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17.4.23

Gramsci y el Partido Nacional

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Por Esteban Valenti(*)

Confesión: todavía no leí el libro "Gramsci, su influencia en el Uruguay" del contador y licenciado en administración de empresas, Juan Pedro Arocena, ganador del Concurso de Instituto Manuel Oribe y que en estos días ha tenido atención en diversos medios. El tema de Gramsci hace tiempo que aparece en columnas y opiniones de diversos intelectuales y dirigentes del Partido Nacional.

Naturalmente que estos son unos primeros comentarios, tentado por salir del tipo de debate y de temas que se afrontan hoy en la discusiones políticas e ideológicas y culturales en nuestro país. Es bueno y necesario abordar las visiones filosóficas que tienen un alto contenido político, endefinitiva la batalla cultural que tanto les preocupa a los blancos, es clave para la riqueza cultural de un país.

No es que vivamos en un tiempo, ni a nivel nacional ni internacional de profundos aportes a los el debates teóricos, aplastados por muchos factores, entre otros la síntesis impuesta muchas veces por las nuevas tecnologías, la velocidad de los cambios en el mundo y una época, tan similar a los enormes retrocesos del siglo XIV, pero sin Renacimiento a la vista.

La convocatoria misma, su marco es ya una derrota cultural. Su obsesión es encontrar una explicación al avance constante de la izquierda desde la salida de la dictadura hasta ganar las elecciones durante tres periodos consecutivos (2004-2019) y seguir siendo desde el año 1999 el principal partido político uruguayo. Todavía no lo pueden aceptar, ni ellos ni los colorados.

Es una derrota porque en un país con las tradiciones políticas nacionales, con la densidad del debate ideológico durante más de un siglo y medio, con aportes originales tanto en filas conservadoras, socialdemocráticas orientales, como Batlle y, de la propia izquierda, considera que hay que buscar afuera las causas de sus propias derrotas y prepararse para las futuras.

Escribí y seguiré escribiendo sobre Gramsci y su original aporte a la izquierda, al socialismo y sus coincidencias y diferencias con el llamado marxismo-leninismo y su derivación política, el socialismo real, pero por ello mismo reafirmo el concepto que la mayor derrota de la izquierda y de las ideas de Marx, fue su transformación en dogma y su pérdida de su virtud inicial y progresiva: su permanente sentido crítico, que permite encontrar contradicciones dentro de la propia obra de Marx a lo largo de su labor de investigación y de su aprendizaje en la práctica.

La izquierda uruguaya, comenzó a cambiar en serio, a fondo y a construir las bases para su explosivo crecimiento, incluso a contrapelo del retroceso en el resto del mundo, cuando comenzó a estudiar críticamente, a comprender nuestra propia historia nacional y de la propia izquierda en el contexto del mundo y de América Latina. Y abandonó el concepto de que la épica revolucionaria, estaba por encima de la política y de los lazos múltiples con la sociedad y la democracia.

El mayor cambio y avance ideológico y con un fuerte impacto político, fue la casi unánime aceptación de la democracia, con todas sus tensiones y posibilidades. Y es un proceso que se repitió de diversas maneras en el resto de América Latina.

La izquierda uruguaya, comenzó a cambiar cuando, la convivencia en un mismo Frente de ideas, tradiciones y experiencias tan diversas, obligaron a un ejercicio del debate y del acuerdo, como bases de su democracia interna. Y eso no es una idea gramsciana.

En 1989 cuando el socialismo real se venía abajo, incluyendo nada menos que la Unión Soviética en 1990 y el PCUS, en las elecciones de noviembre en Uruguay la izquierda unitaria, el Frente Amplio, derrotó de manera definitiva a las fuerzas que dividieron a la izquierda para construir “otra” alternativa a los Partidos Tradicionales, cuando la lista 99 y el PDC se fueron del FA. Y con la paradoja que la lista 1001, con el papel central del Partido Comunista obtuvo casi 200 mil votos, tres veces más que en las elecciones anteriores (1984). Caso único en todo el mundo.

En ese proceso estuvo presente Gramsci, pero de forma totalmente lateral, impulsando una mayor apertura a su lectura y estudio, pero de manera muy diferente a la pobre descripción del libro, según lo citan y mencionan varios medios y comentaristas.

El Frente Amplio nos hizo a todos sus integrantes mucho más democráticos, incluso en algunos casos directamente nos hizo democráticos, por las prácticas internas y por la visión del país y su pluralidad. Y eso en el caso del Partido Comunista se expresó en su propia identidad: Uruguayos, Frenteamplistas y Comunistas. Una revolución del concepto del “Partido el problema cardinal de la revolución uruguaya” Que surgió de un discurso de Rodney Arismendi y que nosotros transformamos en consigna en el logotipo. Pero era mucho más.

Y también cambió radicalmente a otros grupos como el propio MLN y sus aliados del MPP, que no solo asumieron esas posiciones democráticas, sino que ocupando la Presidencia de la República, no se produjo ninguna tensión institucional o democrática. Al contrario.

Es cierto que nos falta “orgánicamente”, es decir desde dentro del propio FA y sus fuerzas, textos, libros, relatos bien estructurados sobre ese cambio, pero el intento del Partido Nacional, de atribuirle todos los males, peligros y asechanzas que siempre fueron su obsesión de amenaza al libre juego del capitalismo, del mercado, del individualismo como la base del progreso, ahora a Antonio Gramsci, demuestra una vez más que ni entendieron las claves de su decadencia (interrumpida por el triunfo tricolor a pesar de haber sido la peor votación del Partido nacional, desde la salida de la dictadura) ni del crecimiento y consolidación de las ideas de izquierda en una parte fundamental de la sociedad oriental.

Es que el pensamiento de la izquierda uruguaya, aún con sus actuales debilidades, tiene muchas mayores capacidades de interpretar los cambios de época en el mundo, en la cultura y el conocimiento como la principal fuerza transformadora y de progreso y eso nunca podrá alcanzarlo el Partido Nacional, no por maldad, no por incapacidad, no por falta de tesón, sino por razones de su propia cultura dominante,  de visión y adhesión a un mundo tan injusto y peligroso, que limita su capacidad de reacción.

Atacando frontalmente a Gramsci sobre el supuesto que es el impulsor de lo políticamente correcto, no lograrán enriquecer su propia capacidad de dar la batalla cultural, promover sus propias ideas, sobre todo alguna nueva, que no sea la del mercado como el mayor logro civilizatorio de los seres humanos.

Este enfoque sobre Gramsci, es exactamente buscar un reloj debajo de un farol, cuando lo perdieron en medio de la oscuridad.

(Seguiremos con este tema).

 

(*) Esteban Valenti. Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net). Uruguay

 


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