29.7.24
Política e inmoralidad
Por Esteban Valenti (*)
No nos cansaremos de hablar de inmoralidad en esta administración porque quieren hacerla parecer a la política. Es un peligro muy serio que nunca habíamos afrontado en Uruguay.
Hay una pregunta seria y peligrosa ¿En este Uruguay gobernado por el Partido Nacional, con sus silenciosos y postrados socios, no nos cansaremos de hablar de corrupción e inmoralidad?
No son preguntas retóricas, surgen de la cotidiana realidad que vivimos desde hace varios años, uno tras otro, uno más grave y vergonzoso que el otro, al punto que realizar un inventario es casi imposible.
Lo más grave, lo peor no es la plata que han robado al erario público, es decir al dinero de todo el pueblo uruguayo, desde el que vive en la calle y compra un pan para no morirse de hambre, hasta que circula en un vehículo de cientos de miles de dólares. Es claro que no es la misma gravedad, ni la misma cantidad, que para algunos es un verdadero despojo y para otros un costo más, pero todos somos víctimas de la inmoralidad. Que no solo se puede medir en dinero, en cantidades, hay cosas peores.
Los ladrones, los inmorales, los que le robaron 8 millones de dólares a los habitantes del departamento de Artigas, para beneficio propio, para hacer su campaña electoral, para sus fiestas y sus despliegues insultantes de dinero ajeno, ni siquiera los roza la vergüenza, a lo sumo la rabia porque sus protectores no les dieron la cobertura necesaria y prometida, desde lo más alto del poder. Desde el piso 11.
Ponen o tienen cara de un leve pesar al salir de los juzgados, condenados pero tranquilos con una pena ridícula, de dos meses de trabajos comunitarios, cuando un pobre desgraciado que roba una gallina va varios años preso. Hasta la justicia, si la podemos llamar así es bien diferente para pobres y ricos. Y desde 1934 tenemos - con algunas reformas - el mismo código penal, sin que se le mueva un pelo a todo el sistema político.
Que cada uno de los lectores, de los ciudadanos decentes que son la mayoría trate de recordar la cantidad de escándalos, gigantes, grandes, medianos y pequeños de este gobierno y en especial del Partido Nacional. No lo logrará, son demasiados.
Pero lo más grave no es solo la enorme cantidad de dineros robado para su enriquecimiento personal y partidario, o para financiar sus desviaciones morales, o para acomodar a cientos, miles de correligionarios que se venden por un mísero cargo.
Nunca, absolutamente nunca en la historia nacional, civil y militar se acumularon, es decir se realizaron tantas inmoralidades, acomodos, burlas de la ley y de los ciudadanos y nunca la Justicia fue tan benévola y cómplice. No solo el Código Penal de la época fascista (1934) es un atraso sino que se agregan la fiscal que ocultó conscientemente pruebas como los diálogos entre un gran delincuente designado jefe de la guardia presidencial y su jefe total y absoluto, el Presidente de la Republica. Y para completar la desfachatez, en dos saltos pasó de su cargo de fiscal al Partido Nacional y luego al Partido Colorado. ¿Se recuerda una revolcada en el barro de tal magnitud?
Luego del bolsillo, de todos los bolsillos donde se robaron cientos de millones de dólares, miles de millones de pesos uruguayos, viene el asalto a las instituciones, al directorio de la Administración Nacional de Puertos; Fiscalías, la Comisión Mixta de Salto Grande, el Ministerio de Obras Públicas, del Interior, de Salud Pública, ASSE, el Ministerio de Defensa, varias intendencias, sobre todo gobernadas por el Partido Nacional, la Policía, Ministerio de Educación y Cultura y muchas otras perdidas en esta danza infernal de porquerías.
Y van ya dos niveles de agravios, a los bolsillos y a las instituciones, pero el más grave, aunque para estos perpetradores ni siquiera les pasa por el jopo, al contrario, es un gran instrumento para seguir delinquiendo, es el ataque a la moral pública, es la guerra cultural para convertir la inmoralidad en una normalidad, en algo inseparable de la política, por lo tanto en el clima dominante en la ciudadanía uruguaya. En igualarnos a otros países que ya hace tiempo se han desbarrancado y han hecho de la corrupción parte inexorable de la política y del estado.
Su supremo objetivo, demostrado en sus declaraciones, una detrás de la otra con las mismas caras de asombro o desfachatadas es que o no lo sabían, aunque sucedía debajo de sus narices todos los días, o que los engañaron. Una vez detrás de otra, los engañaron, cuando en sus asuntos personales y políticos muestran estar muy bien despiertos, a la hora de los delitos, de las coimas, de los acomodos, de las inmoralidades y violaciones con niños, en esos casos se caen del catre justo en el momento que el resto de los uruguayos los descubrimos.
Y lo peor es que hay muchos ciudadanos decentes o que fingen ser decentes y por razones ideológicas se hacen los distraídos, los sorprendidos y los dispuestos a perdonar y hasta a defender.
Yo no puedo creer que más del 20% de los ciudadanos que son blancos se traguen una detrás de otras semejantes mentiras, porquerías e inmoralidades y sigan detrás del Flautista de Hamelin hacia el desbarranque. Este camino, lleva inexorablemente hacia un barranco sin retorno, donde la basura, la mugre lo domina todo, substituye la política por el negocio de la política.
Y no alcanza con quejarse, con inundar las redes de memes con los responsables de cada caso, uno más ridículo del otro, uno más comprometedor del otros, hace falta darles un duro castigo político y judicial. Mandarlos presos por un tiempo proporcional a sus delitos, que no se rían de nosotros y de la justicia bastardeada, que no puedan volver a estafarnos levantando banderas políticas, cuando en realidad su estandarte principal es el robo, el saqueo, la inmoralidad, el acomodo. Eso lleva al precipicio, "normaliza" lo peor del ser humano, su amoralidad.
Hay que dar la batalla en el parlamento, con nuevas leyes de control en serio, con instrumentos para controlar que tengan los medios institucionales y profesionales adecuados, reformando el Código Penal. Y eso no lo logran solo los políticos profesionales, sino en primer lugar los ciudadanos, castigando con sus votos, reconociendo y señalando a los indecentes, y movilizándose por la justicia, la verdadera justicia, un poco más igual para todos.
El Uruguay está en esos raros y difíciles momentos, donde además de elegir nuevas autoridades en los diversos niveles, tiene que darse una señal a si mismo, a nosotros mismos que la política no puede transformarse en una cloaca, porque en definitiva todos viviremos en sus inmundicias y todos seremos culpables.
Para ello también hay que recordar los que cubrieron con sus silencios partidarios, olvidando su pasado tanta desvergüenza y tanta inmoralidad, los que por unos cargos en el poder se arrodillaron ante los corruptos y en algunos casos participaron del festín.
La batalla tuvo una primera etapa en junio, tendrá otras a nivel nacional y otras el año que viene a nivel departamental, pero para los ciudadanos, la Justicia, para los parlamentarios, los periodistas, los ediles y para el resto de los funcionarios y todos los uruguayos no termina en la boca de la urna, sigue todos los días con nuestro compromiso ciudadano, nuestro desprecio explícito frente a los corruptos.
(*) Esteban Valenti. Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net) Uruguay.