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27.3.23

Entre John Locke y Jean-Jacques Rousseau. Las definiciones del Estado moderno democrático

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Por Fernando Villela Aranda (*)

Nos encontramos en tiempos de definiciones dentro del Estado moderno democrático. No solo la agresividad de las dictaduras, quizás enfermas, en la esfera global; sino los procesos internos como el fortalecimiento de demagógicos populistas y el debilitamiento de los principios esenciales de una sociedad abierta entre sus ciudadanos.

En México, América y el resto del mundo libre el futuro de las libertades y derechos humanos dependen de resolver democráticamente los conflictos que se presentan.

Evidentemente en las sociedades libres no existe un único criterio para la interpretación de los principios universales, ni una jerarquización exclusiva. De la riqueza de interpretaciones, lecturas y puntos de vista, y su libre discusión obtienen las sociedades abiertas su riqueza y capacidad de adaptación y corrección que carecen otros sistemas políticos.

Dos filósofos que en los siglos XVII- XVIII definieron los principios del Estado moderno democrático y siguen marcando las discusiones y diferencias que existen entre distintas interpretaciones son el inglés, John Locke (1632-1794), y el francés, Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).

Locke, considerado el padre el liberalismo clásico y uno de los máximos representantes del empirismo, nació en una de las épocas más complicadas en la historia inglesa donde dos procesos políticos se estaban definiendo: su naturaleza religiosa (anglicana o católica) y quién ostentaba el poder real: la corona o el parlamento. Hijo de un capitán de caballería parlamentario durante las Guerras Civiles inglesas (1642-1650), cuenta el rumor que estando en la biblioteca de Westminster School alcanzó a oír el bullicio por la decapitación del Rey Carlos I. Médico y filósofo, combinó su vida intelectual con activismo político primero participando en el complot de RyeHouse, anticatólico y antiabsolutista, contra el Rey Carlos II, miembro del Partido Whig y participó en la Revolución Gloriosa, en el derrocamiento de Jacobo II y la imposición de Guillermo de Orange y Maria I.

Por su parte, Rousseau nace en la República de Ginebra, hijo de un relojero con algún poder político. Formado dentro de la religión cristiana hugonote, protestantes de origen calvinista. En su juventud se mudó a París donde sufrió el contraste entre la moderación y sobriedad de Ginebra y los excesos, lujos y oropel de la capital parisina. En 1749 participa en un concurso de ensayo bajo el tema: «Los avances en técnica y arte habían mejorado la condición moral de las personas y sociedad». A diferencia de la boga de esa época, de ver en el progreso de la razón la causa del progreso moral, Rousseau gana el concurso argumentando lo opuesto, que la razón nos ha vuelto más egoístas y viciosos. Su vida fue la de un escritor e intelectual viviendo entre Francia y Suiza.

Ambos liberales y contractualistas, Locke y Rousseau ponen las bases del pensamiento político moderno. En ambos casos se supone un estado previo a una sociedad, el Estado de naturaleza, donde individuos sin asociación viven en control y dominio absoluto de sus libertades. El Estado surge cuando esos individuos se asocian voluntariamente bajo un contrato social con la intención de proteger y promover sus derechos, libertad e igualdad.

Hasta aquí las similitudes entre ambos. Las diferencias son muchas y variadas y generan modelos de Estado moderno distintos. El diablo se esconde en los detalles y muchas de las discusiones dentro de las democracias modernas se pueden rastrear en los desencuentros entre Locke y Rousseau.

Existe una primera diferencia histórica. Mientras que las ideas de Locke están hechas para justificar la Revolución Gloriosa, de la cual fue parte, las ideas de Rousseau fueron uno de los fundamentos ideológicos para la Revolución Francesa. Las primeras se fraguaron en la activa participación de los eventos históricos mientras que las segundas fueron el resultado del calor de la reflexión política de un brillante escritor. ¿Dónde se generan las mejores ideas políticas; en la práctica o en la teoría? ¿En la vivencia de la calle, la tribuna y la toma de decisiones o en el intenso mundo de las ideas, teorías y pensamientos?

Una segunda diferencia, no menor, es su postura religiosa. En el sistema de contrato social de Locke, protestante, la fe juega un papel muy importante. Por un lado, el cristianismo sirve como base teórica a las afirmaciones a la igualdad entre seres humanos y la irrenunciable dotación de derechos. Dice la declaración de Independencia de los EE. UU., influida directamente por el filósofo inglés: «Wehold these truths to be self-evident, thatall men are create dequal, thatthey are endowed y their Creator with certa inunalienable Rights, thata mongthese are Life, Liberty and thepur suit of Happiness». En segundo lugar, cada uno compromete su fidelidad al contrato social frente a su Dios, quien queda de garantía y testigo. Por último, la tolerancia religiosa no solo se basa en principios seculares o prácticos, sino en un axioma teológico; la imposibilidad humana de llegar a un conocimiento certero sobre las verdades religiosas.

Rousseau pasó durante su vida por tres concepciones religiosas: nació y fue criado como hugonote, en Francia se convirtió en católico para terminar adoptando una posición deísta, como la mayoría de los ilustrados franceses. El deísmo afirma la existencia de un Dios creador, pero despreocupado por su creación en la que no influye ni interactúa. Una posición teológica parecida a la primera ley de Newton, o de la inercia (1687); Dios da el primer impulso al universo el cual sigue, por inercia, sin la necesidad de seguir en contacto con anabsentland lord. Por eso no hace falta apelar a él, en el sistema político ni social, quitándole relevancia en los asuntos humanos.

Uno de los principales conflictos entre las distintas tribus liberales es la definición de libertad y las consecuencias que dichas definiciones encontradas generan. Para Locke la libertad es la posibilidad de elegir entre diferentes opciones sin imposición externa, en otras palabras, hacer lo que uno quiera. Por su parte. para Rousseau la libertad es estar exento de la opresión del vicio, de las tentaciones del cuerpo y la esclavitud de los deseos sobre la razón. Por eso, mientras que en uno menores instituciones y normas que controlen el comportamiento significan mayor libertad, en el otro se requieren más controles para que la verdadera libertad pueda expresarse. Pensemos en el mercado; para Locke y sus seguidores mientras mayor sea la oferta de productos mayor será la libertad, pero para Rousseau y los suyos limitar la oferta de productos dirigidos a la vanidad y los excesos es esencial para tener ciudadanos realmente libres.

Una de las principales diferencias es la función del Estado. ¿Qué debe procurar el Estado, el respeto al contrato social y sus normas o la ejecución de la voluntad popular? ¿Qué tipo de democracia se necesita, una representativa que en estructuras institucionales dirija la voluntad del soberano o una democracia participativa-radical donde hay que preguntar directamente a los individuos su opinión? Esta pregunta es de vital importancia en estos meses en México, donde la discusión sobre el sistema electoral mexicano está en el centro de la vida pública.

Y en el centro de tantas diferencias se encuentra la visión antropológica que se tenga. Pues mientras para el filósofo británico los humanos llegamos tabula rasa, mente vacía que por la experiencia se va llenando, por lo que no somos ni buenos ni malos por naturaleza sino el resultado de las experiencias que vivimos y la reflexión sobre las mismas; para Rousseau los humanos somos naturalmente buenos, con inclinaciones innatas a la virtud y bondad. El pueblo es bueno dice el francés y el inglés revira, depende, no confíe tanto.

 

(*) Fernando Villela Arandaes egresado de la carrera de Filosofía por la Universidad Panamericana de la Ciudad de México. Cuenta con un MBA del IPADE. Se unió a los esfuerzos por crear IUS Universidad. Profesor y escritor liberal, pesimista, lector de cómics y fanático de Stephen King. Entre la filosofía y las ciencias sociales.

www.meer.com/es

Portada: Jacques-Louis David; Juramento del Juego de Pelota, 1791, Palacio de Versalles, Francia (detalle)


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