14.4.25
Los presos palestinos acabarĂ¡n por rebelarse. Entrevista con Amani Sarahneh
Amani Sarahneh (*)
En las cárceles de Israel, los palestinos -a menudo recluidos sin juicio- se enfrentan a asesinatos, enfermedades, agresiones sexuales y algunas de las torturas más extremas del planeta.
A lo largo del genocidio de Gaza, estos abusos contra los derechos humanos han alcanzado un máximo histórico, afirma una dirigente de una organización de presos.
Del todo conjunto de los muchos aspectos del apartheid israelí es en el de su política penitenciaria donde el sistema queda al desnudo con la mayor claridad. Mientras que israelíes y ciudadanos extranjeros -colonos y turistas por igual- están sujetos a la legislación civil, la población civil de Cisjordania es competencia del ejército israelí y del aparato jurídico militar.
En los tribunales militares israelíes, los palestinos son objeto de los castigos más draconianos. La política de detención administrativa, que se remonta a la época colonial británica, constituye en la mayoría de los casos una política de detención indefinida sin juicio: de los 9.623 palestinos encarcelados por Israel en julio de 2024, figuraban 4.781 en esta modalidad.
La situación carcelaria no puede dejar más claro que los palestinos viven en un Estado policial, y con la reciente liberación de presos palestinos de Cisjordania y Gaza, el mundo ha tenido una sombría visión de las condiciones en las que han sufrido tantos palestinos encarcelados.
Recientemente, Michael Presberg, miembro del Partido Laborista británico y redactor de la revista Tribune, se reunió con Amani Sarahneh, de la Sociedad de Presos Palestinos, una organización no gubernamental de Naplusa [o Nablus] que intenta documentar el trato que reciben los presos palestinos y presta ayuda a los que han sido liberados.
La entrevista tuvo que acortarse, ya que Sarahneh hubo de marcharse debido a la noticia de la muerte de otro preso. Pero lo que comentó quedó bien claro: los niveles ya extremos de tortura física, médica y sexual utilizados contra los palestinos no hacen más que aumentar, y tales condiciones sólo conducirán a una revuelta.
La primera pregunta que quiero hacerle se refiere a cómo ha podido trabajar Sociedad de Presos Palestinos desde que comenzó la guerra en Gaza, y cómo ha sido la dureza del cambio en las condiciones y la recopilación de información
Hasta diciembre de 2023 no podíamos acceder al sistema penitenciario israelí, por lo que sólo podíamos vislumbrar la vida en su interior. No era una política que se aplicara sólo a los grupos palestinos, a la Cruz Roja también se le negaba el acceso.
Sin embargo, nos dimos cuenta de que algo había cambiado. Mientras que la única información que recibíamos se limitaba a cuando era liberado un preso, los que lo eran nos daban noticias inquietantes de torturas y palizas. Además, también observamos un cambio en los presos cuando los ponían en libertad. Muchos presos encarcelados después del 7 de octubre de 2023 ya eran conocidos por nosotros como antiguos presos. Esta vez ha sido diferente: están rotos como personas, y han mostrado signos no sólo de inanición, sino de maltrato físico y mental.
Sin embargo, tras el asesinato de Thaer Abu Asab el 18 de noviembre de 2024, hecho que atrajo la atención de grupos de derechos humanos y medios de comunicación tanto internacionales como israelíes, pudimos tener acceso. Abu Asab, que había cumplido 20 años de una condena de 25, fue golpeado hasta la muerte por preguntar a su guardia -miembro de una notoria unidad electiva de las FDI, los Kateib- si se iba a declarar un alto el fuego en Gaza.
Abu Asab era la sexta persona muerta en el sistema penitenciario tras el inicio de la guerra en Gaza, pero en el caso de los demás presos no pudo filtrarse ningún testimonio de un sistema penitenciario cerrado. En este caso, pudimos conseguir declaraciones juradas de presos de su bloque -que también habían sido golpeados por los guardias para arrojar luz sobre las condiciones existentes en la cárcel israelí.
La muerte de Thaer Abu Asab atrajo suficiente atención como para que el sistema penitenciario israelí permitiera las visitas de abogados. Dicho esto, sigue sin ser fácil, ya que los propios abogados son objeto de humillaciones y agresiones por parte de las autoridades penitenciarias.
No obstante, hemos podido recabar declaraciones juradas de presos dentro de las cárceles y de detenidos liberados. Nos sentamos con cada uno de ellos, a menudo durante horas, para hablar del trato que reciben. Esto es importante para nosotros, ya que las autoridades israelíes intentan periódicamente sembrar dudas sobre nuestro relato.
¿Cuáles son los sistemas de reclusión de los presos palestinos?
Hay dos sistemas: el de los presos que gestionan las autoridades penitenciarias israelíes y el de los presos que gestiona el ejército israelí de ocupación. En lo que respecta a las autoridades penitenciarias israelíes, desde el comienzo de la guerra han relajado lo que consideran sus «normas» para lo que se consideran requisitos mínimos de vida en prisión.
El impacto en la vida de los presos ha sido dramático, y va desde lo que puede parecer mundano hasta lo grave. A los presos bajo custodia de la autoridad penitenciaria [donde los presos proceden predominantemente de Cisjordania] se les confiscan todos sus bienes: ropa, mantas -incluso cucharas- y les niegan la televisión, la radio, los libros e incluso el acceso al Corán.
En el lado más extremo, la violencia de las unidades electivas ha aumentado drásticamente: estábamos acostumbrados a la tortura en el proceso de interrogatorio, pero no en el proceso de encarcelamiento habitual. Ahora, [hemos visto que] se ha recurrido a la violencia física contra todos los presos que hemos entrevistado.
La situación es calamitosa en todas partes, pero su peor momento se vive en el Naqab [Negev]. Hemos recibido declaraciones juradas de presos a los que se ha golpeado duramente en la parte superior del cuerpo, lo que demuestra las costillas rotas, así como golpes en los órganos sexuales.
Las palizas se infligían a presos mayores -uno de nuestros casos se refería a un hombre de unos 50 años, detenido poco después de la guerra, que fue trasladado al campo de detención de Gush Etzion desde Ramala y golpeado durante todo el trayecto-, así como a los que padecían enfermedades graves.
En la cárcel, las palizas se han convertido en todo un arte. A veces las palizas se llevan a cabo con el propósito expreso de dejar discapacidades y problemas de salud duraderos; con frecuencia, lo que los guardias pretenden es matar a los presos.
La situación en Gaza es peor. Los presos de Gaza quedan retenidos bajo jurisdicción militar, y no de la policía civil. Los detenidos de Gaza suelen «desaparecer», en lugar de quedar formalmente detenidos. Esto guarda relación con la legislación israelí relativa a los «combatientes ilegales», introducida en 2002 para hacer frente a Hezbolá. No se concibió para que utilizara contra los miles de detenidos de Gaza. Debido a la naturaleza de esta ley, no disponemos de datos sobre cuántos gazatíes han sido encarcelados, sólo tenemos suposiciones.
Durante mucho tiempo nos hemos visto privados de acceso a los presos recluidos en virtud de esta ley, pero hemos encontrado un mecanismo por el que hemos podido inspeccionar estas prisiones, junto con organizaciones israelíes de derechos humanos. Es un sistema muy desagradable, y me resulta difícil hablar de él.
¿Cómo son las condiciones en ambos sistemas? ¿Cómo se han deteriorado desde que comenzó la guerra contra Gaza?
No hablamos ya de deterioro, sino de una agudización de la política preexistente. En el sistema penitenciario israelí siempre se ha recurrido a las palizas, la violencia sexual y la tortura. Cuando hablamos de estas prácticas -que consideramos de naturaleza política- debe quedar claro que no son nuevas.
Una novedad que hemos observado es la denegación de tratamiento médico. Tomemos, por ejemplo, el caso de Arafat Hamdan, de Beit Sera, cerca de Ramala. Era diabético de tipo uno desde su juventud y en el sistema penitenciario le negaron tanto la comida como la insulina. A medida que se deterioraba, los demás presos pidieron que se le trasladara a una clínica: un día, después de que llevara un tiempo sin levantarse, uno de los otros presos fue a ver cómo estaba. Había muerto en su habitación.
En el sistema militar, las condiciones son espantosas: el 25% de los detenidos en algunas prisiones tienen sarna. Conocí a un preso que, con el frío que hacía, llevaba la camisa rota. La sarna le había formado ronchas en los brazos y sangraba por el cuerpo: su abogado declaró que no podía continuar con la entrevista, pero al marcharse el preso lloraba y le suplicaba que lo sacara de allí.
Hemos tenido noticia de casos en los que las autoridades penitenciarias israelíes han trasladado intencionadamente a detenidos con sarna a bloques en los que no la había, con el fin de propagar la enfermedad. Hemos perdido al menos a cuatro presos a causa de la sarna. Uno de ellos, Abu Zneid, murió el día que le visitamos como Sociedad de Presos: llevaba varios meses con sarna sin medicación. Tenía la piel desprendida del cuerpo y partes de ella habían caído en su cama.
Desde el 7 de octubre han sido asesinados 55 detenidos palestinos en cárceles israelíes. Se trata de una cifra récord en la historia del encarcelamiento de palestinos. La mayoría de los detenidos, a nuestro juicio, murieron a consecuencia de la tortura.
Muchos presos palestinos están detenidos sin juicio, ¿mejoran sus condiciones?
En este caso no hay discriminación: cinco de los muertos eran detenidos administrativos. Muchos de los detenidos administrativos son niños [en el momento de la entrevista había 95 niños en detención administrativa, además de los detenidos y heridos, la cifra más alta de la historia de la ocupación]. El hambre se utiliza contra ellos para convertirlos en delatores, del mismo modo que se utiliza contra los enfermos: los niños presos nos informan de que se duermen y se despiertan con hambre. Se les ofrece tratamiento médico o comida si colaboran, confiesan o les dan información.
El efecto sobre la participación política y la libertad de expresión ha sido paralizante. El 33% de los detenidos en Cisjordania son detenidos administrativos, en su mayoría de la gobernación de Hebrón. Si eres activo en tu pueblo o en una asociación -hemos visto a gente detenida por hacer donaciones para financiar una ambulancia- es probable que te detengan por cargos administrativos.
Uno de los presos libró una larga lucha contra la detención administrativa: fue el primer preso de Palestina que llevó a cabo una huelga de hambre individual para protestar por la detención sin juicio. Lo detuvieron con cargos, con la esperanza de que no volviera a hacer huelga de hambre, pero la reanudó. Murió de inanición en régimen de aislamiento.
Ha mencionado usted la violencia sexual. ¿Está muy extendida esta clase de violencia en el sistema penitenciario israelí?
La violencia y las agresiones sexuales contra mujeres y hombres han aumentado drásticamente. No puedo dar cifras exactas, pero está muy extendida. Un preso al que entrevistamos denunció impotencia e incapacidad sexual generalizadas como consecuencia de las palizas propinadas con la intención expresa de causar daños sexuales duraderos. Un periodista que conocemos declaró que manipularon sus órganos sexuales. Esto, en lo que a nosotros respecta, tiene todo el aspecto de un genocidio.
En el sistema de Gaza, una vez más, los abusos son escandalosos. Los soldados orinan sobre los detenidos y, en ocasiones, les rocían con aguas residuales. Tengo amigos en Gaza con hijos que han sufrido prácticas como éstas. En uno de los casos más atroces, nuestros abogados entrevistaron a un prisionero al que le habían introducido un extintor en el ano que luego activaron.
Pero, naturalmente, los peores abusos son los que afectan a las mujeres palestinas. Hemos recogido testimonios de mujeres a las que amenazaron con violar y sometieron a cacheos con desnudos integrales en las cárceles. A menudo, los interrogadores no les hacen preguntas sobre cuestiones políticas, sino que les preguntan con cuántos hombres se han acostado, amenazan con violarlas e inquieren detalles sobre la vida sexual de la detenida.
A las mujeres las llevan, por lo general, a la prisión de Ofer, y después a HaSharon, desde donde se les distribuye por todo el sistema penitenciario israelí. En HaSharon, cuando llegan las mujeres, se les ordena que se quiten la ropa y se les escanea el cuerpo con una porra que normalmente se utiliza con las detenidas vestidas. A continuación, se les golpea con esta porra. Entrevisté a una mujer que se desmayó al contarme su historia.
Especialmente preocupantes son las condiciones de la prisión de Damon, en Haifa, donde están recluidas en una cárcel construida durante el Mandato Británico que estaba previsto destruir, pero que se ha conservado para hacer frente al aumento del número de presos.
En septiembre de 2024, llegó un nuevo director a la prisión de Haifa. Se ensañó físicamente con las mujeres dentro de la prisión. Todas las semanas hay una campaña opresiva, en la que eligen a las mujeres para que vayan a tres salas para un cacheo al desnudo, tras lo cual se les permite vestirse y se les obliga a arrodillarse en el patio en posturas sexualmente humillantes, con las manos y las piernas encadenadas.
Una de las detenidas sabía que sería puesta en libertad al día siguiente. El director se dio cuenta de que parecía contenta, le quitó el hiyab, le metió la cabeza entre las piernas y la amenazó con violarla.
¿Cómo ve la evolución de la situación?
Con los presos en esas condiciones, habrá una rebelión en las cárceles; y por supuesto, pagaremos el precio. Morirán más.
(*) Amani Sarahneh, portavoz de la Sociedad de Presos Palestinos, y autora de varios informes sobre su situación.
Fuente: Tribune, 28 de marzo de 2025
Traducción: Lucas Antón