11.11.24
Dónde no podemos fallar
Por Esteban Valenti (*)
Las campañas son exigentes, a veces feroces y es difícil contestarle al adversario, agresivo y muchas veces mentiroso que repite los mismos argumentos en coro aprovechando la benevolencia de los grandes medios de comunicación, que en algunos casos realmente se han sacado la careta.
Lo más difícil es interrogarse a uno mismo, para no perder el rumbo y para saber hacia dónde debe ir el país y por lo tanto el gobierno.
No todo es igual, parecido, entreverado y donde hay que hacer un concurso de inventos y de promesas de todo tipo. Las ideas fuerza, cuando se respeta a los ciudadanos, no son ocurrencias, hay que encarar con rigor, con inteligencia, con audacia las prioridades, los temas donde NO PODEMOS FALLAR DE NINGUNA MANERA.
No se trata de ordenar de acuerdo a la tradición, es decir comenzando por la economía, donde están las claves del discurso, del relato, de los compromisos.
Definir bien y rigurosamente donde no podemos fallar, es demostrar que seguimos siendo progresistas y de izquierda, profundamente democrático y republicanos y humanistas. Si humanistas en este mundo cada día más deshumanizado.
Si se analiza y se comparan todos, absolutamente todos los datos de los años 2005 al 2019 con los años del 2020 al 2024 los frenteamplistas y el pueblo que nos prestó su voto debería sentirse reconfortado, pero no todo es tan simple. Sobre esos datos estamos trabajando con rigor, también para salir de la trampa que nos han metido los multicolores, que es comparar el 2019 con su gobierno y no considerar los 3 gobiernos del FA y que lograron.
Pero ahora pasemos al futuro.
No podemos fallar en colocar como referencia fundamental la situación social del país y avanzar rápidamente en sus aspectos más críticos. No se trata solo de sensibilidad, sino que, si no logramos ese avance, no tendremos fuerza para avanzar en los demás frentes.
Los problemas sociales más urgentes y también estratégicos es el aumento de los salarios, de las jubilaciones y pensiones y los ingresos de los pequeños y medianos empresarios, la gran masa, la mayoritaria de este país. Sin ese cambio radical de enfoque, no reactivaremos la economía en un aspecto fundamental: el consumo interno y el impulso por lo tanto no solo del bienestar, del optimismo social, sino del desarrollo del mundo productivo nacional.
Y debemos prestarle particular atención a que este aumento, que el crecimiento, sean realmente nacional, y vaya acortando la brecha entre la capital y el interior y entre la ciudad y el campo. Ese es el resumen de un gran cambio.
Disminuir la pobreza infantil y de sus familias, la mayoría mujeres solteras es parte de este proceso de prioridad social, con el agregado que estaremos atacando las causas del crecimiento del delito y su ferocidad, en un país con tan poca población, estamos obligados a reincorporar a ese 20 por ciento de menores de 6 años y ese 17% de menores de 15 años al mundo de la educación, del trabajo, del deporte, de la cultura y de la vida social. Y sacarlos efectivamente del hambre y la vida miserable y sin oportunidades. Es todo parte del mismo paquete y nos va la vida, este paquete de problemas sociales, es el ancla principal para que el país no despegue, ni material, ni social, ni emocionalmente. Nos rodea y nos aplasta.
Para encarar este primer problema necesitamos que la economía cambie su prioridad, el equilibrio macro, debe colocarse al servicio del crecimiento de la riqueza y de su distribución, mucho más justa. Todos aprendimos que necesitamos inversiones, nacionales y extranjeras y en las zonas necesarias del territorio y de la producción. Y ese es otro paquete que requiere de energía, de créditos posibles, de infraestructura, de mano de obra capacitada, de una política nacional de exportaciones y de apertura a nuevas posibilidades. No hay varas mágicas, es el sector que reclama más equilibrio, más empuje, más iniciativas y muchos protagonistas en la ciudad y en el campo.
Un tercer elemento clave son los instrumentos, para mirar el futuro de este país tan lleno de posibilidades hay que saber mirar el pasado, donde conseguimos construir momentos realmente excepcionales para nuestra región e incluso para el mundo, el estado del bienestar para los nativos y cientos de miles de emigrantes.
No todo comenzó a principios del siglo XX, en realidad la clave es el año 1870, es el cambio radical y avanzado de la educación pública, la visión diferente a otros países en como encaramos la revolución cultural de la escuela. Sin ese cambio que comenzó con José Pedro Varela, no hubiera sido posible el gran salto al desarrollo y la prosperidad del Batllismo. Era necesario además de la mirada inteligente y audaz de los líderes, una base social, y esa la proporcionó la escuela. No queremos, ni podemos volver atrás, sería un anacronismo, pero tenemos que volver a colocar a la escuela, a los liceos y la UTU y a las Universidades en el centro de nuestro cambio.
Si no construimos, creamos centenares de centros educativos (incluidos los CAIF) como la vanguardia en la presencia constructiva del estado en todo el territorio, en las zonas más difíciles, perderemos la batalla social y por la seguridad. Tiene que haber comisarias, patrullaje, mucha inteligencia de calidad, pero la primera frontera clave es la educación que además tiene que ver con la producción, con la democracia, con la vida cívica, con nuestro nivel intelectual y cultural como sociedad.
Para darle de comer, para atenderlos desde diversos ángulos, para formarlos, necesitamos buenos docentes, que realmente amen su profesión, buenos directores, locales adecuados, dinero y medios. Hicimos el Plan Ceibal que nos permitió tantas cosas, incluso durante la pandemia, ahora tenemos que tener un gran plan nacional de educación e involucrar a toda la sociedad, naturalmente a los docentes, a los barrios o localidades, a las organizaciones sociales, al deporte y la cultura, el uso de las nuevas tecnologías. Y una sensibilidad pedagógica que tiene una fuerte historia en el Uruguay. Y no solo podemos, no podemos fallar.
Tenemos que considerar que el último análisis con Inteligencia Artificial, coloca a Uruguay tiene las personas más inteligentes de América del sur, con 96 puntos, seguido de Argentina con 93 puntos. Es una enorme acumulación positiva.
Los uruguayos nos acostumbramos mal y bien, nos gusta la buena atención a nuestra salud, la prevención, el funcionamiento de las instituciones públicas y privadas. Debemos recomponer la salud, la calidad de la atención, la situación financiera y la transparencia. Tenemos una épica muy grande en la salud y hay que recomponerla. Tenemos la mayor cantidad de médicos por habitantes de toda América. Toda. Y no tenemos una calidad de atención adecuada, retrocedimos feo.
No podemos hacernos los desentendido y hablar de la naturaleza, porque suenan los truenos ( en Valencia, en Río Grande del Sur, en la Amazonia, en Perú, y con nuestra sequía, los seres humanos ya vivimos el cambio climático, es necesario recordar las tragedias, las sequias, las inundaciones, los horrores que estamos viviendo. No podemos tratar el tema, como un complemento: en el papel internacional del Uruguay y en todas nuestras políticas, en la producción, en el uso del agua, de los bosques, del aire y del mar, tenemos ese tema central donde los retrasos y errores se pagan muy caro. Realmente muy caro.
Nos falta un salto grande y arriesgado; tenemos que avanzar realmente en la igualdad total de derechos de mujeres y hombres. Estamos lejos, avanzamos a pasitos miserables y no nos damos cuenta que no es un tema solo de justicia hacia más de la mitad de los uruguayos, hacia las uruguayas, es la clave para un salto en nuestro crecimiento y desarrollo.
Igualdad en los ingresos, en las oportunidades, en la batalla cultural, que venimos arrastrando pasito a pasito ante el embate de la derecha. Veamos la integración del parlamento y notaremos el retraso que tenemos en la igualdad en el poder.
Hay muchos derechos por conquistar, pero no todos son iguales, la igualdad entre mujeres y hombres es hoy el mayor cambio revolucionario de la sociedad uruguaya, no solo de derechos, sino sobre todo de aportes, de impulsos de una parte fundamental de nuestra población. Y el entrevero con otros derechos, no debe desviarnos de este tema central. Es también una gran batalla cultural e ideológica.
Por último hay que volver a colocar para nosotros mismos y para toda la sociedad la moral, la ética en un lugar central de nuestra vida política, institucional y social del país. Hemos retrocedido, hace no muchos años, algunos de los escándalos vividos hubieran tenido otro impacto. Se los tragó la crónica. Y no hay una sociedad sana, capaz de derrotar el ataque de los delincuentes organizados, sin limpieza, transparencia y una fuerte épica por la moral.
No enterremos este tema en la hoguera de la campaña, en lo que algunos pretenden, que todos somos iguales. En ninguno de los partidos políticos uruguayos, todos somos iguales. Hay países que descendieron a ese infierno y lo están pagando muy caro. Tenemos tiempo y fuerzas para reconquistar nuestra moral.
Debemos asumir que no alcanza con la bronca y el rechazo a este gobierno, hace falta que nos miremos nuestra alma, nuestros sentimientos y nuestra voluntad y nos exijamos mucho más, no solo para ganar, sino sobre todo para construir.
(*) Esteban Valenti. Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net) Uruguay.