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16.9.24

Hal Draper sobre Marx y democracia (I)

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Por Rolando Astarita (*)

En notas anteriores he planteado la importancia, en la tradición de Marx y Engels, de la lucha por libertades democráticas.

Lo hice en oposición a corrientes que se reivindican socialistas y revolucionarias y apoyan, de hecho, a regímenes dictatoriales como el que existe hoy en Venezuela. El argumento preferido de esta gente es que las libertades democráticas son agitadas por el imperialismo (EEUU en primer lugar) y la oposición burguesa, y por lo tanto no deben ser reivindicadas por los marxistas. En este marco, el fraude electoral perpetrado por el régimen de Maduro sería un tema de importancia muy secundaria, por no decir nula. Con este argumento, esta izquierda también acusó de pro-imperialista el informe de Michelle Bachelet (Alta Comisionada para los Derechos Humanos) sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela, con fecha septiembre de 2021. Una postura que se ha repetido, una y otra vez, a lo largo de décadas y hasta el presente.

A fin de aportar elementos para el análisis, y rescatar la tradición revolucionaria del socialismo marxista, en lo que sigue presento, en forma resumida, el escrito de Hal Draper (1914-1990) "Marx on Democratic Forms of Government", 1974 (tomado de Hal Draper: Marx on Democratic Forms of Government (1974) (marxists.org). Dada su extensión, he dividido la nota en dos partes.  

Presentación del tema

Según Draper, el socialismo de Marx, como programa político, puede ser definido, desde el punto de vista marxista, no solo como una democratización de las formas políticas, sino también como la completa democratización de la sociedad. Sin embargo, el movimiento democrático del siglo XIX comenzó poniendo en primer plano la lucha por formas políticas avanzadas, y lo mismo hizo Marx, aunque en un contexto programático distinto. Es que para Marx la lucha por formas democráticas de gobierno -la democratización en el Estado- era una punta de lanza del esfuerzo socialista. No lo más importante, pero una parte integral del todo. 

Pues bien, a lo largo de la historia de los movimientos socialistas o comunistas, uno de los problemas fue establecer la relación, en teoría y práctica, entre la lucha por el socialismo y la lucha por la democracia (o derechos democráticos); entre los temas socialistas y los democráticos. En este respecto, cada corriente o escuela socialista ha tenido su propia respuesta. En un extremo está el enfoque que pone en el primer plano la defensa de las formas democráticas, como un fin en sí, y considera la lucha por las ideas socialistas como un tema accesorio. Desde el puno de vista marxista, se trata meramente del ala más izquierdista del liberalismo democrático burgués. En el otro extremo están los tipos de ideología radical que contraponen las ideas socialistas -entendidas como anticapitalistas- a la preocupación por las luchas democráticas, ya que consideran a estas sin importancia o hasta perjudiciales. Entre los dos extremos hay todo tipo de combinaciones. Por ejemplo, en la tensión entre objetivos socialistas y medios democráticos, la preocupación podría ser 50-50, 60-40, 30-70, etcétera.

El enfoque de Marx es cualitativamente diferente a este eclecticismo, y no intenta establecer una escala deslizante de preocupación entre los dos lados de la dualidad. Para él, la tarea de la teoría es integrar objetivamente ambos lados de la dualidad.

La respuesta característica de Marx al problema fue anticipada en la crítica a la filosofía del derecho de Hegel, donde buscó mostrar que "la verdadera democracia" requiere un nuevo contenido social, el socialismo. Este enfoque será redondeado en su análisis de la Comuna de París, la cual mostró que un Estado con un nuevo contenido social implica formas verdaderamente democráticas. Por eso, la teoría de Marx va en la dirección de definir la democracia consistente en términos socialistas y el socialismo consistente en términos democráticos. La tarea de la teoría entonces no es arbitrar en el choque entre los dos enfoques mencionados, sino entender las dinámicas sociales de la situación bajo la cual es resuelta la aparente contradicción entre ambos.

Marx no elaboró esto simplemente en su cabeza. Es que el avance hacia una solución del dilema se produjo en el curso de la revolución de 1848-1849, cuando las demandas democráticas y los objetivos socialistas parecieron llegar a un cruce de espadas. Uno de los resultados de la elaboración de Marx fue la llamada teoría de la revolución permanente. 

"La vieja tesis"

Desde un comienzo se planteó el problema de los militantes supuestamente radicales que, si bien desde una dirección opuesta, tenían la misma hostilidad y desprecio por las formas democráticas que las que emanaban del viejo régimen. En La ideología alemana Marx y Engels llamaron a este enfoque, despectivamente, "la vieja tesis". Esta, propuesta a menudo tanto por revolucionarios como por reaccionarios, decía que en una democracia los individuos solo ejercen la soberanía por un momento, y luego se retiran de inmediato de su dominio. Marx no dedicó mucho espacio a esta posición -que entre otros defendía el anarquista Stirner- porque pensó, equivocadamente, que era un mero vestigio del pasado y no tenía futuro. Pero la realidad es que este rechazo de cualquier cosa conectada con la democracia burguesa persistió y terminaría asociada con el radicalismo ultraizquierdista.

Sin embargo, en sus orígenes era distinto. En una carta a Marx, Engels se refirió a un tal Bernays, editor del Vorwärts, quien estaba en contra del sistema de jurados, de la "libertad burguesa de prensa", del sistema representativo y otras formas democráticas. Engels había intentado explicar a Bernays que con tales posiciones "estaba trabajando para el rey de Prusia, e indirectamente contra nuestro partido". Los ataques a las instituciones democráticas ayudaban a que el régimen desacreditara al movimiento democrático.

El abordaje de Marx y Engels a la cuestión de las formas democráticas (derechos, libertades, instituciones) era totalmente diferente al que defendía Bernays. Es que este no podía comprender el planteo sobre las libertades democráticas porque su socialismo era meramente anti-capitalista y no pro-proletario. La suya no era una teoría acerca de un movimiento de clase, sino una simple preferencia por cierta reorganización social. Su objetivo no era poner el poder en manos de las masas del pueblo. Solo buscaba a personas de bien que quisieran realizar los cambios imaginados. Por eso, con este encuadre, el control popular sobre el gobierno podía convertirse en un peligro "dado que las masas estúpidas bien podrían ser más hostiles a sus esquemas que las almas iluminadas". Su postura no se debía a que "odiara" al sistema burgués más que Marx, sino a que expresaba un punto de vista que no era de clase.

Según Marx y Engels, la democracia pasaba por el establecimiento de un control popular pleno sobre el gobierno. O sea, para el «extremista democrático" el control popular significaba control popular ilimitado, y la eliminación de todas las restricciones o distorsiones jurídicas, estructurales y socio-económicas sobre el control popular desde abajo. Esta es la razón de por qué, según Marx y Engels, el control popular apuntaba al socialismo. 

Sin embargo, en un país como Alemania, que no había tenido su revolución burguesa, el problema era cómo atravesar esa fase (en que la burguesía era parte de "las masas populares") de manera que el poder pasara a los estratos subyacentes de la clase trabajadora. Esto es lo que definirá el problema de la "revolución permanente". Para Marx se trataba de hacer un análisis de clase de los elementos de la democracia burguesa y separar lo que era específicamente burgués (por ejemplo la cualificación de propiedad para ejercer el voto) de lo que promoviera la más amplia extensión del control popular. 

Revoluciones de 1848

Las revoluciones de 1848-1849 establecieron temporalmente gobiernos democrático-burgueses en Francia y Alemania. Eran regímenes burgueses y más o menos democráticos en comparación con los regímenes previos. Por lo tanto, planteaban muchos problemas concretos acerca de qué formas políticas debía adoptar la democratización.

El criterio aplicado por Marx y Engels se definió en torno a la siguiente pregunta: ¿qué maximizaría la influencia ejercida desde abajo por las masas en movimiento sobre las fuerzas políticas de arriba? Estas últimas eran el régimen monárquico y su gobierno, que todavía era el ejecutivo, aunque a la defensiva; y los representantes del pueblo en las asambleas surgidas con el levantamiento revolucionario. Este último representaba la potencialidad de la "soberanía popular", esto es, el control democrático por el pueblo. Sin embargo, cuando en Frankfurt se estableció la Asamblea Nacional, elegida por los estados germánicos, se evidenció que los delegados democrático-burgueses evitaban el choque con la monarquía. 

En oposición, Marx y Engels plantearon que la Asamblea debía tomar las medidas necesarias para frustrar los esfuerzos de la reacción, mantener los fundamentos revolucionarios sobre los que se asentaba, asegurar las conquistas de la revolución y la soberanía del pueblo contra todos los ataques. Pero la Asamblea no hizo nada de esto. Transcurrido un año de su instalación, incluso la izquierda de la Asamblea demostraba que no tenía estómago para pelear contra el poder real del Estado, encabezado por la Corona. De ahí que Marx y Engels criticaran a los diputados liberales por su retórica vacía. Más precisamente, la diferencia entre la retórica acerca de la "libertad" y la lucha democrático-revolucionaria real debía ser planteada en términos de cuestiones concretas.

Una de las más elementales era la libertad de prensa. Desde el primer número de la Nueva Gaceta RenanaMarx y Engels hicieron de ella un grito de batalla. La libertad de prensa no podía ser separada de la libertad de expresión en todas sus formas. Toda la existencia de la NGR fue una batalla por sobrevivir contra su supresión que buscaba el gobierno. Llevados a la Corte, Marx y Engels transformaron sus defensas en denuncias políticas, y fueron absueltos. Pero no bien la reacción ganó fuerza, la NGR fue cerrada por decreto. Esto es, a decir de Marx y Engels, cualquiera podía ponerse por fuera de la ley por manifestar su opinión. La falta de libertad de prensa era un barómetro de la arbitrariedad gubernamental, y se mostraba que el Estado alemán era "puramente policial".

En el mismo sentido, cuando el ministro Hansemann presentó un proyecto de ley para regular la prensa, Marx escribió que "de nuevo encontramos el más clásico de los monumentos al despotismo napoleónico sobre la prensa". Agregaba que "los funcionarios del Gobierno pueden, con impunidad, cometer cualquier acto arbitrario, cualquier tiranía, cualquier ilegalidad. Pueden administrar o permitir flagelaciones, o hacer arrestos, o mantener en prisión sin juicio. El único control efectivo, el de la prensa, se hace ineficaz. El día en que la ley entra en vigencia, la burocracia puede celebrar: se hace más poderosa y desenfrenada, más fuerte que antes".

Más tarde, cuando el gobierno suprimió el movimiento de clubes en dos ciudades, Engels denunció la continuidad del Estado policial, y preguntaba: "¿Usted piensa que posee el derecho a la libre reunión, la libertad de prensa, el derecho al armamento del pueblo y otras magníficas consignas que se lanzaron desde las barricadas de marzo? Ilusión, solo ilusión".

De manera persistente, la NGR desarrolló campañas por derechos democráticos contra la presión gubernamental, incluyendo el programa de la izquierda de Frankfurt por el inmediato establecimiento, proclamación y garantía de derechos fundamentales del pueblo, contra los ataques de los gobiernos de los estados alemanes. Asimismo criticó a los liberales de la Asamblea por ser demasiado imprecisos en el tema del sufragio universal contra el sufragio indirecto; y denunció las formas antidemocráticas de elecciones.

Según Marx y Engels el derecho de reunión también comprendía el derecho del pueblo a ejercer presión contra sus propios representantes. Esta cuestión cobró relevancia cuando la prensa de la derecha denunció la presión que se ejercía sobre la Asamblea prusiana, en Berlín, por la presencia de miles de personas durante las deliberaciones. Marx defendió el derecho de las masas democráticas a ejercer influencia moral sobre la asamblea constituyente, y sostuvo que era un antiguo derecho revolucionario del pueblo desde la revolución inglesa y francesa. La historia le debía a este principio casi todas las medidas enérgicas tomadas por las asambleas parlamentarias.

Por otra parte, se planteaba la cuestión de si un gobierno debería permitir actividades, incluso las que están santificadas como derechos democráticos, que puedan resultar en su propio derrocamiento. La respuesta de Marx y Engels fue si el ejercicio de los derechos del pueblo ponía en peligro al gobierno, pues entonces peor para el gobierno. Los gobiernos siempre creen que las actividades que son peligrosas para ellos constituyen "violaciones a la libertad"; o sea, a su propia "libertad" a existir. El pueblo no debía sacrificar sus derechos para aliviar los problemas del gobierno.

Este criterio también se advierte en la respuesta que Marx y Engels dieron a una moción presentada por Jacoby, un diputado de izquierda liberal. Proponía que las decisiones de la Asamblea tuvieran fuerza de ley sin necesidad de cualquier otro consentimiento. La iniciativa buscaba impedir que una minoría recurriera "a los de afuera". Pero "los de afuera", dice Engels, era el pueblo que votaba el cuerpo legislativo. Por eso, lo que buscaban Jacoby y asociados, bajo el pretexto de evitar guerras civiles, era abolir la agitación política. Pero la agitación no era nada más que la aplicación de la inmunidad a los representantes, la libertad de prensa, el derecho a organizarse. Por otra parte, si esas libertades llevaban, o no, a la guerra civil, no era un tema que concerniera a la izquierda revolucionaria. Era suficiente que esas libertades existieran, y luego se vería a dónde conducían si el ataque contra ellas continuaba. Pocos días después, Engels precisaba: "La condición básica del derecho a la libre organización es que ninguna asociación o sociedad pueda ser disuelta o prohibida por la policía; que eso solo pueda llevarse a cabo como resultado de un veredicto judicial que establezca la ilegalidad de la asociación o sus actos y objetivos, y el castigo a los autores de esos actos".

El poder a la Asamblea

La orientación política de Marx y Engels apuntaba a que todo el poder recayera en la Asamblea, como representación de la soberanía popular, y en contra del objetivo de la mayoría de la Asamblea de llegar a un acuerdo con la Corona. Por eso acusaban a la Asamblea de ser irresoluta y blanda. Marx presentaba su propuesta democrático-revolucionaria en términos de la concentración del poder legislativo y ejecutivo en manos de los representantes del pueblo. El ala radical de la Asamblea reclamaba un gobierno ejecutivo "elegido para un período determinado por la Asamblea Nacional y responsable ante ella". Pero, decía Marx, eso no era suficiente. El poder ejecutivo debía ser seleccionado en las filas de la misma Asamblea, como lo demandaba el ala izquierda de los radicales.

Según la NGR, si la Asamblea renunciaba a asumir todos los poderes del Estado, si en particular era desprovista del derecho a ejercer el control sobre el Ejecutivo a través de sus comisiones de investigación, entonces eso equivalía a renunciar a la soberanía del pueblo. El asunto de la inmunidad de arresto por parte del Gobierno de los diputados era un aspecto muy concreto de la soberanía. La NGR hacía campaña por plena e íntegra inmunidad, sin lagunas. Sin embargo, de hecho, en lugar de que la Asamblea dominara sobre el poder Ejecutivo, era este el que usaba todos los medios posibles para fortalecerse. Marx ponía el ejemplo del proyecto de Ley de la Milicia: la idea de una milicia popular se había convertido en un plan para instalar una fuerza burocrática. Draper dice que todo esto reflejaba el leitmotiv de la actitud de Marx hacia los problemas de la democratización: minimización del poder ejecutivo, de la burocracia estatal, y maximización del peso, en la estructura gubernamental, del sistema representativo. Y no solo en el período de la revolución.

 

(*) Rolando Astarita. Profesor de economía de la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad de Buenos Aires.

Fuente: https://rolandoastarita.blog


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