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10.4.23

China en la crisis de la (des)globalización. (II) Entrevista

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Por Pierre Rousset (*)

El mundo que permitió que la economía china despegara y se expandiera internacionalmente ya no existe. Las tensiones chino-estadounidenses se agudizan en el contexto de la crisis de la (des)globalización comercial.

Sin embargo, la expansión internacional de China continúa...

Sí, especialmente en América Latina, Medio Oriente, África del Norte y África subsahariana. ¡Patrocinar un acercamiento entre Arabia Saudí e Irán es un éxito innegable que no debe haber complacido a Washington! Por otro lado, Beijing ha sufrido reveses en el Pacífico Sur y el Este de Asia, es decir, en su perímetro de influencia y su zona de seguridad inmediata. Esto es bastante paradójico. Estos reveses señalan el regreso de Estados Unidos a la región, pero también se deben a las políticas del propio Xi Jinping. Pisoteó los derechos de los países que bordean el Mar de China Meridional, pensando que serían demasiado dependientes económicamente de la inversión, la financiación y el mercado chinos para rebelarse. Ha tirado demasiado fuerte de la cuerda.

De manera más general, la nueva geopolítica del conflicto está dejando su huella. El primer ministro japonés, Fumio Kishida, estuvo en Kiev al mismo tiempo que Xi Jinping viajaba a Moscú. No fue un simple acto de obediencia a Washington, tiene su propia agenda: afirmar el peso de Japón en el concierto de las grandes potencias, completar la reconstitución de un ejército de intervención, poner fin a la cultura pacifista que aún prevalece entre la población japonesa y militarizar el régimen, para defender los intereses de su propio imperialismo en el noreste asiático (península coreana, reivindicaciones territoriales...). Resguardando las principales bases americanas en el extranjero, en Okinawa en su mayor parte, al ir a Ucrania, también envía un mensaje a China sobre Taiwán.

Aquí encontramos la misma tensión entre dinámicas geoestratégicas e interdependencias económicas, que en este caso son muy fuertes: China fue (en 2019) el segundo socio comercial de Japón, a la par de Estados Unidos. Para China, Japón siguió siendo el primer inversor extranjero, fuera del mundo chino, y el tercer receptor de las exportaciones chinas, por detrás de Estados Unidos y la Unión Europea.

Después de que el clan Marcos volviera al poder, Manila duplicó el número de puertos que la Marina de los EEUU puede usar. Probablemente se le pedirá a Filipinas que acumule municiones que se utilizan ampliamente en los conflictos contemporáneos.

China parecía dominar el juego militar en su periferia inmediata, al margen de la conquista de Taiwán, pero la configuración de fuerzas se está reequilibrando, al menos parcialmente, poco a poco.

Existe el riesgo de encontrarnos en una situación peligrosa y prolongada de "ni guerra ni paz" en el Mar de China Meridional, con picos de tensión militar, económica (bloqueo) y diplomática.

El equipo militar chino todavía es en parte de origen ruso. Beijing está observando de cerca el desempeño del ejército de ocupación en Ucrania, en comparación con la efectividad del apoyo estadounidense a las fuerzas ucranianas. Xi Jinping tiene algunas preocupaciones. La calidad del armamento ruso parece estar muy por debajo de su reputación. Por otro lado, la calidad de la información proporcionada por el Pentágono al Estado Mayor ucraniano explica la precisión con la que pudo orientar sus operaciones. Es cierto que el complejo militar-industrial chino se moviliza a toda velocidad y está modernizando su arsenal y desarrollando sus propias tecnologías, pero aún no las hemos visto en acción. Beijing todavía parece depender de Rusia en ciertas áreas y decidió cooperar con Moscú en este campo durante la visita de Xi Jinping.

¿Beijing defiende un mundo multipolar?

Esto es lo que dice, con una sola voz, pero tiene muchas voces. Xi Jinping no ha ocultado sus ambiciones hegemónicas, oponiendo dos modelos de civilización a escala planetaria, teniendo China que recuperar su centralidad y su historia encontrando su curso natural tras un paréntesis occidental. "El siglo XXI será chino", proclamó.

Hasta cierto punto, el mundo ahora es multipolar. La hegemonía estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial ya no existe. De India a Qatar, de Turquía a Brasil, cada estado tiene la libertad de defender los intereses de (parte de) sus clases dominantes (a menos que esté sumido en una crisis de régimen que lo paralice). Por lo tanto, Estados Unidos y China tienen dificultades para formar un solo bloque de alianza que una a sus aliados.

La marcha de la OTAN hacia el Este se vio interrumpida por la debacle afgana. De hecho, en junio de 2022, por primera vez, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Japón fueron invitados a asistir a la cumbre de la OTAN en Madrid, donde se identificó explícitamente a China como una amenaza para la seguridad colectiva común. De hecho, los mandatos de la OTAN le permiten intervenir dondequiera que considere que está en juego la "seguridad" de sus miembros.

Sin embargo, por el momento, Joe Biden debe activar varios acuerdos político-militares ad hoc en la región de Asia-Pacífico, susceptibles de adaptarse a los requisitos de cada uno: el Quad (Cuadrilateral Security Dialogue) con Australia, India y Japón... o Aukus, acrónimo de Australia, Reino Unido y Estados Unidos.

China activa redes como los BRICS, las siglas de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Sin embargo, no preveo que los BRICS se conviertan en una alianza militar, incluso si Brasil actualmente está mirando a Beijing. Lo mismo ocurre con las redes de cooperación económica en la región de Asia-Pacífico, que incluyen estados (como los europeos) que están comprometidos con Estados Unidos.

Mi "lectura" aquí difiere de los análisis progresistas que juzgan que el realineamiento de fuerzas (estados o grandes empresas económicas) alrededor de Washington o Beijing está ocurriendo a un ritmo acelerado. Prefiero percibir un lento desgarramiento que tal vez nunca termine. Dicho esto para proporcionar alimento para el pensamiento y la discusión entre nosotros...

Sin embargo, no hay nada lento en el impacto planetario de las tensiones chino-estadounidenses. Ya es considerable: la militarización del mundo, la aceleración de la crisis climática... Es esta dinámica de militarización la que hay que abordar , y no se hará poniéndose del lado de uno u otro de los protagonistas -con los Estados Unidos Unidos porque el poder chino es autocrático, o con China porque no tiene la responsabilidad histórica del orden imperial defendido por los países de la OTAN...

Al ponernos del lado de una de las potencias, nos encontramos atrapados en esta dinámica de militarización del mundo y corremos el riesgo de ser llevados a abandonar a su suerte a poblaciones víctimas de uno u otro orden imperial: los palestinos, víctimas del apoyo de los Estados Unidos a Israel, los sirios, víctimas del apoyo de Rusia al régimen de Assad, los birmanos, víctimas del apoyo chino a la junta militar...

Nuestro "ángulo de visión" es la defensa de los derechos de los pueblos (incluido el derecho a la libre determinación), así como la defensa de los derechos humanos y sociales fundamentales en todas partes. La defensa de los derechos no es un "valor occidental". Hemos experimentado los peores regímenes en Occidente, como el nazismo, y estos derechos ganados con tanto esfuerzo ahora están siendo atacados desde Francia hasta Italia y los Estados Unidos.

¿No deberíamos luchar por los derechos de los trabajadores, las libertades asociativas y sindicales, los derechos de las mujeres en todo el mundo? ¿Por los derechos de los inmigrantes, la libertad de movimiento y expresión, el derecho a votar en elecciones que sirvan para algo? ¿El derecho a elegir la propia sexualidad, la propia identidad, al control del propio cuerpo, al aborto?

El análisis geopolítico del presente no debe servir para relativizar la lucha por los derechos ni para oscurecer el origen de conflictos, como la invasión de Ucrania por Rusia, el aplastamiento militar de un vasto movimiento de desobediencia cívica en Birmania, la invasión de Irak por una coalición bajo la hegemonía estadounidense... Tampoco debemos olvidar que los taiwaneses sí viven en Taiwán y que tienen derecho a decidir libremente su futuro, sin estar sujetos a amenazas militares recurrentes, a represalias económicas, a la manipulación de la opinión pública.

¿No es esto el internacionalismo?

¿Es inevitable la guerra interimperialista?

¡Quién soy yo para contestar semejante pregunta! Daré mi... opinión de todos modos.

Parece que para muchos analistas la única cuestión pendiente sería su fecha: ¿muy pronto, más tarde? Espero que estos politólogos, más entendidos que yo, se equivoquen. La guerra en Ucrania tiene repercusiones globales, pero no se convertirá en una guerra mundial (a menos que se vuelva nuclear). Por otro lado, un conflicto en el Mar de China Meridional probablemente no sería una simple guerra de poder. Podemos aprender mucho de Ucrania en términos de historia militar contemporánea, pero no nos dice cómo sería un gran conflicto entre los dos principales imperialismos. Excepto por el desastre sin paliativos.

La comunidad empresarial no cree en la proximidad de la guerra: continúa invirtiendo a largo plazo, empresas chinas en Occidente (más recientemente en el sector minero en Australia) y empresas occidentales en China. Es reacio a aislarse de una parte del mercado mundial (incluida China).

La guerra es posible, puede suceder "a pesar de todo", pero no es inevitable. Su posibilidad, sin embargo, crea una situación de gran inseguridad que pesa sobre las conciencias. Nuestra respuesta política es obviamente el desarrollo del movimiento contra la guerra. Este es también nuestro problema, ya que sigue siendo débil a nivel internacional y está dividido entre "campistas" e "internacionalistas".

Volvamos a la situación en la propia China.

Xi Jinping ha iniciado, tras el congreso del PCCh del año pasado y ahora con la reunión de la Asamblea Popular Nacional, su tercer mandato al frente del partido, el ejército y el Estado. Se ha llegado a un punto de no retorno. Antes de la reforma constitucional que impuso Xi en 2018, los mandatos de los líderes supremos se limitaban a dos periodos consecutivos de cinco años. Una regla de oro que habían respetado los dos sucesores de Deng Xiaoping: Jiang Zemin (1992-2002) y Hu Jintao (2002-2012).

La reforma constitucional de 2018 levantó todas las restricciones sobre la duración de los mandatos, para que Xi Jinping pueda gobernar todo el tiempo que quiera y pueda. La carga simbólica de la reunión de la APN es que China tiene no solo el gobierno de un solo partido, sino el gobierno de un solo líder (con un pensamiento sin precedentes). Este es un verdadero cambio de régimen. Xi ha atacado las medidas iniciadas por Deng Xiaoping para limitar la monopolización del poder sine die por una sola facción, una sola camarilla, un solo hombre. Es cierto que antes de Xi, Jiang Zemin y Hu Jintao ya habían ocupado los tres puestos clave de jefe del partido, el ejército y el estado simultáneamente. Sin embargo, debían respetar cierta colegialidad en cada nivel de liderazgo y prepararse para la llegada al poder de un nuevo equipo.

La sucesión fue, por lo tanto, objeto de una larga lucha dentro del aparato, que permitió que diferentes facciones ganaran e impusieran compromisos (de los que Xi se benefició). Esto era necesario cuando los mandatos no podían exceder de diez años consecutivos. Pero ya no es el caso. Se acabó la colegialidad, e incluso a los 70 años, un líder vitalicio rara vez prepara su sucesión.

Sin embargo, si Xi controla el corazón del poder político dentro del PCCh, desde el Comité Central hasta el Santa Santorum, el Comité Permanente del Buró Político, ¿cuál es la realidad en un partido con 96 millones de miembros? ¿En un país-continente de mil cuatrocientos millones de habitantes?

¿Es China un país capitalista "normal"?

Si, pero no. Tomemos el ejemplo del Covid-19. El régimen primero se encerró en la negación, perdiendo cualquier posibilidad de cortar la epidemia de raíz (y evitar la pandemia). Reaccionando demasiado tarde, tuvo que recurrir a políticas de contención "duras", que en un principio gozaron del apoyo popular. Se empezó el levantamiento del confinamiento por razones económicas y no estaba preparado, aunque en estas condiciones iba a provocar una virulenta reanudación de los contagios (y protestas sociales). Hemos vivido un ciclo sanitario similar en Francia. Hasta aquí la normalidad capitalista de China.

La especificidad de China es que sus políticas de salud han tomado formas extremas, hasta el punto de los peores "excesos" (denunciantes que mueren en detención, familias encerradas en sus apartamentos sin recibir comida ni agua...). Esta locura institucionalizada refleja el orden burocrático de arriba hacia abajo del gobierno chino, que ha reforzado el poder personal indiviso de Xi Jinping. Si retomamos la comparación con Francia, es difícil no evocar una analogía (el poder personal de Emmanuel Macron, que ha jugado un papel importante), pero también la particularidad de un imperialismo francés súper dependiente (¡incapaz de producir máscaras! ) y unas autoridades políticas cegadas por un burdo eurocentrismo teñido de racismo: teníamos la ventaja de estar advertidos ??de la llegada de la pandemia y podíamos haber aprendido de Taiwán, Corea del Sur...

La crisis que se avecina

El crecimiento de China está a media asta, con un crecimiento del PIB del 3% en 2022 según cifras oficiales (menos según muchos observadores) y del 5% este año. Esto significa que la crisis social se agudizará. El pacto social se ha erosionado: los padres aceptaban un régimen autoritario si pensaban que sus hijos vivirían mejor, pero ya no es así. Las deudas públicas y privadas se acumulan. El desempleo estructural va en aumento, especialmente entre los adultos jóvenes (ha llegado al 20%).

La transición demográfica es más rápida de lo esperado: la población comienza a disminuir. Los incentivos del PCCh para trabajar más, casarse joven y tener hijos temprano no están alentando a los jóvenes, que tienden a trabajar menos (al menos a los de las clases medias que pueden permitírselo). El número de mujeres que optan por no tener hijos está aumentando tanto por motivos económicos (criar a un hijo es caro) como por cambios generacionales. La clase obrera no ha olvidado cómo se sacrificó su salud en un intento por mantener la producción durante la epidemia de Covid-19. Los ancianos protestan contra los recortes anunciados de las pensiones. Las poblaciones de la "periferia" (uigures, tibetanos...) están sometidas a formas de colonización cada vez más agresivas.

En toda su diversidad regional, urbana y rural, la sociedad china está cambiando. ¿Puede el régimen adaptar su modo de gobierno en consecuencia? Nada es menos cierto, dado que se ha plegado en torno a la camarilla de Xi Jinping, que en el 20º Congreso del PCCh aseguró su control exclusivo sobre los órganos de gobierno centrales. Podría convertirse en uno de los principales factores de la crisis emergente.

Soplar las brasas del nacionalismo de gran potencia crea un vínculo entre el deseo de recuperar el control interno (se denuncia a los alborotadores en nombre de la indispensable unidad nacional) y el anunciado endurecimiento de la política exterior.

 

(*) Pierre Rousset. Veterano militante de la IV Internacional, cuyo trabajo de solidaridad con Asia ha sido fundamental, actualmente publica la página web Europe Solidaire Sans Frontieres.

Fuente: https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article66171

Traducción: Enrique García


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