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23.1.23

Brasil: primeros balances del fallido golpe bolsonarista. Dossier.

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Por Valerio Arcary, Frei Betto, Israel Dutra, Roberto Robaina (*)

Es hora de avanzar contra los golpistas

Valerio Arcary

1. Fracasaron. El "asalto a palacios" bolsonarista ha sido derrotado. Ahora es el momento de avanzar en la investigación, detención y condena de los responsables, sin tropiezos, pero, sobre todo, sin vacilaciones sobre el destino de Bolsonaro. El principal responsable de la incitación al golpismo, durante años, con impunidad, es Bolsonaro. La decisión del gobierno Lula de decretar la intervención federal en la seguridad de Brasilia, ante la amenaza golpista, fue justa, y Ricardo Capelli, ex presidente de la UNE (Unión Nacional de Estudiantes), merece apoyo en la iniciativa de llevar a cabo la necesaria represión inmediata. También fue justa la decisión de Alexandre de Moraes de apartar a Ibaneis Rocha (MDB) del gobierno del Distrito Federal, para intentar recuperar el control de Brasilia. Pero la contraofensiva tiene que ir más allá de la respuesta institucional. Será en las calles donde deberemos medir nuestras fuerzas con el golpismo.

2. Lo que ocurrió ayer fue una insurrección, y punto. Caótica, loca, oscura, pero una insurrección. El objetivo era el derrocamiento del gobierno de Lula. Afortunadamente, no hubo muertos. No era una manifestación de protesta. No fue la "explosión" incontrolada de una radicalización espontánea. La aparente "acefalia" de la subversión no debe ocultar la responsabilidad de quienes prepararon, organizaron y dirigieron el intento de tomar el poder. Obedecía a un plan. Fue un loco intento de provocar un levantamiento. Un levantamiento desarmado, pero no por ello menos peligroso. Obedecía al delirante cálculo de que una chispa bastaría para que algunos generales sacaran los tanques a la calle. El hecho de que la chispa no generara un incendio con la salida a la calle de tropas militares dispuestas a apoyar el golpe de Estado no resta gravedad al levantamiento. Y no anula el peligro que supone una evidente simpatía policial y militar por el movimiento bolsonarista. Una desconcertante operación articulada, planificada y, minuciosamente, orquestada que no puede subestimarse. Descubrir quién daba las órdenes, por tanto, quién mandaba: éste es el reto central de estos días.

3. Hemos asistido, perplejos, atónitos y escandalizados, a la increíble facilidad con la que no más de unos cuantos miles de fascistas, vestidos de patriotas en una marcha de carnaval, escoltados por la Policía Militar, han invadido los edificios que son los símbolos de los poderes de la República. Algo, simplemente, increíble. La invasión del Congreso Nacional, del Tribunal Supremo y del Palacio de Planalto fue una demostración de que la impunidad de la extrema derecha, después de dos meses de concentraciones a las puertas de los cuarteles pidiendo un golpe militar, tiene graves consecuencias. El espectáculo absurdo y grotesco durante tres horas en el centro del poder en la Capital sería inexplicable sin la complicidad de las fuerzas policiales y militares de Brasilia.

4. Las detenciones preventivas son ineludibles para investigar a los organizadores. Hay principios ocultos aún por revelar. Pero, aunque progresistas, estas decisiones son insuficientes. La "cuestión militar" sigue sin resolverse. José Múcio no está en condiciones de seguir siendo Ministro de Defensa. El Comandante del Ejército no puede permanecer en el cargo. Será decisiva, por tanto, la respuesta de la movilización popular que debe comenzar este lunes, 9 de enero, pero que no puede ser interrumpida.

5. La "desbolsonarización" debe ser una estrategia permanente. Se ha abierto un nuevo momento en la coyuntura, una oportunidad que no podemos desaprovechar, con el fiasco de la aventura golpista. Es hora de una contraofensiva implacable. Por desgracia, debemos ser conscientes de que la sociedad brasileña sigue estando muy fracturada. La victoria electoral ha alterado favorablemente la relación política de fuerzas. Pero sólo la lucha social de las masas podrá imponer una mejor relación social de fuerzas. No olvidemos que la mayoría de la burguesía apoyó a Bolsonaro en los últimos años. Que las clases medias apoyaron a Bolsonaro. Que, aunque dividida, una parte importante de la clase trabajadora apoyó a Bolsonaro. Las provocaciones fascistas no cesarán hasta que haya represión. Hay que detener a la extrema derecha. En gran medida, la aventura de este domingo fue más bien un "ensayo general". Las fuerzas de la extrema derecha se han sumido en una crisis como consecuencia de la derrota electoral. El propio Bolsonaro se ha retirado desmoralizado durante dos meses y ha abandonado el país. Pero aún no se han neutralizado, mantiene, posiciones. Los fascistas querían demostrar en Brasilia que mantienen fuerza social, ambición política y capacidad de acción. Apuestan por la acumulación de fuerzas. Si no se reprimen con la detención de los responsables, empezando por la investigación a Bolsonaro, volverán. No puede haber amnistía para los crímenes que cometió. El gobierno de Lula debe asumir, plenamente, el liderazgo de la lucha contra la provocación bolsonarista. La izquierda, apoyándose en los movimientos sociales, tendrá que organizar una jornada nacional de movilización como respuesta. ¡¡¡Los fascistas no pasarán!!!

Traducción de Correspondencia de Prensa

https://esquerdaonline.com.br/

 

El golpe abortado

Frei Betto

Al destruir los palacios de los tres poderes el domingo 8 de enero en Brasilia, los terroristas bolsonaristas mostraron sus caras y sus garras. Trumpistas miméticos, reprodujeron aquí en mayores dimensiones los actos vandálicos ocurridos en el Capitolio, en Washington, hace dos años, en una demostración cabal de que su lema es "¡dictadura sí, democracia no!"

La seguridad falló debido a la complicidad del gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha (MDB), y de su Secretario de Seguridad, el ex ministro de Justicia Anderson Torres (Unión Brasil). La Policía Militar de la capital federal, responsable de la defensa del patrimonio nacional, facilitó la acción de los criminales y sólo detuvo a algunos vándalos después de que Lula decretara la intervención federal en la seguridad pública de Brasilia.

Las Fuerzas Armadas se omitieron, en una evidente postura de apoyo tácito al terrorismo. De hecho, las "incubadoras de terroristas", como bien calificó el ministro de Justicia, FlávioDino, al referirse a las acampadas bolsonaristas frente a cuarteles, acabaron por empollar el huevo de la serpiente. La Justicia brasileña cometió el grave error de, en los inicios de la redemocratización del país, a mediados de la década de 1980, no castigar con rigor a los asesinos y torturadores al servicio de la dictadura militar que se apoderó del país durante 21 años (1964-1985). Si Brasil hubiera seguido el ejemplo de Argentina, Uruguay y Chile, habría separado el trigo de la paja.

Sin embargo, un recurso ridículo, la "amnistía recíproca" (1), impide cualquier castigo a quienes, en nombre y por cuenta del Estado, torturaron, asesinaron, secuestraron e hicieron desaparecer a opositores al régimen militar. Bolsonaro, cuya historia familiar está comprobadamente vinculada a las milicias, como demuestra el libro "O negócio do Jair - a históriaproibida do clãBolsonaro", de Juliana DalPiva (Zahar), observaba todo desde su cabaña en Miami. En la misma ciudad, Anderson Torres, ahora despedido del gobierno del Distrito Federal, estaba de vacaciones.

Afortunadamente, el golpe fue abortado por la enérgica acción de Lula, el ministro de Justicia, FlávioDino, y el ministro Alexandre de Moraes, del Supremo Tribunal Federal. La turba fue expulsada de los palacios de la República y trescientos vándalos fueron detenidos. Ahora queda por descubrir y castigar a quienes financiaron las caravanas terroristas a Brasilia y por qué las Fuerzas Armadas guardaron un descarado silencio.

Sólo hay un antídoto contra el autoritarismo: más democracia. Y eso significa reforzar la participación popular en el gobierno de Lula. La gobernanza no puede depender únicamente de las negociaciones parlamentarias y del consentimiento de las Fuerzas Armadas. Es esencial que su principal apoyo sea el pueblo politizado y organizado.

No es con el techo de gasto con lo que el Gobierno de Lula debe preocuparse. Es con el suelo firme de la movilización popular.

Nota

1) Alude a la Ley de Amnistía decretada por la dictadura militar en 1978, que permitió la liberación de presos políticos y el retorno de los exiliados. Vigente hasta hoy, opera de hecho como una auto-amnistía del terrorismo de Estado. Durante sus anteriores 14 años de gobierno, Lula y el PT contemplaron este pacto político-institucional de impunidad. (Redacción Correspondencia de Prensa)

Traducción de Correspondencia de Prensa

https://www.ihu.unisinos.br/ 

"Capitolio a la brasilera"

Israel Dutra y Roberto Robaina

Enfrentarse a los fascistas, sin tregua ni amnistía. Además de la respuesta inmediata, es necesario ir más allá y tomar medidas para desbaratar a los agentes del golpe, ponerlos entre rejas y empezar a cortarlo de raíz

Dos años después y casi con el mismo guion, las acciones del 8 de enero de 2023 en Brasil imitan las de la horda de neofascistas estadounidenses. La invasión de miles de bolsonaristas de los edificios del Congreso Nacional, del Supremo Tribunal Federal (STF) y del Palacio del Planalto, transmitida en directo por la red nacional de televisión, es de la mayor gravedad. Coronan un itinerario golpista que, bajo la acusación de fraude en las urnas, promueve el desorden, la violencia y el vandalismo.

Hubo episodios de violencia en Brasilia en la proclamación de Lula, seguido de la detención de bolsonaristas con explosivos, frustrando un plan de supuesto atentado; siguieron los campamentos frente a los cuarteles - en el DF no fue reprimido; y como se había anunciado, el acto culminante fue el "asalto" a los Tres Poderes, que fracasó después de tres horas, con el arresto de cerca de 300 detenidos. La turba dejó un rastro de destrucción, dañando obras de arte, destrozando habitaciones y recintos, una acción típica de los lumpen, como los definió Marx, sectores marginados, desclasados que pueden servir de "carne de cañón" para las élites reaccionarias.

La indulgencia por parte del gobierno del Distrito Federal quedó al descubierto, no sólo por el nombramiento del golpista Anderson Torres como jefe de seguridad, sino por el trabajo en conjunto. El gobierno de Ibaneis Rocha (MDB) jugó un papel de omisión en la represión de la "alucinada" marcha de los bolsonaristas, anunciada a los cuatro vientos, con un centenar de autobuses llegando a Brasilia.

Correctamente, al tomar el control de la situación, Lula tomó medidas como la intervención federal en el Distrito Federal, habló en la cadena nacional denunciando a los golpistas, calificándolos de "fascistas fanáticos" y culpó de los incidentes a Bolsonaro, a quien se refirió como un "genocida". La posición de Lula llegó en el momento oportuno, ya que Flavio Dino, Ministro de Justicia, tardó en tomar medidas, aun sabiendo que las acciones de los golpistas se estaban anunciando "a cara descubierta". Además, quedó clara la inercia de José Múcio al frente del Ministerio de Defensa, que durante la semana calificó de "legítimas" las concentraciones frente a los cuarteles generales, afirmando que tenía familiares y amigos dentro de los campamentos, algo inadmisible para combatir a la extrema derecha.

La necesidad de un discurso más duro, como el de Lula, expresa que no hay forma de equiparar la lucha contra los golpistas con ceder terreno a ellos y a sus partidarios, dentro y fuera de las Fuerzas Armadas. Múcio adoptó una línea de conciliación con los radicales bolsonaristas. Esa línea ha fracasado por completo. Y en la medida en que el ministro de la Secretaría de Comunicación, Paulo Pimenta, dice que es probable que hubiera cooperación entre los responsables de la seguridad del Planalto y del Congreso, la permanencia de Múcio en el cargo se vuelve insostenible.
Además, las Fuerzas Armadas también se han debilitado a los ojos de la población, mostrándose incapaces de defender los intereses del país. Esto nos exige la necesidad de hacer política sobre los rangos bajos y medios de las diferentes fuerzas de seguridad del país. Moraes tuvo más valor y acertó al destituir al gobernador Ibaneis Rocha durante 90 días.

La comunidad internacional condenó unánimemente al bolsonarismo y a los golpistas. Los principales países del mundo, incluidos los gobernantes de derechas, comunicaron públicamente su repudio a los golpistas. Las diferentes entidades y asociaciones de la sociedad civil salieron rápidamente a expresar su condena por lo ocurrido.
A la necesidad de salir a la calle se respondió con una convocatoria en todas las capitales del país el lunes 9 de enero. Necesitamos engrosar las filas de estos actos, ampliando y convenciendo a la gente para que salga a las calles, en una declaración popular de rechazo a las actitudes golpistas, de defensa del resultado de las urnas y de la legitimidad del gobierno de Lula.

Para ello se cuenta con la fuerza de las calles, con la organización popular, con la necesidad de masificar los actos y preparar su organización, con sus métodos, autodefensas y espacios democráticos para movilizar y convocar un calendario de luchas y acciones. Las acciones de calle deben tener un carácter democrático y amplio, con unidad de acción con todos los sectores democráticos.

Y esto abre un nuevo capítulo en la lucha contra el bolsonarismo, en el ámbito del movimiento de masas, en el que necesitamos disputar a los que votaron por Bolsonaro.

Además de la respuesta inmediata, es necesario ir más allá y actuar para desenmarañar a los agentes golpistas, ponerlos tras las rejas y comenzar a cortar el mal de raíz, aprovechando el enorme repudio en todas las capas de la sociedad brasileña e incluso en la comunidad internacional. Esto significa profundizar en la ruptura del sigilo de los implicados, la detención de los financiadores y otros implicados.

Deben tomarse medidas de inmediato. Detener a los dirigentes bolsonaristas, revocar a los parlamentarios que colaboraron, así como avanzar en las investigaciones sobre figuras como Carla Zambelli y Allan dos Santos, además de los responsables locales de las caravanas, que ya han comenzado a ser identificados.

Nos sumamos a la petición de la diputada Alejandra Ocasio-Cortez de extraditar a Bolsonaro. Este sería el primer paso hacia su detención, una tarea fundamental que el PSOL ya solicitó la semana pasada. Detener a Bolsonaro es un paso necesario, como eje de agitación. También hemos defendido una CPI, en el DF y en la Cámara Federal, para ampliar las investigaciones, combinada con la destitución definitiva de Ibaneis, gobernador del Distrito Federal.

Seguimos llamando a la solidaridad internacional y organizando disputas en las calles, con nuestros parlamentarios, evocando la lucha antifascista. Hoy saldremos a la calle con la bandera de que no habrá indulto para genocidas y golpistas. Sin amnistía y con la máxima movilización democrática.

 

(*) Valerio Arcary, miembro de la coordinación nacional de Resistencia, corriente del PSOL, y columnista de Esquerda Online.

(*) Frei Betto, escritor, autor de Tom vermelho do verde (Rocco), entre otros libros. Fue asesor del primer gobierno Lula.

(*) Israel Dutra. Secretario General del PSOL, es sociólogo, miembro de la Dirección Nacional del partido y del MovimentoEzquerda Socialista (MES).

(*) Roberto Robaina, dirigente del PSOL y del MovimentoEsquerda Socialista (MES), director de la Revista Movimento y concejal de Porto Alegre.

Fuente: Varias


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