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30.9.24

Izquierda y burocracia

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Por Esteban Valenti (*)

Falta menos de un mes para las elecciones nacionales, la izquierda uruguaya tiene experiencia, de la buena, de la mala y de la peor, para opinar sobre este tema clave del futuro de los gobiernos progresistas en el mundo y obviamente en nuestro país, tanto a nivel nacional como departamental y local.

Hace 34 años que comenzamos a gobernar en Uruguay, en la intendencia de Montevideo.

Aprendimos qué sin burocracia, es decir sin el concepto básico de los funcionarios que hacen funcionar la maquinaria del Estado a todos los niveles es imposible existir como país, gobernar, cambiar y fracasar. Es un perno fundamental que sostiene toda la maquinaria.

Un grave error sobre este tema tan delicado, tanto desde el punto de vista funcional, como económico, social y también cultural e ideológico es emitir juicios groseros, cortar grueso por donde es más fácil y estridente. Es un punto clave del éxito o el fracaso de cualquier gobierno, con la diferencia fundamental que en el caso de la izquierda y de las revoluciones, se ha transformado en muchos casos en la madre de todas las derrotas y los fracasos. Es un tema muy apto para los eslóganes y para la demagogia.

Sin burocracia no funciona el Estado, y por lo tanto los gobiernos. Esta definición básica surgida de una milenaria experiencia histórica en las más diversas civilizaciones no puede ser tan genérica, tan imprecisa que valga todo, en cantidad y en calidad y sobre todo en la mentalidad de los gobernantes.

La burocracia es utilizada por las democracias y también por los gobiernos autoritarios, las peores dictaduras y los regímenes más atroces, hasta llegar a generar la "banalidad del mal" como la llamó brillantemente Hannah Arendt.

Cuando un mecanismo estatal y por lo tanto profundamente político tiene capacidades tan vastas en regímenes tan diferentes es muy peligroso ser superficiales, emitir opiniones fáciles y muchas veces imprecisas.

Con la burocracia hay que hilar muy fino, en calidad y en cantidad.

La izquierda, por su compleja y muchas veces tensa y contradictoria relación con el Estado ha tenido una relación muy difícil y muy compleja con la burocracia, desde el llano y mucho más desde el poder.

La izquierda ha sido asociada muchas veces con la hipertrofia de la burocracia, no solo desde el punto de vista de la cantidad de funcionarios, como de su papel y la influencia de su mentalidad en las propias filas de la izquierda. Puede llegar a ser y lo ha sido, la base para el derrumbe de grandes procesos revolucionarios y políticos. La burocracia detonó desde dentro regímenes que pretendían ser eternos y salvadores de la humanidad. Y hoy son un recuerdo.

La pérdida del sentido crítico del marxismo-leninismo como doctrina y no como el aporte en el tiempo, con sus cambios e incluso las contradicciones de sus autores, nos impidió ver una realidad que dentro del "socialismo real" gritaba por los cuatro costados, que no estábamos marchando hacia el socialismo con una lenta pero segura desaparición del Estado, de la burocracia, sino todo lo contrario, esta esta ocupaba espacios mucho más amplios y dominantes que en el capitalismo, en la administración, en la economía, en la justicia, en la seguridad, en la educación, en la ciencia y la cultura, en todo.

Como dijo Franz Kafka: "Toda revolución se evapora y deja atrás sólo el limo de una nueva burocracia."

Lo más grave no es que todo se enlentece, y el círculo vicioso de la burocracia hipertrofiada hace más difícil, más lento el funcionamiento de todo, y se genera una espiral que genera mecanismos inútiles de control, muchas veces arbitrarios que justifican y explican el continuo crecimiento de la burocracia y su mentalidad.

No estamos hablando de los funcionarios públicos, ahora que la ultra derecha arremete contra ellos, estamos hablando de la burocracia como el aparato y la mentalidad del control total de la vida de una sociedad y la degradación de la política y la propia institucional a través del aparato de control.

Para que este sistema se enferme y corrompa los cambios, el progreso, la justicia social además de las normas, leyes e instituciones que forman ese aparato burocrático, debe funcionar a un ritmo creciente, la mentalidad, la ideología de la burocracia, que es el principal enemigo de la izquierda y del progreso.

Cuando desde arriba y lentamente bajando por todo el aparato del Estado se consolida la visión y la práctica que lo importante es ocupar un cargo, distribuir cargos, asegurarse la supervivencia de esos cargos, esa sociedad va hacia la decadencia y la derrota.

El sistema burocrático es perverso, incluso logra imponerse en cuadros dedicados, inteligentes y trabajadores que van lentamente substituyendo ese empuje que debe ser siempre crítico, siempre de renovación, siempre exigente y con una sola prioridad: servir a la gente, al pueblo trabajador y al pueblo en general, por el supremo valor de los cargos.

En Uruguay la burocracia autoalimentada por las designaciones directas, el amiguismo, es una de las formas más comunes de corrupción. Eso sucede de manera sistemática en muchos gobiernos departamentales y fue una gran victoria de la burocracia que no se aprobara en el parlamento la ley que imponía el concurso y el sorteo para la designación de cargos públicos, y otra victoria de la burocracia fue el veto del Partido Comunista en el Plenario del Frente Amplio que impidió convocar un plebiscito para imponer ese importante cambio democrático en todo el aparato del estado, y en uno de los más sensibles, en el interior del país. En este último caso fue la negación de la propia historia del PCU.

Creer que reduciendo la burocracia solo a los aspectos funcionales o substituirla por las nuevas tecnologías, es un error. Claro que hay que modernizar el funcionamiento del Estado a todos los niveles y esa es una tarea incesante, pero también hay que erradicar la pasividad ante la falta de estudio, de avance, de empeño cívico al servicio de la gente, con o sin tecnologías.

Los servidores públicos no tienen un lugar asegurado de por vida para desempeñarse como les de la gana y les convenga, sean del partido que sean, son funcionarios que la gente paga con sus impuestos para que cumplan sus responsabilidades de la manera más eficiente, más innovadora y con más sentido de solidaridad. Si, ser solidario es también una responsabilidad de los buenos servidores públicos, ser más cultos, más preparados, más sensibles.

Esa batalla clave de la izquierda la hemos ganado y la hemos perdido y esas derrotas las pagamos muy caras. Cuando se sustituye la política, la elaboración y las ideas políticas por el uso del aparato del Estado, por la burocracia como el principal instrumento de gobierno y de poder, se pierde la esencia misma de la izquierda.

No queremos volver para tener más cargos asegurados, más posibilidades laborales estables, sino para cambiar, para gobernar con la gente y para la gente. Y ese no es un slogan, se ve o se desmiente todos los días, en los grandes actos de gobierno y en el funcionamiento democrático y tenaz de los servidores públicos al servicio del cambio, es decir de la gente.

No es cierto que el poder corrompe obligatoriamente y la hipertrofia de la burocracia es corrupción con todas las letras. El poder nos pone a prueba, duramente, sin escapatorias, y nos permite demostrar que si somos una fuerza política y, somos ciudadanos con un compromiso supremo: el cambio democrático, el bienestar popular.

La burocracia también tiene otra faceta: "En política, (es una) ingeniosa abstracción destinada a recibir las bofetadas o puntapiés que merecen el primer ministro o el presidente." Como escribió Ambrose Bierce, en el Diccionario del Diablo. También por esto es tan compleja.

 

(*) Esteban Valenti. Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net) Uruguay.


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