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25.3.24

La elección presidencial: ¿Qué hacer?

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Por Maxim Vesélov (*)

La quinta elección de Vladímir Putin está al caer. Hasta los estrategas políticos del Kremlin parecen burlarse de este disparate: al elegir el signo V como logotipo oficial de la campaña y pintarlo con los colores de la bandera rusa, representan el número romano cinco, a pesar de que el presidente de Rusia va a

Dicho esto, conviene recordar que las enmiendas constitucionales de 2020 permiten a Putin presentar su candidatura a la presidencia otra vez en 2030 y salir elegido para otro mandato.

Hablar de política electoral puede parecer extraño en el tercer año de una guerra declarada y en plena transformación del régimen autoritario en otro abiertamente dictatorial. Durante este periodo, la maquinaria represiva ha trabajado a todo trapo; muchas personas proclives a la oposición han sido forzadas a abandonar el país o lo han hecho voluntariamente. A pesar de estos importantes cambios del electorado y del clima político general del país, las elecciones siguen siendo cruciales para el régimen y para Putin personalmente. La elección presidencial, y su victoria en ellas, constituyen una base importante de la legitimidad de su propio poder.

Basándose en los resultados de las anteriores elecciones en que la ciudadanía rusa tuvo supuestamente la oportunidad de expresar libremente su voluntad política, Putin insiste en que la absoluta mayoría de los rusos apoya sus decisiones. En este sentido, justo es pensar que las elecciones en Rusia todavía son un espacio de participación cívica y acción política común, por mucho que el Kremlin trate de evitarlo. Incluso con las posibilidades limitadas que quedan disponibles para ofrecer resistencia al orden establecido, las elecciones siguen siendo una manera accesible, legal y segura, al menos para que cada persona se pueda expresar políticamente. Hoy, más que nunca, se plantea la cuestión de definir una posible estrategia de oposición capaz de unir a quienes abominan de lo que ocurre en el país y les brinda la oportunidad de la acción colectiva.

La situación política general en el país ha enfriado y despolitizado los debates sobre la estrategia de oposición. En los últimos años, el debate más común que podía escucharse antes de las elecciones es el que giraba en torno a la participación o el boicot. Después de las elecciones se centra en quién tiene la culpa del fracaso de las candidaturas de oposición: abstencionistas que se han negado a votar estratégicamente o votantes que han legitimado el régimen. Tales disputas son una consecuencia de la frustración general de la gente ante su incapacidad para determinar la política en el país. A pesar de que esta frustración es una reacción ante la situación política, tiene un efecto despolitizador, desviando la atención del debate sobre la manera de oponerse al régimen.

La clave de este debate radica en que toda acción política colectiva puede ser exitosa y eficaz si reúne e inspira a un número suficiente de participantes para que puedan declararse sujeto político. La táctica es importante, pero no decisiva: después de todo, hay muchos ejemplos históricos tanto de votos de protesta fracasados como de boicots fallidos. Al final, nadie tiene una respuesta clara a la cuestión de qué acción golpeará más duramente al régimen de Putin. Aun así, podemos tratar de adivinar qué iniciativas podrían funcionar y cuáles no a la vista del modo en que han cambiado las elecciones rusas en los últimos años.

Trabas electorales
Quienes han seguido o incluso participado en manifestaciones en Rusia durante la última década habrán observado repetidamente cómo los cuerpos de seguridad del Estado se preparan ante las concentraciones convocadas. La policía suele apostarse desde primeras horas de la mañana en plazas y paradas del transporte público. En el lugar de concentración propiamente dicho colocan vallas, furgones policiales, autobuses y coches en puntos estratégicos para facilitar la separación de la multitud congregada. Su propósito es crear barreras físicas para dificultar al máximo posible que se junte un gran número de personas.

Siguiendo con las tradiciones de los últimos años, el Kremlin ha estado preparándose para las próximas elecciones presidenciales construyendo e instalando barreras y vallas legales y administrativas frente a los votantes que protestan. Desde la campaña presidencial de 2018, las autoridades han introducido todo tipo de prácticas innovadoras en el proceso electoral, como el voto electrónico a distancia, tres días hábiles para votar, votación en plena campiña sobre tocones de árboles, cerca de antiguos pozos de agua, en maleteros de coches y en autobuses públicos habilitados especialmente para la ocasión. También han prohibido la organización y participación en campañas políticas a cualquiera que sea considerado un agente extranjero afiliado a organizaciones indeseables. El propósito de estas innovaciones es limitar al máximo las oportunidades de participación ciudadana e impedir que los candidatos que se oponen al gobierno actual ganen las elecciones.

Las protestas de 2020 tras las elecciones presidenciales en Bielorrusia asustaron al Kremlin y le llevaron a aumentar el nivel de control sobre las elecciones y la actividad de las campañas políticas. Cualquiera que amenazara con cuestionar los resultados finales en los colegios electorales individuales (y la idea de la aprobación casi universal del líder nacional) pasó a considerarse una amenaza. En todo momento, las autoridades y la Comisión Electoral Central se han esforzado por frenar en seco cualquier posible movimiento de oposición.

La campaña electoral de la Duma estatal de 2021 (si es que la producción teatral y la fabricación de resultados por parte del Estado pueden llamarse elecciones) demostró que todo el proceso puede controlarse y que la comisión electoral puede garantizar el resultado deseado de unas elecciones determinadas. En situaciones de emergencia ?cuando un candidato indeseable amenaza el statu quo?, los miembros de la comisión electoral no pueden abandonar el colegio electoral hasta que se garantice el número necesario de votos para el candidato deseado. Este fue precisamente el caso de la campaña del político de la oposición de izquierdas Mijaíl Lobánov.

El socialista democrático Lobánov participó en las elecciones a la Duma estatal de septiembre de 2021 al amparo de la estrategia de oposición de Navalny. A pesar de no ser miembro del partido, recibió el apoyo del Partido Comunista de la Federación Rusa. En las elecciones obtuvo en los colegios electorales una aplastante victoria sobre el candidato de Rusia Unida, Evgeny Popov. Enfrentada a su peor hipótesis, la comisión electoral sobre el terreno se negó a firmar los resultados oficiales, tratando de matar de hambre a los observadores encargados de la supervisión nacional de las elecciones. Algunos colegios electorales no pudieron cerrar hasta el lunes por la mañana, y las comisiones electorales territoriales de nivel superior retrasaron aún más el trabajo para introducir el resultado deseado en las actas finales sin resistencia de los observadores.

El Kremlin ha respondido a estos problemas introduciendo el voto electrónico a distancia, que les permite asegurarse el número exacto de votos que necesitan, hasta la última fracción de porcentaje. Los autores de la estrategia 70 por 70 solo podían haber soñado con un sistema así en su época. La estrategia 70 por 70 la desarrolló el Kremlin para las anteriores elecciones y declaraba que Putin debía aspirar a conseguir el 70 % de los votos con una participación del 70 % de los votantes.

Ganar la votación tampoco será suficiente para derrotar a Putin. En las citadas elecciones en Bielorrusia, vimos que un sistema así simplemente no es capaz de aceptar ningún resultado que no sea el que ha sido falsificado. La Comisión Electoral Central no tratará de impugnar el fraude, por grande que sea, ya que su propósito de facto es asegurar la victoria de Putin y darle un aura de legitimidad, más que mantener las normas del proceso electoral.

Una contraestrategia
En 2019, Alexei Navalny destruyó el mito de la mayoría Putin en Moscú: los candidatos sugeridos por su estrategia de voto inteligente recibieron conjuntamente más votos que los candidatos de Rusia Unida. Utilizaron una aplicación móvil; esta estrategia era un esfuerzo coordinado que informaba a los votantes de cómo votar estratégicamente y en masa para reducir las posibilidades de los candidatos de Rusia Unida y promover a los candidatos que competían con ellos. La estrategia funcionó muy bien, incluso cuando a los candidatos independientes no se les permitió participar en las elecciones. Muchos creen que esta estrategia consistía simplemente en ganar elecciones, pero parece que significaba mucho más. Después de todo, al hacer campaña y elegir a un candidato ficticio, se dotó a los votantes de un sentido de subjetividad política. Pudieron ver su fuerza colectiva en los colegios electorales y el resultado de un trabajo en equipo bien coordinado.

El 16 de febrero de 2024, justo un mes antes de su quinta reelección, Putin asesinó a Navalny, la única persona que golpeó su punto más débil: la idea de que existía una mayoría silenciosa que apoyaba su poder. La narrativa de una mayoría silenciosa ha sido una de las principales fuentes de desmotivación política en Rusia durante muchos años. Ha disuadido a gran parte de la sociedad rusa de la unidad y la solidaridad, porque se siente en minoría y, por tanto, en una posición vulnerable. La estrategia de Navalny de oposición colectiva a la maquinaria electoral de Putin a través de la campaña de voto inteligente aprovechó la despolitización y canalizó la baja participación en las elecciones en un sentido productivo. Utilizando la situación que Putin y el Kremlin habían creado en su contra, la campaña logró derrotar a los candidatos gubernamentales movilizando a un pequeño número de simpatizantes.

Sin embargo, desde entonces, el sistema se ha adaptado a esta estrategia. El Kremlin comprendió el principio de su funcionamiento y trabajó activamente para reducir su eficacia y desarrollar nuevas restricciones. Estos esfuerzos culminaron en las mismas elecciones a la Duma estatal de septiembre de 2021, cuando, con la ayuda del voto digital a distancia, se privó a los candidatos de sus mandatos ganados honestamente. El concepto de un simple voto estratégico se volvió inofensivo y dejó de funcionar: el mensaje de que los que se oponen a Putin son mayoría (o al menos no una minoría absoluta) quedó ahogado a nivel del procedimiento técnico. Esto significa que no basta con echar una papeleta en una urna o pulsar un botón en Internet para contrarrestar al régimen y que necesitamos una estrategia actualizada.

Mediodía contra Putin
Una de estas nuevas estrategias es la del Mediodía contra Putin. Nació del intento de inventar un nuevo programa de acción colectiva destinado a romper los mitos sobre la mayoría Putin y la minoría de oposición. Según los organizadores, los participantes en la acción acudirán a su colegio electoral el domingo al mediodía, el último día de votación. La táctica de la acción en el colegio electoral no importa y no es muy importante lo que una persona haga con la papeleta. Lo importante es la reunión física de personas con ideas afines y la demostración de que no se deja solos a quienes no están de acuerdo con las políticas actuales.

Las posibilidades de que grandes grupos se reúnan por motivos políticos son hoy muy limitadas. Cabe recordar aquí que el Kremlin criminalizó las concentraciones incluso durante la pandemia (véanse los llamados casos sanitarios) y la única vez que permitió que la gente se reuniera en Moscú fue en el funeral de Navalny. Llegar a los colegios electorales al mismo tiempo puede convertirse en una concentración legal sin consecuencias para la gente que participe, y esto crea un gran espacio para la movilización pública. La multitud reunida en el colegio electoral será una prueba directa de la fuerza de la oposición, quizá más convincente que los resultados finales de los colegios electorales.

Esta acción tiene todas las posibilidades de demostrar que aún queda mucha gente en el país que está dispuesta y es capaz de decir no a lo que está ocurriendo. La reacción de las autoridades ante esta idea aún no está clara. Por ejemplo, en Yekaterinburgo, la fiesta de la Maslenitsa también se celebrará a mediodía. Es poco probable, por supuesto, que la organización de una fiesta tradicional de la ciudad respondiera a la nueva estrategia de la oposición; por el contrario, probablemente fue planeada por las autoridades de la ciudad en una fecha anterior, mucho antes de que se hubiera hecho pública la estrategia Mediodía contra Putin.

De hecho, Maslenitsa cae el 17 de marzo de este año. En una amarga ironía del destino, tras recuperarse de la intoxicación, Navalny escribió que le apasionaba hornear tortitas (la comida tradicional de Maslenitsa) y empezó a experimentar y prepararlas según diferentes recetas cada mañana. Probablemente se habría sentido muy satisfecho si su enfoque de la política electoral hubiera continuado y la oposición rusa, a pesar de todo, se hubiera reunido en esta fiesta de primavera.

 

(*) Maxim Vesélov. Periodista.

Publicado originalmente en Posle

Traducción: viento sur


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