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22.4.24

La catástrofe humanitaria en Gaza. Dossier. (II)

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Por Chiara Cruciati, Michele Giorgio, Tommaso Di Francesco (*)

Vistos desde arriba, parecen hormiguitas. Puntos que se mueven de un lado a otro, algunos más rápido, otros más lento. Cuerpos indistinguibles se agrupan en manchas negras. Parecen hormigueros o bandadas de p&a

Para salir de Gaza hay que estar enfermo, estar herido o ser rico

Chiara Cruciati

Si das la espalda al paso fronterizo de Rafah y cruzas el claro hacia la derecha, junto a un par de minibuses con portaequipajes abiertos y decenas de maletas, verás a un grupo de hombres con petos de la empresa Hala. Fuman cigarrillos y se pasan una botella de agua de uno a otro. Más allá de ellos, a través de una abertura en el muro de hormigón, se ven más minibuses. Son los representantes de la empresa egipcia que monopoliza desde hace años el mercado de salida de la Franja de Gaza.

Con la ayuda congelada en la frontera egipcia, el tráfico en el paso fronterizo es ahora diferente. Hay palestinos que quieren entrar, para volver a casa, y palestinos que quieren salir. Bajo el gran arco que marca la frontera, Scott Anderson, jefe de operaciones de UNRWA en la Franja, nos dice que "si abrieran los pasos ahora, huiría la mitad de Gaza".

Muchos dicen que no lo harían, ya que abandonar Gaza significaría no poder volver nunca, como ya ha ocurrido antes. Pero es cierto que se trata de una ofensiva "extraña": no hay derecho a huir. Dos millones trescientos mil palestinos están prisioneros dentro. Salir es una empresa complicada y una cuestión de privilegio económico.

"Cada día salen entre 30 y 35 palestinos heridos", explica Mohammed Noseer, jefe de operaciones de la Media Luna Roja egipcia en Al Arish. "Sus familias vienen con ellos: estamos hablando de un máximo de 200 personas al día, a menudo muchas menos. Y luego están los que no necesitan atención médica: cientos más al día. Cada persona que se marcha tiene que coordinar sus planes con la COGAT (Administración Civil Israelí para los Territorios Palestinos Ocupados). Las autoridades israelíes realizan controles de seguridad para asegurarse de que no hay milicianos de Hamás entre ellos".

Si el autobús en el que viajan hacia el cruce del lado palestino no tiene autorización de la COGAT, dispararán contra él, sin previo aviso, añade Noseer. Sin luz verde israelí, no hay forma de salir de Gaza.

Pero también se necesita otra luz verde, la de los egipcios. Tras el inicio de la ofensiva israelí, el 7 de octubre, aparecieron listas de personas que evacuar, confeccionadas por Egipto, que garantizó la salida de sus propios ciudadanos, y por países extranjeros que consiguieron -tras semanas y con enorme esfuerzo- evacuar a sus ciudadanos y a sus familiares, si los había. Luego están los heridos o enfermos crónicos, que ya no tienen forma de recibir atención y tratamiento adecuados en el ruinoso sistema sanitario de Gaza.

Uno de ellos es Bisan. Tiene sólo 2 años y lleva una semana y media ingresada en el Hospital Italiano de El Cairo. La acompaña su madre, Samal. Bisan tiene problemas intestinales, y en su ciudad, Deir al Balah, han suspendido todos los tratamientos desde el comienzo de la ofensiva. "Fue el hospital el que denunció su caso", dijo su madre. "Formaron un comité. Recibimos permisos de salida del COGAT al cabo de tres semanas. Tuvimos suerte. Normalmente tardan más".

Samal dejó a otros tres hijos en Deir al-Balah; se quedan con su padre. Dice que espera encontrar un buen tratamiento y luego volver a casa. Jidana tiene otras esperanzas: llegar a Italia. Su hijo Ahmed tiene sólo tres años y medio y una pierna amputada. Está tumbado en una cama del Hospital Italiano, con una manta encima, de cara a la pared, sin mirar a nadie, concentrado en su teléfono. "Le amputaron la pierna en el hospital de Jan Yunis", dice Jidana. "Resultó herido en octubre, cuando bombardearon nuestra casa en Nuseirat. Atacaron de noche, mientras dormíamos. Cuando se despertó de la operación, me preguntó adónde había ido a parar su pierna".

En unas horas le llegará una prótesis provisional del Ministerio de Sanidad egipcio. Después, Jidana espera llegar a Italia. Ella también dejó atrás a dos hijas, que están en casa con su abuela. Su marido está en Suez con otra hija, también herida en la guerra. Jidana y Samal dicen que no tuvieron que pagar nada: el traslado fuera de Gaza es gratuito para enfermos y heridos.

"Los ministerios de Gaza ya no pueden hacer frente a las peticiones de ayuda. Han implosionado", afirma Marwan Jilani, vicepresidente de la Media Luna Roja Palestina, llegado de Ramala. "Incluso el Ministerio de Sanidad, que solía encargarse de los traslados de pacientes. Nosotros, la Media Luna, sólo nos encargamos del transporte, de acompañarlos en ambulancia hasta el paso fronterizo de Rafah".

Sin embargo, la salida real nunca es un hecho. Se nos ha informado de casos de gazatíes enfermos o heridos con permisos COGAT israelíes que han enviados de vuelta desde el lado egipcio de la frontera. Una vez más, por "razones de seguridad", una justificación que no es válida para las mujeres y los ancianos. Sin embargo, muchos enfermos crónicos han tenido que volver atrás, sin justificación, a pocos pasos de la frontera.

El resto -los que no están enfermos- tiene que buscarse la vida. Si miramos las cifras recogidas por las agencias de noticias internacionales, no son pocos: son muchos los que se van porque ya no pueden más. Y para ellos, las cosas se complican. Según fuentes humanitarias, no hay un procedimiento convencional: hay quienes consiguen acabar en listas externas, quienes intentan valerse de conexiones internas, ya sean políticas o de redes clientelares, y quienes lo hacen con la ayuda de agencias privadas. Aquí es donde surge el nombre de Hala. No es nada nuevo: desde hace al menos cinco años, la empresa egipcia tiene el monopolio de las salidas de la Franja. Las investigaciones de agencias de noticias independientes, como la egipcia Mada Masr, han descubierto las raíces de su éxito: clanes tribales del Sinaí con vínculos políticos con la inteligencia y el régimen egipcios.

Antes de que empezara la guerra, recurrían a empresas palestinas dentro de la Franja de Gaza. Ahora, el camino parece diferente: quienes quieran escapar de la guerra deben ponerse en contacto con Hala en su oficina de El Cairo o acceder a grupos de Telegram que no dejan rastro en papel. Los precios se han disparado: "Menores de 16 años, pagas 2.500 dólares; mayores de 16, 5.000 dólares", nos dice Nahed, recitando las cifras que a estas alturas los gazatíes se han aprendido de memoria.

Lo encontramos junto a los hombres de Hala. Es gazatí y toda su familia está dentro, desplazada desde el norte hasta Deir al Balah. Intentó sacarlos; no pudo, así que decidió entrar. Vive en los EAU y construye casas prefabricadas. "Los que tienen un documento de identidad palestino pueden entrar en Gaza pagando sólo los impuestos en la frontera. Para salir, tienen que pagar a Hala. Antes también los pagaban, pero diez veces menos". Señala una gran pila de maletas: "Estas no son mías. Las traen los de Hala. También comercian con los bienes que consiguen meter dentro. Ganan mucho dinero con el sufrimiento de la gente".

Según Sky News, durante dos semanas de febrero, Hala gestionó la salida de más de 4.600 personas. Su recaudación estimada fue de un millón de dólares al día. Las tasas se han disparado: antes del 7 de octubre, la gente pagaba un máximo de 350 dólares por persona para atravesar Rafah en un tiempo razonable. Hoy, para quienes no tienen doble nacionalidad y no pueden acceder a los procedimientos de salida por motivos de salud, su única esperanza de salir es a través de Hala: el tránsito normal lleva cinco meses suspendido.

Nahed está a punto de entrar. "No tengo miedo, walla. Cualquiera que tenga allí familia querría ir. Mi hijo Abdallah tiene 7 años. Me dijo que no quiere comida, no quiere juguetes, sólo quiere que su padre esté allí con él. Me dijo que los otros niños tienen allí a su padre con ellos".

il manifesto global, 9 de marzo de 2024

 

Para evitar la hambruna en Gaza, Biden envía bombas y un "puerto" innecesario

Tommaso Di Francesco

Como ahora la falsedad se impone a la verdad, aquí viene Occidente con ropaje "humanitario", primero los Estados Unidos y luego la UE en la retaguardia. Han sido cinco meses de masacres, de fuego abierto contra la población civil, con 31.000 muertos, mujeres y niños, y más de 71.000 heridos y mutilados.

Más de 2,3 millones de seres humanos se han visto obligados a huir hacia el sur y el norte en una pequeña franja de tierra, en una "guerra" desigual autorizada como venganza por la masacre de Hamás del 7 de octubre. Un pueblo entero se ve reducido a la inanición mientras entierra a sus familiares en fosas comunes.

He aquí que llega entonces Joe Biden -mientras que para Trump los palestinos son una completa nulidad- luchando con las primarias demócratas, descubriendo de primera mano el gran peso electoral del disenso contra sus políticas pro-Israel entre el electorado árabe-norteamericano, entre los jóvenes del movimiento antisionista y entre los estudiantes de los campus universitarios. Por consiguiente, afirma que se está dedicando a la "ayuda humanitaria". A lo que realmente se dedica es a intentar salvar su propia candidatura en vísperas de las elecciones presidenciales estadounidenses.

Esta iniciativa tardía y propagandística (por decir lo mínimo) emite señales tan ambiguas como vergonzosas. En primer lugar, es una señal de fracaso, como admite el alto funcionario norteamericano Jeremy Konyndyk -citado el domingo por Michele Giorgio en il manifesto- debido a la demostrada incapacidad de Biden para frenar a Netanyahu; y, al mismo tiempo, deja claras las consecuencias de los vetos de Biden en el Consejo de Seguridad de la ONU contra cualquier propuesta de alto el fuego que ponga fin a la matanza indiscriminada en curso. No hay que olvidar que el gobierno israelí está siendo juzgado en La Haya, acusado de genocidio.

Y tampoco hay que olvidar otro hecho, denunciado por el Washington Post: nunca se habían enviado tantas armas desde los EE.UU. a Israel como en estos cinco meses. Además, según fuentes de la Casa Blanca, se tardará uno o dos meses en poner en marcha el "puerto humanitario", o más bien "embarcadero" -se ha mostrado un mapa del mismo en [el programa televisivo de la RAI] Porta a Porta, de Bruno Vespa-, por lo cual, mientras tanto, sigue vigente la carta blanca para la matanza, al menos hasta la llegada de las cámaras que ruedan anuncios para la virtud occidental.

Y para los que pensaban que esta iniciativa es una forma de eludir el desaire de Netanyahu, el "favor" de Tel Aviv se concede a condición de que el ejército israelí controle toda la ayuda para asegurarse de que no entre ningún artículo "peligroso", como harina, leche, incubadoras, medicinas, purificadores de agua, etc. Es lo mismo que en Rafah: la guerra "debe librarse hasta el final".

¿Por qué Netanyahu se inviste de repente de una fachada agradable? Porque la iniciativa de Biden sirve a sus propósitos. Excluye por completo a las Naciones Unidas, creadas precisamente para este tipo de operaciones, al excluir y penalizar aún más a la UNRWA, a la que los Estados Unidos y muchos países de la UE, entre ellos Italia y no sólo, han cortado la financiación tras las acusaciones interesadas de Israel sobre su supuesta infiltración por Hamás, a pesar de que, durante 75 años, la UNRWA-Naciones Unidas ha sido, y sigue siendo, el único instrumento de apoyo a la población palestina, la gente que llama hogar a los campos de refugiados. Y también hay una deslegitimación de las decisiones del Tribunal de Justicia de La Haya, que, en vista de la actual "pesadilla humanitaria de incalculables consecuencias regionales", ha ordenado al Estado de Israel (el 26 de enero) que "desista y adopte todas las medidas a su alcance, incluida la revocación de las órdenes pertinentes, de restricciones y/o de prohibición para impedir el acceso a la asistencia humanitaria, incluido el acceso a combustible, refugio, ropa, higiene y saneamiento adecuados."

Israel no ha hecho nada de eso, sino todo lo contrario. Si Biden quiere acudir realmente en ayuda de los palestinos, tiene que impulsar un alto el fuego que permita la entrada por tierra -el único corredor creíble y necesario- de la flota de contenedores actualmente varada en el desierto bajo las órdenes de Israel. En lugar de eso, promete un "puerto" en uno o dos meses. ¿Aterrizará también allí el "corredor marítimo" que propone la UE? Y nadie dice quién entregará la cifra de "dos millones de comidas", cómo y a quién.

Librar una guerra por hambre es un crimen contra la humanidad, como nos ha recordado [Sergio] Mattarella [presidente de la República italiana]. No necesitamos Inteligencia Artificial para entenderlo, ni remontarnos al Infierno de Dante para comprender que, ante el hambre, toda asociación humana se ve sometida a un chantaje mortal que desgarra cualquier solidaridad que todavía quede.

Cada día, nosotros mismos experimentamos la necesidad de comer como hábito inconsciente, porque somos capaces de satisfacerla; en Gaza, equivale a un presagio físico de muerte, de rendición, de impotencia. Allí ya no queda humanidad, salvo los restos de ella que mueren ante los ojos de los niños que aún sobreviven y que no olvidarán.

Y tampoco queda religión. El lunes comenzó el mes del Ramadán en el mundo islámico, pero en Gaza no hay necesidad de que un imán recuerde a los creyentes que deben guardar el ayuno diario. Ya no hay ofrendas que hacer, sólo ira.

il manifesto global, 13 de marzo de 2024

Los "jardineros" de Internet resisten el apagón de comunicaciones de Gaza

Chiara Cruciati

Una polea, un cubo, un "smartphone" y una e-SIM: así se construye un "árbol de red" en Gaza. El objetivo consiste en proporcionar acceso a la Red al mayor número posible de personas. No es sólo para comunicarse con el mundo exterior, sino para mantenerse en contacto con familiares y amigos, coordinar las labores de socorro, localizar a los desaparecidos y mantener una noción de comunidad después de que la guerra la haya hecho pedazos.

Desde octubre, Gaza es un agujero negro en Internet, o casi. El volumen de tráfico ha caído en picado. Ya no hay puntos de transmisión debido a los ataques aéreos contra la infraestructura de telecomunicaciones, los apagones intencionados y las restricciones de acceso a la electricidad. El Instituto de Tecnología de Georgia [EE.UU.] ha hecho un seguimiento del punto negro en el mapa: del 95% de conectividad el 6 de octubre a una cifra que oscila entre el 30% y el 1%.

"El control de Israel es meticuloso: las empresas palestinas PalTel y Jawwal han sido objeto de amplios bloqueos. Los que están dentro de Gaza luchan por conectarse a una red", nos cuenta Manolo Luppichini, uno de los impulsores de Gazaweb, un proyecto colectivo que ha crecido en el seno de la ONG italiana ACS. Cuenta con los conocimientos técnicos de personas que se han puesto a su disposición para crear soluciones que contrarresten los efectos de los apagones.

Gaza es una pequeña franja de tierra, de sólo 360 kilómetros cuadrados, apretujada entre dos Estados, Egipto e Israel. Quienes viven en las zonas fronterizas y tienen tarjetas SIM israelíes o egipcias consiguen conectarse, pero son muy pocos. La idea de los "árboles de red" surge de un intento de sortear la escasez de tarjetas SIM, electricidad y conectividad a las redes de Gaza: "Desde el 7 de octubre es imposible introducir tarjetas SIM clásicas. Sin embargo, existen las e-SIM, una versión virtual de la tarjeta que se introduce en el teléfono", explica Luppichini. "Se activan a través de un código QR. Las suelen utilizar turistas y empresarios: compran paquetes de datos para poder estar conectados a internet en todo momento, mientras se desplazan incluso de un país a otro."

Tras una campaña de recaudación de fondos cuya primera fase contó con la colaboración de AICS (Asociación para la Cooperación y la Solidaridad Internacional), Gazaweb ha conseguido enviar las e-SIM por correo electrónico o WhatsApp. Los códigos QR sirven para activar las conexiones, ya no con los repetidores gazatíes, ahora destruidos, sino con los egipcios o israelíes a través de "smartphones" de última generación. Después del 7 de octubre, éstos han volado de las estanterías en Gaza: quienes los poseen pueden darles un uso común, creando un punto de acceso para decenas de personas.

Para alcanzar un radio de difusión mayor, el teléfono tiene que colocarse en alto, para que la señal pueda sortear los obstáculos físicos. Para ello se utilizan cubos y poleas. "Intentamos crear una red que sea más popular y accesible. Con los fondos recaudados, hemos comprado unas 20 e-SIM, concentradas en la zona de Deir al Balah. Estamos haciendo contactos al objeto de poder enviarlas también a otras zonas. Con AICS, tenemos una red de contactos que pueden apoyar el trabajo".

Hay otro obstáculo que superar: la electricidad necesaria para cargar los "smartphones". Manolo nos muestra un cargador portátil que cabe en una mano: tiene varios puertos USB y un panel solar incorporado. El objetivo es introducirlos en Gaza, una operación compleja dado el meticuloso control que Israel ejerce sobre cada artículo que llega. Todo lo que produce energía se devuelve. "Nuestra esperanza es entregar tantos como sea posible para que estos árboles florezcan y se hagan virales. Se trata de una cuestión política".

El acceso a la comunicación y la información es un derecho fundamental reconocido por las Naciones Unidas. Por ello, en otros escenarios, las agencias de la ONU se han esforzado por actuar. Por ejemplo, el Programa Mundial de Alimentos, que cuenta con un equipo especializado, el Grupo de Telecomunicaciones de Emergencia, que trabaja para proporcionar conectividad telefónica y de Internet a las organizaciones humanitarias y a la población civil, haciendo uso de equipos instalados localmente.

En el caso de Gaza, fuera del alcance de estos equipos debido a los bloqueos israelíes, se podría hacer lo mismo desde la frontera egipcia. Así se conseguiría cubrir grandes zonas. También existe la tecnología WiMax, una forma de WiFi aumentada a larga distancia que, sin embargo, requiere que el equipo in situ se instale en altura, como en un tejado. Con los drones israelíes sobrevolando cada rincón de Gaza, WiMax es una quimera: el tejado o la casa que albergue el equipo podría acabar en el punto de mira de la aviación israelí.

"A falta de intervención institucional", concluye Luppichini, "la solución más eficaz es la de las e-SIM. Sin embargo, se trata de un parche. Harían falta verdaderos repetidores, como se ha logrado en otros lugares". En Chiapas y Rojava se han puesto en marcha proyectos similares: han creado redes alternativas que proporcionan a la vez teléfono y conexión a Internet."

Aunque Gazaweb parece más bien una iniciativa simbólica, es una iniciativa política y popular, que canaliza la energía dentro y fuera de la Franja. Proporciona apoyo financiero a los "jardineros de la web", los operadores de la red que la "plantan" y la hacen accesible. "Gazaweb es una operación simbiótica, colaborativa y comunitaria".

il manifesto global, 16 de marzo de 2024

 

(*) Chiara Cruciati, colaboradora del diario italiano "il manifesto" especializada en Oriente Medio, es redactora jefa de la agencia de información Nena News. Ha publicado con Michele Giorgio "Israele, mito e realtà. Il movimento sionista e la Nakba palestinese settant'anni dopo" (Alegre, 2018) y "Cinquant'anni dopo. 1967-2017. I territori palestinesi occupati e il fallimento della soluzione dei due Stati" (Alegre, 2017).

(*) Michele Giorgio es corresponsal en Palestina del diario italiano "il manifesto" y autor con Chiara Cruzati del libro "Cinquant´anni dopo, 1967-2017" (Alegre, 2017), sobre los territorios palestinos ocupados y el fracaso de la solución de dos Estados.

(*) Tommaso Di Francesco, veterano periodista romano, fue codirector entre 2014 y 2023, junto a Norma Rangeri, del diario "il manifesto". Poeta epigramático y satírico, es también autor de novelas y cuentos, y compilador de diversas antologías literarias.

Fuente: il manifesto global, 1, 7, 9, 13, 16 de marzo de 2024

Traducción: Lucas Antón


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