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8.5.23

El fin de una era: activismo laboral en China a principios del siglo XXI (I)

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Por Wen Chuang (*)

La nota que sigue fue escrita por Wen, un compañero de China continental activo en el trabajo de apoyo a los trabajadores en las dos primeras décadas del siglo XXI.

La mayor parte de la nota fue escrita originalmente en enero de 2020, justo después de que los últimos activistas laborales de la década de 2010 fueran detenidos, obligados a una mayor clandestinidad o, en cualquier caso, se les impediera continuar muchas de las actividades en las que se habían centrado anteriormente. Luego, la pandemia aplazó todo un par de años. En los últimos meses, Wen revisó y actualizó el artículo a través de una serie de conversaciones con el colectivo Chuang sobre las implicaciones del borrador original, así como sobre las diversas formas de activismo y lucha sindical que surgieron a lo largo de la pandemia, especialmente en 2022 y los primeros meses de este año.

Una de estas oleadas más recientes de protestas proletarias ha continuado desde enero de 2023 hasta el momento de escribir este artículo, liderada por los jubilados contra los cambios en el sistema de seguridad social, incluidos los recortes en los beneficios médicos y las propuestas para elevar la edad de jubilación. Creemos que no es coincidencia que esta ola haya coincidido aproximadamente con el movimiento contra unas reformas comparables en Francia: ambas responden al impulso global del capital para reducir los costes de la reproducción social a medida que la población envejece y el crecimiento económico continúa estancado. Parece poco probable que estas protestas dispersas confluyan en un movimiento nacional antes de que el estado las ahogue con su habitual tácticas de la zanahoria y el palo, pero estas y muchas otras luchas de los últimos tres años apoyan nuestra tesis (propuesta por primera vez en nuestro artículo de 2015 "No Way Forward, No Way Back" ("Ni hacia delante ni hacia atrás") y luego actualizada en escritos posteriores como "Picking Quarrels" ("Escoger las luchas"). En este sentido, las tendencias observadas en China desde principios de la década de 2010 están en línea con las de muchos otros países, lo que refleja un desarrollo más profundo de la "ley general de acumulación capitalista".

Los cambios estructurales en el empleo han inducido cambios similares en la subjetividad política y la consiguiente actividad de los proletarios en China. Este doble cambio proporciona un contexto para el declive de la forma de activismo laboral explorado en el artículo de Wen, una forma que, enfatizaríamos, nunca existió en China antes de la década de 2000 y puede que nunca vuelva a existir.[1] Además de destacar este contexto, también nos gustaría aclarar aún más nuestra comprensión de la relación entre las luchas industriales y los activistas laborales que sugiere el artículo de Wen. En primer lugar, el tipo de activistas laborales especializados que se aborda aquí solo estuvieron directamente involucrados en una fracción de las innumerables luchas industriales que en su mayoría surgieron "espontáneamente" (aunque a menudo organizadas por trabajadores militantes sin conexión con redes de activistas) a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI. En segundo lugar, como lo resume otro ex activista: "Fueron las acciones colectivas de los trabajadores chinos (especialmente los del sector manufacturero de la costa) las que atrajeron a los activistas y los empujaron a avanzar junto con los trabajadores, en lugar de ser aquellos activistas con diferentes orígenes y visiones del mundo los que impulsaron las acciones de los trabajadores. Sin embargo, los activistas... desempeñaron un papel esencial en la formación de las propias redes de organización interna de los trabajadores, proporcionando una base para [algunas de sus acciones posteriores]".

Por lo tanto, este artículo es una contribución importante a nuestro análisis continuo de las luchas masivas y las intervenciones de la izquierda en China, así como una especie de obituario para una forma de intervención históricamente determinada cuya era ha terminado. Junto con el autor, esperamos que una autopsia franca del movimiento de activistas laborales proporcione lecciones para la actual generación de proletarios que inician nuevas formas de resistencia más apropiadas a las condiciones actuales. Aunque puede haber algunos desacuerdos menores entre nuestra propia posición y la que sigue a continuación, la nota proporciona una visión invaluable de primera mano de un momento crucial en la historia de la lucha de clases en China. Chuang

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El paso de años y décadas crea límites temporales arbitrarios que rara vez se alinean con el ritmo del cambio social y político. Sin embargo, el final de la década de 2010 parece haber señalado definitivamente el fin de una era. Los arrestos masivos de organizadores de fábricas como Jasic y los estudiantes que les apoyaban, de otros activistas laborales en 2018 y 2019, y la disolución de grupos laborales, sociedades estudiantiles radicales y redes de activistas durante el mismo período, sellaron la década con una nota claramente pesimista. Sabemos que el mundo de los activistas laborales con el que nos habíamos familiarizado tanto, los actores, las organizaciones, las redes, así como sus objetivos y métodos de organización, se ha evaporado y es poco probable que regrese. Pero, ¿cual fue exactamente ese mundo?

La represión de finales de la década de 2010

El primer borrador de este artículo se completó en los primeros días de 2020, justo después de un período de dos años de represión implacable. El enfoque del borrador original en esa represión, quién fue arrestado, por qué y qué significaba todo aquello, reflejaba el estado de ánimo y la perspectiva de ese momento particular. Vale la pena preservar ese momento crucial que precipitó este análisis.

2019 se abrió con la detención en enero de cinco de los activistas laborales que quedaban más prominentes de China (que fueron liberados dieciséis meses más tarde, en mayo de 2020), y el año terminó con la detención en diciembre de otros tres (sorprendentemente liberados después de solo quince días). En el medio, sin embargo, una serie de otros activistas laborales, incluidos periodistas independientes y trabajadores sociales, desaparecieron en el régimen de seguridad durante meses y meses, uniéndose a los detenidos en años anteriores. La mayoría, si no todos, de los detenidos han sido liberados, a menudo en silencio, con condiciones para su liberación que generalmente incluyen la promesa de permanecer en silencio y cortar todo contacto con el mundo exterior. Para 2020, tales arrestos arbitrarios (con duraciones igualmente arbitrarias de detención) se habían vuelto tan frecuentes que había un suspiro colectivo de alivio si nadie era arrestado durante unos meses. Si bien inevitablemente especulamos si un arresto dado estaba relacionado con otro, para 2020 había suficientes incidentes de este tipo para creer que la causa específica de cualquier caso individual ya no era importante.

En retrospectiva, el año 2019 marcó un punto de inflexión en el que este nuevo enfoque de la represión estatal se estableció firmemente. La policía se volvió más preventiva, con el objetivo menos de castigar a los activistas por lo que habían hecho y más de evitar que hicieran lo que podrían estar preparando. Con cada capa de activistas arrestados, interrogados o estrechamente vigilados, la siguiente capa corría mayor peligro, en un círculo concéntrico de represión en constante expansión. Los dos años siguientes, de 2020 a 2022, solo confirmaron esta tendencia. En 2021, al menos dos activistas laborales fueron arrestados por separado y ambos acusados por el delito más grave de "subversión del poder estatal" (??????). Si bien el número de activistas y organizaciones objetivo ha disminuido desde 2019, esto no refleja una relajación, sino la normalización de una nueva situación en la que muy pocos activistas han podido actuar de manera pública u organizada. Mientras tanto, a falta de detención policial formal, innumerables activistas y estudiantes han sido arrestados e interrogados de forma más regular. Todavía estamos viviendo a la sombra de la represión de finales de la década de 2010.

A medida que esta represión queda atrás, no es suficiente llorar lo que se ha perdido. Antes de que podamos seguir adelante y tratar de forjar algo apropiado para la "nueva era", primero debemos aclarar qué fue exactamente lo que surgió y cayó a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI. Por un lado, los arrestos de 2019 supusieron los últimos clavos en el ataúd de un ciclo de luchas laborales lideradas por trabajadores migrantes de las zonas rurales, al principio principalmente en las nuevas fábricas y proyectos de infraestructura orientados a la exportación de las ciudades costeras, pero que finalmente se expandieron por todo el floreciente sector privado de China. Este ciclo liderado por migrantes había comenzado con acciones laborales esporádicas a mediados de la década de 1990, que tomaron forma a lo largo de la década de 2000 y se intensificaron a principios de la década de 2010, solo para disolverse a partir de 2015, mucho antes de la última ola de represión contra los activistas especializados, cuyo compromiso ahora se puede entender como los últimos esfuerzos para revivir la militancia de clase anterior. Había crecido justo cuando otro ciclo de luchas laborales había comenzado a disminuir: el de los trabajadores del sector estatal urbano que habían luchado sin éxito para defender su "cuenco de arroz de hierro" socialista contra la reestructuración orientada al mercado desde principios de la década de 1990 hasta finales de la década de 2000, alcanzando su punto máximo alrededor de 2002. El ciclo liderado por migrantes se caracterizó no solo por su propio arco intrínseco de acciones laborales, sino también por las redes de activistas y organizaciones especializadas que surgieron desde mediados de la década de 2000 hasta mediados de la década de 2010 en un esfuerzo por apoyar y dirigir las acciones de los trabajadores, así como por ciertas ideas sobre lo que era permisible, presunciones sobre la mejor de organizar a los otros trabajadores y la comprensión de sus objetivos a corto, medio y largo plazo.

Ahora que este ciclo ha sido enterrado, y todavía no está claro cómo surgirá el próximo del contexto actual de "depresión política" (????, una frase que ha estado en los labios de muchos ex activistas en los últimos dos años), tenemos la responsabilidad de honrar a los muertos haciendo un balance del ciclo de luchas laborales dirigidas por los trabajadores migrantes. Ya se ha escrito mucho sobre el trabajo, la vida y las luchas de los propios trabajadores migrantes chinos,[2] por lo que este ensayo se centrará en el entorno de los activistas que surgieron y a veces influyeron en las luchas de los trabajadores. Al hacerlo, rechazo la noción generalizada de que la represión ha sido impulsada principalmente por la personalidad autoritaria de Xi Jinping. En cambio, quiero mostrar que este ciclo de luchas tenía su propia lógica interna y ritmo relacionado con tendencias materiales más amplias en ese momento.

Estamos empezando a ver como una nueva generación de activistas lucha por emerger a pesar de todos los pesares posibles, y privados de la infraestructura y el conocimiento del pasado reciente, pero también libres de algunas de sus lastres históricos e ideológicos. En esto, también deberíamos buscar cómo el próximo ciclo puede diverger de los dos anteriores.

El pico de un ciclo

Si bien el punto de partida de este ciclo de lucha laboral se remonta a finales de la década de 1990, su meseta superior abarcó poco más de una década desde mediados de la década de 2000 hasta mediados de la década de 2010. Este período estuvo lleno de grandes esperanzas. La década de 2010 comenzó con una huelga histórica en el verano de 2010, la huelga de la fábrica de autopartes Nanhai Honda, ampliamente interpretada, ampliamente retratada como la mayoría de edad de la nueva clase trabajadora china. [3] Pronto siguió una ola de huelgas de trabajadores del automóvil, y más tarde ese año una huelga de más de 70.000 trabajadores en la zona industrial de Dalian coronó lo que podría haberse denominado el Año del Trabajador.[4]

Esas grandes huelgas habían sido precedidas por años de intensificación de la lucha laboral en el Delta del Río Perla, que habían obligado al estado a aprobar legislaciones laborales, más bien progresistas sobre el papel según las normas internacionales de legislación laboral, a finales de la década de 2000 como concesiones en un intento de preservar la paz industrial. Durante unos años, el gobierno pareció, al menos nominalmente, estar del lado de los derechos legales de los trabajadores, aunque no fuese por otra razón que asegurar el apoyo a la base socioeconómica de su modelo de desarrollo capitalista. En retrospectiva, sin embargo, la huelga de Honda no marcó el paso de las luchas defensivas a las ofensivas, más expansivas y cada vez más organizadas de los trabajadores, como muchos creían en ese momento, sino simplemente supuso el pico de un ciclo de luchas todavía principalmente defensivas y localistas, que solo decaería en los años siguientes.

En los cinco años después de la huelga de Honda, cada año se produjeron desarrollos significativos, ya fuese en forma de huelgas grandes y seguidas que tuvieron impactos más amplios más allá de las fábricas, como la huelga de 40.000 trabajadores de la fábrica de zapatos Yue Yuen en Dongguan (2014), o en forma de noticias laborales que galvanizaron una solidaridad pública generalizada, como los suicidios en la fábrica Foxconn (2010-2014). Los trabajadores y activistas nunca estuvieron libres de acoso y vigilancia. Se contrataron matones para agredir a los trabajadores en huelga, la policía acosó regularmente y retuvo a los activistas para ser interrogados, y las ONG laborales se vieron obligadas a reubicar sus oficinas. Pero los activistas respondieron a estos nuevos acontecimientos con optimismo y activamente, discutiendo la mejor manera de intervenir. El estado trató de sofocar los disturbios laborales con la legislación y la adecuación de la retórica pro-laboral, mostrando la voluntad de asociarse con las ONG laborales en un matrimonio de conveniencia con el fin de obtener el consentimiento de los trabajadores al sistema de relaciones laborales emergente y más regulado que poco a poco estaba tomando forma. El estado toleró a las ONG laborales porque ofrecía servicios, mientras monitoreaba y delineaba los parámetros de sus actividades, de manera sutil o no tan sutil.

 


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