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21.11.22

EEUU: Los intentos de Biden para bajar el precio del combustible no funcionarán. Aquí explico por qué

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Por Kate Aronoff (*)

Las empresas son como los gusanos. Los distintos tipos de gusanos cumplen diferentes funciones en la naturaleza, algunas más amenazantes para los humanos que otras. Sus complejos y resistentes sistemas merecen ser estudiados en gran parte por lo cruciales que son para el mundo en el que vivimos.

 

Las lombrices de tierra, por ejemplo, son una fuente de alimento clave para otras criaturas y transforman la materia orgánica en valiosos nutrientes a través de su constante comer y cagar. Estas funciones vitales las convierten en una de las especies más importantes del planeta.

Todos los gusanos se pueden reducir a unas pocas partes básicas: un cuerpo largo y tubular, boca, intestino y ano. Al carecer de cerebro y conciencia, se guían principalmente por estímulos externos a través del sistema nervioso. Los gusanos pueden percibir la luz y el sonido, y albergan un desarrollado sentido del tacto y del gusto que les avisa de los entornos favorables y desfavorables. Su único "deseo", por lo que sabemos, es la supervivencia: las lombrices no tienen ética, sólo una voluntad innata de ir por el mundo, evitar el peligro y reproducirse. Una lombriz solitaria o tenia no es mala sólo porque se haya instalado en tus intestinos. Pero ciertamente no quieres que se quede allí.

En un sentido similar, no se puede esperar que las empresas hagan otra cosa que perseguir su propia supervivencia. Por eso, interpelarles moralmente para que satisfagan las necesidades de seguridad energética, bajen los precios del combustible o reduzcan las emisiones, por ejemplo, puede sonar bastante extraño. Como dijo el presidente Biden durante su discurso sobre los precios abusivos de la industria de los combustibles fósiles a principios de esta semana: "Ya es hora de que estas empresas dejen de aprovecharse de la guerra, cumplan con sus responsabilidades en este país y den un respiro al pueblo estadounidense y que mientras les siga yendo bien". Pero las empresas no tienen responsabilidades ni con el país ni con el pueblo estadounidense.

Al igual que las lombrices de tierra, las empresas de combustibles fósiles prestan lo que sigue siendo un servicio inestimable al mundo: consumir petróleo crudo y gas metano y cagar una fuente de combustible. En medio de la subida de los precios de la energía, han ganado una cantidad de dinero espectacular haciendo esto: BP, Shell, Total, Exxon y Chevron generaron 58.000 millones de dólares de beneficios en el último trimestre. Biden quiere que se destinen más fondos a la producción adicional y a la reducción de costes. Pero eso no depende necesariamente de los ejecutivos de esas empresas. Su principal y probablemente únicaresponsabilidad legal es ante los accionistas que mantienen la máquina de hacer abono. También suelen querer cobrar. Hasta ahora, BP ha recomprado acciones por valor de 8.500 millones de dólares este año, mientras que Shell ha recomprado 18.500 millones de dólares además de los abultados pagos de dividendos. Las convocatorias de beneficios trimestrales -eventos que incluyen una presentación de los altos ejecutivos seguida de un intercambio de opiniones con analistas e inversores- muestran cómo funciona esto.

En la reciente convocatoria de beneficios del tercer trimestre de Chevron, el analista de J.P. Morgan Chase, John Royall, preguntó a los ejecutivos si habían "generado un flujo de caja libre muy superior a vuestros dividendos y a la recompra a precios máximos". El flujo de caja libre podría destinarse de otro modo, al tipo de inversiones productivas que Biden ha estado pidiendo. "Así que mi pregunta es", continuó el analista, "¿crees que podríais ir más allá de los 15 [mil millones de dólares] en el precio máximo?", refiriéndose a la cantidad máxima que la dirección de Chevron dijo que ofrecería en recompra de acciones. El consejero delegado, Mike Wirth, respondió obedientemente. "Sí. John, de hecho, hemos aumentado nuestro ritmo de recompras tres veces este año. Anunciamos la primera a finales del año pasado", dijo, añadiendo que Chevron está "en un máximo histórico en cuanto al ritmo de recompra de acciones".

El director financiero Pierre Breber continuó: "Sólo señalaré que hemos aumentado nuestro dividendo un 6% a principios de año. Llevamos 15 años aumentando nuestro dividendo a una tasa de crecimiento anual compuesta del 6%. Y esa es nuestra primera prioridad financiera" (cursivas mías).

Esta "relación entre dos capitalistas", como la llamó Marx, puede ser tensa. Biden ve a las empresas de combustibles fósiles como proveedores de servicios cuyo trabajo principal es suministrar combustible a sus clientes. Sin embargo, existen principalmente para servir a los accionistas. Los gerentes de las empresas del sector de los combustibles fósiles, especialmente, están cada vez más irritados por la impresionante cantidad de propiedad y poder de decisión que tienen los principales gestores de activos, como el fondo Blackrock. (Los republicanos financiados por los combustibles fósiles han acusado a estas empresas de conspirar para imponer una agenda verde "progre"; ¡ojalá!). En cualquier caso, la perforación, el refinado y la distribución son algo accesorio para los rendimientos -es de donde provienen generalmente los beneficios, por supuesto, pero se entregan a los inversores "como mera compensación por poseer un capital que ahora está totalmente divorciado de la función", señaló Marx, observando a los precursores de las corporaciones modernas. En los últimos años, los inversores en petróleo y gas se han empeñado en que las empresas produzcan menos y les entreguen más.

Hay una forma de aislar el sector energético de esta dinámica, que muchos gobiernos de todo el mundo ya han perseguido en nombre de no confiar en los inversores privados para gestionar importantes recursos nacionales. Los gobiernos de Arabia Saudí, así como los de México, Brasil y Noruega (por nombrar sólo algunos) poseen acciones de control en empresas petroleras estatales, lo que les da más poder de decisión sobre la producción y la distribución.

Por supuesto, Biden no está proponiendo una revisión drástica del control privado de la industria del petróleo y el gas en Estados Unidos: no va a dirigir un ejército de gusanos contaminantes en el corto plazo. Su propuesta de la semana pasada consistía en un impuesto inesperado sobre sus beneficios, aparentemente destinado a incitar a las empresas a invertir su exceso de flujo de caja en el aumento de la producción y la reducción de los precios.

Esto puede enfadar a los ejecutivos de los combustibles fósiles, pero probablemente no les preocupe: un impuesto imprevisto se enfrentaría a una ardua batalla incluso en este Congreso controlado por los demócratas, al que le queda muy poco tiempo para aprobar legislación antes de que los republicanos reclamen, probablemente, la mayoría en una o posiblemente en ambas cámaras la semana que viene. La propiedad pública (es decir, la nacionalización) sería igualmente difícil de vender políticamente, incluso a pesar de que la titularidad pública pueda ser la forma más directa para que la administración -al menos en teoría- equilibre en el largo plazo los objetivos contrapuestos de rentabilidad, seguridad energética y clima.

Por ahora, Biden parece limitarse a dar forma al entorno en el que los gusanos de los combustibles fósiles de este país -poseídos por sus inversores- comen y cagan. Sin una amenaza más creíble, sin embargo, no llegará muy lejos apelando a los corazones y mentes que no tienen.

 

(*) Kate Aronoff es redactora en la revista The New Republic, especializada en cuestiones de cambio climático. Suúltimolibroes "Overheated: How capitalism broke the planet - and how we fight back" (2021, Bold Type Books).

Fuente: https://newrepublic.com/article/168505/biden-lower-gas-prices-windfall-tax

Traducción: David Guerrero


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