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31.10.22

China: El tercer mandato de Xi Jinping (II)

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Por Michael Roberts (*)

 

Esto está intensificando las contradicciones entre la rentabilidad del sector capitalista y la inversión productiva estable en China. La acumulación de activos financieros e inmobiliarios basada en enormes préstamos está restando potencial de crecimiento.


La inversión en el sector estatal siempre ha sido más estable que la inversión privada en China. China sobrevivió, incluso prosperó, durante la Gran Recesión, no debido a un impulso de gasto gubernamental de estilo keynesiano para el sector privado, como argumentaron algunos economistas, tanto en Occidente como en China, sino debido a la inversión estatal directa. Esta desempeñó un papel crucial en el mantenimiento de la demanda agregada, previnó recesiones y redujo incertidumbre para todos los inversores.

Cuando la inversión en el sector capitalista se ralentiza, como lo hace a medida que el crecimiento de las ganancias se ralentiza o disminuye, en China el sector estatal puede intervenir. La inversión del sector público creció rápidamente en concreto durante 2008-09 y 2015-2016, cuando el crecimiento de la inversión del sector no público se desaceleró. Como mostró David Kotz en un artículo reciente: "La mayoría de los estudios actuales ignoran el papel de las empresas estatales en la estabilización del crecimiento económico y la promoción del progreso técnico. Argumentamos que las empresas estatales están desempeñando un papel positivo para el crecimiento de varias maneras. Las empresas estatales estabilizan el crecimiento en las recesiones económicas realizando inversiones masivas. Las empresas estatales promueven importantes innovaciones técnicas invirtiendo en áreas de progreso técnico con más riesgo. Además, las empresas estatales adoptan un enfoque a largo plazo en relación a los trabajadores, que será favorable a la transición hacia un modelo económico más sostenible. Nuestro análisis empírico indica que las empresas estatales en China han promovido el crecimiento a largo plazo y han compensado el efecto adverso de las recesiones económicas".


La burbuja inmobiliaria alimentada por la deuda también ha aumentado drásticamente las desigualdades de ingresos y riqueza en China. Y es bien sabido que China tiene un nivel muy alto de desigualdad de ingresos. Su índice gini de desigualdad de ingresos es alto para los estándares mundiales, aunque ha caído en los últimos años.

De hecho, el llamamiento de Xi a la "prosperidad común" es un reconocimiento de que el sector capitalista fomentado por los líderes chinos (y del que obtienen mucho beneficio personal), se ha salido tanto de control que amenaza la estabilidad del control del Partido Comunista. Lo que Xi y los líderes chinos han llamado la "expansión desordenada del capital".

Vease el comentario del multimillonario Jack Ma antes de ser "reeducado" por las autoridades: "El consumo chino no es impulsado por el gobierno, sino por el espíritu empresarial y el mercado",... En los últimos 20 años, el gobierno fue muy fuerte. Ahora se están debilitando. Es nuestra oportunidad; es nuestra oportunidad para ver cómo la economía de mercado, el espíritu empresarial, pueden desarrollar un consumo real". - The Guardian, 25 de julio de 2019

El año pasado, el gobierno chino estableció una zona especial para implementar la "prosperidad común" en la provincia de Zhejiang, que también es la sede de varias corporaciones prominentes de Internet, entre ellas Alibaba. Y Xi anunció planes para difundir la "prosperidad común", anunciando una dura represión contra las élites ricas, incluido el creciente grupo de multimillonarios tecnológicos de China.

En su reunión de agosto de 2021, el Comité Central de Finanzas y Economía, presidido por Xi, confirmó que la "Prosperidad Común" era "un requisito esencial del socialismo" y debería ir de la mano de un crecimiento de alta calidad. El objetivo declarado de la Prosperidad Común es "regular los ingresos excesivamente altos" para garantizar la "prosperidad común para todos".

Hay dos razones por las que Xi y su mayoría en la dirección del PCCh han lanzado el proyecto de "prosperidad común". La primera es la experiencia de la pandemia de COVID. Al igual que en las principales economías capitalistas, la pandemia expuso enormes desigualdades entre la población en general en China, no solo en ingresos, sino también en el aumento de la riqueza de los multimillonarios, que han cosechado enormes beneficios durante el COVID, mientras que la mayoría de los chinos, especialmente los grupos de ingresos medios, han sufrido confinamientos, pérdida de ingresos y aumento del coste de la vida. La proporción de riqueza personal de los multimillonarios de China se duplicó del 7 % en 2019 al 15 % del PIB en 2021.

Si se permitiera que esto continuara, comenzaría a abrir fisuras en el PCCh y en el apoyo del partido entre la población. Xi quiere evitar otra protesta encomo la de la Plaza de Tiananmen en 1989, después del gran aumento de la desigualdad y la inflación producidas por las reformas del "mercado social" de Deng. El gobierno tuvo que actuar para frenar la expansión desenfrenada de la inversión improductiva y especulativa.

La represión de Xi contra los multimillonarios y su llamamiento a reducir la desigualdad es otro giro en la dirección política en zig-zag de la élite burocrática china: desde las primeras décadas de Mao hasta las reformas de "mercado" de Deng en la década de 1980; de la privatización de algunas empresas estatales en la década de 1990 hasta el regreso a un control estatal mas firme de los niveles superiores de decisión de la economía tras la crisis global de 2009; de la flexibilización del crédito especulativo posterior hasta la nueva campaña contra el sector capitalista para alcanzar la "prosperidad común".

Estos zigzags son ineficientes y una perdida de recursos. Suceden porque la dirección de China no es responsable ante sus trabajadores: no hay órganos de democracia obrera. No hay planificación democrática. Solo los 100 millones de miembros del PCCh tienen algo que decir sobre el futuro económico de China, y realmente solo cuentan los que están en los sectores de decisión importantes. La respuesta a la minicrisis de China no son más reformas "liberalizantes" hacia el capitalismo. Lo que China necesita es revertir la expansión del sector privado e introducir planes más efectivos de inversión estatal, pero con la participación democrática del pueblo chino en el proceso. De lo contrario, los llamamientos de la dirección a la "prosperidad común" serán solo palabras.

En el tercer y último apartado, trataré de las presiones externas sobre China, en particular, el endurecimiento de la estrategia del imperialismo estadounidense y sus aliados para contener y aislar a China y reducir su percibida amenaza a la hegemonía estadounidense.

III- Microprocesadores, doble circulación e imperialismo

Mientras Xi Jinping prometía al congreso nacional del PCCh que China "ganará resueltamente la batalla" en áreas clave de tecnología, los empleados de las empresas de tecnología en China y en otros lugares tenían que dejar las herramientas y parar. Docenas de los cientos de ejecutivos e ingenieros con ciudadanía estadounidense o tarjetas verdes de residencia en EEUU que trabajan en o con el sector de semiconductores en China, muchos de ellos nacidos en China, han recibido instrucciones de sus empresas, ya sean extranjeras o chinas, para que dejen de trabajar mientras sus empleadores buscan una aclaración legal de la nueva regla estadounidense que impide a los ciudadanos y residentes estadounidenses apoyar a la avanzada industria de microprocesadores china sin un permiso específico.

Pero ya es evidente que Estados Unidos, gracias al consenso bipartidista en Washington, está decidido a frenar la puesta al día tecnológica de China. Esto tiene implicaciones masivas para las ambiciones de Beijing en áreas como la inteligencia artificial y la conducción autónoma de vehículos. La nueva Ley de Chips introducida por la administración Biden va acompañada de un informe de 139 páginas publicado por la Oficina de Industria y Seguridad del Departamento de Comercio.

El informe analiza no solo la participación de las empresas estadounidenses en la venta de productos tecnológicos a China, sino también que estadounidenses (es decir, a cualquier persona con un pasaporte o tarjeta verde estadounidense) están implicados. Esto pone en una posición muy difícil a los muchos fundadores de las empresas tecnológicas chinas que fueron educados en los EEUU y adquirieron un pasaporte estadounidense de paso. También hará que sea mucho más difícil para las empresas tecnológicas chinas atraer talento. Del mismo modo, los laboratorios de I+D establecidos por algunas empresas chinas en los EEUU ahora parecen vulnerables. Alibaba tiene laboratorios de investigación en Seattle y Silicon Valley, mientras que Tencent también tiene un laboratorio de investigación en Seattle. Y EEUU pondrá la presión necesaria para evitar que la empresa holandesa ASML y las empresas japonesas suministren a China.

Todo lo anterior deja claro hasta qué punto China es ahora tratada como "un enemigo" de los Estados Unidos. Esto va mucho más allá de lo que solía llamarse "contención". También plantea la cuestión de cuánto tiempo Beijing pondrá la otra mejilla, porque hasta ahora no ha hecho nada para dificultar la vida de las empresas estadounidenses que operan en China, salvo sus restricciones por el Covid, dado que quiere seguir fomentando la inversión extranjera directa.

El movimiento de los EEUU en relación con los chips tiene grandes implicaciones para TSMC y otras empresas taiwanesas dada la cantidad de semiconductores que Taiwán exporta al continente. Las exportaciones de chips (circuitos integrados) de Taiwán a China ascendieron a 155.000 millones de dólares en 2021 y 105.000 millones de dólares en los primeros ocho meses de 2022, y representaron el 36 % y el 38 %, respectivamente, del total de las importaciones chinas de chips. De hecho, el aspecto más interesante del viaje de Nancy Pelosi a Taiwán a principios de agosto fue su reunión con el fundador de TSMC Morris Chang y el presidente Mark Liu, especialmente en el contexto de la legislación sobre semiconductores aprobada por el Congreso a finales de julio, que proporcionará 52.700 millones de dólares en subsidios para alentar a los fabricantes de chips a construir fábricas en Estados Unidos

TSMC ya está construyendo una fabulosa planta en Arizona. La construcción de la fábrica comenzó en junio de 2021 y, según se informa, su instalación principal ya está terminada, mientras que la producción está programada para comenzar en 2024. Bajo la legislación sobre chips, TSMC estará obligada a transferir su tecnología a los EEUU.

A diferencia de los intentos anteriores de las administraciones de Trump y Biden de apuntar a empresas chinas específicas para que no accedan a tecnologías avanzadas (la prohibición contra Huawei fue el ejemplo clásico), las nuevas reglas cubren efectivamente a todas las entidades chinas. Ellas, o sus proveedores estadounidenses y extranjeros, tendrán que solicitar una licencia para obtener o proporcionar acceso a tecnologías avanzadas de chips.

Si la estrategia de EEUU resulta efectiva -y la respuesta de una amplia gama de empresas no chinas que operan en el sector congelando sus contratos con China sugiere que podría serlo-, aislaría a China de los elementos de construcción esenciales de la mayoría de las tecnologías del siglo XXI.

¿Por qué EEUU está aplicando estas drásticas medidas contra el comercio y la tecnología de China? Por el temor de que China pueda convertirse no solo en una fuente de fabricación e importación para los consumidores estadounidenses, sino también en un rival en todas las áreas de hegemonía estadounidense en la economía mundial.

Lo que desencadenó en particular esta nueva política sobre China por parte de los Estados Unidos fue el colapso financiero global y la Gran Recesión. Gracias a su modelo económico controlado por el estado, China sobrevivió y se expandió mientras el capitalismo occidental colapsaba. China se estaba convirtiendo rápidamente no solo en una economía manufacturera de mano de obra barata para la exportación, sino en una sociedad urbanizada de alta tecnología con ambiciones de extender su influencia política y económica, incluso más allá de Asia Oriental. Eso fue demasiado para las economías imperialistas cada vez más débiles.

Estados Unidos y otras naciones del G7 han perdido terreno ante China en el sector manufacturero, y su dependencia de los insumos chinos para su propia fabricación ha aumentado, mientras que la dependencia de China de los insumos del G7 ha disminuido.


Fuente: Acciones de fabricación de la base de datos en línea del Indicador Mundial de Desarrollo.

Según un informe reciente de Goldman Sachs, la economía digital de China ya es grande, representa casi el 40 % del PIB y está en rápido crecimiento, contribuyendo con más del 60 % del crecimiento del PIB en los últimos años. "Y hay un amplio espacio para que China digitalice aún más sus sectores tradicionales". La participación en el PIB de TI de China aumentó del 2,1 % en el primer trimestre de 2011 al 3,8 % en el primer trimestre de 2021. Aunque China todavía está a la zaga de Estados Unidos, Europa, Japón y Corea del Sur en su cuota de TI en el PIB, la brecha se ha ido reduciendo con el tiempo. No es de extrañar que Estados Unidos y otras potencias capitalistas estén intensificando sus esfuerzos para contener la expansión tecnológica de China.

China ha gastado más de 100 millones de dólares para acelerar el desarrollo de una industria nacional de fabricación de chips. Es un componente crítico de su programa "Made in China 2025", que establece los planes de China para dominar en 2049 la inteligencia artificial, los vehículos autónomos, la tecnología de la información de próxima generación, las telecomunicaciones, la robótica avanzada y la industria aeroespacial, entre otros sectores relacionados con la tecnología.

Así que la estrategia de EEUU cambió. Si China no iba a colaborar con el imperialismo y abrir su economía por completo a la inversión extranjera y continuaba expandiendo su base tecnológica para competir con los Estados Unidos, entonces había que frenarla. El recientemente fallecido Jude Woodward escribió un excelente libro describiendo esta estrategia de contención que comenzó incluso antes de que Trump lanzara su guerra arancelaria comercial con China al asumir la presidencia de los Estados Unidos en 2016. La política de Trump, al principio considerada imprudente por otros gobiernos, ahora se está adoptando en todos los ámbitos, después del fracaso de los países imperialistas a la hora de proteger vidas durante la pandemia.

El objetivo es debilitar la economía de China y destruir su influencia y tal vez lograr un "cambio de régimen". Bloquear el comercio con aranceles; bloquear el acceso chino a la tecnología y sus exportaciones; aplicar sanciones a las empresas chinas; y enfrentar a los deudores con China; todo esto puede ser costoso para las economías imperialistas. Pero el coste puede valer la pena, si China puede ser derrotada y la hegemonía de Estados Unidos asegurada.

El congreso del PCCh hizo hincapié en la respuesta de China. "Debemos adherirnos a la ciencia y la tecnología como la fuerza productiva número uno, el talento como el recurso número uno, [y] la innovación como la fuerza impulsora número uno". Beijing considera que la decisión de tratar de congelar la fabricación doméstica china a partir de un cierto nivel de avance tecnológico es profundamente provocativa. Obligar a China a depender de la producción extranjera para los chips más avanzados y mejores alimenta claramente el miedo de Xi al "vasallaje tecnológico". Así que China se está moviendo hacia un modelo de crecimiento más autosuficiente.


Esa es la base de lo que la dirección de Xi llama un modo de desarrollo de "doble circulación", en el que el comercio y la inversión en el extranjero se combinan con la producción para el enorme mercado interno.


El modelo de doble circulación se anunció formalmente por primera vez en una reunión del Politburó en mayo de 2020 y establece un reequilibrio de la economía china separándola de la "circulación internacional" (el primer tipo de circulación en la que China ha confiado, a saber, la dependencia de la demanda externa como estímulo para el crecimiento) hacia la "circulación interna", o el aumento de la autosuficiencia.

El punto político más caliente en el intenso conflicto entre Estados Unidos y China es Taiwán. Taiwán (Formosa) fue ocupado por las fuerzas nacionalistas en China después de que los comunistas chinos ganaran la guerra civil y tomaran el control del país en 1949. Desde el principio, el gobierno comunista chino y las Naciones Unidas reconocieron a Taiwán como parte de China. Pero desde el principio, los nacionalistas fueron respaldados por los Estados Unidos con fondos y armas, primero con el objetivo de derrocar a los comunistas en el continente y más tarde, cuando eso se hizo imposible, para mantener la autonomía de la isla de China. Y desde el auge de la economía china, Estados Unidos y el resto del bloque imperialista han alentado las políticas de los taiwaneses para construir y asegurar su independencia total. Taiwán podría convertirse en una espina permanente para China y también en la plataforma de lanzamiento de operaciones militares contra Beijing en el futuro.

La invasión rusa de Ucrania ha dado a los Estados Unidos y a la OTAN la excusa para intensificar el cerco económico, político y militar de China con Taiwán como su centro. Según la definición más amplia de intervención militar, Estados Unidos ha participado en casi 400 intervenciones militares entre 1776 y 2019, con la mitad de estas operaciones desde 1950 y más del 25% en el período posterior a la Guerra Fría. Estas intervenciones han girado en torno a la economía, el territorio, la protección social, el cambio de régimen, la protección de ciudadanos y diplomáticos estadounidenses, el imperio y la construcción institucional. Estados Unidos respaldado por una OTAN extendida, que ya no está confinada a la costa atlántica, ve a China como la siguiente área de "intervención" futura.

Los medios de comunicación occidentales ayudan hablando continuamente del llamado "comportamiento agresivo" de China y sus violaciones de derechos humanos. Cualquiera que sea la verdad en estas acusaciones, son fácilmente igualadas por los crímenes del imperialismo solo en el siglo pasado: la ocupación y masacre de millones de chinos por el imperialismo japonés en 1937; las continuas y horribles guerras posteriores a 1945 llevadas a cabo por el imperialismo contra el pueblo vietnamita, en América Latina y las guerras interpuestas en África y Siria, así como la invasión de Irak y Afganistán, y la horrible pesadilla de Yemen por el abominable regimen pro-americano de Arabia Saudí. Sin olvidar la horrible pobreza y la desigualdad en la que viven miles de millones de personas bajo el modo de producción imperialista.

Pero el conflicto económico y político entre China y los Estados Unidos es el principal problema geopolítico del siglo XXI, mucho mayor que la guerra entre Rusia y Ucrania. El asesor de Seguridad Nacional de EEUU, Jake Sullivan, lo resumió recientemente. "Esta es una década decisiva... en la que se establecerán los términos de nuestra competencia con la República Popular China". Continuó: "La asertividad de la República Popular China en el país y en el extranjero está promoviendo una visión iliberal en los ámbitos económico, político, de seguridad y tecnológico en competencia con Occidente", China debe ser detenida porque "es el único competidor (de los Estados Unidos) con la intención de remodelar el orden internacional y tiene una creciente capacidad para hacerlo".

China se encuentra en una encrucijada en su desarrollo. Su sector capitalista tiene problemas cada vez más profundos de rentabilidad y deuda. Pero la dirección actual se ha comprometido a continuar con su modelo económico dirigido por el estado y su control político autocrático. Y parece decidida a resistir la nueva política de "contención" de las llamadas "democracias liberales". El comercio, la tecnología y la "guerra fría" política se calentarán durante el resto de esta década, mientras que el planeta también se calienta.

 

(*) Michael Roberts, habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com

Traducción: G. Buster


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