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6.5.24

Portugal: 50 años del 25 de abril. Dossier. (II)

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Por Valerio Arcary, Morgan Jones, Lusa, Expresso, Alex Fernandes (*)

Henry Kissinger y el 25 de abril

Lusa, Expresso

Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano, contempló la Revolución de los Claveles con desconfianza y pesimismo, temiendo que los comunistas mataran a Mário Soares en 1975, pero disculpaba a los soviéticos por la ola roja en Portugal.

La Revolución de los Claveles, pasado el 25 de abril de 1974, duró hasta el 25 de noviembre de 1975, la confrontación militar en la que los «moderados» y el PS derrotaron a la «izquierda militar», después de meses de radicalización en el país, a derecha e izquierda, bombas en las sedes del PCP y ocupaciones de tierras en el Alentejo. Y se hizo con juegos de sombras, apoyo más o menos abierto de los soviéticos a los comunistas y de los americanos a los llamados moderados, empezando por el PS, en un mundo dividido por la Guerra Fría entre los EE.UU. y la URSS.

En un momento en que las amenazas de golpe, tanto de la derecha como de la izquierda, eran noticia de primera plana, el secretario de Estado de Richard Nixon y Gerald Ford admitió en voz baja que Portugal seguía los pasos, un año antes, de Chile, donde el general Pinochet, con el apoyo de Washington, había encabezado el golpe de extrema derecha que derrocó (y mató) a Salvador Allende, al frente de un gobierno de izquierdas.

El 4 de febrero de 1975, antes de que Portugal acudiera a las urnas el 25 de abril -elecciones que dieron la victoria al PS de Soares y sólo el 12% al PCP-, Kissinger se reunió con el llamado Comité de los 40, un organismo que supervisaba las operaciones clandestinas y que incluía a los servicios secretos, la CIA.

"Los comunistas van a arrastrar a Soares a la izquierda hasta que pierda apoyos y luego lo matarán. Las fuerzas armadas darán un golpe de Estado bajo el liderazgo de los comunistas", predecíajo Kissinger.

Crítico con Mário Soares, al que consideraba débil, Kissinger llegó a decirle en octubre de 1974 que sería el «Kerensky portugués», el líder socialista ruso derrotado por Lenin en la revolución rusa de 1917. Un error de análisis que admitió años después en una conversación con Soares, entonces primer ministro.

Las elecciones a la Asamblea Constituyente de abril de 1975 dieron la victoria a los moderados, pero el secretario de Estado no entendía por qué los comunistas seguían en el gobierno de Portugal y se avenía a un golpe de Estado.

En agosto de 1975, Kissinger se reunió con el embajador norteamericano en Lisboa, Frank Carlucci, en Washington, donde discutieron las posibilidades de éxito de un golpe de la derecha en Portugal. «No me opongo tanto a un golpe de ese género [de derechas]». La confesión aparece impresa en unas actas publicadas hace diez años por el Departamento de Estado, que desclasificó un gran número de documentos hasta entonces calificados de secretos.

Había pasado más de un año desde el golpe que derrocó a la dictadura el 25 de abril y el gobierno de Lisboa estaba dirigido por Vasco Gonçalves, «enemigo número uno» de los Estados Unidos. Carlucci insistió en que el mayor riesgo para los objetivos norteamericanos era António de Spínola, primer presidente después del 25 de abril, que huyó de Portugal tras el intento de golpe del 11 de marzo, y la extrema derecha.

Carlucci se opuso, tal como se opusiera ya anteriormente, a la tesis de la vacuna de Kissinger: «perder» Portugal a manos de los comunistas, apoyados por la Unión Soviética, porque esto haría de «vacuna» para España o Italia. En su lugar, el diplomático defendía, eso sí, el apoyo norteamericano a los «moderados», incluido el PS de Mário Soares.

El otro quebradero de cabeza en Washington era el apoyo soviético al PCP de Álvaro Cunhal. Sorprendentemente, el 15 de agosto de 1975, en una reunión en Washington, el secretario de Estado no hizo responsable en privado a la URSS de la radicalización política durante el proceso revolucionario de 1975, pero elevó públicamente el tono de su discurso para evitar que los soviéticos pusieran «la mano sobre Portugal».

«No es justo culpar a los soviéticos de lo que está ocurriendo en Portugal», comentó Kissinger en una reunión de un grupo informal sobre control de armamentos, que convocaba a expertos de universidades, el 15 de agosto en el Departamento de Estado, en un momento en que Portugal vivía lo que se conoció como Verano Caliente.

El día anterior, en Alabama, Kissinger había pronunciado un discurso de advertencia sobre Portugal, «en parte debido a la presión [de Moscú] y en parte para evitar que los soviéticos pusieran sus manos sobre Portugal».

Pero «hablar con los soviéticos», no. Eso es lo que dijo Kissinger en la reunión de Washington. «Es un signo de debilidad ir a hablar con los soviéticos. Su contribución [a Portugal] es relativamente menor y si no podemos contrarrestar el dinero que ellos [los soviéticos] están invirtiendo, estamos en mala situación. Si hubiéramos hecho en Portugal lo que hicimos en Chile, el resultado habría sido el mismo", afirmó.

Al decir «hablar con los soviéticos», Kissinger se refiere a las advertencias de varios líderes europeos, entre ellos el canciller de la RFA Helmut Schmidt, al líder soviético Leonid Brezhnev para que detuviera cualquier intento de los comunistas portugueses de hacerse con el poder.

Lusa, Expresso, 23 de abril de 2024

Las dos canciones del 25 de abril

Alex Fernandes

Desde el punto de vista musical, la participación de Portugal en la final de Eurovisión, el 6 de abril de 1974, no fue lo que se dice un éxito.

E Depois do Adeus (Y después del adiós), interpretada por Paulo de Carvalho, con letra de José Niza, quedó en último lugar junto con Noruega, Alemania y Suiza, evitando por poco unos cero puntos humillantes nzosos y sólo ligeramente redimido por el hecho de que la canción ganadora de aquel año fuera nada menos que la pegadiza Waterloo, de Abba.

Pero, aunque De Carvalho no llegaría a alcanzar la gloria en las listas de éxitos como sus homólogos suecos más conocidos, E Depois do Adeus dejó un legado de otro tipo: sólo unas semanas más tarde, cambió el curso de la historia.

En 1974, la situación había llegado a un punto crítico en el ejército portugués. Portugal llevaba trece años librando una guerra colonial en tres frentes africanos, lo que obligaba al régimen autoritario y ultranacionalista del Estado Novo a dedicar cada vez más recursos humanos para poder mantener el control.

A medida que la guerra se prolongaba, los intentos del ejército portugués de aumentar su reserva de oficiales se encontraron con una reacción violenta de sus oficiales subalternos, que empezaron a organizarse entre ellos.

La oposición interna se convirtió rápidamente en una fuerza sofisticada, organizada y politizada: el Movimiento de los Capitanes. Un gran número de estos oficiales estaba de acuerdo en que la guerra tenía que terminar, algo que sólo podía lograrse políticamente.

Además, las fuerzas armadas portuguesas debían alinearse con la voluntad del pueblo, lo cual requería una transición a la democracia. En abril, ya se habían puesto en marcha los planes para derrocar al régimen, coordinados por el comandante Otelo Saraiva de Carvalho.

En aquel momento, Carlos de Almada Contreiras, enlace del movimiento con la Marina, estaba destinado en el centro de comunicaciones de la Marina, en los edificios ministeriales que rodean la Plaza del Comercio de Lisboa, al borde del Tajo. Carvalho le había planteado un problema.

"Había un plan de operaciones que se repartía [entre los oficiales del movimiento] en mano, o incluso a veces boca a boca, pero se hizo necesario entonces, cercano el inicio de la operación, decir en todo el país: 'Este plan sigue adelante... no hay vuelta atrás'".

El reto, recuerda Contreiras cincuenta años después, consistía en "transmitir una señal que se oyera en todo el país y que confirmase la operación".

Y añade: "Los sistemas de comunicación de las tres armas militares -ejército, armada y fuerza aérea- no estaban conectados entre sí, así que no podíamos utilizarlos. Fue entonces cuando recordé algo que había leído en este libro".

En un viaje a España, Contreiras había recibido un ejemplar del Libro blanco sobre el cambio de gobierno en Chile, editado por Augusto Pinochet, en el que se detallaba el reciente golpe militar de ese país. En él se describía un sistema de alerta militar que consistía en hacer sonar una serie de canciones pop previamente acordadas a través de emisoras de radio civiles.

Si el movimiento lograba convencer a una emisora de radio que cubriera el Portugal continental para que emitiera una canción específica a una hora preestablecida, esa podría ser la señal para iniciar toda la operación.

Pero ¿qué emisora y qué canción? Carvalho tenía una conexión con un cabo que había servido a sus órdenes en la guerra y que ahora trabajaba como locutor en Emissores Associados de Lisboa.

Por otra parte, a Contreiras le habían presentado al periodista Álvaro Guerra, que tenía un contacto con la emisora católica Rádio Renascença y su programa nocturno, Limite, de carácter progresista.

Tener acceso a dos emisoras era bueno, sobre todo porque pronto se vio que Emissores Associados de Lisboa cubría sólo el área de la gran Lisboa. Ellos [por medio de Rádio Alfabeta] operarían en la capital y Rádio Renascença, en el resto del país. En cuanto a las canciones que debían sonar, los líderes del movimiento se pusieron de acuerdo: querían algo simbólico, que afirmara su visión de Portugal.

En la oposición a la asfixiante dictadura portuguesa existía desde hacía tiempo una tradición de música "intervencionista", tipificada por el cantante folk José "Zeca" Afonso.

Vinculado a la izquierda revolucionaria clandestina, Afonso tenía un extenso catálogo de agudas y poéticas canciones de protesta, muchas de las cuales habían sido prohibidas por la censura estatal. Su oposición a la dictadura le había hecho perder su puesto de profesor a finales de los años 60 y su activismo le había llevado a menudo a la cárcel. Las canciones de Afonso eran muy populares entre soldados y oficiales del frente africano, donde sus letras se adaptaban para atacar la incompetencia de sus superiores.

En un principio, el movimiento había elegido la canción Venham Mais Cinco (Vamos, cinco más), pero ahí empezaron los problemas. Venham Mais Cinco la prohibió la censura estatal. Y no sólo eso, sino que el contacto del movimiento en Emissores Associados de Lisboa se puso nervioso ante la idea de emitir una canción de protesta, ya que corría el riesgo de llamar demasiado la atención.

Ante la proximidad de la fecha prevista para el golpe, Carvalho le sugirió al locutor que escogiera otra cosa, "algo banal" que no llamara la atención. Su elección fue E Depois do Adeus.

Aunque la canción en sí no era políticamente controvertida, su autor, Niza, era un activista socialista que había producido los discos de Afonso para el sello Orfeu. Rádio Renascença, por su parte, podía permitirse el lujo de ser un poco más atrevida con su música: los oficiales se decidieron finalmente por Grândola, Vila Morena (Grândola, villa morena) - una canción de Afonso que no había acabado en las listas prohibidas, pero cuya letra hablaba, con todo, de liberación, lucha y solidaridad.

Aun así, dada la naturaleza de última hora de la conspiración, los contactos del movimiento en Limite tuvieron que grabar rápidamente una lectura interpretada de la primera estrofa como preámbulo, para que pudiera encajar de forma verosímil en el segmento de poesía del programa.

A las 22.55 horas del 24 de abril de 1974, la voz de João Paulo Diniz resonó en la gran Lisboa, presentando a Paulo de Carvalho y E Depois do Adeus. El oficial de enlace de la Marina, Contreiras, a pesar de encontrarse en el radio de alcance de la emisora, no pudo captarla en su transistor, por lo que un colega del centro de la ciudad tuvo que llamarle para confirmar que la canción había sonado.

Contreiras dio entonces el visto bueno a Guerra para que el periodista se dirigiera a Rádio Renascença y se asegurase de que se emitía Grândola, Vila Morena. Un colega de Guerra, João Paulo Coelho, que había quedado al margen, a punto estuvo de arruinar todo el plan al cargar una bobina de publicidad momentos antes de que Grândola, Vila Morena fuera a salir al aire.

Manuel Tomás, la otra persona en la sala que era plenamente consciente de la conspiración, le dio un manotazo al técnico de sonido y forzó un cambio de pista... justo a tiempo.

Grândola, Vila Morena se emitió en todo el Portugal continental a las 12.20 de la noche del 25 de abril y con ello el Movimiento de los Capitanes tuvo sus dos señales. En todo el país, una operación militar coordinada arrolló rápidamente a las fuerzas gubernamentales, culminando en el asedio y eventual rendición del entonces primer ministro, Marcelo Caetano, en el centro de Lisboa.

Mientras el movimiento anunciaba sus intenciones a través de las emisoras de radio ocupadas, ingentes multitudes de civiles salían a las calles en una oleada masiva y espontánea de apoyo popular a los capitanes.

Menos de 24 horas después de que se emitiera la primera señal, había caído la dictadura fascista más antigua de Europa y se había iniciado la transición de Portugal a la democracia, la Revolución de los Claveles, así llamada por las flores que la multitud espontánea ofreció a los soldados en las calles.

Tanto E Depois do Adeus como Grândola, Vila Morena han quedado grabadas para siempre en la historia portuguesa de una forma que no pudieron prever sus autores, pero que siempre apreciarían.

Para cuando llegó Eurovisión 1975, Portugal era ya un país muy diferente: se estaba desmantelando su imperio colonial, su población ya no se ahogaba bajo la bota del fascismo y las calles estaban llenas de fervor revolucionario.

La canción de Portugal en esa edición fue la apropiada para un país que acababa de derrocar una dictadura brutal y cuya población se estaba acomodando a un mundo nuevo: Madrugada, de Duarte Mendes, cantante que había sido uno de los capitanes de abril y lucía orgulloso un clavel rojo en la solapa.

Era una canción sobre la luz y la música que por fin se abrían paso entre las tinieblas. Quedó en decimosexto lugar.

The Guardian, 21 de abril de 2024

 

(*) Valerio Arcary, doctor en Historia por la Universidade de Sâo Paulo, es profesor titular jubilado del Instituto Federal de Sâo Paulo (IFSP) y activista político desde la Revolución de los Claveles. Es autor de varios libros, entre ellos "Ninguém disse que seria fácil" (Boitempo, 2022).

(*) Morgan Jones es miembro de la redacción de la revista trimestral "Renewal, a Journal of Social Democracy", ha desempeñado distintas responsabilidades en el Partido Laborista británico.

(*) Lusa, Expresso.  Agencia y periódico portugueses.

(*) Alex Fernandes es autor de "The Carnation Revolution: The Day Portugal's Dictatorship Fell" (Oneworld, 2024).

Fuentes: Varias

Traducción: Lucas Antón


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