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5.12.22

¿Qué siglo del Pacífico?

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Por Harold Meyerson (*)

El mes pasado, el eje del comercio estadounidense se inclinó de Oeste a Este. Por "Este" no me refiero a China, Asia o, para resucitar una exotización colonial, a Oriente. Me refiero a nuestra Costa Este, en lugar de la Oeste.

En agosto y septiembre, según informa The Wall Street Journal, el puerto de Nueva York/Nueva Jersey anduvo más ocupado que el de Los Ángeles por primera vez desde que los líderes empresariales estadounidenses descubrieron que emplear mano de obra barata china significaba mayores beneficios para las empresas estadounidenses.

Todavía es demasiado pronto para juzgar las implicaciones de este cambio. Puede ser que cuando terminen los confinamientos chinos, el comercio del Pacífico vuelva a su torrente acostumbrado. Puede ser que cuando Europa pueda aprovechar sus propios recursos energéticos, ya no les enviemos océanos de gas natural líquido.

Pero el aumento del comercio transatlántico no es sólo un aumento de nuestras exportaciones de combustibles fósiles. Nuestras importaciones desde la UE y el Reino Unido han igualado o superado a las de China durante la mayor parte de este año. Y la cifra de contenedores nuestros exportados a Europa también se ha disparado este año, y el petróleo y el gas no viajan en contenedores.

Con las crecientes tensiones entre China y Estados Unidos, este cambio podría augurar algo más profundo. Si Europa se convierte en nuestro mayor socio comercial, o simplemente en un socio más grande, eso podría significar que disminuiría la parte de nuestros productos fabricados por una mano de obra significativamente más barata. De hecho, los niveles de remuneración real en el principal exportador de Europa, Alemania, han superado considerablemente los nuestros durante muchos años. Sería bonito pensar que, en aras de la armonización comercial, Europa y Estados Unidos podrían acordar normas laborales conjuntas, lo que significaría que las de Estados Unidos se verían obligadas a elevarse. Nuestros ejecutivos y nuestros conservadores nunca lo permitirían, por supuesto, pero podría servir como un bonito argumento de la izquierda.

Aunque el oleoducto de China a Estados Unidos se redujera a un goteo permanente, eso tampoco significaría que el Pacífico fuera a verse libre de cargueros. Las empresas norteamericanas ya están trasladando su producción a fábricas de la India y Vietnam. Lo que, en cierto sentido, valida la olvidada Teoría del Dominó, que los partidarios de nuestra guerra contra Vietnam invocaron para argumentar que, si Vietnam caía en manos de los comunistas, también lo haría todo el sudeste asiático. Resulta que cuando la teoría se desplaza para describir la extensión de la participación en la esfera del capitalismo global, en realidad funciona bastante bien. Como ha demostrado China, la economía capitalista y la gobernanza leninista (con tendencia a estalinista) pueden ir muy bien juntas.

En cualquier caso, brindemos por nuestras hermanas y hermanos europeos, y esperemos que sus prácticas y derechos laborales puedan al menos inspirar las nuestras.

 

(*)  Harold Meyerson ha sido columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta columnistas más influyentes de Norteamérica, Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de los Democratic Socialists of America.

Fuente: The American Prospect, 22 de noviembre de 2022

Traducción: Lucas Antón


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