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20.2.23

Terremoto en Turquía y Siria. Dossier

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Por Murat Cinar, Padre Haroutioun (*)

Turquía: Los geólogos advirtieron de lo que sucedería, pero la especulación urbanística no cesó. Entrevista con Huseyin Alin.

Murat Cinar

En la madrugada del 6 de febrero, Turquía sufrió uno de los mayores terremotos de su historia, de magnitud 7,7 en la escala de Richter. Se vieron afectados diez ciudades y cientos de pueblos del sureste del país. En las horas siguientes, un segundo seísmo, esta vez de magnitud 7,4, según los sismógrafos, sacudió la misma zona.

El epicentro del seísmo se localizó en la ciudad de Maras, y fueron los principales núcleos urbanos fuertemente afectados Antep, Urfa, Diyarbakir, Adana, Hatay, Kilis y Adiyaman. Se trata de una zona poblada por unos tres millones de personas, situada en la frontera sirio-iraquí. También hay numerosas víctimas al otro lado de la frontera, en territorio sirio: pocas horas después de los seísmos, los muertos superaban ya los 1.500.

En un comunicado de prensa sobre las causas de este trágico balance de vidas humanas, el Sindicato de Trabajadores de la Función Pública (KESK) señala lo extendida que está en todo el país la cultura de la especulación inmobiliaria, junto con la urbanización desenfrenada, fruto del rápido abandono de las zonas rurales.

Durante años, tanto el mundo no gubernamental como el académico han intentado alertar al gobierno central turco y a los administradores locales del peligro inminente. Hace sólo unos días, NaciGorur, profesor universitario y divulgador científico, miembro del colectivo científico independiente BilimAkademisi, había realizado una serie de declaraciones sobre los daños que los terremotos -que se sabía que llevaban años produciéndose- podrían causar en el sureste de Turquía, dado el precario y frágil estado del parque de edificios.

Mientras los equipos de primera intervención llegaban a la zona desde otras ciudades y algunos países anunciaban su disposición a enviar equipos de primera intervención, Huseyin Alan, presidente de la Asociación de Ingenieros Geólogos, apareció ante las cámaras y contó al país los detalles de una realidad muy sombría. Hablamos con él sobre los acontecimientos.

¿Eran evitables las consecuencias del terremoto de hoy?

Tras el terremoto de Elazig en 2020, creamos un grupo de trabajo en el que participaron varios profesores universitarios y expertos con el objetivo de preparar un plan de prevención y análisis para toda la zona. Llevamos a cabo un minucioso trabajo de vigilancia en 24 ciudades, 110 distritos y más de 500 pueblos, todos ellos en una amplia zona de riesgo de terremotos de magnitud superior a 5,5 grados. Acabamos enviando cientos de informes, en primer lugar al Presidente de la República, pero también a todos los ministros, parlamentarios, prefectos y alcaldes. No recibimos respuesta alguna.

¿Cuáles fueron los puntos críticos que encontraron?

En primer lugar, en las obras de construcción de nuevos edificios no existe ningún control o los controles son insuficientes. Desde los cimientos hasta los pisos superiores de los edificios, se trata de una situación fuera de control en una zona muy propensa a los terremotos. Así que nos pareció una situación muy arriesgada y preocupante.

¿Qué hicieron cuando vieron que no obtenían respuesta?

Seguimos trabajando, publicando nuevos informes y contactando directamente con las autoridades locales y nacionales. El último informe detallado que preparamos para la ciudad de Antep fue del 22 de noviembre del año pasado, mientras que para la ciudad de Maras, que fue el epicentro de estos terremotos, nuestro último informe es de hace dos meses.

Entonces, ¿habría cambiado algo si las autoridades hubieran tenido en cuenta vuestros informes hace dos años?

Las imágenes que hoy estamos viendo hacen que nos demos cuenta de que era absolutamente necesario tomar medidas urgentes, analizando los edificios en riesgo, haciendo los cambios necesarios y aumentando los controles sobre las nuevas construcciones. Por desgracia, hoy podemos afirmar que nuestras preocupaciones y análisis no eran infundados.

ilmanifesto global, 9 de febrero de 2023

Siria: La desesperada situación de Alepo

Padre Haroutioun

Alepo es una ciudad mártir, golpeada por los bombardeos durante la guerra siria y ahora devastada por los tres temblores sucesivos que han matado a miles de personas y han destruido decenas de miles de edificios en el sur de Turquía y el noroeste de Siria. Los habitantes de la segunda ciudad más grande de Siria, conocida por su belleza y su larga historia, luchan por sobrevivir y superar esta nueva y dura prueba. Junto a las ONG y las autoridades locales, las iglesias cristianas participan también en la ayuda a los habitantes sumidos en una situación desesperada por el terremoto. El nuncio apostólico en Siria, el cardenal Mario Zenari, se encuentra en Alepo. El martes pasado [7 de febrero], Michele Giorgio, especialista en Oriente Medio de la redacción de ilmanifesto, conversó telefónicamente con el padre Haroutioun, un franciscano que ha intervenido en las labores de ayuda a los damnificados por el terremoto en Alepo, para poder hacernos una idea de la situación en la ciudad.

Padre Haroutioun, ¿cuál es el estado de Alepo y de sus habitantes tras los terremotos que han asolado Turquía, Siria y otros países de Oriente Próximo?

La gente está en la calle bajo la lluvia, con frío y en la obscuridad de la noche. Hay gente acampada en jardines públicos con mantas. No les queda más que pequeñas bolsas con algunos artículos de primera necesidad y esperan a quienes puedan ofrecerles algo de ayuda y apoyo. Hay que tener en cuenta que el terremoto se produjo en plena noche. Eran poco más de las 4 de la mañana. Yo estaba despierto a pesar de lo tarde que era, porque había vuelto la electricidad [en Alepo, como en el resto de Siria, sólo hay electricidad unas cuantas horas al día] y había aprovechado para lavar los platos y hacer la colada. Al principio, tras el primer temblor, pensé que podía ser una explosión, una bomba, luego me di cuenta de que era un terremoto. Salí corriendo a la calle como todo el mundo. Muchos habitantes aterrorizados salieron de casas y edificios ligeros de ropa, algunos ni siquiera tuvieron tiempo de ponerse los zapatos. Ahora hay familias enteras que sólo tienen los coches como refugio. Otros no tienen adónde ir y permanecen a la intemperie. Estos días hace mucho frío, las temperaturas siguen bajando incluso por debajo del punto de congelación. Así que inmediatamente anunciamos que acogeríamos a la gente en nuestra iglesia para que se refugiaran del frío y de la lluvia, y lo mismo han hecho muchas otras iglesias.

¿Puede darnos un balance provisional de las víctimas y los daños del terremoto?

Ayer martes se hablaba de unos 600 muertos, más de 1.500 heridos e innumerables desaparecidos. También sé de un sacerdote greco-católico que murió bajo los escombros. Sin embargo, estas cifras han aumentado en las últimas horas y me temo que aumentarán más en los próximos días. Según un primer cálculo aproximado, más de 50 edificios se han derrumbado por completo. Hay centenares más que han sufrido daños y algunos de ellos se están derrumbando, poniendo en peligro a la población. Hay que tener en cuenta que muchos edificios ya se habían visto dañados en años anteriores por la guerra [a partir de 2011], y en muchos casos fueron los primeros en derrumbarse cuando se produjo el terremoto. A pesar de ser inseguros, los más pobres vivían en esos edificios; ahora ya ni siquiera tienen ese techo sobre su cabeza.

Aquí en Siria, no sólo en Alepo, la situación es extremadamente precaria para buena parte de la población. Hay escasez de combustible, por lo que no hay calefacción, y faltan muchos productos de primera necesidad. Por si fuera poco, las autoridades han tenido que cortar el suministro de agua en algunas partes de la ciudad porque el terremoto agrietó las tuberías, y con las fugas de agua y las fuertes lluvias, se corre el riesgo de que quienes siguen vivos bajo los escombros se encuentren en una situación aún peor.

En todo esto, estamos haciendo nuestra parte, como hicimos durante la guerra. Estamos distribuyendo lo que podemos, empezando por alimentos y mantas. Tenemos tres conventos en la ciudad y los tres están acogiendo a personas desplazadas. En el convento de nuestra parroquia, en el centro de la ciudad, hay unas 500 personas, y el colegio Terra Santa, que está en las afueras, acoge a unas 2.000. Pero no es suficiente, y sin el fin de las sanciones [económicas internacionales contra Siria] no es posible hacer más para ayudar a la gente. Vemos cómo el flujo de ayuda se dirige a nuestra afligida vecina Turquía, mientras que a Siria casi se le impide recibir cualquier tipo de apoyo o ayuda.

Usted tuvo ocasión de ver la situación en la ciudad vieja de Alepo, Patrimonio de la Humanidad, que ya sufrió daños durante los años de guerra.

Ayer martes recorrí el casco antiguo y el castillo de Alepo. Por desgracia, vi que todo lo que estaba en precario o parcialmente dañado a causa de la guerra ha quedado reducido a escombros por el terremoto. Las dos pequeñas torres del castillo han sufrido graves daños. Bienes históricos y culturales que llevaban siglos en pie han sido destruidos, parcial o totalmente, primero por la guerra y ahora por el terremoto. Tendremos que recuperar las piedras que representan la historia de esta ciudad, y los yacimientos arqueológicos, pero ahora tenemos que ocuparnos de los vivos, porque falta lo esencial para la supervivencia de la gente. También tenemos informes de los daños sufridos en lugares de culto, en Alepo y en otros lugares. Una de nuestras iglesias del noroeste del país ha quedado completamente destruida y ha sufrido graves daños un convento. Una iglesia de Latakiya [en la costa mediterránea] también ha sufrido graves daños. No obstante, estamos ayudando a la población de esos lugares.

ilmanifesto, 11 de febrero de 2023

 

(*) Murat Cinar, periodista turco, es colaborador habitual del diario italiano ilmanifesto.

(*) Padre Haroutioun, religioso franciscano que desempeña su labor pastoral en Alepo.

Fuente: ilmanifesto

Traducción: Lucas Antón


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