiere decir que sea falso. Es más que posible que la opinión de colegas duchos en la materia pueda mejorar la calidad de cualquier artículo, aunque también puede estropearlo. También es más que posible que un gran científico sea muy citado e incluso tenga un alto índice H. La cuestión no es esa, sino que institucionalizar unos procedimientos con la pretensión de mejorar, medir y evaluar la calidad científica de algo o alguien es cosa muy distinta. Obedece a requerimientos ajenos a la propia ciencia pues, como ya se ha dicho, ni la revisión por pares ni la cienciometría son algo que la ciencia necesite para su normal discurrir. Habrá entonces que preguntarse acerca de tales requerimientos y de los mecanismos que los legitiman.

Uno de estos mecanismos reside en el pensamiento liberal, hobbesiano, de matriz anglocéntrica aun cuando ampliamente extendido a decir verdad a casi todos los ámbitos de la sociedad moderna que observa al ser humano en general, y con ello al sujeto productor de ciencia, en continua competencia. Este pensamiento subyace en la cultura de la cita, del impacto a través de la cita, el afán por los rankings, la obsesión por el éxito y la excelencia que impregna la producción científica actual en que la cita o el índice bibliométrico adquiere la condición de fetiche, de fin en sí mismo [34]. Constituye el substrato de la meritocracia, donde la cienciometría desempeña el rol de instrumento objetivo, capaz de limar las arbitrariedades subjetivas en el proceso de asignación de premios y en el señalamiento del prestigio científico. Este pensamiento es, en definitiva, una expresión de la lógica del capital, donde impera la competencia entre capitales y la cooperación sólo es posible en términos de intereses de clase, y aún así en circunstancias muy concretas. El desplazamiento del foco de la cienciometría, del medio a través del cual se difunde la ciencia al sujeto productor de ciencia, y la correspondiente asignación de un índice individual de productividad científica significa concebir al sujeto como mónada aislada, aun cuando toda producción científica es un proceso de producción social. Todo ello son manifestaciones de la lógica del capital y del pensamiento liberal en su vertiente exacerbada, neoliberal. La conceptualización de la producción científica en términos de productividad a la cual se asocia remuneraciones diversas, por lo general salariales, conlleva no solo la cultura del paper en su forma publish or perish, sino la cultura de la cita del paper y del paper impactante e, indefectiblemente, acaba produciendo mediocridad.

Otro mecanismo de legitimación, si se quiere más sutil y tan o más efectivo, tiene que ver con la apariencia de objetividad de la cienciometría. Esta apariencia objetiva se fundamenta en el fuerte reduccionismo y positivismo inherentes a la propia cienciometría y al aparato conceptual y matemático que desarrolla, el cual habilita su validación empírica y le otorga este carácter de objetividad, de que está refrendada por datos contrastables más allá de valoraciones subjetivas. Se parte de una situación dada, la producción científica actual donde las publicaciones científicas y las citas constituyen momentos ínfimos en el tráfico de la información producida, y se construyen una serie de indicadores que corroboran empíricamente algo que se percibe en superficie y que en sí mismo no tiene mayor trascendencia, que las revistas más citadas son las de más solera y que los sujetos más citados son los de más prestigio. Se obtiene así una correlación positiva entre la realidad ya constituida, que no es en sí objeto de estudio, y los datos elaborados que la reflejan de manera objetiva. Para ello es necesario un análisis ahistórico y asocial, que borra toda determinación social e histórica de la producción científica, cuando se trata justamente de eso, de producción social históricamente determinada. Este borrado se realiza mediante la reducción drástica de todo carácter social de la producción científica, que incluye desde la descontextualización de la cita de su entorno inmediato, el artículo, hasta la descontextualización de las condiciones geopolíticas y socioeconómicas de la producción científica, pasando por la descontextualización de las condiciones particulares de los sujetos productores de ciencia. En definitiva desaparecen todos los condicionantes sociales del proceso de producción científica y del proceso de elaboración de artículos y se obtiene una apariencia objetiva que sólo lo es en la superficie. De este modo, Einstein es un gran científico aunque quizás mañana pueda resultar un charlatán y tiene un índice H muy alto. Rizando el rizo, podría ser que tuviera un índice H alto precisamente por ser un charlatán. No importa, la correlación funciona y se aplica a otros muchos casos donde también funciona. Se obtiene así la legitimación objetiva, empírica, de los indicadores bibliométricos, donde la falacia argumental antes mencionada ha quedado en el olvido.

Se ha señalado anteriormente la deuda conceptual de la cienciometría con la economía neoclásica al adaptar la distribución Pareto para la literatura científica. Vale la pena, además, señalar otras similitudes, como el carácter reduccionista y positivista de ambas disciplinas, que se traduce en la implementación de sendos aparatos matemáticos de tipo estadístico, o la matriz común de pensamiento liberal. Si acaso, se diría que la cienciometría se encuentra en una fase más embrionaria de su desarrollo que la ciencia económica dominante. Con todo, la similitud más significativa es el borrado de todo rastro social que también realiza la ciencia económica en el objeto de su estudio, que no es otro que la producción material, de bienes, de riqueza, que permite la reproducción social. Así, la ciencia económica parte de lo dado, de las formas en que se expresan las relaciones sociales de producción (capital, ganancia, precio, interés, oferta-demanda, etc.) pero no se interesa por las relaciones sociales mismas. No se interroga acerca del valor, por qué las cosas valen, qué origen tiene el valor, la magnitud de valor, quién y cómo se apropia del mismo y, de este modo, el trabajo, sustancia de todo valor, se vuelve invisible a los ojos de la ciencia económica o, a lo sumo, es otro factor más de la producción. Con el potente aparato matemático que desarrolla, la ciencia económica se legitima así misma a través de la validación empírica de las formas económicas, que adquieren la apariencia objetiva de formas naturales, ahistóricas y asociales. De manera similar, la cienciometría oculta el carácter social de la producción científica y mediante su legitimación empírica y su discurso de excelencia invisibiliza al sujeto productor de ciencia en tanto fuerza de trabajo cualificada en la producción y reproducción social del capital. De hecho, ni dichos sujetos se perciben a si mismos en este sentido.

La legitimación que adquiere la cienciometría por la vía de la validación empírica es tanto más contundente cuanto que la cienciometría opera de manera parecida al de la propia ciencia moderna, como también lo hace, por cierto, la ciencia económica. Es decir, procede científicamente al reducir su objeto de estudio a entidades físico-matemáticas que presentan algún tipo de correlación con la realidad ya constituida y al habilitar así su contrastación empírica. En su esencia, el modo de operar de la cienciometría no es distinto del de la meteorología, por poner un ejemplo. Un modelo meteorológico es probabilístico y puede fallar o no el pronóstico, lo mismo que un modelo cienciométrico, pero su base común consiste en la observación de una realidad fenoménica y en la construcción de unas variables que la expresen y demuestren empíricamente. Claro, la meteorología se ocupa de una realidad no humana, esto es, no social, mientras que la cienciometría y la ciencia económica se ocupan de una realidad social, fruto del proceso de autoproducción del ser humano en tanto ser social y que tiene unas determinaciones históricas concretas que se desprecian para el estudio. Por más arduo y laborioso que sea elaborar las determinaciones sociales que concurren en el proceso de producción científica, ello no es óbice para pretender estudiar la ciencia exclusivamente a partir de los momentos ínfimos que constituyen las publicaciones y las citas en el proceso de su difusión. De este reduccionismo extremo es fácil que se derive un empirismo vulgar. Cienciometría y ciencia económica comparten pues un neopositivismo extremo que, haciendo oídos sordos a las críticas por ejemplo acerca de la transposición mecánica de aparatos matemático a las ciencias sociales vertidas por la filosofía de la ciencia desde Popper hasta Feyerabend, entiende que toda realidad es reducible mero dato empírico susceptible de tratamiento matemático sin más. En el caso de la cienciometría y dado que ésta tiene su ámbito de aplicación práctica directamente sobre seres humanos concretos con vidas concretas es esperable que, cuando toda determinación social se ha obviado expresamente, la vulgata empírica acabe produciendo aberraciones y se genere un instrumento que acaba sometiendo a aquellos mismos que lo han creado.

La apariencia objetiva, la validación empírica, la pretendida medición de la calidad científica y la supuesta preservación de la buena ciencia forman parte, por tanto, del discurso ideológico que erigen la cienciometría y la revisión por pares de artículos científicos para su legitimación. La fatuidad que caracteriza a buena parte de la élite científica juega un papel nada desdeñable en cómo se legitima a sí misma y ante el resto de la sociedad. En el mercado de las publicaciones científicas, la revisión por pares, en tanto estrategia de mercado, está siendo actualmente contestada por la estrategia de las publicaciones en abierto. Lo significativo, en cualquier caso, es la consideración del artículo científico en tanto mercancía ''sui generis'' de la sociedad capitalista, es decir, la determinación del capital en este sentido. Por lo que respecta a la cienciometría, su razón de ser es de otra índole que la de investigar asépticamente cómo fluye la información en los artículos científicos. Esta razón no es otra que la necesidad de gestionar unos recursos limitados para la financiación científi


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