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20.1.25

Los Ángeles, en llamas: Vivir en un cenicero, o por qué Mike Davis acertó de nuevo (II)

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Por Harold MeyersonJoshua Frank, David Dayen, Jeffrey St. ClairMarianne (*)

La conflagración de Los &Aac

Normalmente, escribiría esto desde el oeste de Los Ángeles, donde vivo la mayor parte del año. Ahora mismo me encuentro a unas dos horas hacia el este, lejos de lo que ha asolado la región. Pero tengo amigos que se han visto obligados a su evacuación. El restaurante de pescado de la autopista de la costa del Pacífico donde llevé a mi entonces novia (ahora esposa) a conocer a mis padres ha quedado destruido. Envío mensajes de texto a amigos y familiares y recibo noticias continuamente. Me entero de que algunos conocidos han tenido que evacuar el lugar donde se había declarado un incendio para llegar a un destino que resulta ser el lugar donde se ha declarado otro incendio. Me siento como si estuviera allí sin estar allí.

Los mayores problemas, aparte de las más de mil estructuras ya consumidas por el fuego y de un cambio previsto en los vientos que llevará el humo tóxico a zonas mucho más habitadas de la cuenca de Los Ángeles, parecen ser de infraestructuras. No hay agua suficiente para hacer frente a las llamas en Pacific Palisades, Altadena ni Sylmar. Las bocas de riego están secas y se están conservando otros recursos hídricos. Se ha cortado el suministro eléctrico a 400.000 personas de la región, en algunos casos intencionadamente para alejar la amenaza de chispas y de más incendios. Si las condiciones de humo empeoran, el sistema de salud podría sufrir algunas tensiones, ya que las personas con enfermedades respiratorias buscarán algún alivio.

Los fuertes vientos están empezando a amainar, pero siguen siendo lo bastante potentes como para cancelar y retrasar vuelos y perturbar las labores de extinción. Incluso a unas horas de distancia, en Palm Springs, seguía azotando el viento anoche. He oído hablar de numerosos camiones que han volcado en las autopistas entre Inland Empire y Los Ángeles. Esto no aislará por completo a la ciudad de una importante fuente de suministros (los almacenes salpican el paisaje en las zonas periféricas de los condados de San Bernardino y Riverside), pero dificultará las cosas.

Se supone que en estos momentos debemos abstenernos de hablar de cualquier cosa que huela siquiera a política, y centrarnos en la devastación y los esfuerzos de rescate. Pero lo cierto es que hemos creado una bomba de relojería en la atmósfera. Hace casi 300 días que no llueve en Los Ángeles, un dato que me asombró cuando lo oí, y yo vivo aquí. Los incendios forestales en nuestro entorno actual, en California, se propagan con mayor rapidez y al azar, y aunque pueden comenzar en bosques deshabitados, pueden alcanzar zonas densamente pobladas con bastante rapidez. Hasta ahora, las advertencias de evacuación se han detenido en Montana Avenue, en Santa Mónica, pero eso está peligrosamente cerca de algunas zonas muy pobladas; mi casa está a unos ocho kilómetros al sur. Es un cálculo que no quieres tener que llegar a hacer nunca.

La idea de que se puede reforzar la infraestructura para hacer frente a incendios forestales impredecibles y fuera de control resulta muy ilusoria. El Departamento de Bomberos del condado de Los Ángeles ha reconocido que «no estábamos preparados para este tipo de desastre generalizado», ¿y cómo iban a estarlo? Sencillamente, no tenemos la infraestructura necesaria para vivir en lugares que el clima, la sequía y las condiciones meteorológicas extremas han hecho inhabitables, al menos en parte.

Es la culminación de un proyecto de décadas que consiste en ignorar la realidad. Sólo en los 20 años que llevo viviendo en Los Ángeles, los cambios en el clima han sido notables y rigurosos. Es un lugar diferente, y así lo han moldeado los seres humanos. Tenemos que tomar un montón de decisiones difíciles, y una cultura política y social que se abstiene de tomarlas. Resulta difícil no sentir algo parecido a la desesperación ante todo esto. Soy una persona racional a la que le gustan las soluciones, pero ¿qué hacer cuando las soluciones no están preparadas para las llamas?

The American Prospect, 8 de enero de 2025



Tarifas de itinerancia: Huracán de fuego
Jeffrey St. Clair

«La crisis climática revela que nuestra civilización nunca se ha organizado realmente en torno a la ciencia, contrariamente a la narrativa habitual de la Ilustración. Está organizada en torno al capital. La ciencia se adopta cuando sirve a los intereses del capital y a menudo se ignora cuando no es así».

- Jason Hickle

No hay nada tan terrorífico como una pesadilla que acaba por cobrar vida. Los vientos de Santa Ana llevan décadas atormentando los sueños de los angelinos del sur. Como los chinooks de las Montañas Rocosas y los mistrales del valle del Ródano, estos vientos juegan con la mente. Te dicen que vienen a por ti. Susurran los peligros que traen consigo. Van Gogh creía que el mistral inflamaba su locura. Otro tipo de locura parece infligirle a Los Ángeles la locura del consumo sin límites.

Algunos escuchan las advertencias del viento. Otros no. Los que escuchan se vuelven locos por los que no lo hacen. En los chaparrales del sur de California, la advertencia de las Santa Anas siempre ha sido: fuego. Incendios que corren ladera abajo y por los cañones, más rápido de lo que puede conducirse cualquier Tesla. Incendios que saltan carreteras, autopistas, centros comerciales. Incendios que cabalgan sobre el viento.

No se trata de algo nuevo. Los vientos de Santa Ana vienen con el territorio, que son las cuencas desérticas detrás de las montañas y cañones costeros. Son vientos catabáticos que se precipitan cuesta abajo, secos y feroces, a través de los pasos de Cajón, San Gorgonio y Soledad. Los crea la geografía. El cambio climático y una rapaz industria inmobiliaria que ha hecho oídos sordos a su mensaje los han convertido en asesinos.

Históricamente, las Santa Anas (reflexionen sobre la resonancia de ese nombre en nuestra época de xenofobia masiva) son vientos de otoño, vientos cálidos que arrastran el polvo del Mojave. Ahora, las Santa Anas pueden estallar en cualquier época del año. Así es el cambio climático. Sin embargo, una amenaza que es omnipresente parece de alguna manera menos ominosa, por lo que es más probable que te pille desprevenido.

Aun así, a Los Ángeles no le pilló esto del todo por sorpresa esta semana. Tuvieron dos días para prepararse. Las Santa Anas crean por sí solas las condiciones para que se produzcan incendios catastróficos. Son fenómenos meteorológicos que provocan incendios y secan paisajes ya resecos, reduciendo la humedad y aumentando la temperatura a medida que soplan.

El 13 de noviembre, vientos de Santa Ana de 80 kilómetros por hora convirtieron una hoguera encendida por estudiantes universitarios en un infierno que se extendió por barrios de Montecito y Santa Bárbara. El Tea Fire ardió durante tres días y destruyó 210 casas. El entonces gobernador Arnold Schwarzenegger describió el paisaje carbonizado como algo «parecido al infierno».

Al día siguiente, los vientos, que seguían rugiendo y alcanzaban los 130 km/h, avivaron un incendio en el valle de Santa Clarita que arrasó la ciudad de Sylmar. El incendio de Sayre ardió durante una semana y destruyó más de 600 edificios, entre ellos 480 casas móviles.

No sabemos cómo se originaron los incendios de esta semana: cigarrillos, hogueras, chispas de camiones, cables eléctricos caídos o incendios provocados. Pero las colinas de Hollywood, Santa Mónica y las montañas de San Gabriel ya estaban preparadas para arder. El chaparral nace con el fuego y prospera en él. En su estado natural, los paisajes de chaparral del sur de California sufren incendios de baja intensidad una vez cada 20 o 50 años.

Tras un par de años relativamente húmedos, la costa del sur de California ha vuelto a la sequía. Lleva ocho meses sin precipitaciones apreciables. El cambio climático ha hecho que el sur de California sea más seco, aumentando la frecuencia e intensidad del régimen natural de incendios de la región. Ni siquiera los hidrantes que funcionan a pleno rendimiento podrán reemplazar la cantidad de humedad que el cambio climático le ha robado al ecosistema.

Se habla de la interfaz «urbano-silvestre». En el sur de California, esa interfaz se está viendo asediada sin tregua a medida que ascienden inexorablemente por laderas y cañones nuevas casas de lujo, condominios y edificios de «uso mixto», sin inmutarse por la accidentada geografía, las fallas o la inflamabilidad. Los límites entre lo natural y lo fabricado se han hecho añicos, tanto en el suelo como en la atmósfera. Las zonas de amortiguación han desaparecido y ahora nada se interpone entre nosotros y el viento.

Sí, se nos advirtió. Pero no hay banderas rojas que te preparen para lo que se avecina; ninguna preparación a estas alturas puede salvarte de los vientos de 160 kilómetros por hora de un huracán de fuego.

Hasta los palacios arden.

Y ADEMÁS:

+ No hace falta estar muy versado en The Ecology of Fear, de Mike Davis para entender que la gente que siempre paga el precio más alto por este tipo de cataclismos en el sur de California -incluso en códigos postales de élite como Pac Palisades- no son los magnates de Hollywood o los fondos de cobertura, sino los trabajadores pobres de Los Ángeles, en su mayoría morenos y negros...

+ Afropunk ha creado una lista de familias negras desplazadas por los incendios en Los Ángeles y cómo pueden hacerse donaciones para ayudarles a rehacer su vida...

+ En 2019, Eric Garcetti, entonces alcalde de Los Ángeles, le dijo a David Wallace-Wells: «No hay una cifra de helicópteros o de camiones que se puedan comprar, ni una cifra de bomberos disponibles, ni una volumen de maleza que se pueda limpiar que vaya a detener esto. Lo único que detendrá esto será el momento en que la Tierra, probablemente mucho después de que hayamos desaparecido, se relaje tendiendo a un estado meteorológico más predecible.»

+ Una estimación inicial de AccuWeather Inc. sitúa el coste total de los incendios de Los Ángeles entre 52.000 y 57.000 millones de dólares, lo que los convierte en los incendios más caros de la historia.

+ En julio, State Farm, una de las mayores aseguradoras de California, canceló 1.600 pólizas de propietarios de viviendas en Pacific Palisades. Un año antes, la misma aseguradora había cancelado más de 2.000 pólizas en los barrios cercanos de Brentwood, Calabasas, Hidden Hills y Monte Nido, todos ellos destruidos por devastadores incendios forestales. Pero las grandes aseguradoras que han cancelado pólizas para propietarios de viviendas y empresas en estados vulnerables al clima continúan asegurando las industrias de combustibles fósiles que hacen imposible asegurar los hogares de la gente.

+ Desde el año 2000 se han declarado 19 de los 20 mayores incendios de la historia de California...

+ El historiador medioambiental Stephen J. Pyne, autor de Fire in America: «Si seguimos librando una guerra contra el fuego, van a ocurrir tres cosas. Nos vamos a gastar mucho dinero, vamos a tener muchas bajas y vamos a perder».

+ Mike Davis: «La pérdida de más del 90% de la zona de amortiguación agrícola del sur de California es la razón principal, aunque rara vez mencionada, por la que los incendios forestales incineran cada vez más esas franjas tan espectaculares de inmuebles de lujo».

+ Cabe señalar que una de las razones por las que a California le gusta mantener sus cárceles lo más llenas posible es que los reclusos constituyen alrededor del 30% del cuerpo de bomberos del estado. Por arriesgar sus vidas en la línea de fuego, a los presos se les paga entre 16 y 74 céntimos la hora (con un máximo de 5,80 a 10,24 dólares al día) y se les recompensa con un bocadillo de mortadela y una manzana para comer en el trabajo.

+ Cuando hay un tiroteo masivo, la respuesta de MAGA es «pensamientos y oraciones». Cuando hay un cataclismo climático, la respuesta es: «Perfora, nene, perfora, aplana, nene, aplana, y tala, nene, tala».

+ Los incendios de Los Ángeles se utilizarán como el incendio del Reichstag de Trump en contra de las regulaciones ambientales.

+ Está (Trump) equivocasdo de un modo delirnte en todo en este mensaje [sobre los incendios y en cintra de Newsom] salvo en la incompetencia de Gavin Newsom, pretencioso sirviente de los sectores inmobiliario y energético.

+ Norman Maclean, Young Men and Fire: «En esta historia del mundo exterior y el mundo interior con un incendio de por medio, el mundo exterior de pequeñas meteduras de pata retrocede ahora durante unas horas para ser tomado por el mundo interior de las meteduras de pata, esta vez por una metedura de pata colosal pero formada por pequeñas meteduras de pata que encajaban cada vez más estrechamente hasta que todas se convirtieron en una misma cosa: la fatídica metedura de pata».

+ El viernes por la noche, el incendio de Palisades había avanzado desde la Villa Getty (en la costa) hasta el Centro Getty (en las montañas de Santa Mónica), por encima de Brentwood. ¿Se dirigirá también hacia el Museo Hammer (Oxy Petroleum)?

+ Hay fotos de una madre puma y sus cachorros huyendo del incendio de Palisades por el Bulevar del Cañón Topanga...

 

Counterpunch, 10 de enero de 2025


El escándalo de las sociedades de bomberos privados reservadas a los más ricos
Marianne

En los Estados Unidos, siguen azotando California los incendios devastadores y «fuera de control». Desde el martes 7 de enero, reina el caos en varios barrios emblemáticos de Los Ángeles. Las imágenes que acabamos de ver de Pacific Palisades, por ejemplo, revelan escenas apocalípticas tras el paso de las llamas. Según los bomberos locales, se trata de «uno de los desastres naturales más destructivos de la historia de la ciudad».

En medio de todo este revuelo, un comentario publicado en X ha agitado especialmente a los internautas en las últimas horas, el de un tal Keith Wasserman. Este millonario norteamericano, director de una empresa de inversiones inmobiliarias, vio cómo su mansión era arrasada por las llamas y acudió a la red social para pedir ayuda el martes por la noche.

«Pagaré lo que sea»

«¿Alguien tiene acceso a bomberos privados para proteger nuestra casa de Pacific Palisades? Necesitamos una intervención rápida. Están ardiendo todas las casas de alrededor. Pagaré lo que sea. Gracias», reza el mensaje que publicó. Eso fue todo lo que hizo falta para que estallara la polémica, en un contexto especialmente tenso para muchos norteamericanos que se encuentran en el lugar...

El mensaje del director general californiano se vio más de 8 millones de veces antes de ser borrado. «Qué desfachatez», afirmó un usuario. «Evacuan a su familia, y él intenta contratar a bomberos privados que arriesguen sus vidas para salvar la casa, que sin duda está asegurada. Algo increíblemente fuera de lugar».

La «desconexión» de este norteamericano que solicitó los servicios de bomberos privados para proteger su casa -en un momento en el que cinco personas han muerto en las llamas- ha sido objeto de críticas al otro lado del Atlántico, provocando un acalorado debate en la Red. Tanto más cuanto que, al indagar en publicaciones anteriores del millonario, los usuarios de la plataforma X descubrieron que Keith Wasserman ya se había jactado... de no pagar impuestos.

Esto enfureció aún más a algunos internautas. De hecho, el agente inmobiliario afirmaba estar en contra del impuesto sobre bienes inmuebles, a pesar de que es la contribución con la que se financia el cuerpo de bomberos de Los Ángeles. Ante el escándalo, el director general se vio obligado a borrar tanto sus mensajes publicados en la red social como su cuenta en X.

«Yo sólo protejo las casas de mi lista».

Lo cierto es que en California, una región especialmente castigada por los violentos incendios de los últimos años, este servicio privado de bomberos existe desde la década de 2000. Ante este riesgo creciente, algunos propietarios adinerados de mansiones de lujo ya no dudan en recurrir a este tipo de empresas especializadas en la protección contra incendios forestales a fin de proteger sus viviendas. Por unos pocos miles de dólares, se pueden adquirir los servicios de un equipo de bomberos privados para complementar la labor del cuerpo de bomberos público.

Un sistema que desorganiza los servicios públicos de emergencia. «Yo sólo protejo las casas de mi lista. Esa es la diferencia entre los bomberos del estado y yo. Ellos protegen todas las casas. Yo no protejo más que las casas que están incluidas en mi programa», afirmaba un reportaje de la agencia France Presse en California publicado en noviembre de 2019.

Este tipo de empresas privadas ya habían estado en el punto de mira de la prensa norteamericana un año antes. Y con razón: la estrella de telerrealidad Kim Kardashian y el rapero Kanye West revelaron que habían recurrido a sus servicios para proteger su villa de 60 millones de dólares en el extrarradio de Los Ángeles durante los violentos incendios de 2018.

Además del escándalo provocado por la denuncia de este tipo de servicios, los precios especialmente elevados que se cobran por ellos también han causado indignación. Por un camión especializado en la extinción de incendios y un equipo de profesionales, se pueden llegar a pagar... hasta 25.000 dólares al día, unos 22.000 euros.

Las aseguradoras, detrás del auge de esas empresas

En los Estados Unidos, el auge de las empresas privadas de bomberos se ve impulsado... por las aseguradoras. De hecho, a veces es más barato pagar a bomberos privados que financiar la reconstrucción de viviendas de lujo que cuestan millones. Tras los devastadores incendios de 2018 en California, que redujeron a cenizas muchos chalés de este tipo, las aseguradoras empezaron a negarse a cubrir ciertas viviendas... Y sus residentes, a recurrir a los servicios de bomberos privados.

Por supuesto, esto plantea cuestiones éticas. «Nuestro único objetivo es salvar esta casa y evitar que arda. Si se quema la casa de al lado y se produce un efecto dominó que pudiera alcanzar la que vigilamos, entonces sí, haremos algo por los vecinos. Si no, no hacemos nada», explicaba en un reportaje de France 2 en 2019 uno de estos bomberos privados que trabajan sobre el terreno junto a bomberos de la administración -este último especificaba que le había contratado una compañía de seguros-. Con ello se abrirá de nuevo el debate sobre la desigualdad en los Estados Unidos, en un país más dividido que nunca.

Marianne, 9 de enero de 2025

 

(*) Harold Meyerson, veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que ha sido director y es redactor jefe, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post y fue director de L.A. Weekly. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson ha pertenecido a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.

(*) Joshua Frank es coeditor de CounterPunch y copresentador de CounterPunch Radio. Su último libro es "Atomic Days: The Untold Story of the Most Toxic Place in America" ["Días atómicos: la historia por contar del mlugar más tóxico de Norteamérica"], publicado por Haymarket Books.

(*) David Dayen es director ejecutivo de la revista The American Prospect. Entre otros medios, ha publicado artículos en The Intercept, The New Republic, HuffPost, The Washington Post y Los Angeles Times, Su libro más reciente es 'Monopolized: Life in the Age of Corporate Power.' [Monopolizados: La vida en la era del poder corporativo'].

(*) Jeffrey St. Clair es director de la contestataria revista electrónica CounterPunch. Su último libro es "Orgy of Thieves: Neoliberalism and Its Discontents" ["Orgía de ladrones: El neoliberalismo y sus descontentos"].

(*) Marianne, semanario francés de política y actualidad

Traducción: Lucas Antón

 

on, veterano periodista de la revista The Ame


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