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5.8.24

Tan peligroso como él: Trump encuentra pareja en J. D. Vance. Dossier. (I)

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Por Robert Kuttner, Harold Meyerson, Steve Phillips, Kenan Malik, Daniel Larison (*)

La revelación vicepresidencial de Trump

 Robert Kuttner<

Desde que leí y reseñé su exitoso libro, Hillbilly Elegy, y conocí luego personalmente a J.D. Vance en una conferencia, me ha parecido alguien verdaderamente peligroso. A diferencia de Trump, que difunde opiniones lunáticas que congregan a los fieles, pero asustan a los republicanos tradicionales y a los votantes indecisos, Vance tiene el don de vestir ideas igualmente extremas con el lenguaje del discurso intelectual serio. A diferencia de Trump, que se regodea siendo un capullo, Vance es en persona un buen tipo.

En Hillbilly Elegy, Vance retorcía la historia de su propia vida de supuesta compasión por sus sufridos vecinos montañeses en una fábula que culpaba de su difícil situación a su comportamiento autodestructivo. Era un relato clásico de la derecha que ignoraba factores estructurales como el hundimiento de la industria manufacturera y del carbón en favor de inculpaciones individuales. Esto es lo que escribí en mi reseña de The American Prospect en 2016:

"Hillbilly Elegy resulta ser una obra muy ladina que profesa una gran nostalgia y compasión por el modo de vida de los paletos. ("Los americanos los llaman hillbillies, rednecks o white trash. Yo los llamo vecinos, amigos y familia"). Pero Vance va tras la pista de un señuelo. A pesar de su rústico encanto, acaba sonando condescendiente con sus vecinos y familiares. Vance no sólo destacó en Derecho en Yale; ahora está en un fondo de cobertura de Silicon Valley. Y, según Vance, tú también podrías serlo si no fueras un maldito perezoso. Si no vendieras tus vales de comida, dejaras de trabajar, abandonaras a tus hijos y te drogaras con Oxycontin".

"Al final, no se trata de corporaciones rapaces ni de economías pueblerinas que se hunden. Se trata de valores. A pesar de todas sus reminiscencias idílicas del pequeño pueblo de los Apalaches, el bueno de Vance, ahora también columnista de National Review, es Charles Murray [controvertido sociólogo acusado de racista] con una sonrisa de comemierda".

Un año después, me encontré en una conferencia con Vance. Citó mi frase sobre Charles Murray con una sonrisa de comemierda. Fue atento, introspectivo, educado y hasta simpático.

En 2017, escribí: "No pierdan de vista a este tipo. Si no se presenta a un cargo público para, digamos, 2022, me como la camisa". Resultó que ese fue el año en que Vance fue elegido senador por Ohio. Todavía tengo la camisa.

En muchos aspectos, Vance sería una pareja ideal para Trump, tanto a escala nacional como en estados clave del Medio Oeste como Michigan, Wisconsin, Ohio y el oeste de Pensilvania: la juventud complementa la edad y sugiere el futuro del legado de Trump. Intelectualizado y personalmente agradable, suaviza la grandilocuencia de Trump. Un relato consistente en hacer algo por uno mismo después de salir del barro, por contraposición con la educación de Trump. El único militar veterano en cualquiera de los dos partidos.

Vance, a sus 39 años, sería el candidato más joven a la vicepresidencia desde 1952, cuando el moderado Dwight D. Eisenhower puso a Richard Nixon en la candidatura para apaciguar a la extrema derecha republicana.

Pero la propia vanidad de Trump podría impedirle elegir a Vance. Trump no quiere que su juventud les recuerde a sus votantes su propia edad. No le gusta la idea de que un posible sucesor atractivo le robe protagonismo.

El intento de asesinato del sábado se ha interpretado como un símbolo de la invencibilidad de Trump. Pero también le ha de recordar su propia mortalidad.

Vance resulta, en muchos sentidos, demasiado atractivo. También está el hecho incómodo de que Vance, antes de convertirse cobardemente a la tribu MAGA [Make America Great Again], destrozó a Trump repetida y elocuentemente, en videos que serían excelentes anuncios de televisión para el oponente demócrata de Trump.

Sin embargo, emulando servilmente la espantosa tendencia de Trump a culpar a sus oponentes de su propio uso político de la violencia, Vance declaró el sábado: "La premisa central de la campaña de Biden es que el presidente Donald Trump es un fascista autoritario al que hay que parar a toda costa. Esa retórica condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump".

De los otros que se han mencionado, el senador por Florida Marco Rubio ayudaría con el voto hispano. Pero Trump tiene una aversión visceral por el hombre al que despreció repetidamente en las primarias de 2016 como "Pequeño Marco". ¿Realmente quiere situar a Rubio de modo que sea su sucesor?

También está el problema de que Trump y Rubio son nominalmente del mismo estado -Trump cambió su residencia de Nueva York a Mar-a-Lago [Florida] hace años-, lo que provocaría un problema con el Coloegio Electoral. Pero este obstáculo es secundario. Con el Tribunal Supremo en el bolsillo, Trump y sus abogados podrían idear una solución.

Como vicepresidente, Rubio quedaría presumiblemente atado en corto, lo que le proporcionaría a Trump un placer sádico. Pero un presidente no controla totalmente a un vicepresidente, el único miembro del Gobierno al que no se puede despedir, como aprendió Trump amargamente en el caso de Mike Pence.

Eso deja al gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum, la más sosa y segura de las opciones posibles. Habría poco riesgo de que eclipsara a Trump. Burgum, que es en buena medida un republicano corporativo (su patrimonio neto es de 100 millones de dólares) y que firmó una prohibición de abortar en su estado después de las seis semanas, le mostraría una rama de olivo tanto a la derecha antiabortista como a la derecha empresarial. Quizá ayudaría marginalmente en estados del Medio Oeste como Wisconsin, Michigan y Minnesota. Y tiene una esposa atractiva, lo cual siempre es una ventaja en el caso de Trump.

Una posibilidad externa es Tim Scott, de Carolina del Sur, el único senador republicano afroamericano. Trump dejó caer su nombre como una entrada tardía. Yo no lo veo. Hay suficientes racistas de verdad en la base de MAGA como para que Scott haga dudar a Trump.

A Trump, el showman, le encantan las sorpresas y le encanta demostrar su propio poder arbitrario. "Es como una versión muy sofisticada de The Apprentice [El Aprendiz, concurso televisivo que presentaba Trump]  televisión si lo piensas", afirmó Trump el jueves en el programa de Clay & Buck. No es exactamente lo que pretendía Madison.

Como generalización, los compañeros de candidatura están sobrevalorados como factores decisivos en las elecciones. En el bando demócrata, hay que remontarse al acuerdo de John Kennedy en 1960 con Lyndon Johnson, que ayudó al candidato a ganar en Texas en unas elecciones muy reñidas. En el bando republicano, la elección de George H. W. Bush en 1980 por parte de Reagan ayudó a unificar a su propio partido, que todavía tenía una ingente facción moderada preocupada por la debacle de Goldwater 16 años antes.

Así que la elección del vicepresidente de Trump puede que no importe tanto en estas elecciones, pero importará mucho a la hora de situar a su sucesor. Lo que probablemente sea decisivo en la elección es el implacable narcisismo de Trump.

 

The American Prospect, 15 de julio de 2024

 

¿Se sumaría J.D. Vance a un piquete de los UAW frente a una fábrica de Tesla?

Harold Meyerson

«Se ha acabado eso de servir a Wall Street», prometió el candidato republicano a la vicepresidencia J. D. Vance en su discurso de aceptación anoche en la convención republicana anoche. «¡Nos comprometemos con el trabajador!».

Pues bien, hay ahora otro centro del capital estadounidense, se encuentra a unos 5.000 kilómetros de Wall Street, y J.D. Vance aún no ha declarado ni su independencia ni la de su partido respecto al mismo. Se trata de Silicon Valley -y más exactamente, de sus libertarios de derechas, los del nosotros -somos-la-ley- y si Donald Trump es elegido este noviembre, J.D. Vance será su hombre en la Casa Blanca.

Por muy conmovedoras que hayan sido las repetidas promesas de Vance de cubrirles las espaldas a los trabajadores del automóvil y del acero de Pensilvania, Michigan y Wisconsin, no les debe a ellos su nueva preeminencia. A quienes se la debe es a los multimillonarios de Silicon Valley, cuya riqueza eclipsa con creces a los meros millonarios de Wall Street.

Wall Street -capital viejo- presionó asiduamente a Trump para que no eligiera a Vance, que se ha opuesto a gran parte del régimen de capital global que ellos habían creado. Pero el día antes de que Trump llevara a cabo finalmente su elección, recibió una llamada de alguien de quien no había tenido noticias en mucho tiempo: Elon Musk, que se pronunció rotundamente a favor de Vance. Al día siguiente, inmediatamente después de que Trump anunciara que Vance era su elegido, Musk declaró a The Wall Street Journal que donaría 45 millones de dólares al mes a un PAC [comités de acción política que recogen fondos de campaña] pro-Trump.

No sabemos, por supuesto, qué es lo que se preguntó y qué se respondió en esa llamada entre Musk y Trump el día antes del anuncio de Trump respecto a Vance. Sabemos, sin embargo, que Trump suele pedir grandes sumas de dinero cuando se reúne con los verdaderamente ricos, y como es fama prometió poner fin a todas las regulaciones sobre compañías petroleras si le endosaban mil millones de dólares. No pudieron, pero Elon Musk sí. Sin duda, influyeron otros factores en la decisión de Trump, pero mucho me sorprendería que la promesa de Musk y sus colegas supermillonarios de Silicon Valley no fuera el factor decisivo.

Mientras le contaba anoche su vida al país, Vance pasó por alto con una sola frase sus cinco años como inversor de capital riesgo en Silicon Valley, trabajando buena parte de ellos para el archi-libertario Peter Thiel. Sin el respaldo que recibió de ese mundo enrarecido, Vance ni siquiera estaría hoy en política. Cuando se presentó al Senado por Ohio hace dos años, su campaña la financió en buena medida Thiel, que le envió 15 millones de dólares. Hace un mes, el Valle [del Silicio] volvió a ayudarle, cuando Vance organizó una recaudación de fondos para Trump en casa de David Sacks, en San Francisco. En el acto, según un artículo del Wall Street Journal, Vance cautivó a los barones de la tecnología «hablando sin guión» sobre los problemas que plantea la regulación de la criptomoneda y la inteligencia artificial. Al parecer, convenció a Trump por su capacidad para impresionar a esos magnates, que desembolsaron 12 millones de dólares antes de que terminara el acto.

Para Trump, esos 12 millones de dólares no eran más que el aperitivo. Ni Musk ni Thiel ni muchos otros derechistas del Valle habían intervenido todavía. Pero una vez que Trump eligió a Vance, el dinero comenzó a fluir, como había presagiado al menos la llamada telefónica con Musk, y acaso hasta garantizado. Pocas horas después de la designación de Vance, los más famosos financieros de capital riesgo del Valle, Marc Andreessen y Ben Horowitz, anunciaron en su podcast que también apoyaban a Trump. Declararon que durante su reciente visita a Washington para conseguir apoyos para sus inversiones en criptomonedas, no habían conseguido citas ni con el presidente Biden ni con el presidente de la SEC [Comisión de la Bolsa de Valores], Gary Gensler, a pesar del hecho, como señaló Horowitz, de que la SEC tiene planes para emprender acciones contra 30 empresas de criptomonedas en las que han invertido Andreessen y Horowitz. ¿Adónde vamos a parar cuando los multimillonarios no pueden reunirse personalmente con el presidente y los reguladores para hablar de la mejor manera de proteger el valor de sus inversiones?

Este es el género de cuestiones que no tienen tanta importancia para las élites de Wall Street a las que Vance atacó con gusto en su discurso de aceptación. A diferencia de JPMorgan Chase y Carl Icahn, los capitalistas de riesgo como Andreessen y Horowitz hicieron sus fortunas invirtiendo en el Salvaje Oeste de las startups de Silicon Valley, empresas que ahora se están sumergiendo en desarrollar nuevas vueltas de tuerca en IA y cripto. Solo por eso no estarían de acuerdo Andreessen y Horowitz con las regulaciones, pero para Musk y Thiel, y para un número cada vez mayor de los principales actores del Valle, es anatema cualquier violación de la soberanía de los capitalistas. Por eso ha cuestionado Thiel los méritos de contar con estados nacionales que legislen, y por eso ha declarado Musk que se opone a la idea misma de los sindicatos.

Vance es licenciado en Derecho por Yale, pero su verdadero postgrado fue trabajar para Thiel y empaparse del brebaje ideológico libertario del Valle. Este defensor de los trabajadores puede haberse unido a un piquete de la UAW cuando estaba en huelga contra las tres compañías automovilísticas heredadas, pero si la UAW organiza piquetes, o cuando lo haga, alrededor de las fábricas de Tesla propiedad de Elon Musk, es difícil de creer que vaya a ponerse de su lado en contra del tipo que le consiguió su trabajo. De todas las razones por las que Donald Trump eligió a J.D. Vance como su compañero de candidatura, la que más destaca es ésta: Vance llega con la mayor dote de la historia de la humanidad.

Sospecho también que una razón adicional por la que Trump ha recurrido a Vance es que prefiere Silicon Valley a Wall Street como fuente de su financiación. Fue a los bancos neoyorquinos a los que Trump se vio obligado a acudir durante años para obtener los préstamos con los que construyó sus edificios, y es dolorosamente consciente -de hecho, ésta es una de las fuentes tanto de su ambición como de su profunda rabia- de que el mundo empresarial neoyorquino, que se lo tiene muy sabido bien de cerca desde hace decenas de años, le considera un bobo, un imbécil y, lo que es peor, un pésimo hombre de negocios. Es mucho mejor sacarle el dinero a gente que no le conoció hasta después de convertirse en presidente.

Por último, una reflexión más suscitada por las invocaciones ad nauseam de Vance a Pensilvania, Ohio, Michigan y Wisconsin en su discurso. Si tiene razón en que, aparte de Ohio, esos son los estados indecisos que decidirán las elecciones -y creo que la tiene-, entonces los candidatos más fuertes que los demócratas pueden presentar contra Trump son probablemente la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, y el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, ambos muy populares en sus respectivos estados. Es un decir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

The American Prospect, 18 de julio de 2024


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