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17.4.23

En el centenario de Ernest Mandel (I)

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Por Ernest Mandel, François Vercammen (*)

Ernest Mandel, dirigente del Secretariado Unificado de la IV Internacional y economista, nació el 5 de abril de 1923, hace ahora 100 an~os.

En 1979 recogio´ en forma de entrevista con Jon Rothschild un balance de los debates estrate´gicos en la izquierda revolucionaria de los an~os 60 y 70, que publico´ la editorial Verso en 1979 con el ti´tulo Revolutionary Marxism Today. El texto que reproducimos en primer lugar recoge dos apartados del primer capi´tulo del libro, referidos a la poli´tica de frente u´nico y los gobiernos obreros que, para facilitar la lectura, se han colocado en orden inverso. El texto que esta´ en segundo lugar es de uno de sus discípulos mas cercanos y también dirigente de la IV lnternacional ya fallecido, Franc¸ois Vercammen, que polemiza con el texto de Mandel.

Ambos textos fueron publicados en julio de 2015 en Sin Permiso, en el 20 aniversario de la muerte de Mandel y tuvieron una importante influencia en la rientación de la nueva revista. Al celebrarse este 5 de abril el centenario del nacimiento de Mandel nos ha parecido de interés compartirlos con los nuevos y jovenes lectores de SP, que también pueden encontrar en nuestros archivos otros cinco artículos de Mandel, asi como dos dosieres en la versión impresa dedicados a distintos aspectos de su obra.

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Frente único y Gobierno de los Trabajadores en la estrategia revolucionaria

Ernest Mandel

El reformismo ha dominado durante de´cadas el movimiento obrero. ¿Co´mo se explica esta larga hegemoni´a? ¿Co´mo puede superarse con la actividad de los revolucionarios en la clase obrera?

Para comenzar, sen~alemos que la realidad de la lucha de clases en los pai´ses avanzados capitalistas desde la I Guerra Mundial -o desde 1905, si se prefiere- no puede reducirse puramente a formulas como "la hegemoni´a del reformismo" o la contraria "los trabajadores tienden esponta´neamente a ser revolucionarios pero los reformistas traidores les impiden hacer la revolucio´n". Ambas proposiciones son anali´ticamente absurdas.

La primera implicari´a simplemente que el socialismo es imposible, la segunda una concepcio´n demonolo´gica de la historia. Ninguna es capaz de dar cuenta de la realidad histo´rica. El hecho es que durante los periodos de funcionamiento normal de la sociedad burguesa, la clase obrera esta´ bajo la hegemoni´a reformista. Pero esta afirmacio´n es poco ma´s que un truismo. ¿Co´mo podri´a funcionar normalmente el capitalismo si la clase obrera contestara su propia existencia cotidianamente mediante la accio´n directa? Pero el capitalismo tampoco ha funcionado "normalmente" durante los u´ltimos sesenta o setenta an~os. Los periodos de normalidad han sido interrumpidos por el estallido de crisis, por situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias. Es imposible para la clase obrera-por razones econo´micas, sociales y psicolo´gicas- vivir en constante estado de ebullicio´n revolucionaria. Esta sucesio´n de situaciones con distintas condiciones plantea por lo tanto las mismas viejas cuestiones sobre los li´mites temporales de las crisis pre-revolucionarias y revolucionarias.

Y ello nos retrotrae a una problema´tica trotskista fundamental: la direccio´n revolucionaria; la relacio´n entre la elevacio´n del nivel de conciencia del proletariado y su capacidad de auto-organizacio´n; de la construccio´n de una direccio´n revolucionaria. La coincidencia de todos estos factores pueden conducir la crisis a una situacio´n distinta de la del "funcionamiento habitual" del capitalismo, que por si mismo genera la hegemoni´a reformista. Para beneficio de todos aquellos que puedan etiquetar de "revisionista" este ana´lisis, recordemos que este tipo de revisionismo tiene rai´ces profundas, ya que el propio Lenin escribio´ que la clase obrera es "naturalmente sindicalista" durante los peri´odos de funcionamiento normal del capitalismo y "naturalmente anti-capitalista" en situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias.

Los reformistas mantendra´n probablemente su mayori´a en la clase obrera durante los peri´odos "normales", si esta expresio´n tiene realmente sentido en la fase de decadencia del capitalismo. En cualquier caso, es evidente que hay una diferencia entre una situacio´n en la que el disenso se limita a la existencia de pequen~os grupos aislados de revolucionarios de una parte y los grandes aparatos de los partidos de masas de otra, y las situaciones en las que los revolucionarios han hecho ya la acumulacio´n primitiva de fuerzas, incluso si todavi´a representan una pequen~a minori´a de la clase. En este u´ltimo caso, la lucha para arrebatar la hegemoni´a sobre las masas a los reformistas es mucho ma´s fa´cil, una vez que ha estallado la crisis revolucionaria.

La debilidad de las organizaciones revolucionarias durante e inmediatamente despue´s de la II Guerra Mundial, por ejemplo, fue tal que era imposible cualquier desafi´o real a los reformistas. A los ojos de las masas, los revolucionarios no representaban una alternativa crei´ble a los reformistas y a los estalinistas. La correlacio´n de fuerzas teni´a que cambiar antes. Pero una organizacio´n revolucionaria que tenga no unos cuantos cientos de cuadros, sino una decena de miles o ma´s puede, de manera realista, tener esperanzas en ganar la batalla a los aparatos reformistas una vez que aparezcan las condiciones favorables para ello. La composicio´n social de la organizacio´n y su capacidad para reclutar un nu´mero suficiente de cuadros obreros que sean reconocidos como dirigentes aute´nticos, al menos potencialmente, de su clase en las empresas son tambie´n elementos decisivos que pueden estudiarse en detalle en una serie de casos especi´ficos: el Partido Bolchevique entre 1912 y 1914, el ala izquierda del Partido Socialdemo´crata Independiente (USPD) en Alemania entre 1917 y 1920, la izquierda revolucionaria en Espan~a entre 1931 y 1936.

A ello podemos an~adir que la desaparicio´n de una tradicio´n anti-capitalista es un feno´meno relativamente reciente. Un hecho que esta ligado a la transformacio´n de los Partidos Comunistas en los pai´ses industrialmente avanzados al final de la II Guerra Mundial y, especialmente, al final de la Guerra Fri´a. La educacio´n anti-capitalista continuo´ incluso en los Frentes Populares, con una aplicacio´n de la poli´tica estalinista a dos niveles, por ponerlo de alguna manera. Hoy, el reformismo socialdemo´crata y estalinista contribuyen para mantener a la clase obrera prisionera de las ideologi´as burguesas y pequen~o-burguesas. Pero cualquier visio´n de la lucha de clases que se fije exclusivamente en este aspecto de la realidad subestimara´ el impulso anti- capitalista, casi estructural, inherente en la clase obrera en cualquier fase prolongada de inestabilidad.

Que la clase obrera es esponta´neamente anti-capitalista durante los peri´odos pre-revolucionarios ha sido confirmado pai´s tras pai´s de una manera significativa: Alemania 1918-1923, Italia 1917-20, Francia 1934,36, Espan~a 1931-36, Francia de nuevo en Mayo del 68, Italia de nuevo en 1969-70 y 1975-76, Espan~a de nuevo en 1975-76, Portugal en 1975 y la lista puede continuar..

Por otra parte, estas explosiones de actividad (y conciencia) esponta´neamente anti- capitalista tienen efectos menos duraderos en la conciencia de clase y permiten a los reformistas recuperar su control de manera relativamente ra´pida a menos que sean aprovechados por poderosas organizaciones de masas anti-capitalistas, como los Partidos Comunistas de los an~os 20, o por una vanguardia obrera significativa en constante alerta frente a los aparatos burocra´ticos.

Otro feno´meno, que se suele confundir con el anterior, es la estratificacio´n de la clase obrera y la relacio´n entre esta estratificacio´n y los distintos niveles de conciencia en el proletariado. Lo que puede aparecer como un reforzamiento nume´rico de los reformistas al comienzo de una situacio´n pre-revolucionaria o revolucionaria es sobre todo consecuencia de la extensio´n de la politizacio´n de sectores que habi´an sido hasta entonces pasivos poli´ticamente. Este tipo de crecimiento de las fuerzas reformistas no contradice por lo tanto la radicalizacio´n paralela de de los sectores mas activos que tienen una mayor experiencia en la actividad poli´tica.

Tomemos el ejemplo de Marzo y Abril de 1917 en Rusia. El enorme aumento del apoyo a los mencheviques y Social Revolucionarios durante esos meses no fue en ningu´n caso el resultado de un declive en el apoyo a los Bolcheviques entre los sectores ma´s conscientes del proletariado. Por el contrario, el peso de los Bolcheviques en la vanguardia de la clase, crecio´. Pero los reformistas creci´an aun ma´s deprisa, porque cientos de miles de obreros que antes no habi´an sido poli´ticamente activos entraban en el movimiento por primera vez. Y, por supuesto, se orientaban en principio hacia las fuerzas ma´s moderadas.

¿Implica este ana´lisis de la conciencia de clase del proletariado que la poli´tica del Frente U´nico obrero debe ser una li´nea estrate´gica fundamental de los revolucionarios?

Debemos distinguir dos objetivos poli´ticos distintos o, si se quiere, socio-poli´ticos. La clase obrera no puede acabar con el capitalismo, ejercer el poder y comenzar a construir una sociedad sin clases a menos que alcance un nivel de unidad de su fuerza social y un nivel de politizacio´n y conciencia cualitativamente ma´s alto que el que existe en el capitalismo en e´pocas "normales". De hecho, solo a trave´s de esa unificacio´n y politizacio´n el conjunto de la clase puede constituirse en "clase para si", mas alla´ de las diferencias de oficio, nivel de conocimientos, origen nacional o regional, raza, sexo, edad, etc...

La mayori´a de los trabajadores adquiere la conciencia de clase, en el sentido mas profundo del te´rmino, solo a trave´s de la experiencia de este tipo de unidad en la lucha. El partido revolucionario cumple un papel mediador esencial en todo ello. Pero su propia actividad no puede sustituir esta experiencia de lucha unitaria en la mayori´a de los trabajadores. El partido por si mismo no puede ser el origen de donde surja esta conciencia de clase en millones de asalariados.

El marco organizativo mas conveniente para esta unificacio´n del frente proletario es un sistema de consejos obreros que pueda agrupar, federar y centralizar a todos los trabajadores y trabajadoras, organizados o no, por encima de su afiliacio´n poli´tica o creencias filoso´ficas. Ningu´n sindicato o frente u´nico de partidos ha sido capaz de alcanzar este tipo de unidad, ni nunca lo sera´.

Por esta razo´n, los marxistas revolucionarios siempre han urgido la unificacio´n de las reivindicaciones y luchas de todos los trabajadores y trabajadoras, no solo econo´mica, sino tambie´n poli´tica o cultural. Y se enfrentan a cualquier maniobra que intente dividir a la clase. Actu´an como el sector ma´s decidido en la defensa de la unidad de las movilizaciones y luchas. Y ello requiere que se preste una especial atencio´n a los sectores de la clase ma´s sobre-explotados y oprimidos. Porque sino, esta unificacio´n no es posible.

La poli´tica de unificacio´n de frente proletario es, sin lugar a dudas, un objetivo estrate´gico permanente de los marxistas revolucionarios.

Esta problema´tica de la unificacio´n y politizacio´n del conjunto del proletariado es distinta, sin embargo, de la cuestio´n de una propuesta concreta de frente u´nico dirigida a las diferentes organizaciones y corrientes de la clase obrera. No entrare´ a discutir los objetivos, ori´genes histo´ricos o papel particular que juegan esos partidos y organizaciones. Pero si me gustari´a examinar la articulacio´n precisa entre la poli´tica de frente u´nico en la medida que concierne a dos partidos tradicionales del movimiento obrero - los partidos comunistas y socialistas- y la estrategia de unificacio´n y politizacio´n marxista del conjunto del proletariado.

Hay toda una serie de razones por las que estos dos conjuntos de problemas no son ide´nticos. Primero, los partidos socialistas y comunistas no ejercen su influencia sobre el conjunto de la clase obrera. En segundo lugar, en el proletariado hay capas de vanguardia, algunas organizadas y otras no, que han sacado sus conclusiones de anteriores traiciones de la socialdemocracia y el estalinismo y que desconfi´an profundamente de los aparatos burocra´ticos de esas corrientes. En tercer lugar, las direcciones burocra´ticas socialistas y comunistas en la clase obrera mantienen orientaciones poli´ticas que con frecuencia entran en conflicto con los intereses inmediatos -para no hablar de los intereses histo´ricos- del proletariado. Es por lo tanto perfectamente posible que lleguen a acuerdos de unidad cuyo objetivo sea desorientar, frenar o fragmentar la movilizacio´n de los trabajadores. Y ello especialmente en una situacio´n pre-revolucionaria o revolucionaria, cuando estos aparatos de manera sistema´tica intentan impedir la toma del poder por el proletariado.

Pero aunque estos dos conjuntos de problemas no son ide´nticos, tampoco pueden separarse por completo. En todos los pai´ses en los que el movimiento obrero organizado tiene una larga tradicio´n, una parte significativa de la clase sigue manifestando algu´n nivel de confianza en los partidos socialistas y comunistas, no solo electoralmente, sino tambie´n poli´tica y organizativamente. Es por lo tanto imposible realizar ningu´n progreso real en la unificacio´n del frente proletario sin tomar en cuenta esta confianza relativa o asumiendo que los trabajadores socialistas y comunistas se sumara´n al frente sin tener en cuenta las reacciones y actitudes de sus dirigentes.

De ello se concluye que una poli´tica de frente u´nico dirigida a los partidos socialistas y comunistas es un componente ta´ctico de la orientacio´n general estrate´gica. Pero eso es lo que es, un componente, y no un sustituto de esa orientacio´n. Y ello es especialmente verdad dado que la ma´xima unificacio´n y politizacio´n del conjunto del proletariado requiere tanto el compromiso de los trabajadores socialistas y comunistas y una ruptura de la gran mayori´a de estos trabajadores con las opciones de colaboracio´n de clases que mantienen los aparatos burocra´ticos.

Es interesante subrayar que la reduccio´n simplista de la estrategia de unificacio´n de las fuerzas proletarias y la elevacio´n ma´xima de la conciencia de clase con la poli´tica de frente u´nico con los partidos socialistas y comunistas es con frecuencia paralela a la ilusio´n espontaneista de que la formacio´n de un frente u´nico es suficiente para que los obreros rompan con los reformistas en virtud de aliento que resulta de la unidad de la lucha. Au´n ma´s ilusoria y espontaneista es la nocio´n que la experiencia de un "gobierno sin ministros capitalistas" seri´a suficiente para iniciar el camino de una ruptura de las masas trabajadoras con el reformismo y la formacio´n de un aute´ntico "gobierno obrero" anticapitalista.

La experiencia histo´rica demuestra que esas nociones son falsas. Basta con recordar, por ejemplo, que nada menos que despue´s de seis gobiernos laboristas "puros" en Gran Bretan~a -y con ello me refiero a gobiernos sin ministros burgueses- el aparato reformista segui´a manteniendo su control sobre la mayori´a de la clase obrera, incluso a pesar de que ese aparato estaba integrado en el estado burgue´s y la sociedad burguesa ma´s profundamente que nunca e incluso cuando defiende y practica una poli´tica de estrecha colaboracio´n de clases con el gran capital.

La ta´ctica de frente u´nico es u´til a la estrategia de unificacio´n del proletariado y elevacio´n de su conciencia de clase solo si se dan una serie de condiciones.

En primer lugar, las propuestas de frente u´nico dirigidas a los partidos comunistas y socialistas deben centrarse en los temas de ma´s actualidad de la lucha de clases y deben exigir a las direcciones de esos partidos la unidad para luchar por objetivos especi´ficos que articulen los intereses de los trabajadores en esos temas. Deben por lo tanto tener una faceta programa´tica, porque sino pueden, incluso en condiciones revolucionarias, facilitar maniobras contra la clase obrera.

En segundo lugar, las propuestas deben formularse de manera que sean crei´bles para las amplias masas, en un momento en el que sea posible ponerlas en pra´ctica y de manera que tengan en cuenta el nivel de conciencia de los trabajadores que siguen a esos partidos. En otras palabras, una de las funciones esenciales de estas propuestas es la accio´n pra´ctica, o al menos ejercer tal presio´n en la base de esos partidos que tengan que pagar un alto precio por su negativa a comprometerse en la unidad de accio´n.

En tercer lugar, bien a trave´s de la consecucio´n del frente u´nico (la variable mas favorable, por supuesto) o a trave´s de la presio´n acumulada en las bases a favor del frente u´nico, las propuestas deben desencadenar un proceso de movilizacio´n, de lucha, y llegado un punto, de auto-organizacio´n de las masas bien por la ampliacio´n del frente o por la lucha por conseguirlo. Este proceso, que esta en relacio´n con el papel creciente del partido revolucionario, acentu´a la fuerza objetiva del proletariado, aumenta su auto-confianza, eleva el nivel de conciencia, lleva a sectores masivos de la clase obrera a romper con la ideologi´a y la estrategia reformista y alimenta la capacidad de los trabajadores para ir en la accio´n ma´s alla´ del control de los aparatos burocra´ticos.

En cuarto lugar, para facilitar todo este proceso, el partido revolucionario tiene que acompan~ar estas propuestas de frente u´nico con advertencias a los trabajadores sobre la verdadera naturaleza y los objetivos de las direcciones de los partidos socialistas y comunistas. No debe alimentarse ilusiones de que es posible cambiar el cara´cter de estos partidos a trave´s de las poli´ticas de frente u´nico. No debe confiarse en esas direcciones (o en gobiernos compuestos por ellas) para llevar a cabo los objetivos del frente u´nico y defender los intereses del proletariado. El llamamiento al frente u´nico debe de estar acompan~ado de la preparacio´n para y el llamamiento a los trabajadores para que tomen la iniciativa ellos mismos y solucionen sus problemas a trave´s de su movilizacio´n, su lucha y la autoorganizacio´n al nivel ma´s alto posible. El frente u´nico debe facilitar y estimular estos distintos procesos y no puede ser su sustituto.

Quiero acabar este punto sen~alando los esfuerzos de Trotsky para formular una solucio´n correcta a estos problemas. Puede seguirse en pra´cticamente todos sus escritos, de 1905-06 a su intervencio´n en las discusiones de la Internacional Comunista sobre el frente u´nico; de sus apasionados avisos en Alemania en 1923 y de nuevo en 1930-33 a sus batallas sobre Francia en 1934-36; y constituye una de sus ma´s importantes contribuciones al marxismo. Ma´s au´n, seri´a un error creer que esta problema´tica solo es importante para los pai´ses imperialistas. Por el contrario, la unificacio´n socio-poli´tica del proletariado es igualmente esencial en los pai´ses subdesarrollados y es un elemento central en la estrategia de revolucio´n permanente por esa misma razo´n. Y en no pocos de los pai´ses de Ame´rica Latina y el Subcontinente Indio, la cuestio´n de co´mo organizar frentes u´nicos con los trabajadores de los partidos reformistas es una cuestio´n central.

¿No es muy probable que en los pai´ses con una estructura estable de democracia burguesa sea necesario pasar por un peri´odo de lo que la Internacional Comunista llamaba en sus primero tiempos un "gobierno obrero", en el sentido fuerte o de´bil de este concepto? En otras palabras, un gobierno formado por partidos obreros, posiblemente incluso incluyendo algu´n partido pequen~o-burgue´s, pero con un programa que reclame la ruptura con el capitalismo. ¿No es probable que el movimiento obrero tenga que pasar por la experiencia de este tipo de gobiernos antes de que surjan las primeras instituciones de dualidad de poder? Ma´s au´n, ¿No es tambie´n probable que haya diputados pro-sovie´ticos en el parlamento antes de que se generalicen los o´rganos de dualidad de poder? ¿Es concebible que se desarrolle una situacio´n revolucionaria sin la eleccio´n al parlamento de revolucionarios?

Me parece que estas mezclando demasiados elementos especulativos en lo que son problemas mucho ma´s definidos. Prefiero abordar este problema de otra manera. Primero, en los pai´ses con una fuerte tradicio´n democra´tica-burguesa -y ma´s aun en los pai´ses imperialistas que han salido de dictaduras en los que las ilusiones democra´tico-burguesas tienden a ser mayores que en los pai´ses con tradiciones democra´ticas arraigadas- es inconcebible que se desarrollen los consejos obreros a menos que la clase obrera experimente formas ma´s elevadas de democracia que la democracia burguesa. Los trabajadores deben de poder comparar los meritos de ambas en la pra´ctica.

Segundo, estoy de acuerdo de que es poco probable que se desarrolle la lucha por el poder sovie´tico sin que una corriente marxista revolucionaria haya ganado suficiente fuerza en la clase obrera como para estar representada en el Parlamento. Y tercero, es inconcebible que surja una situacio´n de doble poder en un pai´s con una larga tradicio´n de movimiento obrero sin que esa situacio´n perturbe el control total de las burocracias colaboracionistas de clase y reformistas en los grandes partidos obreros.

Estas tres proposiciones me parecen casi evidentes. Pero deducir otras conclusiones de ellas seri´a plantear hipo´tesis especulativas tan concretas que serian muy difi´cil de contestar con un si o un no. Para dar solo un ejemplo. He dicho que por lo general una situacio´n de doble poder implicari´a la existencia de una corriente socialista y revolucionaria lo suficientemente fuerte como para obtener representacio´n parlamentaria, si hubiera elecciones parlamentarias en ese momento. Pero como muchos parlamentos se eligen por peri´odos de cuatro o cinco an~os, es posible que haya grandes crisis entre elecciones que cambien la correlacio´n de fuerzas dra´sticamente en el seno de la clase obrera. En ese caso, sino se celebran elecciones en ese peri´odo, se producira´ un seria diferencia entre la composicio´n del parlamento y la correlacio´n real de fuerzas, especialmente en los sindicatos, en los consejos obreros (si existe una citacio´n de dualidad de poder) y otras formas de representacio´n de la clase obrera.

Por lo que se refiere a la cuestio´n del Gobierno de los Trabajadores, la resolucio´n de la Internacional Comunista sobre este tema describi´a distintas variables posibles. Una de ellas implica no solo una crisis en la direccio´n tradiciones, colaboracionista de clase, de los partidos obreros de masas, sino tambie´n su sustitucio´n por corrientes ma´s a la izquierda o escisiones masivas y la creacio´n de nuevos partidos como ocurrio´ con el USPD en Alemania de los an~os 20. Pero esta no es la u´nica forma en la que puede ocurrir un tipo de crisis semejante. Es el escenario ma´s favorable, por supuesto, pero no el u´nico posible. De hecho si observamos lo que ha ocurrido desde 1920-21 - y hemos visto desde entonces crisis con irrupcio´n del movimiento de masas muy importantes, debemos concluir a la luz de la experiencia histo´rica que el caso del USPD fue bastante excepcional. No hubo, por ejemplo, una escisio´n similar en el PSOE entre 1934 y 1936, con la excepcio´n de las Juventudes, y acabo´ bastante mal porque fueron los estalinistas los que se hicieron con el control del sector escindido. En los an~os 40, mucha gente, incluidos los trotskistas, esperaban o confiaban que el ala izquierda Bevanista del Partido Laborista brita´nico se hiciera con el control de la direccio´n. Pero no ocurrio´ asi´ ni hubo ninguna escisio´n del ala izquierda. Se podri´an dar otros ejemplos. De hecho, cuando mas radicales han sido los acontecimientos ma´s se han producido este tipo de desarrollos -como en el caso del PSIUP en Italia o el PSU en Francia en los an~os 60- pero ninguno de ellos comparables al caso del USPD.

Personalmente estoy convencido que la direccio´n establecida de los partidos socialistas y comunistas de Europa Occidental no formaran gobiernos de los trabajadores del tipo del que estamos hablando. Lo ma´s que hara´n es formar gobiernos burgueses-obreros, la segunda categori´a de las analizadas por la Internacional Comunista. Pero eso es algo completamente diferente: no se trata de gobiernos que comiencen a romper con la burguesi´a.

Pero esos gobiernos pueden proclamar que quieren romper con los capitalistas, aunque realmente no lo hagan.

Eso es algo muy diferente. La diferencia esta ya sen~alada en la resolucio´n de la Internacional Comunista y ha sido confirmada especialmente por la experiencia histo´rica. Ha habido hasta los an~os 80 6 o 7 gobiernos laboristas de ese tipo.

Pero ninguno de ellos con un programa que defendiera la ruptura con el capitalismo.

Es verdad. Pero lo que quiero subrayar es que en un futuro previsible es que no habra´ en Europa Occidental alianzas de partidos socialistas o comunistas que vayan ma´s alla´ del programa, por poner un ejemplo, de la Unio´n de la Izquierda en Francia. Y en ningu´n caso pretendio´ una ruptura con el capitalismo. En el mejor de los casos -e incluso esto es muy hipote´tico- veremos programas similares a los del Partido Laborista brita´nico en 1945, que era un programa reformista radical, o del Partido Socialista austriaco, que inclui´a la nacionalizacio´n de sectores importantes de la economi´a nacional.

Ninguno de estos programas es en manera alguna anticapitalista. Ninguno puede compararse al programa de la Unidad Popular chilena. Incluso en ese caso, el cara´cter anticapitalista del programa era dudoso, pero la dina´mica que desato´ fue mucho ma´s radical. En Europa Occidental, sin embargo, con los partidos tradicionales de la clase obrera que existen, es difi´cil imaginar desarrollos que vayan ma´s alla´ de la Unio´n de Izquierdas francesa o el Partido Laborista brita´nico de 1945.

¿Seri´a correcto entonces concluir que no consideras muy importante plantear reivindicaciones programa´ticas o consignas en relacio´n con ese tipo de gobiernos burgueses-obreros exigie´ndoles que rompan con el capitalismo? ¿Estas diciendo que seri´a imposible imponer medidas anticapitalistas a esos gobiernos?

De nuevo estas especulando. Nadie puede prever la forma exacta en la que se producira´n situaciones revolucionarias en Europa Occidental. Es imposible determinar un modelo que se puede aplicar a todos los casos. Lo que estas describiendo no es sino una variante de muchas. No la descarto por completo y estoy por supuesto de acuerdo totalmente de que si hay un gobierno compuesto exclusivamente por representantes del movimiento obrero, los revolucionarios deben plantear reivindicaciones y consignas exigiendo que ese gobierno rompa con el capitalismo. Pero eso es muy distinto de decir que esta sera´ la manera predominante por la que la conciencia de la clase obrera se elevara´ a niveles cualitativamente superiores. Tambie´n puede ocurrir como resultado de una huelga general, de una serie de luchas directas, de una confrontacio´n con la reaccio´n o el aparato de estado. Hay simplemente demasiadas variables como para poder subsumirlas en un solo esquema.

De nuevo, ello es obvio despue´s de lo que ha ocurrido en Europa en los u´ltimos cuarenta an~os. En Francia, la crisis estallo´ en 1936 como consecuencia de una combinacio´n de la victoria electoral del Frente Popular y una huelga general; en Espan~a, de la confrontacio´n directa con los fascistas; en Portugal, del derrumbe por una conspiracio´n militar de un gobierno bonapartista, semi-fascista, senil; mas recientemente, en Espan~a de nuevo, fue el resultado del retraso de la burguesi´a a la hora de deshacerse de una dictadura que en los an~os 70 ya no correspondi´a a la correlacio´n real de fuerzas. Ya tenemos cuatro variantes.

El problema ma´s general -expuesto en sus rasgos generales por Trotsky e insuficientemente desarrollado por los marxistas revolucionarios durante un largo peri´odo- es este: en un pai´s capitalista avanzado con una estructura poli´tica muy sofisticada y un sistema social complejo, en el que haya una larga tradicio´n conservadora en el movimiento obrero, es inconcebible que los trabajadores opten directamente por sistemas de organizacio´n sovie´ticas y, ma´s tarde, por formas de poder sovie´ticos sin pasar por nuevas experiencias muy profundas de lucha y nuevos avances de su conciencia. No se trata simplemente de construir un partido revolucionario independientemente de lo que ocurre en la clase obrera: es que no se puede dar un giro revolucionario con una clase obrera predominantemente reformista. Es simplemente imposible. Seri´a un esquema burocra´tico, aventurero e idealista.

La cuestio´n de que tipo de ta´ctica hay que adoptar en relacio´n con un gobierno burgues-obrero debe ser discutida con un espi´ritu similar. El arma ta´ctica esencial para ganar a la mayori´a de las masas cuando hay un gobierno de ese tipo es el Frente Unico, bajo ciertas condiciones poli´ticas cruciales. Pero en la situacio´n muy compleja y delicada de un gobierno de izquierdas -un gobierno que las masas identifiquen como de las organizaciones obreras- esta ta´ctica debe basarse en una actitud cuidadosamente equilibrada hacia el gobierno. (No estoy hablando aqui´ de un gobierno de "compromiso histo´rico", es decir el ti´pico gobierno de coalicio´n de los grandes partidos burgueses y reformistas). La actitud de los marxistas revolucionarios no debe ser esquema´tica, o limitarse a continuos llamamientos a derrocar el gobierno -que sonari´an a oi´dos de las masas extran~amente similares a los de la derecha y extrema derecha. No estoy diciendo que nuestra actitud debe ser de apoyo: no estamos por ese tipo de gobierno, evidentemente, sino porque sea reemplazado por un aute´ntico gobierno de los trabajadores. En cualquier caso, se trata de un gobierno burgue´s-obrero, visto por las masas como tal. Seri´a sectario y completamente improductivo adoptar hacia e´l la misma actitud que hacia un gobierno burgue´s puro y duro o un gobierno de Frente Popular.

Solo cambiari´amos nuestra posicio´n si el gobierno comienza a reprimir al movimiento de masas. Esa fue la posicio´n de Lenin en abril de 1917, como puede verse leyendo sus escritos de marzo a junio de 1917. Por ejemplo: "No defendemos aun el derrocamiento de este gobierno, porque es apoyado por la mayori´a de los trabajadores". Solo cambio´ su actitud despue´s de la represio´n que siguio´ a las Jornadas de Julio. Mientras que un gobierno de este tipo no reprima, debemos adoptar una actitud de "tolerancia cri´tica", de propaganda de oposicio´n pedago´gica, para permitir que las masas aprendan mediante su experiencia. Ello significa en concreto plantear una serie de reivindicaciones que corresponden a dos criterios ba´sicos.

Primero, es necesario profundizar la ruptura con la burguesi´a y exigir la dimisio´n de los dos o tres ministros burgueses probablemente incrustados en el gobierno. Por supuesto, ello no cambiara´ mucho la naturaleza del gobierno: seguira´ siendo un gobierno burgue´s-obrero incluso sin esos ministros. La experiencia de Espan~a en 1936 y de Chile han puesto en evidencia ambos la necesidad de una purga y eliminacio´n profunda de todo el aparato represivo de la burguesi´a, la disolucio´n de los cuerpos represivos y el fin de los jueces de por vida. Adema´s, esta´n todas las reivindicaciones econo´micas de las masas relacionadas con las nacionalizaciones bajo control obrero, que expresan la lo´gica de la dualidad de poder.

La segunda categori´a ba´sica de reivindicaciones que hay dirigir al gobierno tienen que ver con la respuesta a los inevitables actos de la burguesi´a de sabotaje y desorganizacio´n econo´mica. En este tema, la orientacio´n poli´tica debe ser la de respuesta inmediata a las provocaciones: ocupacio´n y toma de las empresas, seguida de su coordinacio´n; elaboracio´n de un plan obrero de reconversio´n y revitalizacio´n econo´mica; extensio´n y generalizacio´n del control obrero en la orientacio´n de la auto- gestio´n; la gestio´n de todo un conjunto de a´reas de la vida social por los sectores directamente implicados (transporte pu´blico, comercio callejero; guarderi´as, universidades, tierras agri´colas..). Numerosos sectores evolucionaran desde el reformismo hacia el centrismo de izquierdas y el marxismo revolucionario discutiendo estos problemas en el marco de la democracia proletaria y a trave´s de su propia experiencia pra´ctica, protegidos por la defensa intransigente de la libertad de accio´n y movilizacio´n de las masas, incluso cuando ello "moleste" a los planes del gobierno o choque con los de los reformistas. Esta ruptura con el reformismo sera´ ayudada por el ejemplo, la consolidacio´n y la centralizacio´n de vari´as experiencias de autoorganizacio´n. Pero en nada ayudan, sin embargo, los excesos sectarios, los insultos del tipo "social-fascistas", o ignorar la especial sensibilidad de quienes aun confi´an en los reformistas. La poli´tica de ganar a las masas a trave´s del frente u´nico esta i´ntimamente unida a la afirmacio´n., extensio´n y generalizacio´n de la dualidad de poder, hasta llegar e incluir la consolidacio´n del poder obrero con la insurreccio´n.

El resultado objetivo de las poli´ticas de los reformistas son las siguientes: creciente impotencia del gobierno de izquierdas; incapacidad para cumplir sus promesas; desilusio´n creciente de las masas y la creacio´n de un terreno fe´rtil para la desmovilizacio´n y desmoralizacio´n y la vuelta poderosa de la reaccio´n, a trave´s de la violencia o incluso de medios legales y electorales. Ello confirma que no hay alternativa: o se profundiza la movilizacio´n de las masas hasta la victoria o su declive y derrota es inevitable. En este tipo de peri´odos hay una carrera entre dos movimientos, uno que lleva al desbordamiento de los aparatos reformistas y otro a la retirada de las masas como consecuencia de la bancarrota de los reformistas. El primero se impondra´ solo si la correlacio´n de fuerzas social y poli´tica cuenta al menos con algunos elementos favorables: si el movimiento de masas no se estanca y crece; si la autoorganizacio´n se refuerza y extiende, en vez de desaparecer ra´pidamente; y si los revolucionarios tienen e´xito y superan su debilidad y aislamiento y establecen miles de nuevos lazos con las masas gracias a la extensio´n y generalizacio´n de una aute´ntica y viva experiencia de frente u´nico ( y no meramente una caricatura propagandi´stica que consista en exigir a los reformistas que respondan para desenmascarar lo que dicen). Este camino no es una garanti´a de victoria, pero es la u´nica oportunidad que hay.


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