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31.10.22

“Un gran mito liberal es que nadie te obliga a aceptar un trabajo que no deseas”. Entrevista a David Casassas

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David Casassas  (*)

El ensayista y docente defiende la aplicación de una renta básica universal en Llibertat incondicional. La renda bàsica en la revolució democràtica (Tigre de Paper, Manresa, 2022; ediciones en castellano con Paidós, Barcelona, 2018 y Ediciones Continente, Buenos Aires, 2020), un ensayo de filosofía política que dibuja esta medida como pata

Reproducimos a continuación una versión ampliada de la entrevista que Ignasi Franch le realizó para Nexe.

 Comparas la renta básica con el divorcio...

Sí, el derecho al divorcio no te obliga a divorciarte: te permite hacerlo si la relación no funciona. En el ámbito del trabajo asalariado, ¿existe la posibilidad de divorcio? Lo que afirmo en el libro es que no la hay como consecuencia de la desposesión. No puedes amenazar, de manera creíble, con que te marcharás de un puesto de trabajo. Y, por ello, la calidad democrática de la relación laboral se erosiona. Me parecen imprescindibles medidas como la renta básica, que nos permitan divorciarnos de trabajos que, quizás, no nos parecen vivibles o que no nos satisfacen.

 

El economista Joan Sanchís ha señalada la paradoja de que vivimos en una sociedad que glorifica la democracia, pero que naturaliza que el ámbito laboral sea un espacio pseudodictatorial.

 

En efecto, Sanchís nos alerta de un hecho que tiene que ver con el universo liberal que ha modelado parte de la modernidad. Según esta tradición, no se ha de intervenir en lo que es privado porque ese es el reino de la libertad individual. Y lo cierto es que en el mundo del trabajo, sin ir más lejos, pueden surgir relaciones subalternas o despóticas, pero se considera que se establecen entre actores privados que son plenamente libres. Un gran mito liberal es que nadie te obliga a aceptar un trabajo que no deseas, como si no hubiera relaciones de poder profundamente asimétricas, lazos de dependencia... Esto implica una despolitización de todo lo que no es esfera público-común. Y el mundo no es así, el mundo es conflictivo.

 

Hay muchos modelos de renta básica. ¿Tú defiendes una renta básica universal e incondicional que permita la subsistencia frugal, con un estado social detrás que no te lance a las manos del mercado?

 

Sí, y esta última es una distinción importante. Es crucial tomar consciencia de que algunos defienden la renta básica como elemento substitutivo del Estado del Bienestar. Por ejemplo, ciertos "think tanks" estadounidenses proponen desmantelarlo todo y, a cambio, dar unos cacahuetes de salvamento, en forma de renta básica, para que no sea dicho. Esta distopía neoliberal se ha de evitar. Por ello tengo muy presente lo que nos contaba Marx: el capitalismo nace y se reproduce, también hoy, a lomos de grandes procesos de desposesión de bienes y recursos, materiales y simbólicos, que eran comunes o que podrían serlo. Ante esta realidad, la renta básica ha de tratar de romper con esta dinámica y facilitar que nos reapropiemos de recursos materiales y simbólicos para que, a partir de ahí, nos podamos reapropiar de nuestras vidas, de los muchos procesos decisionales sobre aquellas actividades que podamos querer llevar a cabo en el ámbito económico, de los muchos procesos decisionales que afectan a nuestra persona, entendida esta en su sentido más amplio. Pero la renta básica no serviría si no tuviéramos acceso a recursos públicos o que procedieran del mundo de la autogestión y, por ende, si tuviéramos que adquirirlo todo en el mercado: ¡la renta básica se esfumaría de un plumazo y perdería todo su potencial emancipatorio!

 

¿Sus defensores, pues, son conscientes del riesgo de que pueda mercantilizar todavía más nuestras vidas?

 

Te diría que hay mucha consciencia de este riesgo en aquellas sociedades en que una defensa neoliberal de la renta básica de este tipo se ha planteado de forma abierta. Pensemos en Estados Unidos o, en ciertos momentos, Alemania. En cambio, en la gran mayoría de países europeos y latinoamericanos, no hay demasiadas defensas neoliberales de la renta básica: normalmente, el debate está circunscrito en la izquierda. Por ello, este temor no está tan presente. Pero ello no significa que no debamos estar atentos ante la posibilidad de rentas básicas tan poco deseables como esta de cuño neoliberal que nos preocupa.

 

¿Concibes la renta básica como un hito más de un camino de transformación política o como una medida impulsora del cambio?

 

La renta básica es conflictiva porque da poder de negociación a la mayoría de personas que hoy están desposeídas. Por este motivo, tiene y tendrá detractores con mucho poder, y solo se aplicará a lomos de una verdadera revuelta ciudadana, de grandes movilizaciones por parte de grandes mayorías sociales. Me parece razonable pensar que, si esto tuviera lugar, la renta básica iría acompañada de grandes reformas fiscales y de otras formas de producción y de reproducción de la vida que nos permitan lograr, también, una transición eco-social y feminista. Si esto sucede, es técnicamente sencillo diseñar una gran reforma fiscal que permita financiar tanto la renta básica como otras medidas que son necesarias. Lo que es más complejo, y ahí radica el núcleo del asunto que nos ocupa, son las cuestiones de viabilidad sociopolítica de medidas que rompen con tantas inercias y privilegios, de medidas con tanto potencial liberador: ¿nos atreveremos a ellas? ¿Seremos capaces de sostener el acoso de quienes tienden a negarse a que las clases trabajadoras puedan hacerse con sus propias vidas?

 

En general, se entiende que una renta básica no tendría demasiado sentido sin una sanidad o una educación públicas. ¿Ves otros peligros, como que pudiera servir para favorecer la concentración de riqueza a través del mercado de la vivienda?

 

El de la vivienda es uno de los pocos ámbitos en los que se considera que una renta básica universal podría generar dinámicas inflacionistas. Pensemos en un núcleo de convivencia que actualmente alquile su vivienda y que, con una renta básica en las manos de todos sus miembros, se decida a pedir una hipoteca y comprar un piso: ¿podría haber una presión de demanda sobre el precio del metro cuadrado, sobre todo si este tipo de decisiones se generalizan en contextos como el nuestro, en el que la cultura de la propiedad de la vivienda se halla tan extendida? Quizás sí. Por ello, la implantación de la renta básica debería verse complementada por la aplicación de políticas de acompañamiento -lisa y llanamente: topes a los precios del metro cuadrado, entre otras- que evitaran distorsiones de este tipo. En cualquier caso, un elemento básico de los recursos público-comunes que se han de reconquistar es el acceso incondicional a la vivienda como derecho básico de ciudadanía, del mismo modo que tenemos asumido, aunque no plenamente garantizado, el derecho al acceso a la sanidad o a la educación.

 

Hay quien cree que la renta básica generaría una catástrofe productiva. ¿Tan poco nos gustan nuestros trabajos y los salarios que percibimos, que no nos imaginamos trabajar si no lo necesitamos forzosamente?

 

Es que el gran desincentivo en relación con el empleo ¡es el propio empleo! Es normal que la gente quiera huir de puestos de trabajo donde pierde la libertad. La renta básica busca eliminar el "empleocentrismo" que caracteriza nuestras sociedades, pero en ningún caso el trabajo. Como decía el sociólogo Erik Olin Wright, no se trata tanto de cuantificar la gente que puede salir estadísticamente de la pobreza, como de ver qué formas de vida se podrían poner en circulación si tuviéramos la existencia material garantizada. Y aquí se dibujan escenarios de trabajo asalariado, cooperativo o en el marco de redes de apoyo mutuo y de cuidados que nos hacen pensar que la gente podría tender a escoger más libremente. Lo que dicen los experimentos de renta básica -y también de psicología y economía experimentales- es que a los humanos nos gusta trabajar cuando la actividad que realizamos es consentida y tiene sentido. La renta básica no está en contra del trabajo en general, sino contra el trabajo que ni dignifica ni mejora nuestras vidas, ni individual ni colectivamente.

 

Precisamente, en Libertad incondicional, defiendes un proyecto de sociedad donde la gente sea más libre a la hora de tomar decisiones...

 

Bajo mi punto de vista, la renta básica nos permite hacernos preguntas sobre nuestra soberanía colectiva: qué queremos producir y cómo hacerlo, como queremos reproducir la vida... Y esto me parece absolutamente necesario en un mundo en el que la precarización ha instalado en el centro del terreno de juego una cultura del miedo que nos lleva a giros fascistas. Creo que está muy bien que gritemos eso de "no pasarán" -¡hay que hacerlo!-, pero también creo que no nos podemos limitar a resistir. Hemos de pasar a la ofensiva de alguna manera. Creo que habría que desplegar estrategias institucionales y culturas políticas para que logremos creernos con el derecho a tener una vida propia, una vida, individual y comunitaria, que podamos hacer nuestra desde el deseo. Y es que el autoritarismo solo se puede parar desde la puesta en circulación de propuestas capaces de generar deseo y entusiasmo. De ahí, modestamente pero cargadas de intención, medidas como la renta básica.

 

En el libro no hablas sobre cómo financiarías la renta básica. ¿No lo has hecho porque cada país tendrías sus circunstancias?

 

No lo he hecho, fundamentalmente, porque este no es un libro sobre financiación de la renta básica, sino sobre la teoría social y política de dicha medida, sobre las razones teóricas e históricas que nos pueden llevar a defenderla. De todos modos, en algún momento afirmo que, obviamente, la renta básica iría integrada al sistema impositivo: las personas más ricas también la recibirían, pero, en el momento de hacer la declaración de impuestos, aportarían mucho más que lo que ingresarían en concepto de renta básica. En el Reino de España, los economistas Jordi Arcarons, Daniel Raventós y Lluís Torrens llevan tiempo demostrando a través de varios estudios -por ejemplo, este, que contó con la colaboración de Antoni Domènech- que el Estado podría sufragar una renta básica universal con una simple reforma progresiva del IRPF. Constituiría esta una medida que, naturalmente, tendría que ir acompañada de la reforma o introducción de otras figuras impositivas: sociedades, patrimonio, sucesiones y donaciones, posibles tasas Tobin y Google y un largo etcétera. En efecto, las respuestas concretas son una cuestión de interpretación societaria, de modo que las tendría que encontrar cada territorio, cada sociedad.

 

(*) David Casassas. Es miembro del comité de redacción de Sin Permiso. Es Vicepresidente de la Red Renta Básica. Colabora también con el Observatorio de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC).

Fuente:  https://nexe.coop/entrevistes/david-casassas-%E2%80%9Cun-gran-mite-liberal-%C3%A9s-que-ning%C3%BA-t%E2%80%99obliga-acceptar-un-treball-que-no

Traducción: David Casassas


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