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5.12.22

Nueva ConstituciĆ³n de Chile y el problema del poder

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Por Gonzalo Rovira S. (*)

En ocasiones, pareciera que la política es una repetición constante de situaciones ya vividas. Hace algunos años publiqué un artículo[1] que nos recordaba la similitud de los procesos ocurridos después de las grandes crisis estructurales del sistema

 

Después publiqué otro en que atribuí una cierta capacidad estabilizadora a la necesidad humana de justicia social[2], y pareciera que, en general, esto no es así. Por cierto, en ambos destaco las particularidades nacionales o locales de la política, como si estas características propias las hicieran inmunes a la globalización, a la creciente complejidad de las sociedades y a las trampas que ello genera o que existen, como metáfora del azar y los imponderables. Por último, al escribir sobre estas cosas, hacía referencia a la naturaleza del mundo social y la política, a sus entidades y poderes, a grupos sociales reales, a las relaciones que los unen o dividen, y a los mecanismos y poderes causales que constituyen el funcionamiento de estas entidades sociales. En el contexto de los acontecimientos de los últimos meses en Chile, creo necesario decir algo más sobre estos problemas.

I         

A un par de años del triunfo de la Unidad Popular en Chile ya era evidente que las mayorías le eran esquivas. Quienes éramos niños en 1973 sólo percibíamos la polarización y la confirmación de convicciones diversas[3], en relación a los grandes proyectos de transformaciones económicas que la coalición de Izquierdas proponía. Desde comienzo de los años 60', se avanzaba a un ritmo constante en sus transformaciones democráticas. La revolución cubana había puesto el acelerador, la justicia social estaba sobre la mesa y Latinoamérica, a lo menos, debía ponerse al día con los avances sociales de los estados de bienestar europeos. En un intento desesperado para impedir el ascenso de la Izquierda, los partidos políticos de Derecha apoyaron a los de Centro en las elecciones presidenciales de 1964, y los resultados no se dejaron esperar; la Democracia Cristiana chilena inicio el desarme del sistema latifundista, impulsó la sindicalización campesina, la organización de las Juntas de Vecinos y de los Centros de Madres. Pero ya nada era suficiente y Salvador Allende triunfa en 1970, dando inicio a un proceso de cambios que prometía ser más profundo, pero democrático. Creció la participación social a niveles desconocidos hasta entonces; se nacionalizo el cobre, se avanzó en la reforma agraria, en derechos sociales y de la mujer. En las elecciones Municipales de 1971 la Unidad Popular logra conquistar a la mitad del electorado. Sin embargo, en las parlamentarias de 1973 alcanza sólo un 44%, y no logra consolidar una mayoría en el parlamento. Las Izquierdas habían avanzado y consolidado parte del poder en las instituciones de su democracia, en el ámbito económico controlaba parte importante de la capacidad extractiva e industrial, pero parecía evidente que no lograba el control del poder político ni menos el militar. Durante los siguientes meses llegarían variadas delegaciones extranjeras, que daban cuenta de lo evidente y que no se percibía con claridad en Chile. Unos venían a alentar la sedición golpista de la Derecha, otros a alentar a alguna Izquierda a profundizar más y a mayor ritmo las transformaciones sociales, otros a convencer a los partidos políticos de Centro de sumarse a la Derecha para frenar a la Izquierda. Hubo otros, como el francés Jacques Duclos, que vinieron a hablar con los partidos de Izquierda para mostrarles que estaban perdiendo el poder, que debían ceder todo o parte de este de inmediato para consolidar los avances en justicia social, de lo contrario se podía perder todo lo logrado. La derrota era inminente.

En octubre de 2019, después de 30 años de gobiernos de centro Izquierda, se producen las protestas más masivas de la historia de Chile. La crisis estructural del 2008 comenzaba a resaltar las desigualdades y abusos que sostenían el modelo económico que se mantenía desde Pinochet y su Constitución. Con la reconquista de la democracia (1989), las inversiones y enormes transformaciones sociales habían cambiado la estructura económica. Se había reducido la pobreza a un cuarto de la que dejó la dictadura en 1990, surgiendo nuevos grupos sociales con individuos distintos en creencias y aspiraciones. La educación gratuita y las mejores condiciones de salud alimentaban reivindicaciones mayores. En medio de las protestas, y frente al temor de la profundización de estas, la derecha acepta un proceso que culminaría con una nueva Constitución. El 25 de octubre de 2020 se plebiscitan los mecanismos del cambio constitucional, en el que triunfa la propuesta de la alianza de los partidos de Izquierda y de Centro sobre la Derecha, en una proporción de casi 80% a 20%. En mayo del 2021 es electa la Convención Constitucional, con paridad de género, representación de los pueblos originarios y amplia mayoría de las Izquierdas. En noviembre es electo Presidente de Chile el candidato de una alianza de partidos de Izquierda. Sin embargo, la nueva Constitución fue plebiscitada el 4 de septiembre del 2022 y rechazada en una proporción del 62% al 38%.

Ya en junio del 2022, era evidente que, dada la intransigencia de la mayoría de Izquierdas de la Convención, el Centro llamaría a Rechazar. Los partidos de Izquierda, fieles al compromiso con las protestas, resistieron hasta el final las presiones; no hubo concesiones importantes. Incluso, quienes ya sabían del inminente Rechazo, sin cuestionar públicamente, votaron Apruebo. Sin embargo, lo evidente en 2022 era haber pactado la nueva Constitución, en la misma Convención Constitucional, ocasión que estuvo latente hasta las últimas semanas, pero las Izquierdas allí presentes no lo vieron. Por cierto, es probable que algunas concesiones de última hora no hubiesen impedido que ganara el Rechazo en el plebiscito de septiembre. Así como también es probable que, si la Unidad Popular hubiese visto lo evidente y llamado a un plebiscito que perdería, o negociado el compartir el poder, con los partidos de Centro, ya sea en 1972 o 1973, el Centro político de ese entonces no se hubiese sumado al golpismo y se hubiesen mantenido mucho de lo ganado en derechos sociales. Pero no fue así, y el triunfo de la derecha hizo cómplice a buena parte del Centro político del sangriento golpe de Estado de 1973, que causo miles de muertes y la perdida de muchas conquistas sociales. Dejo pasar el que la derecha inició el boicot al gobierno de la Unidad Popular desde antes que asumiera y que la campaña de desprestigio de la Convención Constitucional también comenzó antes que se instalara, jugando como siempre su rol de antagonista reaccionario, un actor cada día más activo y también más complejo.

Debemos recordar que el que una proposición nos resulte evidente no implica que sea verdadera, entonces el que nos sea evidente no es tampoco justificación alguna para nuestra creencia en su verdad[4] y, desde ya, a lo evidente podemos contraponer el que las apariencias engañan[5]. Es difícil saber qué hubiese ocurrido. Duclos estuvo en Chile el primer semestre del 73', y muchos académicos y políticos chilenos han señalado que ya era tarde, aunque Salvador Allende lo intentó. El presidente Gabriel Boric también intentó mostrar lo evidente pero no logró que los partidos de Izquierda, representados en la Convención, negociaran con el Centro, aunque tampoco sabemos si ya no era tarde. Ambas situaciones no son iguales. Por cierto, y si de aprendizajes se trata, a días del triunfo del Rechazo, la Izquierda incorporó a la Centro Izquierda al gobierno, iniciando de inmediato la negociación para compartir el poder político, y tampoco sabemos si será suficiente; tal vez debió incorporar a la Democracia Cristiana o, tal vez, sólo cambiar personas y no compartir el poder ¿Qué hace que una u otra alternativa pueda ser exitosa? ¿Hay una receta? ¿Qué es la Izquierda, la Derecha y el Centro político en Chile?

II        

El 5 de septiembre de 2022, al día siguiente del plebiscito constitucional, el ex presidente Ricardo Lagos declaró que este proceso "fue un fracaso, fue una falla de la política chilena"[6], ratificando así lo que muchos creían evidente desde meses antes. Si la política es el arte, la disciplina, de limitar lo que los grupos antagónicos pueden y/o no pueden hacerse unos a otros, entonces podemos entender la referencia en el sentido de que faltó comprensión del quehacer de la política[7]. Sin embargo, un fallo es una referencia más fuerte y su contrapartida, el acierto, nos entregaría la solución correcta, como si en la política hubiese fuerzas que tendieran hacia ese equilibrio. Lo que no parece tan claro.

Un sistema está en equilibrio con su entorno cuando existen procesos correctivos que devuelven el sistema al estado de equilibrio cuando ocurren perturbaciones, y la suposición de que los hechos sociales están o recuperan un equilibrio presupone la existencia de fuerzas homeostáticas en el mundo social. Una determinada estructura social podría ser un sistema auto-corrector que restablece sus características de equilibrio frente a influencias perturbadoras. Sin embargo, la experiencia y literatura sobre instituciones y cambio institucional sugiere que mecanismos[8] como estos a veces pueden prepararse (como las comisiones que controlan el cumplimiento de acuerdos previos, los "bordes", en los procesos constitucionales, etc.), pero, en general no se puede suponer su existencia. En realidad, creer en estos equilibrios no reconoce suficientemente algunas características cruciales de los fenómenos sociales; como su heterogeneidad, complejidad causal, contingencia y plasticidad. Los hechos y entidades sociales son flexibles y, en general, no están determinadas dentro de un equilibrio dinámico. No existe una forma esencial a la que la estructura tienda a volver al equilibrio[9].

Con la existencia de grupos de intereses antagónicos, resulta necesario disciplinar las relaciones sociales sobre la base de lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Es decir, utilizando la metáfora del ajedrez, los antagonistas (ricos y pobres, Derecha e Izquierda, etc.) no pueden desaparecer del tablero. Parece, entonces, que seguiremos jugando ajedrez, y siempre atentos a no entusiasmarnos demasiado y desatender, o no percibir lo evidente, o que la complejidad nos haga caer en trampas, pues se puede producir un fallo. Por cierto, en este caso me refiero a posibles  fallos más débiles, asociados a la creciente complejidad, plasticidad y heterogeneidad de las sociedades pues, en un contexto especifico, surgen otros conflictos, que se prolongan más o menos en el tiempo, y los antagonistas son diversos y, en ocasiones, tienen un claro carácter local (religiosos, mujeres y machistas, medioambientalistas y negacionistas, migraciones, crimen organizado, etc.).

Sin embargo, parecieran haber constantes asociadas a la evolución del ser humano y las sociedades. Si bien los hechos sociales muestran tener un alto grado de contingencia y azar, estos resultan tener una gran dependencia de la trayectoria en su composición y desarrollo. Es el caso del proceso constituyente en Chile o el de la Paz en Colombia, donde ambos sufrieron el Rechazo de su propuesta plebiscitada pero no se detuvieron. En ocasiones, los resultados sociales con estructuras duraderas como los procesos constitucionales, eventos a gran escala como conflictos fronterizos, guerras o pactos de Paz, hambrunas y revoluciones, dan cuenta de una débil continuidad. Las Ciencias políticas debieran considerar que en la naturaleza de las relaciones sociales nos importa lo que ocurra a los otros o "la felicidad de estos"[10], lo que genera hechos e instituciones que, débil pero sistemáticamente, parecen generar o propender a cierta estabilidad, lo que no tiene que ver directamente con la política, sus hechos y su presunto equilibrio.

III

Como en muchos otros países, en general, los Partidos Políticos tienen un papel causal en el comportamiento de los gobiernos democráticos; por lo que sus crisis internas, con quiebres o alianzas, naturales o provocadas, pueden causar, o ser parte, de imponderables, fallos o trampas. A su vez, las instituciones y las acciones del gobierno pueden ser perturbadas o modificadas por los movimientos sociales y sus activistas, creando dinámicas de cambios potencialmente impredecibles en las democracias. Consideremos solamente la relevancia electoral que alcanzaron algunos de estos movimientos sociales en las elecciones Municipales y de Gobernadores regionales en los últimos años en Chile y otros países latinoamericanos, en las que resultaron electos muchos activistas de variadas causas sociales, y no necesariamente militantes de Izquierdas. Por otra parte, con frecuencia el actuar de los funcionarios de gobierno, y sus incentivos para hacerlo, están profundamente condicionados por su evaluación pública, y de la disposición de ánimo de sus electores. Por cierto, en Chile los eventos electorales son relevantes para el funcionamiento del gobierno, con sus votos periódicos de apoyo o castigo. Sin embargo, el desarrollo creciente y el uso de las tecnologías de los llamados Big data, en los últimos procesos electorales, han permitido formas extremas de manipulación de sectores sociales específicos, lo que ha tenido un impacto sustancial en las elecciones y sus consecuencias políticas, como una trampa cada día más compleja de abordar. Es un hecho que la opinión pública también depende del contenido de los medios de comunicación, en todas sus formas, y las Redes Sociales han demostrado que pueden ser causalmente relevantes para influir en las elecciones, y en la presión sobre las instituciones públicas o sociales. Por tanto, los medios de comunicación y de Internet, con la proliferación de máquinas de memes, que influyen en micro-segmentos específicos del electorado, pueden desalentar o impedir el debate democrático. En efecto, al parecer, este factor fue relevante en parte del voto de Rechazo tanto a la propuesta de nueva Constitución en Chile como a la de la Paz en Colombia, o en la percepción de hechos como la inmigración y su relación con el crimen organizado en todo el continente.

Estos aspectos relevan, dentro de la teoría democrática, los llamados problemas de psicología política. Las motivaciones económicas no son las únicas que cambian las decisiones electorales, en una época en que el acceso a la información y la comunicación en línea provocan y relevan emociones políticas diversas (de odio, sospecha, resentimiento, etc.), que causan hechos nuevos. Los factores incidentes son múltiples; veamos en Latinoamérica, en términos generales, el caso de la inmigración y la delincuencia en las grandes urbes, o de casos específicos que han involucrado a actores públicos relevantes (en Chile los casos de hijos de presidentes/as). Estos son aspectos causales locales o focalizados, que pareciera que no debemos confundir con la existencia de motivaciones más fundamentales que involucran conflictos y antagonismos relevantes en muchas sociedades, como el clásico de ricos y pobres; como el conflicto de los derechos de la mujer y la diversidad sexual frente a tradiciones institucionales machistas (que ya en Chile han logrado el matrimonio igualitario y la política pública de paridad de género); o la defensa medioambiental versus el negacionismo del rol humano en el cambio climático, que ya limita muchas actividades industriales o extractivas en Chile, al igual que en buena parte del planeta.

Como contrapartida a estos hechos y mecanismos, que causan imponderables o fallos, la democracia deliberativa estimula el civismo y el respeto mutuo a través de la participación social. Encuentros en los que el examen crítico de los problemas conduce a preferencias más reflexivas, producto de la comprensión más completa de los problemas. Es en este contexto que los grupos que luchan por sus derechos (pobres, trabajadores, mujeres, jóvenes, diversidad sexual, etc.) pareciera que pueden lograr mejores condiciones para expresar sus intenciones e intentar influir en otros ciudadanos para que apoyen políticas y elecciones con resultados de mayor justicia social; entonces, parece relevante el que se dé continuidad en el tiempo a estos procesos, propiciando la sucesión de gobiernos con estos propósitos. Pero no siempre ocurre así, y se cae con frecuencia en trampas populistas. Las personas tienen valores cívicos, familiares, religiosos, aspiraciones personales, fragmentos de conocimiento histórico (como la conquista del medio litro de leche para los escolares o la educación y salud gratuitas, etc.), todos los cuales entran en juego en una amplia gama de entornos a través del desarrollo personal y participación social. Y estas expresiones de valores pueden servir como base para la movilización de candidatos y partidos. En efecto, hay mecanismos a través de los cuales las organizaciones y activistas pueden promover creencias y actitudes específicas, como contrapartida a las desarrolladas por organizaciones y partidos populistas y conservadores que apelan al fraccionamiento, la intolerancia y el odio con la división simplista entre "nosotros" y "ellos"[11]. Las trampas y fallos siempre son posibles en la sociedad, y surgen de su complejidad y heterogeneidad, además del azar.

IV

Por cierto, siempre es posible que surja una situación nueva no provocada; como la pandemia del Covid-19, o la inmigración originada en conflictos de países vecinos, lo que agudiza o ralentiza problemas ya existentes, o genera situaciones nuevas en ámbitos tan diversos como el sanitario (con la importación de enfermedades nuevas o el rebrote de otras ya localmente erradicadas) o de seguridad (como el crimen organizado). También surgen intencionadamente; como los conflictos con países vecinos para exacerbar el nacionalismo local (recurso político recurrente en algunos países) o las intervenciones extranjeras para desestabilizar (en décadas pasadas, fue importante el rol de la CIA en Latinoamérica). Provocadas y no provocadas, en ocasiones, son difíciles de diferenciar, y en el quehacer político, en general, resulta mejor no hacerlo porque las teorías conspirativas con frecuencia producen nuevas trampas.

En política se recurre a muchas metáforas, y la ciencia política, general, también recurre a ellas. La comprensión de una metáfora consiste en utilizar el conjunto de creencias comunes sobre el tema metafórico para arrojar nueva luz sobre el tema no metafórico al que se refiere. Las creencias que tenemos acerca del ajedrez con frecuencia nos sirven para iluminar los problemas del quehacer de la política. En este juego, por ejemplo, han aparecido situaciones nuevas que en ocasiones denominamos trampas o imponderables, en otras, fallos seguramente influidos por la idea de que las instituciones y prácticas se encuentran comúnmente en un estado de "común acuerdo", que en lo social algunos ven como equilibrio.

En Ajedrez un caso extremo fue el intento del gran Capablanca por cambiar las reglas del juego; propuso introducir dos actores nuevos, en un tablero de 8x10, el Arzobispo que se ubicaría en el flanco de reina, entre el caballo y el alfil y que se mueve indistintamente como estos, y el Canciller en el flanco de rey, y que se mueve indistintamente como torre y caballo. Cada cierto tiempo hace noticia algún jugador de Ajedrez que hace trampas. Hace poco, un joven campeón confesó que lo hacía en juegos en línea, pero, conminado por el actual campeón mundial, negó hacerlo en juegos presenciales. Aún es difícil probar que alguien lo hace frente a un tablero, aunque ha ocurrido. Algo parecido ocurre en la disputa del poder. El desarrollo del conocimiento científico y de las tecnologías, del creciente acceso a derechos sociales, como la educación y la salud, la mayor participación social, hoy de hombres, mujeres y la diversidad sexual, cambian los actores de la vida en sociedad, y abre también espacios para nuevas trampas que cambian el curso del juego democrático; como son los cambios a las leyes electorales que cambian los universos, ya sea de electores o de elegibles; la aparición de nuevas tecnologías que inciden en las actitudes de los ciudadanos y electores; etc., pero eso es parte del quehacer de la política.

La heterogeneidad social con su incesante complejidad causal, su contingencia y plasticidad a ratos parece confundir a los actores políticos, lo que también podemos mostrar con un caso de Ajedrez; el de las quejas de Garri Kaspárov. Con el tiempo ha quedado claro que Deep Blue, la computadora de IBM en 1997, no hizo trampa al derrotarlo. Kaspárov tenía la intención de ganar, Deep Blue no podía tener intención alguna; el acusó que la maquina no podía pensar en ganar, por lo que presumía trampa. Lo que ocurrió es que la maquina hizo un movimiento inesperado, que no era continuidad de movimientos anteriores, y que descoloco al ruso. En realidad, él no consideró que ese movimiento también era posible por un cálculo más complejo de la máquina, sin intencionalidad; es decir, si la evidencia no es suficiente debemos analizar más el problema.

Por cierto, Kaspárov sembró la duda sobre IBM y los programadores de Deep Blue. Entonces, en las acciones de los actores en cada situación está la clave, sobre todo si están disputando una partida o el poder. Pero, a diferencia del ajedrez, si importa quien juega con las Blancas pues este tiene la iniciativa.

V

Para responder preguntas como las ya expuestas debiéramos aclarar el marco de lo que investigamos, con las fuerzas causales que participan según los propios actores de la política local. El poder es un concepto social difícil de precisar porque es relacional y compuesto, y debe caracterizarse en términos de dominio y mecanismos, en un contexto preciso, particular; sólo en Chile es trascendente que su nueva ministra del Interior sea Carolina Toha y no otra persona. El poder que posee un individuo o grupo o institución lo podemos definir en relación con el dominio de las personas sobre las que se puede ejercer este poder y el conjunto de recursos sociales que constituyen los engranajes y palancas de este poder; es decir, el poder depende menos, pero también, de la psicología social de los actores y depende más de los recursos materiales; entregar el Ministerio del Interior en la negociación no es lo mismo que un Ministerio sectorial o un cargo regional; la Ministra es una buena expresión del concepto de compartir el poder. El Estado tiene características distintas en cada país, pero, finalmente, sus gobiernos y los procesos sociales en que se desarrollan se componen de las acciones e interacciones de los individuos y no hay entidad o fuerza social que sea completamente independiente de los actores sociales que la componen, y estos cambian en sus creencias, deseos e intenciones; es cosa de observar en cada país la trascendencia de los nombres en los cargos de gobierno. En Chile, el Estado es una institución compleja que brinda servicios y desarrolla políticas públicas en muchos ámbitos, con un específico modelo de respeto a la división de poderes. Por supuesto, como en muchas otras naciones, el poder político del electorado se ve contrarrestado, afectado o incluso desconocido por el poder político y la influencia que ejercen las minorías de la élite económica; las transnacionales, las corporaciones y la minoría local rica influyen en la legislación, la regulación y la política de manera desproporcionada.

Como el Ajedrez, la política es un juego de antagonistas. La sola presunción de existencia de una supuesta clase política desconoce que lo único que tienen en común los representantes políticos, del sector que sean y aunque no lo quieran, es la obligación de defender los intereses y las voluntades de sus representados. Seria insólito aceptar o propiciar el que alguien favoreciera en el parlamento una ley con argumentos originados en una razón privada y que, además, públicamente esa ley lo beneficiara en sus negocios, a él o a sus amigos o parientes. Hay casos ya sancionados por diversos parlamentos latinoamericanos, y por los tribunales de justicia, que dan cuenta que ello ha ocurrido con parlamentarios y autoridades de gobierno; como el caso chileno de su Ley de pesca. Por lo pronto no hay uno sino varios, a lo menos dos grandes, grupos o clases, representantes de ricos o pobres, Derecha e Izquierda; hay otros relevantes como feministas, regionalistas o medioambientalistas, o populistas e integristas, con sus respectivos antagonistas, cuyas creencias o convicciones cruzan los grandes ejes históricos. Por cierto, aquí sólo me he preocupado de los protagonistas, que mueven las Blancas e inician la acción en la plástica y contingente Politica.

 

VI

La política requiere de reflexión seria. Afirmar que en la próxima elección ganará la oposición porque en las últimas dos ha ocurrido eso es no considerar los muchos hechos que ocurrirán en los próximos años, las acciones intencionadas de los grandes actores sociales, los imponderables, fallos y trampas, y como los resolverán los actores. Lo que sí podemos afirmar es que vivimos una depresión global y los organismos económicos internacionales ya la declararon. Una crisis que los países latinoamericanos vivirán con economías ya muy endeudadas, con débil inversión y enormes desequilibrios sociales. Para los trabajadores habrá aumento del desempleo, caída de los ingresos y empeoramiento de las condiciones de vida. Esta situación se agrava si continúa la guerra ruso-ucraniana, surgen otras y/o se intensifican las disputas comerciales entre EEUU, China, Rusia y Europa. Y no es igual a las crisis anteriores, aunque todas se parezcan. Al igual que el acto de ceder poder tampoco es original ni nuevo en política, lo importante es saber para qué lo cedieron y que, tras hacerlo, los actores actúen de acuerdo a ese análisis.

El proyecto de la Unidad Popular buscaba cambiar la estructura económica y la calidad de vida de las chilenas/os, y es posible que, de haber tenido éxito, Chile hubiese cambiado el presente de Latinoamérica, con más autonomía continental y mayor poder de negociación en el mundo. Pero no lo sabemos, y también resulta probable que, si la Unidad Popular hubiese cedido poder, Chile habría obtenido avances sustantivos en justicia social y el continente no hubiese vivido el trágico experimento neoliberal, pero tampoco lo sabemos. El programa que lleva al poder al Presidente Boric igualmente considera transformaciones económicas de largo aliento, que también toma experiencias de diversos países en donde el Estado juega un rol estratégico, activo y relevante. Por cierto, junto a él podemos creer que una política moderna de desarrollo productivo requiere de un Estado Emprendedor con instrumentos regulatorios y de fomento; un sistema educacional de alta calidad; investigación, desarrollo e innovación, financiada y orientada al desarrollo productivo y social; con políticas regionales de desarrollo productivo descentralizado y políticas ambientales claras y agresivas; en cuyo marco se puedan implementar políticas selectivas de clústeres en tecnologías de sectores como energías renovables, minería y, también, Big Data[12]. Pero esto no tiene un solo camino de realización y, sin rigideces, se deben buscar los mecanismos, ganar las fuerzas para avanzar, y esto implica la preocupación seria por los mecanismos y poderes causales, que constituyen el funcionamiento de las diversas entidades, grupos o clases sociales, y que las relaciones que los unen o dividen son parte del buen y riguroso quehacer de la política.

En efecto, los hechos políticos no responden ni se encaminan a algún destino predeterminado, aunque siempre habrá fuerzas débiles que contrarresten en algo las trampas, fallos o imponderables. En la tercera década del siglo veintiuno también miramos otras experiencias, distintas, pero la política local, como hace cincuenta años, ordena el quehacer de los jugadores, lo importante es comprender el quehacer de la política y saber quien juega con las Blancas.

 


[1] Gonzalo Rovira S. (2016) http://www.elmostrador.cl/destacado/2016/12/12/crisis-terminal-del-capitalismo-un-pronostico-sen/

[2] Gonzalo Rovira S. (2018) https://www.sinpermiso.info/textos/el-miedo-a-la-fraternidad

[3] Paola Passig y Ximena Ceardi, editoras (2022); Los niños del 73, Editorial Bogavantes, Chile.

[4] Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-philosophicus; ver, 5.1363.

[5] Roberto Torretti; "La metáfora del ojo del alma", en Carla Cordua y Roberto Torretti (2017), Perspectivas, Ediciones Universidad Diego Portales, págs. 111-135.

[6] Ricardo Lagos (2022) https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2022/09/05/expresidente-lagos-y-el-dia-despues-fue-un-terremoto-de-grado-elevado-una-falla-de-la-politica-chilena/

[7] Aristóteles (1988), Política, Editorial Gredos, ver 1279b-7.

[8] Peter Hedstrom e Petri Ylikoski; Causal Mechanisms in the Social Sciences, Annual Review of Sociology · August 2010 https://www.researchgate.net/publication/228276967

[9] Daniel Little (2016); New Directions in the Philosophy of Social Science, Rowman & Littlefield International, Ltd., United States of America, ver Cap 2.

[10] En el primer párrafo de su Teoría de los sentimientos morales (1759), Adam Smith señala que "por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de los otros, y hacen que la felicidad de estos le resulten necesaria, aunque no derive de ella nada más que el placer de contemplarla".

[11] Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser (2018) Populismo. Alianza Editorial.

[12] José Miguel Ahumada y Nicolás Grau (2020) https://www.ciperchile.cl/2020/08/21/la-izquierda-y-el-desafio-del-desarrollo-una-respuesta-a-sebastian-edwards/. José Miguel Ahumada, Eszter Wirth y Fernando Sossdorf (2021); La lección nórdica. F.C.E. Ediciones, Chile.

 

(*) Gonzalo Rovira S., político de la izquierda chilena. Profesor de Filosofía. Autor del libro "Topías y utopías, los nuevos proyectos sociales" (Bravo y Allende).

Fuente: Sin Permiso, 23/11/2022


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