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30.12.24

Un Oriente Medio deshecho, no rehecho. Dossier. (II)

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Por Anatol Lieven, Alberto Negri, Annelle Sheline, Peter Van Buren (*)

Adelante, en marcha: Cómo llevó la invasión norteamericana de Irak al actual caos de Siria

Peter Van Buren

Adelante, en marcha: Cómo llevó la invasión norteamericana de Irak al actual caos de Siria

Peter Van Buren

Si en 2024 un viajero en el tiempo aterrizara en el Oriente Próximo de hace 40 años, por ejemplo, con la intención de revelar el futuro, es posible que no le creyeran.

Afirmaría que han desaparecido los regímenes incondicionales de GadafiSadam y la dinastía Asad, y que sus antiguos países se encuentran ahora sumidos en algún grado de caos de seguridad, fracaso estatal o disfunción política crónica. Egipto sobrevive como una especie de Estado cliente de los Estados Unidos, salvado por el inmovilismo norteamericano respecto a las posibilidades democráticas de la Primavera Árabe.

Cuando se le preguntara cómo había podido ocurrir todo esto, explicaría que buena parte de ello tenía que ver con Estados Unidos y su invasión de Irak en 2003, la destrucción de un régimen comparativamente estable (pero «malvado»; son todos malvados) que resultó ser el eje que mantenía unido a la mayor parte del conjunto del mundo [resultante del pacto] Sykes-Picot

Aquella invasión inició un proceso en el que se invitó a todos los interesados a apoderarse de un trozo de Irak y ver hasta dónde podían llegar con ello. Muchos de los mismos elementos del ISIS y de la antigua Al Qaeda que ahora se encuentran a lo largo y ancho de Siria (y que sin duda lucharán allí pronto entre sí por su control) casi se apoderaron de todo el país de Irak después de que el ejército iraquí posterior a Sadam, adiestrado y equipado por los Estados Unidos, saliera huyendo de escena. Se dejó el país para que los iraníes tomaran luego las riendas, convirtiéndolo en un estado cliente después de que los Estados Unidos redujeran sus pérdidas cooperando con Irán para acabar con la mayor parte del ISIS (que se  creó con los restos de Al Qaeda, destruida por los Estados Unidos) en Irak y abandonando a los kurdos que habían creído tontamente que los Estados Unidos les debía un estado-nación después de todo esto.

La arrogancia estadounidense condujo al derrocamiento de Muamar el Gadafi en 2011. Pero el bombardeo de la OTAN y una suerte de revuelta respaldada por Occidente no hicieron más que crear un Estado fallido en esa frágil región. Los expertos lo vieron, como verán erróneamente la caída de Siria, como un golpe a las ambiciones rusas en la región, sin calcular el valor negativo de desatar el caos en una región consumida por la guerra por poderes entre Irán, los Estados Unidos e Israel y la política de las potencias medianas en el Cuerno de África. Rusia, por cierto, sigue allí haciendo de las suyas, para consternación de Occidente.

Como nota al margen, ver a Gadafi sodomizado en televisión después de renunciar a sus armas nucleares le garantizó al mundo que Corea del Norte nunca haría lo mismo. Pero eso es otro mundo...

Nadie va a echar de menos a la dinastía Asad. El padre de Bashar y la familia dirigieron Siria desde su golpe de Estado en 1970. En un principio, Asad se presentó como un reformista moderno, pero respondió a las protestas pacíficas de la Primavera Árabe (un levantamiento multinacional contra los déspotas de todo Oriente Próximo, los cuales, en más de una ocasión, habían utilizado la «Guerra Global contra el Terror» de Estados Unidos para oprimir a su propia población) con brutales medidas represivas, desencadenando una guerra civil en ese país (a la que se unieron el ISIS y milicias islamistas respaldadas por los EE.UU. para derrocar a Asad) en 2011. Sus prisiones tristemente célebres se están vaciando de presos políticos, muchos de los cuales han sufrido atroces torturas durante años. Siguen descubriéndose cadáveres.

Tal como ocurrió con Irak, que quedó abierto a cualquiera que quisiera un trozo y encontrara la forma de quedárselo, Siria se va a disolver. Israel ya se ha apoderado de retazos de territorios esta semana para redondear su frontera, y ha destruido la armada siria, los almacenes de cohetes y productos químicos, y gran parte de su fuerza aérea. A diferencia de 2012, cuando Hezbolá acudió al rescate de Asad contra los insurgentes, hoy Hezbolá tiene pocas tropas de choque disponibles para echar una mano.

Turquía, de la que muchos creen que está en cierto modo detrás de la actual toma del poder islamista en el país, ve una renovada oportunidad de deshacerse del movimiento independentista kurdo en su propia frontera con Siria, provocando violentos enfrentamientos con las Fuerzas de Defensa Sirias, respaldadas por los Estados Unidos, en el noreste del país. Sorpresa, es allí donde se encuentra también todo el petróleo. ¿Abandonarán los Estados Unidos a los kurdos una vez más?

Así que lo que queda es ver qué tienen que decir los Estados Unidos. Hoy hay 900 soldados estadounidenses sobre el terreno en Siria, y aviones de guerra de los Estados Unidos están volando en misiones de bombardeo ostensiblemente contra el ISIS, el cual en realidad ayudó indirectamente a Assad (extraños compañeros de cama y todo eso) en un pasado cercano. Si todo esto hubiera ocurrido hace un año, cuando Joe Biden todavía estaba nominalmente a cargo del estamento militar norteamericano, podría haberse contemplado algún tipo de intervención, más como un movimiento de bloqueo en realidad, para evitar que las facciones islamistas se unieran, para limitar su éxito o al menos ralentizarlo, y para interceptar cualquier ayuda iraní que llegara desde el este.

Pero Joe Biden ya no está realmente al mando de nada. Agotó su buena voluntad de Comandante en Jefe en dos feas intervenciones por delegación, luchando contra Rusia hasta el último ucraniano y, por supuesto, apoyando a Israel en Gaza. Hace un año -o, siendo más realistas, hace dos o tres años- Joe podría haber defendido la implicación directa en Siria o enganchar el viejo toro de Estados Unidos más directamente a otro apoderado, quizás los asediados kurdos que todavía quieren un trozo de Siria para ellos mismos. Tal y como están las cosas, Joe carece del empuje político para hacer nada de eso en sus últimos días en el cargo y hasta nunca.

Francamente, no estamos en condiciones (ni tenemos los medios) de aprovechar la situación de forma positiva. Y ello a pesar de tener fe en que la principal facción islamista -el HTS- piensa en la moderación. Cualquier futura rehabilitación expeditiva de los terroristas sirios parece análoga al falso resplandor concedido a las milicias neonazis ucranianas y corre el riesgo de tener el mismo resultado, sin duda.

El presidente entrante, Donald Trump, ha dejado bien claro que no quiere participar en una guerra en Siria (y tampoco está muy entusiasmado con la continuación de la guerra en Ucrania). Intentó en el mandato 1.0 retirar las fuerzas norteamericanas de Siria y fracasó, y es probable que intente hacerlo a principios del mandato 2.0. Sería lo correcto. Sería lo correcto y probablemente contaría con un amplio apoyo.

Si la mayor parte de esto no se hace realidad, cabe esperar otro Estado fallido en el corazón de Oriente Medio. Pero es demasiado pronto para predecir todos los movimientos futuros en el tablero de ajedrez. ¿Conseguirá el HTS formar algún tipo de gobierno central unido que mantenga alejados a los lobos? ¿Avanzará Turquía o su apoderado en Siria contra los kurdos y les protegerán los Estados Unidos o les cederá el territorio? Turquía es el actual ganador en esta lucha, tras haber eliminado a su enemigo del sur en Asad. Rusia parece estar fuera del juego, con lo que deja allí en cuestión sus bases navales y aéreas estratégicas.

Queda Irán, que ha retrocedido con la caída de Asad, pero que no ha dejado de ser un actor. Irán podría elegir un bando en la lucha de las milicias, o podría retirarse para lamerse las heridas, tras haber perdido también el poder de Hezbolá en el mismo mes.

Nuestro viajero en el tiempo de Oriente Próximo dejaría ciertamente perplejo a su público, aunque sinceramente es Washington quien tendría que dar algunas explicaciones.

 

(*) Anatol Lieven, periodista y analista británico de asuntos internacionales, es profesor visitante del King´s College, de Londres, miembro del Quincy Institute for Responsible Statecraft y autor de "Ukraine and Russia: A Fraternal Rivalry". Formado en la Universidad de Cambridge, en los años 80 cubrió para el diario londinense Financial Times la actualidad de Afganistán y Pakistán, y para The Times los sucesos de Rumanía y Checoslovaquia en 1989, además de informar sobre la guerra en Chechenia entre 1994 y 1996. Ha trabajado también para el International Institute of Strategic Studies y la BBC.

(*) Alberto Negri, prestigioso periodista italiano, ha sido investigador del Istituto per gli Studi degli Affari Internazionali y, entre 1987 y 2017, enviado especial y corresponsal de guerra para el diario económico Il Sole 24 Ore en Oriente Medio, África, Asia Central y los Balcanes. En 2007 recibió el premio Maria Grazia Cutuli de periodismo internacional y en 2015 el premio Colombe per la Pace. Su último libro publicado es "Il musulmano errante. Storia degli alauiti e dei misteri" del Medio Oriente, galardonado con el Premio Capalbio.

(*) Annelle Sheline es investigadora en el programa de Oriente Medio del Quincy Institute for Responsible Statecraft. Trabajó como funcionaria de Asuntos Exteriores en la Oficina de Asuntos de Oriente Próximo de la Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo (DRL/NEA) del Departamento de Estado de los Estados Unidos, antes de dimitir en marzo de 2024 en protesta por el apoyo incondicional de la administración Biden a las operaciones militares israelíes en Gaza.

(*) Peter Van Buren trabajó durante más de 20 años para el Servicio Exterior de los Estados Unidos, para el que formó parte de dos Equipos Provinciales de Reconstrucción del gobierno norteamericano en Irak. Es autor del libro «We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People» (2012). Ha publicado también dos novelas y es colaborador habitual de la revista The American Conservative.

Fuente: Responsible Statecraft, 10 de diciembre de 2024; il manifesto global, 17 de diciembre de 2024; Responsible Statecraft, 16 de diciembre de 2024; Responsible Statecraft, 12 de diciembre de 2024

Traducción: Lucas Antón


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