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8.7.24

Las lecciones de la izquierda uruguaya

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Por Esteban Valenti (*)

En una semana desde las elecciones internas del domingo 30 de junio se han escrito, dicho y televisado muchas opiniones de balance. De parte del oficialismo, nunca, absolutamente nunca pensé que la soberbia y la estupidez política pudiera ser tan abrumadora para tratar de tapar con palabras un hueco de ese tamaño.

Voy a repetir la famosa frase de Napoleón: "Cuando veas a tu enemigo equivocarse no lo interrumpas".

Llegué a escuchar a un candidato a presidente, elegido por 40 mil votos, al costo de  60 dólares cada voto que se vanagloriaba que el partido estaba creciendo...cuando comparando el 2024, con el 2019 el Partido Colorado perdió nada menos que 83.433 votos y bajó el 22.84%. El candidato a presidente colorado en el  2019, Ernesto Talvi, obtuvo 99.280 votos el 53.72%, contra los míseros 40.040 votos de Ojeda que representan el 39.5% . Este es un solo ejemplo. Y parlotean en todos los medios.

Todos, absolutamente todos los partidos integrantes de la coalición perdieron altos porcentajes de votos, algunos quedaron al borde de la extinción.

El relato que tratan de montar es tan superficial, tan pobre que la designación de Valeria Ripoll está buscando todavía una explicación que al menos conforme a los blancos. Ni el derrumbe de los 457.376 el 39.69% del total de las internas del 2019, mientras que en las del 2024 obtuvo 323.930 votos, 33.44%, otra "victoria" del oficialismo.

Pero lo que me importa resaltar en esta nota es el avance superior a cualquier expectativa o encuesta del Frente Amplio que en el 2019, estando en el gobierno obtuvo 259.160 el 24.02% y ahora lo votaron 410.282 votos un 42.35% del total. El más alto porcentaje de todas las elecciones internas hasta ahora.

Haríamos muy mal si saliéramos a festejar desaforadamente y no nos detuviéramos a analizar las causas, para asegurar que el octubre se proyecte este notorio triunfo y avance.

Todos los partidos oficialistas y en primer lugar el propio gobierno con el Presidente Lacalle a la cabeza hicieron toda la campaña para demostrar sus logros, sus éxitos, sus resultados y atacar al FA. Sus discursos, su publicidad  tanto para Delgado como para Ojeda fue realizada con el invalorable aporte de Roberto Lafluff el publicista estrella de la derecha uruguaya, apoyada por algunos consejeros externos. Y el principal fracaso, fue precisamente ese balance oficial, la gente no se lo creyó, votó en contra y tuvo memoria de todas las inmoralidades cometidas. El Frente Amplio, con un lenguaje adecuado de sus candidatos, pero en especial de Yamandú Orsi, desmontó pieza por pieza esos mensajes y los confrontó con la realidad.

Mostrando cual fue su obra en todas las dimensiones en la Intendencia de Canelones.

Sin gritos, sin adjetivos rimbombantes, con argumentos y con una lluvia de cifras y datos, pero sobre todo la principal campaña la hizo la realidad, la inseguridad, los empleos mal pagos, el 69% de los hogares que no llegan a fin de mes, etc etc etc. Recogieron lo que sembraron y lo que mintieron.

El mensaje central del candidato que obtuvo el 59.1%, 242, 625 votos, fue una mezcla de información veraz y comprobable por parte de cada persona, una propuesta de buscar soluciones en base al programa del Frente Amplio, pero ampliando al máximo el espectro de las fuerzas del FA para elaborar el plan de gobierno y siempre abiertos al diálogo y a escuchar en serio a toda la sociedad uruguaya.

Y con una posición muy claro de parte de Orsi sobre la reforma de la Constitución que quieren plebiscitar en octubre el PIT-CNT y una minoría del FA.

En un mundo, sobre todo en EE.UU. y en Europa donde la ultraderecha y la derecha avanzan a tambor batiente, en este pequeño rincón del mundo la izquierda aprendió de la lección de su anterior derrota, no golpeándose el pecho y llorando en los rincones, sino construyendo nuevamente un bloque social y político para seguir cambiando en serio y lo transformó en dos cosas: en un discurso serio y fundamentado y en un candidato que lo representara, no por sus palabras, sino por sus hechos.

El renacimiento de la izquierda no fue solo organizativo - que también lo fue - fue sobre todo político, programático, ideológico, derrotando a la derecha en la batalla cultural que ellos proclamaron y que levantó el vuelo de una tortuga.

Todavía nos falta mucho, hay que sintetizar esta experiencia, de gobernar 15 años, perder, no dividirnos y salir a recuperar fuerzas que quedaron por el camino e incorporar nuevas, en base a nuestra actitud de vigilancia democrática y republicana y a gobernar bien, muy bien donde correspondía. Canelones fue la síntesis de lo que podemos hacer y cambiar y Orsi su expresión. Por eso ganó las elecciones en todos los departamentos menos dos (Salto y Durazno) y también en Montevideo.

No hay nada que absuelva a la izquierda de su obligación de gobernar bien, de tener claras las prioridades, de dialogar con todos para el bien de los ciudadanos, de estudiar la realidad a fondo y aplicar y administrar los recursos del Estado de forma progresista, de izquierda. Es decir decente y eficiente.

No se trata de asegurarse discursos radicales, sino realidades radicalmente distintas al pasado. Y nunca estar conformes.

Pusimos la democracia y la libertad a la cabeza de todas nuestras banderas y ese fue un avance histórico, cuando gobernamos y en estos 4 años y medio de ser oposición.

El Frente Amplio en el 2019 perdió las elecciones, cayó 10% de los votos en la primera vuelta en relación al 2014 por variadas razones, pero la principal es porque ese último gobierno no estuvo a la altura, flotó y no navegó como era y es siempre necesario. Si las banderas de la izquierda y el progresismo no flamean, son un lastre, hunden. Y para ello hay que navegar, no con publicidad y discursos, con hechos, con coherencia, con impacto en la vida de la gente y no atrapados por la lógica de los palacios, aunque sean republicanos.

Tenemos que aprenderlo en todos los ámbitos, nuestra mayoría en Montevideo y en la zona metropolitana no es eterna e inconmovible, no está asegurada ideológicamente por la eternidad, hay que conquistarla y reconquistarla siempre. Necesitamos una capital, la de todos los uruguayos a la altura de un país que realmente progrese, avance, se coloqué a la vanguardia regional en su economía, en sus indicadores sociales, en la reducción drástica de la pobreza, no por misericordia, sino por visión estratégica, construya casas e infraestructura y reduzca la pobreza constantemente, para que el país en su conjunto avance y crezca. Los desbordes de la ultraderecha capitalista, no se derrotan solo ni principalmente con escritos, con discursos, con humores, sino con hechos bien concretos, para LA PUBLICA FELICIDAD, que nos viene como mandato desde el fondo de nuestra historia.

Tenemos dificultades y tenemos que mirarlas a la cara, los jóvenes se están alejando de la política y sobre todo de las estructuras y no es culpa de ellos o de las redes, es nuestra, de la izquierda en primer lugar y no se resuelve con una propaganda jovial, sino con una política renovada en serio, que logre integrarlos con sus particularidades a este tiempo político diferente.

Tenemos falta de cuadros, es notorio, ellos demostraron como se habían derrumbado en su capacidad de gobernar, no solo por su condición de derecha, sino por su falta de moral y de capacidad. La batalla por la transparencia, el control, la moralidad debe ser permanente y rigurosa.

Debemos crear ambientes que incorporando el conocimiento de la academia y los diferentes profesionales sirvan para forjar cuadros dirigentes, incluyendo cuadros políticos. Y para ello debe haber espacio para discutir, para opinar, para equivocarse y nunca entreverarlo con la inmoralidad.

Especial atención concreta debemos ofrecer para que las mujeres hagan su aporte a todos los niveles, son un capital invalorable. No se trata de ser más justos, sino de utilizar todas las fuerzas de una sociedad, todas las sensibilidades.

Por último debemos fijar en esta campaña electoral, para ganar y para gobernar mejor, mucho mejor, las ideas fuerza, las prioridades y los tiempos para ejecutarlas. Ellos se fijaron como religión reducir el déficit fiscal y al final del camino, no avanzaron nada, al contrario, estamos más endeudados que en el 2019. Nuestro Proyecto Nacional no tiene nada que ver con ese modelo, gastado y fracasado.

 

(*) Esteban Valenti. Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net) Uruguay.


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