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Los peores escenarios para nuestra realidad

Del conflicto permanente a la fiesta de tontos

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Por Carlos Santiago (*)

El peor escenario que deberíamos esperar para los próximos meses o años sería que los actores sociales entendieran que en la actualidad se vive la misma ventura económica que en los años precedentes y que es posible seguir en ese crecimiento sui generis ,  sin un desarrollo que compense y consolide el esfuerzo de todos.

La prosperidad que más dura
es la que vino despacio
Séneca

O sea vivir en la complacencia idealizada de una situación ficticia. Una fiesta de consumo para tontos que termina, obviamente, en un seguro desastre.

¿Es posible que esto ocurra? El camino para ello no está impedido, lo demuestran los gremios docentes enceguecidos por estar metidos en una gimnasia de lucha que los hace protagonistas, momentáneos, de un perjuicio quizás irreparable para muchos niños y jóvenes que desorientados no saben qué hacer en sus muchas horas libres ya que los profesores y maestros no los reciben en las aulas. Un protagonismo efímero como lo es también el poder, en que se tiene un manejo solo momentáneo, casi siempre obtuso, sobre la realidad cotidiana y se trasciende en lo social por el valor arbitrario y en ocasiones contraproducente de las acciones que se emprenden. Por supuesto que luego se pasa al ostracismo, quizás el más agudo, a lamerse las heridas clamando por supuestas traiciones de quienes no aceptaron sus desatinos seudo radicales, antinaturales, contrarios a los valores fundamentales que se deben manejar cuando se tiene en su manos la formación de la juventud. Pero además enfrentados con las bases mismas de la larga experiencia del sindicalismo, que expresan claramente que el camino emprendido es un callejón sin salida que tendrá como final, de proseguirse por el mismo, el debilitamiento primero y luego la desaparición de la organización gremial. ¿Alguien puede decir lo contrario?

Cuando escribimos estas líneas una asamblea, algo más nutrida, de profesores montevideanos resolvió suspender la huelga, pero mantener el conflicto lo que significará la aplicación de paros sorpresivos o no tan sorpresivos. O sea, que la educación, educación, educación, seguirá distorsionada como hasta hoy. Sin embargo, creemos, la presión de la sociedad se hizo insoportable y el camino de la paralización permanente era inviable. Lo sintieron muchos sobre su piel.

Pero todavía falta largo tiempo para que se acerque el final de los plazos constitucionales estipulados para la consideración de la Rendición de Cuentas en cada cámara legislativa. O sea que el campo de batalla o período esperado para el escandalete por quienes hacen del ruido y no de la negociación su forma de lucha es todavía suficiente para que se cumplan todos los peores presagios y de aquí al final de los plazos quede el tendal de doloridos, victimas, victimizados y damnificados. Especialmente los niños y jóvenes que, sin duda, habrán de sumar un número muy importante de clases hora perdidas, proceso al que se debe agregar la incapacidad de las autoridades del CODICEN, que no han sido capaces de orientar  los despojos que están quedando del disparaterío seudo combativo concretado por los gremios.

Autoridades de la enseñanza que a cada paso muestran sus concepciones también distorsionadas, con ministros que sostienen que la recuperación de las clases perdidas es tarea de los sindicatos, en una visión que sorprende por no decir otra cosa -, con un director general de Enseñanza de Secundaria que, en medio del conflicto viaja para pasar unas vacaciones en el más hóspito Canada, donde se lo recibió con clima veraniego que seguro lo hizo olvidar sus obligaciones más grises de la actualidad uruguaya, donde, justamente, el servicio que dirige se encuentra sufriendo un embate casi salvaje de un gremio claramente ultra ,  con asambleas minúsculas de menos de cien votantes que imponen su voluntad a casi ocho mil docentes que, un día sí y otra también, siguen presentando su renuncia a la organización que los engloba.

Claro hay quienes sostienen que el proceso de locura tiende a revertirse rápidamente ya que hay muchos centros de enseñanza a los que los docentes han comenzado a concurrir, desoyendo la mecánica de lucha impuesta hasta el fin por los dirigentes gremiales. Quizás tengan razón, pero es lamentable que el conflicto tenga que resolverse con la cabeza de los dirigentes. Y ahora se anuncia otro conflicto, con ocupaciones de lugares de trabajo, el de los trabajadores de la salud. Esperemos que aquí prime la sensatez y que la mecánica del conflicto tenga en cuenta que la tarea que tienen entre manos es de primerísima importancia humana.

Obviamente el futuro económico del país está en cuestión pese a que, en las previsiones, seguiríamos creciendo a un ritmo no despreciable, a tasas que medidas en lo que va de la última década, son importantes en nuestra historia, apuntaladas por una producción de materias primas agropecuarias  (este fue un año con una producción record de soja) Y decimos qué está en cuestión porque el fenómeno del desarrollo nacional, que tiene por supuesto su ritmo y sus particularidades, sigue sin ser comprendido por muchos actores de la realidad que no valoran la contrapartida que existe en nuestra realidad económica: el déficit de las cuentas públicas.

Ese déficit engrosado y cuantioso que está provocando el importante índice inflacionario es producto de una política del gobierno que creyó que el período de las vacas gordas continuaba eternamente y que en el capitalismo se acabaron las crisis cíclicas positivas y negativas de un sistema que nunca logró estabilizarse. También entendemos que existe cierta miopía en algunos sectores, tanto del gobierno como de la dirigencia sindical, que mantienen conceptos perimidos sobre la lucha de clases, fenómeno que muy poco tiene que ver con la realidad uruguaya donde, más bien, lo que está perjudicando es la falta de apertura a los negocios por la existencia de un estatismo exacerbado. Sin embargo hoy más de un dirigente del PIT-CNT que se ha alarmado por el cariz del conflicto de la enseñanza. Los viejos sindicalistas comprenden, por su experiencia, que estas direcciones ultra están liquidando todas sus herramientas de lucha gremial y auguran que el final de este conflicto será una derrota en toda la línea.

En su momento el propio ministro Lorenzo, sostuvo que buena parte de la responsabilidad del déficit, estuvo dado por la gestión perdidosa de varias empresas públicas, que no solo son deficitarias, caras en su producción, sino que producen productos de pésima calidad que los uruguayos tienen que pagar al precios récords. Según sabemos en el sector público, según el informe del propio Banco Central, el resultado negativo se fue profundizando desde el primer trimestre de 2012 impulsado por el aumento del costo de generación de energía eléctrica debido al prolongado período de sequía que atravesó el país y por otros aumentos de gastos del Gobierno Central. En el cuarto trimestre de 2012 mejoró el resultado de las empresas públicas, lo cual se reflejó en una reversión de la tendencia antes señalada. Este año ha sido más benigno para la generación eléctrica y UTE no tuvo que erogar fondos en la compra de petróleo, pero ello no evitó otro importante aumento en las tarifas que está afectando desde hace algunos meses a los usuarios.

Los balances negativos de ANCAP, que produce combustibles de muy baja calidad y los vende a precios altos, los más onerosos del continente para el consumidor, son una de las características sustanciales (o típicas) de nuestra realidad económica que no se ha podido contrarrestar. Inclusive los nuevos emprendimientos impulsados por esa empresa pública, como el caso de ALUR, que se caracteriza por sus saldos negativos, déficit endémicos y la imposibilidad objetiva de revertir una situación perdidosa que parece insoslayable. Se habla de un déficit global de esa empresa superior a los 600 millones de dólares, lo que objetivamente significa un fracaso objetivo del proyecto, más allá de los ingentes esfuerzos por mejorarlo incorporándole nuevos rubros productivos.

Sin embargo, por razones de política menuda desde el gobierno se sigue aplaudiendo un emprendimiento ineficiente, obviamente mal administrado, sobre el cual habría que estudiar rotundas reformas de gestión y método productivo. De lo contrario las pérdidas seguirán engrosando la columna en rojo de los balances del Banco Central.

Pero hay un hecho que contrasta luego de casi la década de crecimiento y cifras positivas, manejadas por el gobierno, sobre el descenso de la pobreza y la marginación. Y es el ostensible descenso de la calidad de vida de los uruguayos en materia de convivencia ciudadana, agobiada la población por condiciones sociales que han impulsado a la violencia delictiva. Los factores coadyuvantes en el fenómeno son muchos, pero la verdad es que la inseguridad es un tema que se mantiene en el primer lugar de las preocupaciones de la gente, pero sigue sin revertirse pese a las políticas asistenciales impulsadas del gobierno. Es evidente, además, que esas políticas que se han aplicado sin contrapartidas han consolidado en ciertos grupos de población, el fácil arbitrio de vivir de la ayuda estatal, sin trabajar. ¿Esto es posible?

Si no se modifica esa política habrá una generación perdida que salió de la pobreza en los cómputos de la Dirección de Estadísticas pero que vive en una miseria conceptual, sin hábitos de trabajo, comenzando a aparecer una próxima generación de uruguayos, viviendo en los mismos barrios, manteniendo la falta de objetivos de futuro y en similares condiciones de irresponsabilidad social, hundidos muchos jóvenes que no trabajan ni estudian en el alcohol y la droga.

El drama del tiempo presente.


(*) Periodista.


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