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23.10.23

¿De qué guerra se trata? La estrategia de Hamás y el fracaso de Israel. Dossier. (II)

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Por Paola Caridi, Ramzy Baroud, Haaretz, Meron Rapoport, Alberto Negri, Harold Meyerson, Paul R. Pillar (*)

El fin de la doctrina Netanyahu

Meron Rapoport

Los acontecimientos de los últimos días no tienen precedentes. La última vez que se enfrentaron unidades de combatientes judíos y palestinos -militares o paramilitares- en un frente tan amplio en Israel-Palestina fue en 1948. Por supuesto, ha habido diversos enfrentamientos a lo largo de los años en Gaza y en ciudades de Cisjordania como Yenín; y las fuerzas israelíes y palestinas se enfrentaron en Líbano en 1982. Pero no hay nada equivalente a la magnitud de lo que ocurrió aquí desde el sábado por la mañana [7 de octubre], y nunca, desde 1948, los combatientes palestinos habían atacado comunidades judías a semejante escala.

No se trata de una simple anécdota histórica. Tiene un significado político directo y concreto. Este ataque asesino e inhumano de Hamás se produjo cuando el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, parecía a punto de lograr su obra maestra: firmar la paz con el mundo árabe ignorando totalmente a los palestinos. Este ataque les recordó a los israelíes y al mundo, para bien o para mal, que los palestinos siguen ahí y que este conflicto centenario los afecta a ellos, no a los emiratíes o a los saudíes.

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU hace quince días [el 22 de septiembre], Benjamín Netanyahu presentó un mapa del «nuevo Medio Oriente», en el que aparecía el Estado de Israel extendiéndose desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo y construyendo un «corredor de paz y prosperidad» con sus vecinos de toda la región, incluida Arabia Saudita. Este mapa no mostraba un Estado palestino, ni siquiera la serie de pequeños enclaves que la Autoridad Palestina controla en apariencia.

Desde que Netanyahu fue elegido primer ministro en 1996, ha tratado de evitar cualquier negociación con los dirigentes palestinos, ha optado por eludirlos y marginarlos. Israel no necesita la paz con los palestinos para prosperar, ha afirmado Netanyahu en reiteradas ocasiones; su poder militar, económico y político es suficiente sin ella. El hecho de que durante los años de su mandato, especialmente entre 2009 y 2019, Israel haya disfrutado de prosperidad económica y su estatus internacional haya mejorado es, en su opinión, una prueba de que avanza por el buen camino.

Los acuerdos de Abraham, firmados con Baréin y los Emiratos Árabes Unidos, y después con Sudán y Marruecos, refuerzan esta convicción. «Durante los últimos 25 años, se nos ha dicho repetidamente que la paz con los demás países árabes sólo llegaría una vez que hubiéramos resuelto el conflicto con los palestinos», escribió Benjamín Netanyahu en un artículo publicado en Haaretz (14 de octubre de 2022, edición hebrea) antes de las últimas elecciones. «Contrariamente a la posición predominante», prosiguió, «creo que el camino hacia la paz no pasa por Ramala [capital de la administración de facto de la Autoridad Palestina], sino que la evita: en lugar de dejar que Palestina moviera al mundo árabe, yo sostuve que la paz debía empezar por los países árabes, que aislarían la obstinación palestina». Un acuerdo de paz con Arabia Saudita debía ser la guinda del pastel de «paz por paz» que Netanyahu llevaba años preparando.

Benjamín Netanyahu no inventó la política de separación entre Gaza y Cisjordania, ni la utilización de Hamás como herramienta para debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y sus ambiciones nacionales de establecer un Estado palestino. El plan de «retirada» de Gaza elaborado en 2005 por Ariel Sharon, entonces primer ministro, se basaba en esta lógica. «La totalidad del proyecto de un Estado palestino ha dejado de estar en el orden del día por tiempo indefinido», afirmó Dov Weissglas (5 de octubre de 2004), asesor de Ariel Sharon, para explicar el objetivo político de la retirada en aquel momento. «El plan proporciona la cantidad de formol necesaria para garantizar que no se produzca un proceso político con los palestinos».

Netanyahu no sólo adoptó esta forma de pensamiento, sino que le añadió la preservación del poder de Hamás en Gaza como herramienta para reforzar la separación entre la Franja y Cisjordania. En 2018, por ejemplo, aceptó que Qatar transfiriera millones de dólares al año para financiar el gobierno de Hamás en Gaza, poniendo así en práctica las declaraciones realizadas el 7 de octubre de 2015 por Bezalel Smotrich (entonces miembro marginal de la Knesset, y ahora ministro de Finanzas y soberano de facto de Cisjordania) en el sentido de que «la Autoridad Palestina es una carga y Hamás es una ventaja».

«Netanyahu quiere que Hamás siga en pie y está dispuesto a pagar un precio casi inimaginable por ello: medio país paralizado, niños y padres traumatizados, hogares bombardeados, personas muertas [salvas de cohetes neutralizadas en un 90% por la Cúpula de Hierro]», es lo que escribió la actual ministra israelí de Información, Galit Distel Atbaryan, el 5 de mayo de 2019, cuando aún no había entrado en política pero era conocida como influyente partidaria de Netanyahu. «Y Netanyahu, en una suerte de moderación escandalosa y casi inimaginable, no está haciendo lo más fácil de todo: conseguir que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) derroque la organización».

«La cuestión es saber por qué», continuaba Galit Distel Atbaryan, antes de explicar: «Si Hamás se derrumba, Abu Mazen [Mahmud Abás, de la Autoridad Palestina] podrá controlar la franja de Gaza. Si la controla, habrá voces de izquierda que alienten las negociaciones y una solución política y un Estado palestino, también en Judea y Samaria [Cisjordania]... Ésta es la verdadera razón por la que Netanyahu no elimina al líder de Hamás, y todo lo demás son tonterías».

De hecho, el propio Benjamín Netanyahu lo había admitido unos meses antes de los comentarios de Distel Atbaryan, cuando dijo, en una reunión del

De hecho, el propio Benjamín Netanyahu lo había admitido un par de meses antes de los comentarios de Galit Distel Atbaryan, cuando declaró, en una reunión del Likud, que «cualquiera que quiera impedir la creación de un Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamás. Esto forma parte de nuestra estrategia, que consiste en aislar a los palestinos de Gaza de los palestinos de Judea y Samaria» (véase el artículo de Gidi Weitz publicado por Haaretz el 9 de octubre, y su párrafo titulado: «Hamas como socio»).  

El refuerzo de la barrera en torno a Gaza se ha convertido en otro aspecto de la estrategia de Netanyahu. «La valla impedirá que los terroristas se infiltren en nuestro territorio», explicó Netanyahu (Maariv, 3 de febrero de 2019) cuando anunció el inicio de las obras, en 2019, para agregarle una barrera subterránea que acabaría costando más de 3.000 millones de NIS (shekels) [700 millones de euros]. Dos años más tarde, el periodista israelí Ron Ben-Yishai escribió en Ynet (18 de junio de 2021) que el objetivo último de la barrera, considerada como impenetrable para los terroristas, es «impedir una conexión entre Hamás en Gaza y la Autoridad Palestina en Judea y Samaria».

El sábado por la mañana, la referida barrera fue derribada, y con ella la doctrina más extendida de Netanyahu -adoptada por los norteamericanos y por muchos Estados árabes- de que es posible llegar a la paz en Oriente Medio sin los palestinos. Mientras cientos de combatientes cruzaban la frontera sin ningún impedimento para ocupar puestos del ejército e infiltrarse en decenas de comunidades israelíes situadas a una distancia de hasta casi 30 kilómetros, Hamás declaraba efectivamente, de la forma más clara, dolorosa y mortífera posible que el verdadero conflicto que amenaza las vidas israelíes es el conflicto con los palestinos, y que la idea de que Riad o Abu Dhabi pueden ignorar a los palestinos, o que los dos millones de palestinos encarcelados en Gaza desaparecerán si Israel construye una barrera suficientemente sofisticada, es una ilusión que se está derrumbando con un terrible costo humano.

Ésta no es necesariamente una buena respuesta. Es imposible no calificar las acciones de Hamás de crímenes de guerra: la masacre de civiles, el asesinato de familias enteras en sus hogares, el secuestro de civiles, entre ellos ancianos y niños, y el mantenerlos cautivos en Gaza - todos estos actos violan las leyes de la guerra y, si la Corte Penal Internacional ejerce su jurisdicción sobre Israel-Palestina, habrá que procesar a los responsables de los mismos. En otras palabras, la «declaración» de facto de Hamás de que el conflicto israelo-palestino sigue existiendo se hizo a costa de la sangre de cientos de inocentes.

Tampoco es necesariamente una buena respuesta, porque parece que la conclusión a la que llega actualmente Israel, al entender que el conflicto se sitúa aquí en Israel-Palestina, no en Arabia Saudita, es «derrocar a Hamás» o «arrasar Gaza». El diputado del Likud Ariel Kallner (7 de octubre) y el periodista de derecha Yinon Magal [que participó activamente en el canal Mabat LaHadashot] representan probablemente a una parte significativa de la opinión pública israelí -y ciertamente del gobierno- cuando piden que la respuesta sea una nueva Nakba.

No obstante, dejando a un lado los juicios morales, el atentado de Hamás nos devolvió a todos a la realidad, especialmente a los israelíes, al recordarnos que el conflicto empezó aquí, en 1948, y que ningún remedio mágico puede hacerlo desaparecer. Y puesto que Hamás, por muy fuerte y capaz de sorprender que sea, no puede asesinar a 7 millones de judíos, y puesto que Israel -creo yo- no es capaz de una nueva Nakba (ni siquiera de retomar el control total de Gaza), es posible que del traumatismo de los últimos días nazca la idea de que el conflicto debe resolverse sobre la base de la libertad, la igualdad nacional y cívica, y el fin del bloqueo y la ocupación.

Tras el traumatismo de la guerra de 1973 [conocida como la Guerra de Yom Kipur], que muchos comparan con lo que está sucediendo hoy, los israelíes comprendieron que la paz podía lograrse al precio de la retirada del territorio egipcio que habían ocupado. La misma toma de consciencia podría producirse tras el traumatismo de 2023.

Fuente: + 972 Magazine (en colaboración con Local Call), 9 de octubre de 2023

El escollo de la Franja de Gaza supone una doble trampa para Israel

Alberto Negri

La trampa tendida por Hamás en Gaza ya se activó una vez y podría volver a activarse, porque una acción militar masiva en la Franja presenta riesgos muy elevados, para la población civil, para el personal militar y para los rehenes. Los expertos israelíes e internacionales están convencidos de ello.

Como subraya Sami Cohen, profesor de Science Po en París y autor de numerosos libros sobre Oriente Próximo e Israel, se ha producido un fracaso en dos planos, uno de inteligencia y otro político, atribuibles en buena medida a Netanyahu. Cohen es muy claro: los servicios de seguridad interior, el Shabak, estaban bien informados de lo que ocurría en Gaza hasta hace algún tiempo, pero en los últimos años han descuidado las fuentes internas de Hamás y han confiado en la vigilancia electrónica y los "muros". Un grave error.

Según fuentes de inteligencia italianas, en los últimos años Hamás no sólo ha confiado en las armas, sino también en la formación de jóvenes militantes en contrainformación. Olvidémonos de los "shabab" [jóvenes activistas] que lanzan piedras y practicando entre las montañas de basura de Yabalia [ciudad del norte de la Franja de Gaza]. En pocas palabras, los militantes tenían que hacer creer a los israelíes que no eran el verdadero objetivo de Hamás, sino la Autoridad Palestina de Abu Mazen en Cisjordania, donde el movimiento había ganado las elecciones en 2006, así como en la Franja de Gaza.

Pero el fallo de los servicios de inteligencia no fue accidental. Estos fallos suelen ser resultado de un relato político y militar que distorsiona la realidad. Basta pensar en la guerra de Yom Kipur, hace 50 años, cuando los israelíes disponían de toda la información posible -e incluso de la colaboración de Ashraf Marwan, yerno de Nasser, como espía junto a Sadat-, pero, según el relato estratégico de los jefes militares, creían que Egipto era demasiado débil para atacar.

El trauma de 1973 sigue muy vivo, y la comparación con Yom Kipur es inmediata porque este ataque se produjo el día después del aniversario. Sin embargo, esta vez Israel no se enfrenta a un ejército regular como el de Egipto de hace 50 años. Tiene que enfrentarse a grupos de hombres dispuestos a todo, armados sólo con kalashnikovs y lanzacohetes, que libran un tipo de guerra diferente.

El país está conmocionado porque el fracaso militar y de los servicios de inteligencia ha sido enorme. Teniendo en cuenta, sobre todo, que la organización de inteligencia militar conocida como "Unidad 8200" vigila la vida de los palestinos, y que Israel controla todas las redes de telefonía fija y móvil, es realmente increíble que no se dieran cuenta de que estaban organizando un asalto de esta magnitud.

En los últimos años, Netanyahu ha insistido en que Hamás no suponía una gran amenaza para Israel y que no era necesario mantener una presencia masiva de los servicios de inteligencia en Gaza. El objetivo de Netanyahu era demostrar a la comunidad internacional que los palestinos ya no eran un problema para sus "planes de paz", pues eran demasiado débiles y estaban divididos entre Hamás y Al Fatah.

La arrogancia de Netanyahu raya en la imprudencia criminal, según el conocido periodista israelí Meron Rapoport (Local Call y la revista digital +972 Magazine) que declaró en una entrevista a la página electrónica Gariwo: "El ejército israelí estaba ahora concentrado casi por completo en Cisjordania. Para proteger a los colonos y los asentamientos se habían desplegado 33 batallones, mientras que a lo largo de la frontera de Gaza sólo había tres".

Esto significa que el nivel de adiestramiento de los soldados ya no es comparable al de antes, porque en los últimos 20 años se les han encomendado principalmente tareas policiales, deteniendo a niños o lanzando piedras en los pueblos. Por tanto, no estaban preparados para enfrentarse a militantes armados en un conflicto irregular.

Pero el aspecto político, además de los de inteligencia y seguridad, es el más acuciante. El gobierno de Netanyahu está dominado por extremistas religiosos obsesionados con los asentamientos judíos en Cisjordania. Y toda esta atención fue su perdición: para mantenerse en el poder, hacer frente a los problemas legales y dictar la campaña divisoria sobre la justicia, necesitaba el apoyo de Smotrich y Ben Gvir, los dos "halcones" de la extrema derecha, y esto le condujo a él y al país hacia el abismo de Gaza.

¿Cómo salir de él? Una conquista militar de Gaza por tierra tendría un resultado nada seguro, significaría la muerte de decenas de miles de habitantes, la de los rehenes y una grave crisis de refugiados. Hamás no es un ejército; son formaciones descentralizadas, guerrilleras y terroristas. Además, el riesgo de una guerra regional a gran escala es ahora tangible, con la posible implicación de Hezbolá en Líbano e incluso en Siria.

Hasta ahora, todo ha resistido gracias al pacto entre Rusia e Israel, que permite al Estado judío bombardear a los pasdarán iraníes en Siria, aliados de Moscú y de Asad, como todo el mundo sabe, desde Teherán hasta Ankara. La única alternativa al caos es la diplomacia, la reanudación de las negociaciones para un Estado palestino sin pasar por los falsos y ahora improbables atajos de las monarquías del Golfo. De lo contrario, se desencadenará la segunda parte de la trampa.

Fuente: il manifesto global, 13 de octubre de 2023

Israel y Palestina: Sin salida

Harold Meyerson

La embestida homicida de Hamás supone otro golpe mortal más al nacionalismo palestino, que refuerza a los halcones israelíes. Las potencias exteriores (sobre todo los Estados Unidos) deberían imponer una solución de dos estados.

Hay una cosa que tienen en común Israel, la Autoridad Palestina y Hamás: ninguno de ellos permite votar a los palestinos.

Mientras que los ciudadanos árabes de Israel pueden votar y votan en las elecciones israelíes, la negativa de Israel a permitir la creación de un Estado palestino priva de hecho a los palestinos de Cisjordania y Gaza del derecho de voto en la cuestión primordial de su vida colectiva. Aun así, la Autoridad Palestina y Hamás gobiernan, en cierto modo, en sus respectivos territorios, pero no lo hacen democráticamente. La Autoridad Palestina no ha celebrado elecciones desde 2006 para no arriesgarse a una derrota, y desde que Hamás tomó el poder en Gaza en 2007, tampoco ha celebrado elecciones y ha reprimido a la oposición interna. Los habitantes de Gaza no han podido votar sobre los ataques actuales, ni sobre ninguno de los muchos que ha habido antes, ni a favor o en contra del gobierno sectario que los llevó a cabo.

La justificada furia que los palestinos sienten hacia Israel y su ocupación sin duda impulsaría a muchos de ellos a apoyar los ataques actuales si se les diera a elegir, pero otros llegarían a la conclusión de que la respuesta militar de Israel, así como buena parte de la respuesta política del mundo, no harían más que empeorar las cosas. Si se les hubiera dicho de antemano que Hamás iba a asesinar y secuestrar a niños y ancianos, y que lo iba a transmitir al mundo a través de las redes sociales, algunos habrían llegado a la conclusión de que esas respuestas militares y políticas, que con toda seguridad iban a ser más devastadoras que las anteriores, hacían de estos atentados una idea que supone un profundo autosabotaje. Y, como los palestinos no son menos ni más humanos que nadie, algunos simplemente se habrían horrorizado ante tal violencia, como también se horrorizan cuando las fuerzas armadas israelíes matan niños en Cisjordania.

Pero Hamás no convocó un cónclave ni encargó una encuesta. Simplemente siguió adelante.

Como persona que ha apoyado la creación de un Estado palestino a lo largo del último medio siglo, la respuesta de una serie de occidentales que coinciden conmigo en esta cuestión ha sido tan exasperantemente estúpida como moralmente ruinosa. El argumento en favor de la estatalidad palestina se corresponde con el argumento generalmente evidente de por sí en favor de la autodeterminación nacional, pero se ve enormemente disminuido cuando se vincula a la barbarie deliberada de Hamás. Los manifestantes pro-palestinos en las calles de Nueva York y otras ciudades, por el mero hecho de haber salido a la calle ahora, han establecido ese vínculo con más fuerza de la que jamás podrían hacerlo quienes se oponen a la idea de una nación palestina. ¿Creían que la opinión pública norteamericana iba a ser más receptiva a la causa palestina debido a los asesinatos de Hamás? Si es eso lo que han creído, probablemente crean también que la respuesta inmediata de los norteamericanos a Pearl Harbor fue derogar la Ley de Exclusión Oriental [legislación de 1924 que restringía la inmigración asiática].

Los palestinos tienen enemigos reales, pero con amigos como éstos, sus escasas perspectivas de conseguir un Estado se reducen cada vez más.

Sus verdaderos enemigos -los partidos israelíes de extrema derecha y centro-derecha, que dominan la Knesset- han hecho que los 56 años de ocupación israelí de los territorios palestinos sean aún más opresivos y violentos en los últimos años. Esas fuerzas se han fortalecido en Israel con cada intifada sucesiva, mientras que la izquierda israelí favorable a dos estados se ha reducido a una pequeña parte del electorado. En la actual coyuntura actual, es imposible prever que israelíes y palestinos vayan a resolver este conflicto por sí mismos o, para el caso, que hagan otra cosa que intensificarlo. Una vez que la actual tanda de matanzas de civiles haya seguido su espantoso curso, los Estados Unidos y otras naciones con los medios para hacer cumplir las fronteras y proporcionar ayuda financiera deberían hacer todo lo posible para obligar a una solución de dos estados. Habrá algunas poblaciones, como los colonos israelíes de Cisjordania, a las que habrá que trasladar, y merecen que así sea (en el caso de los colonos, dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Israel). Cualquiera que siga creyendo que un Estado único de israelíes y palestinos es una opción viable tendrá que creer que los peores casos de violencia de los colonos en Cisjordania y los asesinatos en masa de Hamás de los últimos días son una tontería, ya que serían hechos cotidianos en un Estado unificado.

Fuente: The American Prospect, 10 de octubre de 2023

Por qué ha atacado Hamás y qué va a pasar a continuación

Paul R. Pillar

La primera respuesta apropiada al ataque de esta mañana de Hamás contra Israel es, en palabras de la declaración del Presidente Biden al respecto, "condenar inequívocamente" el ataque. No hay duda de quién ha iniciado esta última ronda de guerra árabe-israelí. Entre las víctimas iniciales hay civiles inocentes.

Las bajas de ambos bandos tan en sólo las primeras horas de esta nueva tanda la convierten en uno de los episodios más mortíferos del conflicto árabe-israelí de los últimos años. El recuento de víctimas será seguramente mucho mayor. El primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, ha prometido tomar represalias de forma que "nuestro enemigo pague un precio como nunca ha conocido". Aun cuando la respuesta de Israel duplique lo que su enemigo conoce bien de anteriores rondas de ataques israelíes contra la Franja de Gaza, esto supondrá bajas palestinas, entre ellas muchos civiles inocentes, varias veces por encima de las bajas israelíes.

Y nada de esto nos acercará a algo que se parezca a la paz entre israelíes y árabes.

Hamás se expone al resentimiento de los gazatíes, que culparán al grupo -que funciona como gobierno de facto de la Franja de Gaza- de provocar la destrucción provocada por los ataques de represalia israelíes. En anteriores enfrentamientos con Israel, Hamás ha tenido que equilibrar este peligro con el apoyo que espera obtener presentándose como el más firme defensor del nacionalismo palestino que se opone a la ocupación israelí de tierras palestinas. Entender por qué los cálculos de Hamás inclinaron esta vez la balanza del lado favorable a un ataque requiere múltiples explicaciones.

Un portavoz de Hamás justificó el ataque en términos generales: "Queremos que la comunidad internacional ponga fin a las atrocidades cometidas en Gaza, contra el pueblo palestino y contra nuestros lugares sagrados, como Al Aqsa. Todas estas cosas son la razón para iniciar esta batalla". El recinto de la mezquita de Al Aqsa, que los judíos conocen como Monte del Templo, ha sido un punto cada vez más delicado, con la ruptura de anteriores acuerdos que restringían la oración judía en el lugar, y una redada israelí a principios de este año contra fieles palestinos en la mezquita. También ha aumentado la violencia israelí contra los palestinos de Cisjordania, tanto a manos del ejército israelí como de los colonos de Cisjordania.

Muchos de estos aspectos de un enfrentamiento israelo-palestino exacerbado han coincidido con la llegada al poder, a partir del pasado diciembre, del actual gobierno israelí de extrema derecha. Es posible que la operación de Hamás estuviera en fase de planificación desde principios de año, una vez que quedó clara el rumbo de ese gobierno israelí.

Un detonante más específico pueden haber sido las negociaciones entre los Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí encaminadas a la plena normalización diplomática de las relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí, negociaciones que, en opinión de algunos, parecen estar a punto de dar fruto. Desde la perspectiva general palestina, cualquier acuerdo diplomático a tres bandas de este tipo supondría un paso atrás para la autodeterminación palestina, porque el objetivo israelí consiste en gozar de esos frutos sin firmar la paz con los palestinos. Desde el punto de vista de Hamás, la Autoridad Palestina rival adopta una postura notablemente complaciente ante la perspectiva de una mejora de los lazos entre Arabia Saudí e Israel, contentándose aparentemente con permanecer en su papel de auxiliar de la ocupación israelí. Esto deja en manos de Hamás la oposición activa a este paso atrás. Interrumpir la diplomacia encaminada a la normalización saudí-israelí puede haber sido una de las motivaciones del ataque de Hamás.

Ni el gobierno israelí ni el norteamericano se verán disuadidos de su esfuerzo de normalización, y el ataque puede incluso aumentar el deseo de la administración Biden de llegar a un acuerdo de este tipo. La variable clave estriba en la posición del régimen saudí. Es casi seguro que el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salmán (MbS) seguirá deseando alcanzar un acuerdo que satisfaga la mayoría de sus demandas en materia de garantías de seguridad, venta de armas y asistencia nuclear. Pero cualquier aumento del derramamiento de sangre entre israelíes y árabes hace que sea más difícil para cualquier gobernante árabe, incluido MbS, llegar a nuevos acuerdos con Israel. Independientemente de sus propios sentimientos al respecto, MbS debe tener en cuenta a la opinión pública saudí, así como el especial interés que su padre, el rey Salmán, tiene en la cuestión palestina.

El ataque de hoy de Hamás no sólo incluyó una lluvia de cohetes, sino también una incursión terrestre que dio lugar a la captura de israelíes que Hamás se ha llevado de vuelta a la Franja de Gaza. Israel confirma que se ha tomado como rehenes a ciudadanos israelíes, entre ellos evidentemente soldados y civiles, en número incierto, pero que se cuentan probablemente por docenas. Sin duda, los servicios de seguridad israelíes no escatimarán esfuerzos para intentar rescatar a sus ciudadanos, pero Hamás ha demostrado ser experta en el pasado en ocultar a sus prisioneros.

Esto implica que, una vez que se haya asentado el polvo de la batalla, se entablarán negociaciones, posiblemente entre otras cosas, sobre la devolución de los rehenes. Conseguir monedas de cambio en cualquier negociación de este tipo habrá sido probablemente otra motivación adicional de Hamás para el ataque. Liberar a los palestinos encarcelados por Israel es una contrapartida obvia. Se calcula que hay unos 4.500 presos en cárceles israelíes. En anteriores canjes entre Hamás e Israel se ha liberado a gran número de palestinos a cambio de un número mucho menor de israelíes. Un alto cargo de Hamás se jactó de que el ataque de hoy había proporcionado al grupo suficientes rehenes para liberar a todos los presos palestinos que se encuentran actualmente en cárceles israelíes.

Esas monedas de cambio humanas pueden servirle también a Hamás para obtener otras concesiones, como diversas formas de alivio del bloqueo israelí de Gaza. Cualquier victoria que Hamás consiga en este sentido, además de la liberación de prisioneros palestinos, puede ayudar a compensar el resentimiento que el grupo recibe de los habitantes de Gaza por la destructiva respuesta israelí a su ataque.

Las consecuencias políticas en Israel son más previsibles que las de la Franja de Gaza. Si bien se producirán las habituales recriminaciones sobre un "fallo de inteligencia" y sobre si el gobierno debería haber estado mejor preparado para el ataque, la escalada sangrienta del conflicto entre israelíes y árabes intensificará, al menos a corto plazo, el rumbo de extrema derecha de este gobierno israelí de extrema derecha y contribuirá a aplastar cualquier idea de concesiones significativas a los palestinos. La nueva guerra supondrá una distracción unificadora respecto a la controvertida reforma judicial emprendida por el gobierno y al caso de corrupción contra Netanyahu. Y en este sentido, puede que Hamás le haya hecho un favor político a Netanyahu con este ataque.

Desde una perspectiva más amplia y a más largo plazo, los acontecimientos de hoy y la guerra subsiguiente demostrarán una vez más que, a pesar de los esfuerzos por restarle importancia al conflicto palestino-israelí y dejar de lado la cuestión mediante acuerdos de "paz" con los estados árabes, el conflicto y sus consecuencias desestabilizadoras no van a desaparecer Frustrar las aspiraciones nacionalistas no hace que desaparezcan esas  aspiraciones, ni elimina el resentimiento por el trato opresivo que recibe un pueblo. Esta vez la respuesta violenta la ha orquestado Hamás; puede que la próxima vez la respuesta violenta adopte otra forma. Antes incluso de los acontecimientos de hoy, muchos observadores informados veían grandes posibilidades de que se produjera una nueva intifada, o levantamiento popular, en Cisjordania.

Fuente: Responsible Statecraft, 7 de octubre de 2023

 

(*) Paola Caridi, periodista e historiadora, es colaboradora de diversos medios y publicaciones italianas como La Stampa, Il Sole24Ore, Famiglia Cristiana, IlFatto online, Terra o Limes. Es autora de libros como "Arabi Invisibili" (2007), Premio Capalbio y traducido al árabe, "Gerusalemme senza Dio" (2013), "Gerusalemme la storia dell´altro" (20193) o "Hamas" (2009), de próxima reedición.

(*) Ramzy Baroud, periodista y director de PalestineChronicle.com, es autor de varios libros, el último de los cuales es "These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons" (Clarity Press, Atlanta). Es investigador del Center for Islam and Global Affairs (CIGA) de la Istanbul Zaim University (IZU). Su página digital es www.ramzybaroud.net

(*) Ramzy Baroud, periodista y director de PalestineChronicle.com, es autor de varios libros, el último de los cuales es "These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons" (Clarity Press, Atlanta). Es investigador del Center for Islam and Global Affairs (CIGA) de la Istanbul Zaim University (IZU). Su página digital es www.ramzybaroud.net

(*) Haaretz ("La Tierra") es el más crítico de los grandes diarios israelíes. Fundado en 1919 y con una tirada actual de 75.000 ejemplares, es conocido por su postura contraria a la ocupación y las soluciones militares, y célebre por colaboradores como Gideon Levi y Amira Hass.

(*) Meron Rapoport, conocido periodista israelí, trabajó para diarios como Yedioth Aharonoth y Haaretz, y para el canal educativo de la televisión de Israel. Director de la revista hebrea Local Call y colaborador de medios internacionales, recibió el Premio Internacional de Periodismo Napoli por su investigación del robo de olivos palestinos durante la construcción del muro de separación israelí.

(*) Alberto Negri. Prestigioso periodista italiano, ha sido investigador del Istituto per gli Studi degli Affari Internazionali y, entre 1987 y 2017, enviado especial y corresponsal de guerra para el diario económico Il Sole 24 Ore en Oriente Medio, África, Asia Central y los Balcanes. En 2007 recibió el premio Maria Grazia Cutuli de periodismo internacional y en 2015 el premio Colombe per la Pace. Su último libro publicado es "Il musulmano errante. Storia degli alauiti e dei misteri" del Medio Oriente, galardonado con el Premio Capalbio.

(*) Harold Meyerson, veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que fue director, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson pertenece a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.

(*) Paul R. Pillar, estudió en el Dartmouth College y la Universidad de Oxford, y se doctoró en la Universidad de Princeton. Trabajó para la Agencia Central de Inteligencia


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