16.9.24
El conflicto sindical de Tesla: ¿Una nueva frontera?
Por Darragh Golden (*)
Si la «sostenibilidad» se está convirtiendo en palabra de moda en el mundo empresarial y político, sus connotaciones son predominantemente medioambientales. Por importante que sea, de este modo se pasa por alto una dimensión social crucial.
Los defensores del clima argumentan que «cambiar a coches eléctricos ofrece una oportunidad apasionante -y potencialmente lucrativa- de construir un sistema energético que sea más inteligente, amén de más ecológico». Los vehículos eléctricos pueden ser parte de la solución climática, pero ¿hasta qué punto son las empresas de vehículos eléctricos, como Tesla, prosociales? ¿Y pueden aceptar que se organicen trabajadores y sindicatos?
Las respuestas a estas preguntas podrían encontrarse en Suecia, donde los trabajadores de Tesla están inmersos en lo que se ha convertido en la huelga de postguerra más larga del país contra esta empresa. Recientemente, han cambiado los contornos de la huelga, gracias a la utilización de trabajadores desplazados para eludir la movilización colectiva.
Ascenso meteórico
Elon Musk, fundador de Tesla, la considera tanto una empresa de energía sostenible como de vehículos eléctricos. Sus ventas han crecido exponencialmente en el último lustro, lo que ha sorprendido a muchos, sobre todo a los detractores de los vehículos eléctricos. Gran parte de la cobertura mediática se ha mostrado optimista acerca del meteórico ascenso de Tesla, y muchos lo atribuyen a un Musk profético.
En 2022, la empresa vendió 232.066 vehículos en Europa, un 36,1% más que en 2021. Escandinavia y los Países Bajos han encabezado la carga: en 2023, se vendieron 20.400 coches en Suecia, casi el doble que en 2021. Sin embargo, las ventas siguen dependiendo relativamente de los incentivos gubernamentales, que en Suecia incluyen subvenciones y ayudas fiscales.
Tesla es ya el tercer fabricante de automóviles de Europa. Para hacer frente a la demanda, ha abierto una «gigafactoría» de última generación a las afueras de Berlín, que emplea a unos 11.000 trabajadores. Sin embargo, su motor alimentado por baterías no es lo único que diferencia a Tesla de sus competidores europeos con motor de combustión.
Tesla tenía casi 128.000 empleados en todo el mundo en 2023. Ninguno de sus centros de trabajo está sindicado y la dirección ha frustrado hasta ahora todos los intentos de los trabajadores de Tesla, principalmente en los Estados Unidos, de lograr un convenio laboral colectivo (CLC).
En el país más neocorporativista del mundo, el sindicato metalúrgico sueco IF Metall comenzó a trabajar en la organización de los talleres de Tesla en 2019. La empresa se negó rotundamente a firmar un CLC que cubriera a sus trabajadores suecos. Tras unas negociaciones prolongadas pero infructuosas, que duraron cinco años, los miembros de IF Metall optaron por la única arma a su disposición, convocar una huelga.
Dimensión transnacional
La movilización comenzó a finales del pasado mes de octubre. Nueve meses después, lo que empezó como una lucha local ha adquirido una dimensión transnacional: algunos han calificado la huelga de transcendental, con implicaciones más allá de Suecia. Por un lado, se trata de una huelga sobre la participación de los trabajadores en la fijación de los salarios y las condiciones de trabajo; por otro, sobre el contrato social del que depende el modelo de empleo nórdico.
Trabajadores de correos, pintores, electricistas y estibadores han emprendido movilizaciones secundarias contra Tesla. Los trabajadores del transporte anunciaron un bloqueo de las cargas y descargas de Tesla en Malmö, Södertälje, Gotemburgo y Trelleborg. En mayo, el mayor sindicato de Suecia, Unionen, dijo que había paralizado todo el trabajo relacionado con Tesla en Dekra Industrial AB, que realiza inspecciones de equipos.
Al poco tiempo, otros sindicatos nórdicos mostraron también su solidaridad. El sindicato danés 3F Transport impidió a los trabajadores portuarios descargar los coches Tesla con destino a Suecia a través del puente de Øresund. El sindicato finlandés AKT y el noruego Fellesforbundet anunciaron que bloquearían los envíos si no se llegaba a un acuerdo.
Fellesforbundet lanzó una campaña de sindicación en Noruega, donde las ventas de Tesla son aún mayores, pero sus trabajadores tampoco tienen convenio. Según un responsable de Fellesforbundet, el conflicto de Tesla es una lucha por el principio del modelo nórdico. Para ello, el sindicato ha lanzado una campaña de concienciación pública sobre la postura antisindical de la empresa.
Trabajadores desplazados
Desde febrero, acogiéndose a las normas de la Unión Europea sobre trabajadores desplazados, Tesla ha contratado a trabajadores de Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Suiza. No se trata sólo de un nuevo mínimo para Suecia, sino también para la UE.
El trabajo desplazado es frecuente en la construcción, no sin polémica. Suecia estuvo en el centro del caso Laval, que acabó ante el Tribunal de Justicia de la UE. La sentencia debilitó a los sindicatos, y el difunto Brian Bercusson señaló que «los fantasmas doctrinales del siglo XIX sobre el predominio de las libertades de mercado, revisados hace tiempo... han vuelto para acosar [a la] UE».
El acuerdo de Saltsjöbaden de 1938 es la piedra angular de las relaciones laborales suecas. El «espíritu de Saltsjöbaden» redujo considerablemente la frecuencia de las huelgas y los cierres patronales, que habían sido precedidos por el recurso habitual a tácticas rompehuelgas por parte de los empresarios. Estos son los «fantasmas» de Bercusson, y Tesla los ha invocado de nuevo.
Musk es un Henry Ford moderno, quien también se oponía a que los sindicatos «interfirieran» en su visión del automóvil. Sin embargo, Ford acabó «convenciéndose» de que los trabajadores de Ford debían poder sindicarse. Musk sigue oponiéndose ideológicamente a los sindicatos, comentando, por ejemplo, que sus trabajadores perderían sus opciones sobre acciones si se sindicaran.
Sin embargo, tras la huelga en Suecia, 16 inversores institucionales nórdicos -sus activos combinados superan el billón de dólares- escribieron a la sede de Tesla invitando a la empresa a colaborar con los sindicatos suecos. El fondo de pensiones danés PensionDanmark vendió incluso sus acciones de Tesla. No obstante, en la junta anual de accionistas de Tesla del mes pasado se votó en contra de una propuesta relativa a la libertad de asociación y la negociación colectiva.
Tesla se mantiene inflexible en su misión de permanecer «libre de sindicatos», aunque curiosamente esto encaja con su postura de «salvar el planeta». En cualquier caso, esta última está en entredicho tras el respaldo mostrado por Musk este mes a la campaña de reelección presidencial norteamericana de ese negacionista del cambio climático, Donald Trump.
Rompehuelgas
En el pasado, se ha recurrido a (y abusado de) los trabajadores desplazados para socavar la capacidad de los movimientos sindicales nacionales de contrarrestar el «dumping social». Ahora se utilizan como rompehuelgas, contraviniendo el derecho fundamental a la negociación colectiva y a la acción colectiva.
La Comisión Europea ha reconocido que la negociación colectiva sectorial por parte de sindicatos fuertes y representativos es la forma más eficaz de elevar y hacer cumplir los niveles salariales. Tesla podría haberse afiliado a la Confederación Sueca de Empresas de Transporte y haber firmado el convenio colectivo sectorial, pero decidió no hacerlo. También podría haber firmado un convenio a medida con IF Metall, pero Tesla prefirió mantenerse fiel a su ideología. Estos desaires de Tesla, que se beneficia de los incentivos públicos ofrecidos a los ciudadanos para que compren vehículos eléctricos, ponen en entredicho la idea de una «transición justa» y dejan a IF Metall sin otra opción que convocar una huelga, ampliamente respaldada más allá de las fronteras suecas.
La Comisión y su presidenta, Ursula von der Leyen, ahora reelegida, tienen la responsabilidad de garantizar que no se utilice a los trabajadores desplazados para reventar huelgas. De lo contrario, el capital se convierte en el único portador real de derechos en virtud de la legislación de la UE. La nueva Comisión debería encargar una investigación a la Autoridad Laboral Europea. Y se deberían congelar las inversiones «verdes» de aquellas empresas que no estén dispuestas a comprometerse con representantes colectivos independientes de los trabajadores y a firmar convenios.
(*) Darragh Golden, profesor adjunto Ad Astra de Relaciones Laborales en el University College de Dublín.
Fuente: Social Europe, 22 de julio de 2024
Traducción: Lucas Antón