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24.4.23

Finlandia: lecciones de la derrota del gobierno de izquierda

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Por Tatu Ahponen (*)

Hace cuatro años, la izquierda finlandesa estaba contenta. Durante décadas, Finlandia ha tenido gobiernos que, en nombre de la eficiencia y la globalización, lenta pero constantemente recortaron el marco de convenios colectivos, propiedad estatal y planificación indicativa que sustentaban el estado de bienestar.

El sistema de atención social y de salud crujia y el desgaste era evidente en todos los servicios públicos. El crecimiento económico era lento y las tasas de natalidad disminuían. La clase política y los medios de comunicación de Finlandia hace mucho tiempo que defendían que la única respuesta era el neoliberalismo.

De pronto pareció haber una alternativa. En 2019, un nuevo gobierno de centro-izquierda prometió reformas sociales y ambientales de gran alcance, incluido el rejuvenecimiento del estado de bienestar y un compromiso audaz con el objetivo de cero emisiones netas para 2035.

La tarea recayó en el primer ministro Antti Rinne, un sindicalista experimentado, que dirigió una coalición compuesta por su partido socialdemócrata, los verdes ecologistas, el Centro agrario, la Alianza de Izquierda y el Partido Popular Sueco.

Pero menos de un año después de las elecciones, Rinne se había ido, dimitiendo tras una huelga de correos a nivel nacional que lo enfrentó al movimiento sindical en el que tenía su base de poder. En su lugar, SannaMarin pronto se enfrentaría a una serie de grandes retos: la pandemia de Covid asoló el país y la guerra en Ucrania cambió la situación de seguridad en toda Europa.

El balance de los resultados del gobierno de Marin es mixto y las divisiones sobre temas internacionales de los partidos de la coalición a menudo eclipsaron sus logros.

Crisis gemelas

Durante la pandemia, Finlandia evitó los confinamientos más estrictos que fueron comunes en gran parte de Europa, mientras gran parte del sistema sanitario finlandés adoptaba un enfoque cuidadoso de restricciones y la necesidad de vacunar a todos los grupos de la población. El enfoque tuvo éxito durante un año y medio: la vida diaria se libró relativamente de limitaciones por razones de salud pública y las muertes por la pandemia siguieron siendo bajas.

Pero esta situación no duraría, y tal vez no podía, durar. Después del otoño de 2021, el exceso de muertes en Finlandia fue, en promedio, mayor que en el resto de Europa. Los críticos afirmaron que las restricciones se redujeron demasiado pronto, y otros culparon al programa de vacunación y a la decisión de no ofrecer segundas vacunas de refuerzo a los mayores de 60 años.

Más tarde, en febrero de 2022, la invasión rusa de Ucrania causó una reacción nacional inmediata, afectando a los confines más profundos de la conciencia histórica finlandesa. Impensable en las últimas décadas, la amenaza de una gran nación que busca conquistar a su vecino más pequeño se cierne sobre la sociedad finlandesa y la vida política.

Incluso antes de la guerra, la opinión pública había comenzado a cambiar de opinión sobre la pertenencia a la OTAN, y la invasión de Rusia solo aceleró esta tendencia. Marin, que anteriormente había declarado que era improbable que su gobierno integrara a Finlandia a la OTAN, se encontró a sí misma defendiendo el ingreso en la alianza militar y cortando los lazos comerciales de décadas con Rusia.

De los partidos de coalición del gobierno, solo la Alianza de Izquierda hizo cierta oposición a la pertenencia a la OTAN; otros partidos insistieron en avanzar a toda velocidad, y hace unos días se firmó la pertenencia de Finlandia a la alianza militar. Cualesquiera que sean las consecuencias de las elecciones, este es un tema en el que no se esperan cambios de política.

Reforma del Estado de Bienestar

La política interna es la que ha provocado las mayores controversias del gobierno de Marin. Los sucesivos gobiernos han intentado y no han podido reformar los sectores de la salud y la asistencia social de Finlandia, y su gobierno no fue diferente. Si bien las reformas respondieron a algunos de los desafíos, la escasa prestación de servicios básicos en las zonas rurales de Finlandia y los viejos problemas disfuncionales de la atención médica en Helsinki, especialmente en los hospitales de maternidad de la capital, han continuado.

El gobierno intentó mejorar la atención médica principalmente a través de reformas estructurales, transfiriendo un mayor poder hasta entonces en los municipios a regiones más grandes con consejos electos, lo que ha permitido un mayor grado de coordinación entre los sectores de salud y atención social previamente desconectados.

En teoría, las reformas fueron positivas y fortalecen las mejores tradiciones del estado de bienestar, creando un marco público sólido para fomentar la calidad de vida apoyándose en el estado en lugar de las empresas privadas. Pero en la práctica el sistema carecía de la financiación necesaria para ofrecer mejoras reales. El gobierno no logró aumentar significativamente la financiación central ni dio a las regiones mayores poderes fiscales. Como resultado, las reformas se quedaron a medio terminar.

Problemas similares acosan las políticas educativas centrales del país. A propuesta de la Alianza de Izquierda, que dirigía el ministerio de educación, la edad de educación obligatoria aumentó de 17 a 18 años. Con el objetivo de combatir la marginación social, esta reforma tenía como objetivo proporcionar a todos los jóvenes la oportunidad de continuar su educación.

Estas ambiciones eran loables, pero el gobierno también heredó un legado de recortes de gasto en el sector de la educación, que no se invirtió por completo. El sistema educativo finlandés, que a menudo encabeza las encuestas de rendimiento internacionales y es famoso por sus comidas escolares gratuitas, ha sido durante mucho tiempo un orgullo nacional. Por lo tanto, los informes sobre la disminución del nivel educativo resultaron perjudiciales.

A pesar de la presencia en el gobierno de los socialdemócratas y la Alianza de Izquierdas, con su base en el movimiento sindical, el balance del gobierno en relación con los derechos laborales no siempre ha estado a la altura. La negativa a satisfacer las reivindicaciones salariales de las enfermeras durante la pandemia hasta provocar una huelga de correos nacional y el fracaso más general en el avance de los derechos laborales alienaron a los votantes de clase trabajadora en beneficio de los populistas de derecha.

El "cambio verde"

Las políticas climáticas de los partidos del gobierno y la hábil retórica de la derecha contra el "cambio verde" son vitales para entender el fracaso electoral del gobierno de izquierdas. El objetivo de lograr la neutralidad de carbono para 2035 de una manera socialmente responsable creó profundas divisiones.

El Partido del Centro, apoyado por la agroindustria finlandesa, se opuso a las medidas para reducir el uso de la energía de turba para la generación de electricidad y limitar la deforestación. El cambio de la izquierda finlandesa en su oposición a la energía nuclear y el equilibrismo de los socialdemócratas entre los objetivos ambientales y los intereses empresariales y de partes del movimiento sindical no lograron cerrar esta brecha.

Mientras que algunos de los tensos debates reflejaban choques de intereses, otros eran disputas mezquinas o motivadas por el miedo del Partido de Centro a las críticas de la derecha. Las presiones económicas como consecuencia de la guerra en Ucrania limitaron aún más el programa ambiental.

Con el aumento de la inflación -que provocó que los precios de los combustibles y los alimentos se elevaran-, el impulso por la justicia ambiental se volvió difícil de justificar, siendo entendida por algunos como una forma de eco-austeridad, especialmente en el caso de los Verdes, que se estrellaron en las elecciones estrepitosamente.

El problema de la deuda

La crisis económica afectó profundamente a las elecciones de otra manera, situando el tema de la deuda nacional en la cima de la agenda.

La clase política finlandesa tiene un miedo profundo, casi primitivo, a la deuda. Y la deuda es algo que es difícil de evitar cuando se está sufriendo una pandemia y una guerra, o cuando se intentan llevar a cabo reformas de gran alcance para reforzar el estado de bienestar.

La Coalición Nacional, el partido pro-capitalista y socialmente liberal que casi con toda seguridad encabezará el próximo gobierno, capitalizó esto, ganando el apoyo de la clase media anti deuda haciendo hincapié en su responsabilidad fiscal. El Partido de los Finlandeses, de derecha populista, que posiblemente jugará un papel importante en la nueva coalición, rentabilizó la reacción rural contra la legislación ambiental, defendiendo la necesidad de recortes en el gasto público, culpando a la inmigración de la delincuencia y prometiendo sentencias más severas.

Perspectivas de la izquierda

Después de todo esto, Marin, que anunció hace unos días su intención de dimitir como líder del partido, todavía puede presumir de que los socialdemócratas aumentaran su apoyo, aunque una gran parte del mérito se debió al voto táctico útil de otros partidos, así como a su celebridad internacional.

Los Verdes y el Centro esperaban pérdidas importantes en las elecciones debido al fracaso de sus reformas emblemáticas, aunque ha sido la Alianza de Izquierda, el partido más a la izquierda en las elecciones, el más afectado, con el peor resultado de su historia, solo 11 diputados.

El próximo gobierno finlandés puede ser el más derechista en décadas, uniéndo a neoliberales con populistas de derecha. Lo que combinaría una agenda de austeridad extrema con contrareformas en la legislación ambiental y ataques a los solicitantes de asilo y a los derechos humanos. Otra alternativa sería que los socialdemócratas formaran con la Coalición Nacional un gobierno "azul-rojo", la opción preferida por gran parte de la élite finlandesa, ya que daría al neoliberalismo una imagen más moderna, amistosa y profesional.

La izquierda finlandesa se enfrenta a algunas preguntas difíciles. El gobierno derrotado ha sido la coalición más a la izquierda posible dentro de la esfera política parlamentaria, encabezada por una primera ministra más a la izquierda disponible, pero rechazada por un giro a la derecha populista. Una de las razones fue promulgar reformas ambiciosas, pero no proporcionar los medios para financiarlas, por ejemplo, a través de los impuestos.

Sin embargo, muchos factores contribuyen a la derrota y no existen soluciones fáciles. Sin duda, las izquierdas reaccionarán a estos desafíos de diferentes maneras. Algunos abogarán por la moderación o por reagrupar todas las fuerzas en la "casa común" socialdemócrata. Otros se concentrarán en el activismo a nivel de calle y en trabajar fuera de la esfera política parlamentaria.

Una pregunta difícil de enfrentar es si la izquierda realmente se está convirtiendo en el partido de los urbanitas con estudios superiores, que ofrece visiones utópicas al tiempo que descuida hacer realidad mejoras tangibles en la vida cotidiana de la gente. Sin una respuesta a este desafío, es probable que el ascenso de la derecha continúe.

 

(*) Tatu Ahponen es miembro de la dirección de la Alianza de Izquierda de Finlandia.

Fuente: https://tribunemag.co.uk/2023/04/what-happened-in-finland

Traducción: G. Buster


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