30.12.24
México: ¿Utopías en megalópolis? La Unidad Habitacional de Acapatzingo y la creatividad social de los "sin techo"
Por Carlos Alberto Ríos Gordillo (*)
En mi condición de historiador y lector del pensamiento crítico contemporáneo, antes que hablar del libro que hoy presentamos, Política comunal y autonomía urbana.
Mujeres de barrio reproduciendo lo común en Ciudad de México,[1] quisiera señalar algunas de sus claves de acceso: a) la confusión del silencio de los hechos con el silencio de los testimonios, b) la nomenclatura que devela al protagonista colectivo, c) la extraordinaria creatividad social de la organización popular de base, y d) la posibilidad de la organización social fuera del Estado.
A continuación, explicaré estas cuatro claves de manera esquemática.
1. Quien desee investigar los hechos que dan cuenta de la experiencia histórica de los de abajo, debe evitar un error de método: confundir el silencio de los testimonios con el silencio de los hechos. En particular, cuando los testimonios son resultado de una operación que enmascara a los protagonistas, sus acciones, capacidad de agencia, organización y creatividad política y social. Esto sucede en una época en la que impera la desinformación justo cuando más informados podríamos estar. A menudo, cuando no hay información sobre un hecho en particular, lo cual es común para los movimientos de izquierda y, en particular, anticapitalistas, la información disponible oculta más de lo que en realidad revela. Por lo tanto, debe ser filtrada, analizada en sus elementos constitutivos y explicada críticamente.
Una nota en el periódico La Jornada, titulada: "Expanden la invasión de predio en Iztapalapa", del año 2006, da cuenta de ello: "La invasión de predios por los llamados panchos es una práctica común en la delegación Iztapalapa, pero en esta ocasión la modalidad cambió y edificaron cuartos con ladrillos y cemento a flor de tierra, sin ninguna cimentación; con ello buscan consolidar la ocupación ilegal del terreno". Es decir, al leerla uno se da cuenta de que se trata de invasión de predios, asentamientos irregulares, construcción de viviendas inseguras, insalubres ciudades de cartón, focos rojos donde abundan todos los vicios, todos los delitos y todos los males.
Más que un silencio se trata de un silenciamiento que oculta la naturaleza del hecho, lo enmascara, corrompe y estigmatiza, reduciendo la peculiaridad de un proyecto, bajo el apelativo de los panchos, a una organización popular que viene de diversas escisiones y aglutinó a diversos sectores de la población que solicitaba vivienda: "desempleados, obreros, comerciantes, profesionistas, amas de casa, estudiantes que buscan solución a diversas demandas: servicios de agua, drenaje y luz, servicios de salud, trabajo y educación", tal y como puede leerse en el portal de la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente (OPFVII). Es decir, para encontrar los hechos hay que sumergirse en la profundidad de los testimonios, filtrándolos para encontrar lo que ha sido proscrito o hábilmente ocultado.
2. En segundo lugar, la narración de este libro da cuenta de una nomenclatura que devela a los sujetos colectivos, a sus formas de organización, creatividad social y desafíos. El gran historiador de la India, Ranahit Guha, demostró que en el lenguaje de los testimonios escritos se encontraba la clave de un encubrimiento: ladrones, asaltantes, saqueadores y bandidos pululaban en todos los documentos de la India colonial que daban cuenta de insurrecciones y rebeliones, protagonizadas por campesinos despojados de tierra y de sus medios de subsistencia.
No se le escamoteaba su protagonismo. Estaban ahí, pero de manera tergiversada, alterada, falseada. Su identidad era negativa, peligrosa, correspondía a una tipología del delito y del delincuente. Dichos testimonios, escritos por quienes habían estado al servicio del Raj británico, se habían encargado no tanto de malinterpretar, como de manipular y deformar la capacidad de agencia de campesinos, que se habían levantado, como diría Jan de Vos, el gran historiador de la Selva de Chiapas, en pos de "una tierra para sembrar sueños".
Por tanto, para Guha la primera tarea era leerlos desde una condición que Edward Palmer Thompson llamó "desde abajo", que Carlo Ginzburg llamó "paradigma indiciario" y que Walter Benjamin bautizó como "pasar el cepillo de la historia a contrapelo". Para Guha, había que encontrar la identidad verdadera de quienes aparecían con una representación negativa, pues el registro sus rebeliones en el pasado perduraba en el presente y trazaba una genealogía entre la imagen peligrosa de los campesinos de antaño con los de la actualidad. Por tanto, era necesario leer esos documentos a contracorriente, como si se tratara de pelar una cebolla a la que debía quitársele una capa tras otra hasta encontrar su imagen verdadera.
En tales documentos de archivo se encontraba el sujeto colectivo que había protagonizado la independencia de la India, asimilada por la historiografía dominante en Gandhi: el líder forjador de la India contemporánea. Así, debajo del enmascaramiento que había convertido a los campesinos en rufianes, debajo de la historiografía liberal que había asimilado las luchas por la independencia en el líder, se encontraban los protagonistas, ocultados a propósito, deformados por una operación historiográfica conservadora, que había conquistado la independencia frente a la potencia británica y de sus administradores coloniales: los campesinos.
Cuando César Enrique Pinera señala que: "Todo comenzó con la toma de El Molino en Iztapalapa", "un terreno o construcción abandonada, particular o estatal", ubicado en la periferia de la Ciudad de México, su tono recuerda a Carlos Monsiváis, quien consideró que en 1968 'todo había comenzado con una bronca' entre pandillas. Si la comunidad Habitacional Acapatzingo comenzó con una toma, no se trata de una "invasión de tierras", un delito tipificado en el artículo 263 del Código Penal, sino una "toma de 84 hectáreas de tierra": una estrategia de sobrevivencia ante la acumulación originaria y el despojo a los más por los menos. La toma de tierras es lo que han hecho en las últimas décadas movimientos como los Sin Tierra, en Brasil, con sus acampamentos; o los zapatistas, que a raíz de la guerra de enero de 1994 se hicieron con más de 80 mil hectáreas de "tierra recuperada", donde crearon sus Caracoles, por señalar solamente un par de ejemplos.
Quienes han tomado la tierra de El Molino en Iztapalapa no son invasores, saqueadores, ladrones, bandidos, sino los "sin techo" que tomaron una tierra que en el siglo XIX se llamaba de "manos muertas" en beneficio colectivo.
3. Una vez quitado el velo de silenciamiento que pesa sobre el hecho, una vez desencubierto por debajo de varias capas de ideología dominante, puede verse la capacidad de agencia de la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente (OPFVII) y de la Comunidad Habitacional Acapatzingo, una de las más notables experiencias autónomas urbanas de América Latina, ubicada en la periferia de la Ciudad de México.
La OPFVII cuenta con un Congreso Democrático, una Comisión Política, un Consejo General de Representantes, plenarias locales, de zona y regionales, pero el carácter y la naturaleza de su creatividad social reside en que convirtieron sus necesidades, demandas o exigencias, en praxis política: comunicación, salud, educación y cultura, mantenimiento, vigilancia, agricultura urbana, deportes y hasta finanzas, con base en sus Asambleas de Centros de Trabajo, o sea, "la base de su poder popular": asambleas de trabajo, democracia directa, participación colectiva por derecho y obligación, desde donde se organizan los proyectos autonómicos y se da un rumbo a la autonomía.
El resultado de esta organización social de base es el trabajo en el territorio: casa nuestra de cultura, clínica de salud, escuela de artes y oficios, viveros, radio comunitaria, planta potabilizadora de agua y reciclamiento de aguas grises, plazas públicas con espacios específicos para niños, jóvenes y personas de la tercera edad donde se juega al ajedrez, se presentan conciertos al aire libre, se patina, se pinta, se juega. Avenidas, andadores, casas unifamiliares, edificios con departamentos, con pintura reciente, etcétera, son resultado del trabajo de las cooperativas y las comunidades, de millares de personas sencillas, a menudo mujeres, las panchas, comúnmente con estudios de primaria inconclusos, que sin embargo tienen gran politización, sentido de lo común como principio de regulación social, valor de uso antes que el valor de cambio, y una concepción de autonomía que convirtió al trabajo en el punto de partida de la conversión de exigencias, demandas o necesidades, en áreas de trabajo y praxis política colectiva. De ello ha surgido esta extraordinaria creatividad social en la periferia de la Ciudad de México.
4. La última clave de acceso corresponde al gobierno sin el Estado, al contrapoder frente al poder político, en particular, de la izquierda que ha gobernado la capital del país durante casi tres décadas, a través de dos partidos políticos tan distintos en sus siglas como parecidos en sus procedimientos: el PRD y MORENA. Frente a ellos, La Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente (OPFVII) y la Comunidad Habitacional Acapatzingo han resistido, prácticamente durante el mismo período de dicho gobierno, tanto a las formas de cooptación clientelar del movimiento urbano popular (de larga trayectoria en México, quizá desde la década de 1920), como el desgaste propio de todo proyecto autonómico que se posiciona al margen del Estado. Mientras que lo primero se ubica en la identificación del peligro de la vía institucional, el segundo se entiende más como la evolución del proyecto de los comunes dentro de las diferencias de horizontes políticos, de género, edad y autoconstrucción dentro del mismo proyecto colectivo.
Esto último es verdaderamente notable. No basta la ruptura con la vía institucional, sobre todo ante los gobiernos progresistas, sino la preservación del proyecto social cuando todo cambia entre quienes lo impulsan: el liderazgo de las mujeres, la formación de jóvenes, el consejo de los mayores, la horizontalidad en las demandas, el programa común de organización y resistencia.[2] Se trata de un imaginario común de insubordinación que surge de la multiplicidad de horizontes emancipatorios, resistiendo a la política dominante al mismo tiempo que aglutina a los subalternos, a pesar de sus errores, tropiezos, desafíos. Esto representa el antimétodo de los de abajo: más que teoría o modelo, es una práctica desde donde la teoría se recrea y permite vislumbrar nuevas relaciones sociales, no reguladas por el Estado, que surgen entre las clases populares de Iztapalapa, Tláhuac e Iztacalco.
5. A partir de cuatro claves, de las varias que César Enrique Pineda ofrece en su investigación (relevante en sus resultados como en el método de investigación, respetuoso y comprometido) considero que este libro es una ventana abierta a nuestra realidad y de cómo un proyecto de vivienda devino en un proyecto de vida comunitaria. Por ello, la experiencia colectiva de Acapatzingo no corresponde al tiempo del porvenir, sino al tiempo del ahora. No es lo que vendrá sino lo que ya está aquí.
Esta es una experiencia de autonomía desde donde es posible observar cómo los de abajo de la periferia de la Ciudad de México construyeron la esperanza, ahí donde parecía no haberla.
[1] César Enrique Pineda, Política comunal y autonomía urbana. Mujeres de barrio reproduciendo lo común en Ciudad de México, Unam/Bibliotopía, México, 2024, 319 páginas. Este texto corresponde a la presentación del libro, organizada por el profesor Jerónimo Aurelio Díaz Marielle, con la participación de Paulina Albarrán, Chayito, Representante del OFPVII, y el autor.
[2] En su participación, Chayito explicó cómo los niños de las comunidades participan en los congresos donde señalan cuáles son sus necesidades; la juventud, relevo de padres y madres que protagonizaron el movimiento en el originen, hace lo mismo, pero "en su mayoría la participación es de mujeres", que leen tanto marxismo-leninismo con el confederalismo democrático, oponiéndose, tanto en términos ideológicos como organizativos, con el gobierno de Clara Brugada, en la capital del país. "La nuestra es una experiencia, distinta a muchas otras", explicó Chayito, porque "no es lo mismo construir vivienda, que construir organización". "Aquí seguimos de necias. Hacemos la revolución".
(*) Carlos Alberto Ríos Gordillo es profesor del departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.
Fuente: www.sinpermiso.info, 22-12-2024