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8.5.23

Italia: 25 de abril bajo el signo de un gobierno postfascista. Dossier (II)

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Por David Broder, Aldo Tortorella, Luciana Castellina (*)

Aldo Tortorella: “Antifascismo significa transformación de la sociedad”. Entrevista

Aldo Tortorella, 97 años cumplidos este año, suma una extraordinaria biografía de partisano, líder comunista y director de L'Unità. Se dirigirá esta tarde [25 de abril] a través de un enlace de vídeo a los asistentes a la manifestación en la Piazza del Duomo de Milán. Entrevistado por Andrea Fabozzi, periodista de il manifesto, explica por qué aceptar una idea reduccionista de la Liberación le ha allanado el camino a la derecha

Aldo, he encontrado en los archivos la carta que escribiste a il manifesto para unirte a la gran manifestación que nuestro diario convocó en 1994. Han pasado treinta 25 abriles desde entonces y en cierto modo se está cerrando un círculo: abrirlo supuso una victoria de Berlusconi, y para cerrarlo hoy hay una derecha abiertamente revisionista en el poder. Si entonces era malo, hoy es peor.

Ha habido por parte de las fuerzas progresistas un distanciamiento de las necesidades y expectativas de la parte más desprotegida de la sociedad, y eso es lo que ha favorecido la deriva, primero populista y luego dirigida hacia las ideologías y la demagogia de una extrema derecha. La extrema derecha ha sido siempre experta en exasperar miedos y prejuicios de carácter ancestral: el miedo a los que son diferentes por el color de su piel y por otras razones: orígenes culturales o religiosos, opciones en las relaciones personales y sexuales. Se afirmó la idea -pensemos en la supresión del artículo 18 del Estatuto del Trabajo sobre los despidos por causa justificada - de que las fuerzas de centro-izquierda se dedicaban ahora a defender únicamente los intereses de las clases acomodadas. Así se ha cerrado el círculo. Hay, por supuesto, algo paradójico en ello: fue uno de los hombres más ricos del país [Silvio Berlusconi] quien inició este proceso político que cambió las orientaciones populares, también gracias a su enorme riqueza, conseguida de una forma que el poder judicial está investigando. Ahora continúa la deriva hacia fuerzas que operan con capacidad demagógica, pero al servicio del mantenimiento de las jerarquías sociales dadas.

¿Ves en el campo político una capacidad de reacción en la línea de la de 1994?

Hoy es diferente, porque se confía a nuevas generaciones. En el 94 existían todavía en el campo político, no quiero decir los restos, pero sí las energías y mentalidades formadas durante épocas de reconquista y avance de la izquierda, durante los años 70. Las nuevas generaciones tienen intereses y experiencias diferentes. Creo que puede haber capacidad de reacción si todas las fuerzas democráticas y antifascistas alcanzan formas de acuerdo, y al mismo tiempo si son capaces de reconocer y asumir las angustias y preocupaciones de las nuevas generaciones, empezando por la cuestión medioambiental y la situación laboral.

Una situación de precariedad, salarios vergonzosamente bajos e incapacidad para reconocer y valorar las competencias. Muchos jóvenes licenciados se ven obligados a marcharse al extranjero para encontrar prácticas adecuadas. Y esto dificulta la construcción de relaciones estables, impide la propia construcción de una familia, si es lo que se desea. Aquí es donde debe contar el compromiso, la capacidad de iniciativa política y cultural: la protesta espontánea o la rebelión exigen objetivos creíbles. Era cierto en aquel 25 de abril de 1994, y lo es hoy. Es esencial saber interpretar los nuevos sentimientos que son objeto de disputa en la confrontación con la derecha, y fundamental será la capacidad de expresar de forma correcta y explícita una voluntad de paz fuerte y creíble.

En tu opinión, ¿las declaraciones de La Russa [presidente del Senado italiano conocido por sus inconvenientes declaraciones] sobre Via Rasella [escenario de un atentado partisano el 23 de marzo de 1944 contra las tropas nazis que ocupaban Roma y que provocó la matanza de las Fosas Ardeatinas] pueden ser, trivialmente, fruto de la ignorancia partidista? Al fin y al cabo, son tesis que siempre han estado presentes en las publicaciones históricas neofascistas.

Ciertamente existe esa ignorancia, confesada, por otra parte, por la misma persona que la utiliza para apoyar una disculpa tardía. Pero aunque se tratara únicamente de ignorancia partidista, sería una circunstancia agravante para una persona que ocupa un cargo democrático tan elevado, el segundo después de la presidencia de la República, un papel que debería ser de garantía. Pero no se trata sólo de ignorancia histórica, que en cualquier caso es un hecho sin precedentes, hay más.

¿Podría haber una estrategia precisa detrás de estas declaraciones? ¿Cuál?

Hay una voluntad muy determinada y precisa de anular la verdad histórica, de reescribir la historia de la República. La voluntad de borrar el antifascismo como fundamento de la nueva Italia. También fue un error nuestro, me refiero al movimiento antifascista que se escindió a mediados de 1947. Queríamos la pacificación de Italia, que era un objetivo correcto, pero fue un error no basarla, como ocurrió con el nazismo en Alemania, en una campaña de esclarecimiento popular del fascismo como crimen y no sólo del racismo antisemita y el genocidio del pueblo judío.

De veinte años de tiranía, diez habían sido de guerras de agresión: Etiopía, España, luego Grecia, Francia, Yugoslavia, la URSS: generaciones enteras enviadas a morir por causas injustas. Había que aclarar las aberrantes matrices ideológicas del fascismo y castigar a los culpables de crímenes horrendos. Hasta la amnistía solicitada por un gobierno antifascista unido y aprobada por Togliatti tuvo como intérpretes a jueces comprometidos con el propio fascismo. Por los mismos actos de guerra, los líderes fascistas fueron absueltos como soldados "regulares", mientras que los partisanos fueron condenados casi como participantes en bandas de delincuentes.

Se impusieron miles de años de prisión a los partisanos. Existe amplia documentación sobre esta desgracia. También hay que decir que, en aquella época, los partidos de centro no querían que los combatientes partisanos se vieran equiparados a las formaciones del ejército regular. Esta criminalización del movimiento partisano y del antifascismo duró más de una década, acompañada de la represión violenta y sangrienta de los levantamientos populares obreros y campesinos. El resultado fue que se castigó a los fascistas por abajo y no por arriba, y no se produjo el esclarecimiento ideal.

El presidente del Senado dijo también que "es bien sabido que los antifascistas rojos no querían una Italia libre, porque tenían el mito de la Rusia comunista. Te pregunto a ti que fuiste joven partisano rojo: ¿no querías una Italia libre?

Esta fue otra de las falsificaciones históricas, de las que él se hace portavoz. En este caso contra las formaciones de Garibaldi que eran menos de la mitad de las formaciones combatientes. Además, no todas estaban formadas por comunistas, los cuales ocupaban a menudo puestos de mando, sino que a ellas se unieron exponentes de otras fuerzas de izquierda y antiguos oficiales del ejército. Todos eran voluntarios leales a las consignas del Comité de Liberación Nacional y de su mando, representado en primer lugar por Luigi Longo [miembro de la dirección del PCI]. La consigna de los comunistas era la de Togliatti, que señalaba el camino de la "democracia progresista", y ya no el de la "dictadura del proletariado".

Así que es mentira. Como partisano 'rojo', entonces precoz estudiante universitario, puedo atestiguar que aprendí los conceptos básicos de la democracia de mi comandante, fundador y líder del Frente de Juventudes por la Independencia Nacional y la Libertad, otra realidad unitaria de la Resistencia: Eugenio Curiel, miembro de la dirección clandestina del PCI y autor de importantes ensayos sobre la 'democracia progresista'. Era un físico de talento, además de tener formación filosófica, expulsado de la universidad por ser judío y asesinado en el 45 en Milán por las Brigadas Negras.

¿Habías oído antes esta tesis de La Russa? ¿No es la misma que siguió a la ruptura de la unidad nacional a partir de 1948?

Por supuesto que es la misma tesis que se apoyó y propagó entonces. Fue un instrumento propagandístico para provocar la escisión del antifascismo y engendrar la persecución contra los partisanos.

La primera ministra Meloni quiso recordar a los mártires de las Fosas Ardeatinas como "italianos". En tu opinión, ¿ a ella le resulta más difícil aceptar que las víctimas eran antifascistas o que algunos italianos estaban del lado de los asesinos?

Por supuesto, creo que para ella ciertas convicciones derivan de orígenes ideológicos políticos que nunca ha querido cambiar. Una vez más, puede tratarse de ignorancia culpable, pero también hay cálculo: la intención de hacer olvidar la culpabilidad de los fascistas italianos cómplices de los nazis y no conmemorar la Resistencia. Pero esto representa un verdadero insulto para casi todos los mártires. Las víctimas de la represalia de la Fosas Ardeatinas "culpables sólo de ser italianos" fueron los pocos presos por delitos comunes sacados de la cárcel para llegar a la cifra fijada para la matanza.

Todos los demás, entre los 335, eran "culpables" o bien de ser judíos, asesinados por racismo, o bien hombres comprometidos con la resistencia, soldados, miembros de fuerzas políticas opuestas al fascismo como el Partito d'Azione, Bandiera Rossa, PCI, PSIUP, republicanos, democristianos, masones contrarios al régimen, todos asesinados por ser resistentes, partisanos, antifascistas. Asesinados por nazis alemanes ayudados por fascistas italianos. Esta salida de la primera ministra debe leerse también dentro de la tendencia de esta derecha a afirmar una peligrosa restauración desde arriba.

En tu opinión, ¿hizo bien la alcaldesa de Marzabotto [pueblo al sur de Bolonia, escenario de una matanza de cientos de civiles a manos de las Waffen-SS en septiembre-octubre de 1944] en decir que no quería a La Russa en la ceremonia?

En mi opinión, hizo muy bien.

Me gustaría preguntarte si en los años inmediatamente posteriores a la Liberación temiste alguna vez que se perdiera tanto el recuerdo de los agravios y las razones de entonces.

Soy tan viejo que pude ser testigo de que pocos años después de la Liberación ya había comenzado: la demonización de la Resistencia de la que hablábamos. Y la pérdida de la memoria y de la conciencia del valor de aquel periodo que había recuperado, al menos en parte, la dignidad de nuestro país, que había salido derrotado y medio destruido de la guerra librada por Mussolini. Lo que ocurre hoy tiene raíces muy precisas. Por supuesto, también está el hecho de que en la defensa del antifascismo -que entonces significa la defensa de la Constitución- no ha habido la necesaria coherencia por parte de las fuerzas democráticas. Ciertamente, si la restauración está hoy en el gobierno y amenaza con fortalecerse, ello se debe a que la batalla contra las raíces de las posiciones reaccionarias ha sido insuficiente o inexistente.

¿Tiene la izquierda alguna responsabilidad en ello? ¿Cuál?

Tiene la gran responsabilidad de haber aceptado la limitación del antifascismo sólo al valor de la lucha, ciertamente esencial, contra la dictadura. Mientras que el antifascismo ha podido y debe poder volver a ser un conjunto de ideales positivos para la transformación profunda de la sociedad, tal como lo indica la propia Constitución. En esto también debería redescubrir sus orígenes: la Constitución nació de las fuerzas antifascistas, que ciertamente no pretendían restaurar la vieja democracia liberal prefascista.

Querían una democracia avanzada, capaz de superar la injusticia social, garantizar la cultura y unas condiciones de vida dignas para todos y todas. El primer artículo de la Carta diseñó una República "basada en el trabajo", y por tanto no en el capital. El artículo 3 consagra el principio de la democracia substantiva, además de la formal. No sabemos cómo habría sido el mundo si en la época de Kennedy y Jruschev se hubiera continuado una política de coexistencia pacífica y democratización. El presidente norteamericano fue asesinado, como lo fue más tarde su hermano Bob, y Jruschev fue derrocado.

El gobierno impulsa y seguirá impulsando una transformación vertical de las instituciones, el presidencialismo. ¿Cuál es la relación entre esta idea de reforma constitucional y el intento de desmantelar los fundamentos históricos de la República?

Una relación de causa-efecto. Si se afirmara la aberrante tesis de que la Constitución no es en sí misma una expresión de los valores positivos del antifascismo, se simplificaría cualquier aventura reaccionaria según el modelo de Orban o Erdogan.

il manifesto, 25 de abril de 2023


Los partisanos tuvieron el coraje de inventar un mundo nuevo

Luciana Castellina

Celebramos el primer 25 de abril bajo un gobierno que toma su inspiración político-cultural de quienes fueron en esa fecha derrotados. Evidentemente, es imposible tener realmente una celebración en común. ARCI [Associazione Ricreativa Culturale Italiana, la mayor ONG italiana] tuvo la idea correcta cuando elaboró un cartel para esta ocasión que reza: "25 de abril: divisivo. Para los fascistas". Para que fuera también un día de orgullo para nuestros ministros actuales, habrían necesitado llevar a cabo esa misma revolución en su interior que tantos jóvenes de la inmediata postguerra fueron capaces de realizar. Por desgracia, a los primeros siempre les ha faltado ese coraje y esa inteligencia.

Es cierto que el tipo de fascismo de Giorgia Meloni no es el mismo que el de Benito Mussolini (aunque no se puede decir lo mismo de algunos de sus ministros o colaboradores) y, sin embargo, por mucho cuidado que ponga, no puede evitar que se le escape la verdad: que ella tampoco ha intentado nunca una reflexión crítica sobre esas dos décadas de la historia italiana. Me llamó la atención una reveladora frase suya de hace unos días, mientras tomaba un avión a Adis Abeba: "Hace tiempo que no nos ocupamos de África", dijo, con el tono culpable de una ONG que lamenta su falta de compromiso. Es decir: ya no la "cuidamos" como entonces.

Unas palabras aterradoras, porque parece ignorar cómo "ayudaba" Italia a África en los no tan lejanos años treinta. Uno se pregunta si Giorgia ha tenido alguna vez idea de lo que realmente hicieron los fascistas cuando "se ocuparon" de Etiopía, Somalia y Libia. La era de "¡Carita negra, vendremos a liberarte!" [Faccetta nera, celebre canción fascista de la época de la invasion de Abisinia]- un lema que recuerdo escrito en la pared de mi clase- constituyó una de las páginas más vergonzosas de la historia de nuestro país.

Por supuesto, es cierto que ahora no vamos a África con bombas de gas tóxico, sino para cerrar acuerdos comerciales y acordar medidas que impidan a los africanos disfrutar de los mismos derechos que los occidentales, como el derecho a viajar adonde quieran, al menos cuando lo necesiten imperiosamente. Pero es sabido que la política se adapta a los tiempos, y hoy ya ni siquiera se necesitan ciertos dispositivos anticuados, como, por ejemplo, los golpes militares: la globalización ha ofrecido herramientas más delicadas. Por otra parte, hemos aprendido a extender las guerras civiles, que ofrecen más o menos las mismas ventajas.

El hecho de no saber, o de no captar la sustancia de lo que era el fascismo, era una cuestión difícil e incluso dolorosa para quienes tenían 18 años o una edad semejante entre 1943 y 1945. Uno de los grandes méritos de Togliatti fue tener esto en cuenta y mostrar su gran humanidad: cuando desembarcó en la Salerno recién liberada, allá por febrero de 1944, no se dirigió a los jóvenes fascistas, que entonces aún eran mayoría, muchos de ellos veteranos de la X Mas o de los Batallones M [unidades militares fascistas de la República de Saló], desde una posición punitiva.

Comprendió que muchos de los chicos que se habían unido a la República de Salò habían tomado esa decisión después de verse sometidos a un bombardeo ideológico de 20 años que llegó a utilizar los mismos lemas socialistas - "La Italia proletaria se ha movido"- para reivindicar el derecho de Italia a tener algunas colonias propias. Y estaba también el uso distorsionado del "honor de la Patria". Recuerdo claramente el desconcierto de mis compañeros mayores, que incluso se ofrecieron voluntarios para unirse al ejército de Salò, aun a sabiendas de que serían derrotados en ese momento, porque se avergonzaban de la forma en que el Rey y Badoglio se habían pasado al bando de los vencedores el 8 de septiembre.

Togliatti les habló a estos jóvenes, escribiendo hermosas páginas para ayudarles a comprender. Y polemizó amargamente con los liberales que querían devolver inmediatamente al Estado las numerosas casas del GIL, el movimiento juvenil fascista, en lugar de dejarlas en manos de los jóvenes para que se convirtieran en lugares de encuentro y debate.

Uno de los mejores recuerdos que tengo de aquellos años, cuando era secretaria de la sección comunista de la Universidad de Roma, fue participar en el proceso dialéctico emprendido por los jóvenes del gran grupo Caravella en el "Parlamento" estudiantil (que reunía a los estudiantes que seguían siendo fascistas después de la guerra). En poco tiempo, aprendieron y comprendieron; y, aparte de algunos testarudos -como su líder Caradonna, con el que seguimos teniendo disputas durante mucho tiempo-, el grupo se disolvió pronto. Y muchos se pasaron a la izquierda. Uno de ellos, años después, hasta se hizo abogado de il manifesto.

Los fascistas nostálgicos como La Russa -que dice que no tiene que ser antifascista, pues no figura en la Constitución como un deber- ¿son sólo una minoría obstinada? Creo que sí: son pocos, aunque violentos y peligrosos. Y sin embargo, mucha gente votó a los Fratelli d'Italia, y no podemos eludir la pregunta: ¿por qué? Las motivaciones de los mayores parecen bastante claras, que siguieron siendo fascistas porque eran realmente reaccionarios. Pero debemos hacernos una pregunta: ¿qué hizo que tantos de esos votantes eligieran a Meloni?

¿Bastará con denunciar los males del pasado para que lo entiendan? Creo que no es suficiente si no nos alzamos para protestar, con nuestros actos, contra el hecho de que la democracia, en nombre de la cual tantos jóvenes partisanos fueron a luchar, se ha desgastado tanto en las últimas décadas -marcada como está por la desigualdad y la arrogancia del poder- que es incapaz de volver lo bastante evidentes las razones por las que fue enemiga acérrima del fascismo.

Recordar los horrores del pasado -de los que hay que hablar, porque conocer la historia es necesario y útil- no basta si no denunciamos con la misma fuerza la fealdad de hoy: ¿se pueden pregonar los valores occidentales con todo lo que Occidente hace y ha hecho? ¿Podemos seguir resolviendo los problemas internacionales recurriendo a la guerra? ¿Podemos soportar la arrogancia de quienes las provocan y de quienes se arrogan derechos que niegan a los demás?

¿Podemos evitar que la "solución" al descenso de la natalidad sea borrar el derecho de las mujeres a trabajar, conquistado con tanto esfuerzo, si no denunciamos el sistema actual que nunca se ha comprometido seriamente a liberar a las madres de la esclavitud del doble trabajo, obligándolas así a la tristísima elección de tener que renunciar a algo tan hermoso como elegir -si se quiere- traer hijos al mundo? (¿Por qué es éste el precio -como tristemente nos muestran los datos- que muchas mujeres tienen que pagar para convertirse en magistradas o policías o agentes comerciales, a falta de una socialización civilizada del trabajo de cuidados, que ni siquiera ha llegado a ser nunca un proyecto serio?)

Las democracias occidentales son ciertamente mejores que los sistemas que gobiernan gran parte del mundo, pero ¿somos incapaces de comprender que se ha llegado a esta situación porque, con nuestro colonialismo, hemos impedido que el resto del mundo experimentase las mismas luchas y revoluciones?

Creo que el aspecto más extraordinario de la Resistencia de los jóvenes partisanos, sobre todo en Italia, no consistió simplemente en "resistir", como podría sugerir la palabra, sino, más bien, en tener el valor de lanzarse a las montañas sin contar con la causa de un gobierno legítimo derrocado por los nazis, como en casi todas partes, y arriesgar, sin embargo, la vida por una democracia cuyos valores sentían en su interior pero nunca habían tenido ocasión de conocer. El suyo fue el valor de inventar un mundo nuevo como meta.

En resumen, para combatir eficazmente el fascismo, debemos ser capaces de identificar hasta qué punto el fascismo ya está aquí y está volviendo a nuestras sociedades. De lo contrario, hablar sólo del pasado parecerá una tapadera conveniente, y peligrosa.

il manifesto global, 26 de abril de 2022

 

(*) David Broder. Historiador especializado en los movimientos comunistas francés e italiano, es redactor de la revista Jacobin para Europa.

(*) Aldo Tortorella. Diputado del PCI entre 1972 y 1994, fue partisano y miembro del movimiento antifascista de Milán en la universidad, preso y fugado del régimen mussoliniano, responsable de Cultura de su partido, director del diario "L'Unità" en su edición nacional y de la revista "Critica Marxista".

(*) Luciana Castellina. Reconocida periodista y analista política italiana, colabora regularmente con el diario comunista "il manifesto". Fue miembro del Partido Comunista y Democrazia Proletaria, y más tarde de Rifondazione Comunista. Ha sido diputada en el Parlamento italiano y en el europeo.

Fuente: Contretemps.eu 25 de abril 2023; il manifesto, 25-26 de abril de 2023

Traducción: Enrique García 


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