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7.11.22

Italia: Meloni toma el poder. Dossier

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Por Andrea Fabozzi, Norma Rangeri, Gaetano Lamanna (*)

Jura entre amigos

Andrea Fabozzi

 

El ambiente era solemne, pero con una atmósfera que recordaba a una ocasión familiar, por citar a Enzo Forcella, que hablaba de algo muy diferente, pero, al fin y al cabo, de política.

En el salón de baile del Palacio del Quirinal, muchos de los protagonistas de la jura y sus familias, algunas muy bien relacionadas entre sí, se conocen "desde la infancia" y "se quieren hasta cuando se odian". A la hora de cerrar la lista de ministros, Giorgia Meloni tuvo que llenarla de amigos y camaradas (aunque esa no es la palabra correcta), y hasta con un pariente suyo.

No existen precedentes de nombramiento de un familiar del primer ministro en el mismo gabinete, salvo un caso, hace mucho tiempo y en un asunto desagradable de recordar.

La esposa de Francesco Lollobrigida, recién nombrado ministra de Agricultura con la cartera recién añadida de "Soberanía Alimentaria", es Arianna Meloni, hermana de Giorgia Meloni, que acudió a acompañarla a las salas donde esperaba el presidente Mattarella. Luego pasó a sentarse en la primera fila de la sala, junto a su sobrina Ginevra y la pareja de Giorgia, Andrea Giambruno. Él trabaja en Mediaset, mientras que Arianna forma parte del equipo de Fratelli d'Italia; ambos son conocidos y fueron reconocidos por los ministros, que intercambiaron de lejos saludos y reverencias con ellos.

Salvini, en su papel de padre, lanzaba besos a sus hijos, también en primera fila, con su novia Francesca Verdini, que sostenía al más pequeño. Hasta la primera ministra, una vez terminada su jura, se puso detrás de la mesa para situarse al lado del Presidente Mattarella, y desde allí tenía a la pequeña Ginevra en su línea de visión, haciéndole señas en cuanto podía. Nunca habíamos visto tantos familiares en la toma de posesión de un gobierno.

Puestos a ser puntillosos, la primera ministra Meloni pronunció mal la fórmula al prestar juramento: había intentado memorizarla, pero añadió un "ejercer mi mandato" extra a la versión correcta, "ejercer mis funciones en interés exclusivo de la nación".

Antonio Tajani, que fue el primero en prestar juramento, también se vio superado por la emoción y se confundió, olvidando decir "lealmente" mientras juraba respetar la Constitución, para luego volver atrás y corregirse. Meloni pareció más cordial con él que Salvini, que llegó en segundo lugar y fue recibido con un "buenos días" poco cálido de la nueva primera ministra. Pero también llegó la sonrisa. Tuvo muchas sonrisas para los nuevos ministros Nello Musumeci y Raffaele Fitto, en particular.

Sin embargo, Elisabetta Casellati -vestida completamente de blanco, al igual que la "Primera Hermana" Arianna y la ministra Alessandra Locatelli, las tres sentadas desafortunadamente muy juntas- tenía una expresión sombría. Cuando el Secretario General, Ugo Zampetti, pidió que Lollobrigida jurase su cargo, Meloni dejó escapar un amago de risa (comprensible) y lanzó una de las miradas "asesinas" que suele poner.

El más rígido de los recién nombrados fue sin duda Carlo Nordio, nuevo ministro de Justicia, con chaleco y reloj de bolsillo, que casi se inclinó ante Mattarella y Meloni. El más nervioso fue Gennaro Sangiuliano, que empezó a correr desde su asiento hasta la mesa de firmas al ser llamado y gritó su juramento, en lugar de recitarlo.

Sin embargo, después de la ceremonia, Nordio se relajó más que los demás, siendo el único de los pocos dispuestos (y suficientemente valientes) a hablar con los periodistas que realmente dijo algo sustancial más allá de los esperados lugares comunes. El nuevo ministro de Justicia ofreció una buena respuesta, quizá preparada de antemano, a quienes le hicieron la habitual pregunta de por dónde empezaría su labor: "Con la aplicación del Código de Procedimiento Penal, cuyo autor fue Giuliano Vassalli, figura de la Resistencia que recibió la Medalla de Plata al Valor Militar, y la revisión del Código Penal firmado por Mussolini".

Para la primera, la aplicación del Código de Procedimiento Penal en lo que respecta a las acusaciones, el camino a seguir es la separación entre la carrera de fiscal y la de juez. En cuanto al Código Penal, "debemos deshacernos del prejuicio de que la seguridad o la buena administración están protegidas por las leyes penales. Eso no es cierto". Son grandes intenciones, combinadas con otra aún mejor de una "despenalización" más amplia. Ya veremos qué sale de ellas.

Por otro lado, Giorgia Meloni, se fue muy rápido, la primera en salir por la puerta del Quirinal. Consiguió así cumplir su promesa de asistir al funeral de Francesco Valdiserri, un joven de 18 años que murió atropellado en una acera de Roma, y cuyos padres son dos periodistas del Corriere della Sera, su madre, reportera política.

El martes, en el Palazzo Chigi, Meloni debía recibir la tradicional campanilla de manos de Draghi en el traspaso oficial, para presidir inmediatamente después el primer Consejo de Ministros, en el que, como se había anunciado, Salvini y Tajani se verían promovidos a viceprimeros ministros. Alfredo Mantovano -que también fue invitado al Quirinal el lunes por la mañana- sería nombrado subsecretario de la primera ministra. También se esperaba que se aprobara el decreto para cambiar los nombres de los ministerios: ha llegado el momento de añadir a sus títulos expresiones como "made in Italy" y "natalidad".

il manifesto global, 26 de octubre de 2022

 

Sí, la primera ministra Meloni es una política de derechas

Norma Rangeri

La primera ministra Meloni (que utiliza la forma masculina del honorífico italiano, il presidente del consiglio) se presentó el martes ante el Parlamento para su discurso de apertura, atestiguando, en televisión y en directo, la degradante inversión léxica. Lo confirmó con sus palabras iniciales, diciendo "honorables colegas" (en plural masculino, colleghi), borrando instantáneamente el igualmente honorable colleghe (plural femenino).

La larga retahíla posterior de nombres de mujeres (Tina, Nilde, Rita, Oriana, Samantha...) citados como ejemplos de grandes biografías de referencia, no sirvió, sin embargo, para revivir improbables referencias a una sororidad que no existe...ni en su partido ni en su gobierno.

La presidenta (sin ánimo de ofender) Meloni, en su larga, dura, astuta e identitaria intervención, intentó el gran salto: del estatus de desamparada a la posición de figura institucional, del papel de líder del partido al de líder del gobierno.

Sin salir airosa de la ardua empresa, porque la militante del partido hasta ayer marginal de la derecha post-missina [del MSI, Movimento Sociale Italiano, principal formación neofascista de la postguerra], al final se impuso al resto de la actuación.

Así que tras 70 minutos y varios vasos de agua para sofocar una molesta tos, acompañados de un fondo casi ininterrumpido de aplausos y ovaciones, volvimos rápidamente a donde estábamos: es decir, a los últimos mítines de la campaña electoral.

Y no porque la primera mujer en ocupar el cargo de primera ministra no haya tocado una densa agenda de temas y tópicos, sino porque nunca ha sabido (o podido) explicar cómo piensa llevar a la práctica aquellos que, sin una traducción concreta, se quedan en meros lemas propagandísticos.

Ejemplos: hay que crecer para reducir la deuda; hay que gastar bien el dinero del Plan Nacional de Resilencia y Recuperación; bajaremos los impuestos; trabajaremos para aumentar el empleo; daremos pensiones a los jóvenes; tendremos guarderías municipales gratuitas para todos. Grandes y encomiables objetivos en una larga lista de la compra.

Sin embargo, a menos que queramos hacer frente a la recesión que aflige a ambos lados del Atlántico y resolver los problemas de nuestro presupuesto público con la supresión (aunque sea parcial) de la renta de ciudadanía, Meloni no ha encontrado las palabras para hacernos entender de dónde sacará el dinero para financiar su nuevo milagro italiano. Aunque, para ponerlo en práctica, declaró estar dispuesta a arriesgar la impopularidad, el consenso e incluso la reelegibilidad.

Tal vez el silencio y la retórica turbia, apenas disimulada por el uso reiterado de la palabra "pragmatismo", fueron su único refugio, la única vía de escape posible ante su necesidad de seguir el camino de la continuidad con el gobierno de Draghi, que hasta ayer eran las "élites europeas" en el punto de mira de los Fratelli d´Italia, un partido amigo de los peores regímenes antiliberales, obscurantistas y fascistas de Europa.

Nadie ha negado nunca esas amistades, lo que vuelve muy débiles las ostentosas afirmaciones proeuropeas de Meloni (hasta el pobre Montesquieu quedó en medio, citado en relación con la libertad y la democracia), y más convincente su adhesión (histórica, sí, desde los tiempos del Movimiento Social) al atlantismo (aunque sea más trumpiano que democrático).

Tras haber hecho de alguna manera los deberes en beneficio de quienes observan el inicio de la legislatura al otro lado de la divisoria, la líder de Fratelli d´Italia se ha ido acercando a ese perfil identitario de la derecha, al talante de los electores que la votaron y a los que pretendía representar plenamente desde el Palacio de Montecitorio.

Un paseo salvaje por Dios, la patria, la familia, la soberanía, la seguridad, los migrantes, la dictadura sanitaria, las perforaciones, el deporte contra la desviación, más cárcel para todos, la autonomía diferenciada combinada con la reforma presidencial. Hubo algunos coletazos torpes, como jurar que no tiene ninguna simpatía por los "regímenes autoritarios, incluido el fascismo", sin que importen los vídeos en los que expresa su apasionado aprecio por Mussolini, el "gran estadista".

Agua pasada: hoy "la libertad, la igualdad, la democracia" serían las piedras angulares del nuevo curso, que tendría la ambición de convertirla en la representante de esa derecha moderna y conservadora que nunca ha existido en Italia. Ni siquiera con el berlusconismo, que, si bien limpiaba las costumbres del [Franco] Fini de [Giorgio] Almirante [primer e histórico líder del MSI], hundía sus raíces en la evasión fiscal, en la corrupción, en el plebiscitarismo, en la actuación en lugar de la representación, en la transformación del ciudadano en público. Tampoco con la impronta racista, xenófoba, "manettara" [penalmente rigorista], putiniana de la Liga de Salvini.

Ahora, con el poder meloniano, incluidos sus medios de comunicación aliados, veremos qué imaginario, qué hegemonía cultural envolverá al país, a la nación y a sus ciudadanos, en realidad a los patriotas.

Cuando se juega a la muerte de las ideologías, eliminando esencialmente las ideas de la izquierda, gana la ideología que permanece in situ.

il manifesto global, 28 de octubre de 2022

 

La revolución conservadora de la derecha italiana

Gaetano Lamanna

La guerra por un puesto en el gobierno, la penuria cultural y moral de la "nueva" clase dirigente, el ajuste de cuentas en la coalición de derechas, los mezquinos intereses de cada uno en su brutal materialidad: estamos asistiendo en directo al espectáculo de degeneración de la política.

Sin embargo, sería un error detenerse en vívidas noticias y no considerar las causas subyacentes que llevaron a la derecha nacionalista a tomar los resortes del poder. Más allá de las escaramuzas sobre cómo repartir los cargos, no cabe duda de que estamos en presencia de un profundo cambio cultural y político en la sociedad italiana, de una "revolución conservadora", que no significa una vuelta al pasado, sino un intento de dar una nueva estructura al sistema de gobierno, rompiendo definitivamente aquellos equilibrios institucionales, económicos y sociales construidos durante el largo "compromiso socialdemócrata".

La derecha pretende revivir la política neoliberal, aplicada, sin embargo, por un Estado que pretende recuperar y cultivar la "identidad" del pueblo italiano, lo cual, por lo que entendemos, implica la negación de la diversidad y de nuevos derechos civiles que podrían contaminar la "italianidad", por un lado, y la restauración de las mitologías y diferencias localistas, por otro. En definitiva, una mezcla de nostalgia y novedad, de decisionismo autoritario y populismo, de racismo y de culto a la familia tradicional (no a los inmigrantes, no al ius scholae, no al aborto, no al LGBTQI+, etc.). Una visión basada en una especie de liberalismo proteccionista, contenido en un atlantismo euroescéptico, soberanista y alineado con Trump.

Los que han aupado a la derecha forman un bloque social compuesto por amplias capas de la pequeña burguesía, la clase media productiva y los autónomos, la clase obrera, las clases marginadas e incluso las nuevas generaciones. Son sus preocupaciones, su miedo a la crisis, su sentimiento de decepción y frustración y su falta de perspectivas de vida y trabajo los que actúan como aglutinante de una amplia base popular que ya no ve a la izquierda como punto de referencia.

La novedad política es que el deseo de cambio de este bloque social se tradujo mayoritariamente en el apoyo a Fratelli d'Italia, que parecía ser la fuerza política más cohesionada, más fiable y menos comprometida. Lo más llamativo de los resultados electorales -junto con el abstencionismo, que, con 17 millones de no votantes, experimentó un aumento de 4,4 millones respecto a 2018- es la hazaña lograda por el partido de Giorgia Meloni, que saltó del 4% al 26%, con 6 millones de votos más respecto a 2018. El PD, que en sus primeras elecciones en 2008 -un año después de su fundación- había cosechado más de 12 millones de votos, ahora solo tiene 5,4 millones, un 56% menos. Dejando de lado la pésima ley electoral, podemos ver en estos números la explicación de todo.

En sus Cuadernos de cárcel, señalaba Antonio Gramsci que el fascismo, en su ascenso al poder, se aprovechó del "subversivismo" y del extendido "antiestatismo primitivo y elemental" presentes en el pueblo italiano. Según Gramsci, el fascismo supo dar voz y expresión al pobre ethos público de las clases dominantes, y al conflicto exagerado y políticamente atrasado arraigado en la sociedad italiana. Estas reflexiones son muy pertinentes hoy en día, y nos ofrecen una gran riqueza de conocimientos para comprender las dinámicas y los procesos sociales y políticos que desembocaron en la victoria de la extrema derecha.

Los Fratelli d'Italia catalizaron un sentimiento de repulsa hacia los partidos y el uso clientelista y nepotista del poder, que premiaba al partido que llevaba más tiempo en la oposición. Impulsó la ira contra la falta de atención a los problemas cotidianos de los ciudadanos, las disfunciones injustificadas y las ineficacias intolerables. Canalizó la necesidad de cambio en una propuesta de reforma presidencialista del sistema institucional. Giorgia Meloni supo dar voz a un estado de ánimo en el que se mezclaban las frustraciones, la rebeldía, la crítica a las grandes corporaciones capitalistas y la hostilidad hacia el Partido Demócrata, identificado como único y natural chivo expiatorio.

La constante identificación del PD con el poder, en cada ocasión y en cada combinación, incluso en su forma tecnocrática, dañó su imagen y su credibilidad. Una gran parte de la población, atemorizada por la idea de descender en la escala social, ha optado por confiar ciegamente en el líder carismático (del momento), identificado y construido como tal por el aparato de construcción de bombo y platillo del sistema mediático.

En este punto, sería un error para los de la izquierda pensar en volver a empezar con otra búsqueda y lucha en torno a un supuesto "gran líder" improbable. La vuelta a la política pasa por la reflexión colectiva y la renovación real, por la movilización de las competencias que abundan en la sociedad civil y por la creación de un proyecto de cambio, teniendo siempre como norte el interés general y el bien común, y construyendo rápidamente una oposición inteligente e intransigente en las instituciones y en el país.

il manifesto, 23 de octubre de 2022

 

(*) Andrea Fabozzi estudió Economía y Comercio y se ha desempeñado como periodista en diarios como "Liberazione" y semanarios como "Rinascita" y "Avvenimenti". Desde hace veinte años trabaja en "il manifesto", donde ha dirigido la sección política, ha sido jefe de redacción y es actualmente cronista parlamentario. Es también profesor de periodismo en la Universidad Suor Orsola Benincasa de Nápoles.

(*) Norma Rangeri. Directora desde 2010 del diario italiano "il manifesto", en el que lleva trabajando desde 1974, primero como crítica de televisión, experiencia recogida en su libro "Chi l´ha vista? Tutto il peggio della tv da Berlusconi a Prodi' (o viceversa)", Milán, Rizzoli, 2007.

 

(*) Gaetano Lamanna del PCI y de la CGIL (principal sindicato italiano) en Calabria, es autor de "Malapolitica. Le radici del caso Calabria" (Ediesse, 2010), un ensayo sobre las raíces del atraso de esta región meridional italiana.

Fuente: il Manifesto, 23, 26 y 28 de octubre de 2022

Traducción: Lucas Antón


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