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24.10.22

Christopher Hill y la recuperaciĆ³n de la historia

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Por Ellen Meiksins Wood (*)

En 2022 se cumple el 50 aniversario de la publicación de TheWorldUpside Down, el influente libro del historiador marxista Christopher Hill (traducido al castellano como El mundo trastornado, ed. Siglo XXI, 2015).

Este ensayo ha sido fundamental en la comprensión de las ideas democratizantes - críticas al mismo tiempo de la explotación económica y la dominación política - elaboradas por los movimientos populares de la Inglaterra altomoderna. Para conmemorar la efemérides de este gran ensayo, traducimos a continuación el obituario que la también historiadora marxista Ellen Meiksins Wood dedicó a Hill el año en el que este falleció. SP

Si alguna vez ha habido un grupo de intelectuales marxistas que ha transformado toda una disciplina, y su influencia ha llegado mucho más allá de los límites teóricos y políticos del marxismo, ese es el Grupo de Historiadores del Partido Comunista Británico.

Fundado en 1946, este notable grupo incluía, entre otros historiadores de gran talento, a Christopher Hill, Maurice Dobb, Rodney Hilton, Eric Hobsbawm, VictorKiernan, George Rude, Edward y Dorothy Thompson, y Dona Torr. Ya no quedan muchos de ellos -aunque [en 2003] Hobsbawm, Saville y Dorothy Thompson siguen en activo- y es difícil imaginar que alguna vez volvamos a ver algo así.

Este brillante grupo se reunió originalmente para discutir un ensayo sobre la Revolución inglesa del siglo XVII cuyo autor era Christopher Hill. Escrito (muy rápido, dijo Hill) en 1940, cuando tenía 28 años y servía en el ejército, fue la obra, como él mismo la describe, de "un joven muy enfadado, creyendo que iba a morir en una guerra mundial".

En una entrevista dijo que pretendía ser su última voluntad y testamento. En cambio, fue sólo el comienzo de una larga y distinguida carrera que transformó el estudio de la Inglaterra del siglo XVII, un momento tan importante en la historia de la Europa moderna que incluso los estudios especializados del periodo tuvieron efectos mucho más allá.

En años posteriores, puede que la ira se hubiera calmado, pero el radicalismo no. A Hill le gustaba citar la respuesta de Marx a un conocido que sugería que, a medida que uno envejecía, se volvía menos político y radical: "¿A ti te pasa? Pues a mí no".

Tampoco le pasaba esto a Hill, que murió el 23 de febrero de este año [2003] a los 91 años, pues fue un marxista desde el principio hasta el final.

Hill nunca disimuló sus compromisos políticos ni su pertenencia al Partido Comunista (hasta que lo abandonó, tras la invasión soviética de Hungría en 1956, habiendo criticado la falta de democracia en el partido), y su trabajo académico siempre estuvo informado por esos compromisos. Sin embargo, pasó gran parte de su carrera académica como director del BalliolCollege de Oxford, lo que sin duda debe ser uno de los grandes misterios de la vida académica británica.

Durante gran parte de ese tiempo, además, dominó el campo de la historia inglesa del siglo XVII, y siguió siendo su principal punto de referencia durante toda su vida. Desde hace algún tiempo, el campo ha sido efectivamente dominado por los llamados "revisionistas", que han reducido la Revolución inglesa a otro evento contingente más en las disputas entre las facciones de la élite. Pero incluso estas ideas revisionistas se formaron en respuesta a la obra de Hill.

¿Una "revolución burguesa"?

Lo curioso -o quizá no tan curioso- es que el principal impulso del desafío revisionista se ha dirigido contra una interpretación de la Revolución inglesa que el propio Hill había abandonado más o menos, o al menos modificado sustancialmente, mucho antes.

En su primer ensayo, The English Revolution 1640, Hill presentaba la Revolución como una "revolución burguesa" en un sentido más o menos ortodoxo: una lucha entre una burguesía ascendente y progresista de comerciantes e industriales y una aristocracia terrateniente en declive y atrasada.

Ciertamente, nunca renunció a la convicción de que se trataba de un periodo revolucionario, y no de un momento más en el manso progreso de la constitución inglesa. Pero en algunos de sus trabajos posteriores, como Reformation to Industrial Revolution (1967), sugirió que se trataba de una revolución burguesa en un sentido diferente: no que fuera la expresión de una lucha de clases entre una clase capitalista en ascenso y una aristocracia en declive, puesto que no existía una división de clases tan clara en la Inglaterra del siglo XVII, sino que la Revolución había eliminado ciertos obstáculos a unas relaciones capitalistas ya sustancialmente desarrolladas.

Hubo momentos en los que Hill estuvo muy cerca de repudiar la vieja idea de la "revolución burguesa", aunque nunca fue explícitamente más allá de redefinir el concepto para significar no una lucha entre las clases capitalistas y feudales, sino cualquier transformación política que, gracias o no a las intenciones de los participantes, creara condiciones más favorables para el desarrollo capitalista.

Este es más o menos el punto en el que se encuentra el concepto entre los historiadores marxistas, en la medida en que todavía se mantiene.

Los revisionistas han dirigido su fuego contra lo que se ha llamado la interpretación social de la Revolución inglesa, pero la "interpretación social" que tienen en mente es una que ningún historiador marxista serio ha sostenido durante algún tiempo, incluido el propio Hill: la vieja idea de la "revolución burguesa" en su sentido clásico.

Otros marxistas, especialmente Robert Brenner, han desarrollado otra interpretación social. Esta parte de la premisa de que, efectivamente, no había una clara división de clases del tipo requerido por esa vieja idea, y que la propia aristocracia terrateniente ya estaba muy avanzada en el camino capitalista, pero demuestra cómo los acontecimientos revolucionarios del siglo XVII se basaron, no obstante, en las relaciones sociales de propiedad imperantes. (Véase especialmente la conclusión a Merchants and Revolution de Brenner, editado en 2001 por Verso).

Dos revoluciones en una

No hace falta decir que el trabajo pionero de Hill ha inspirado estos fructíferos desarrollos en la historiografía marxista. Lo que tal vez no sea tan obvio es que su alternativa a la vieja "interpretación social" iba mucho más allá, y era mucho más positiva, que cualquier retroceso de la vieja "revolución burguesa".

Mucho más importante fue la dirección que tomó su propia obra. Su argumento central sobre la Revolución inglesa -tal como lo elaboró, por ejemplo, en su manual clásico The Century of Revolution (1961)- fue que hubo, de hecho, dos revoluciones en una.

Hubo una de la que hablan todos los historiadores, en la que la monarquía fue, por un tiempo, derrocada y que finalmente consolidó, en la llamada Revolución Gloriosa de 1688, la supremacía del Parlamento.

Luego hubo otra revolución, la verdadera lucha de clases que tuvo lugar dentro de la Revolución de los años 1640, entre las clases propietarias y la masa de pequeños productores, agricultores, artesanos y obreros.

Esa segunda revolución creó un fermento sin precedentes de ideas y prácticas radicales. La dramática explosión del radicalismo popular fue también un factor importante para unir a las clases propietarias en contra de la segunda revolución y a favor de la restauración de la monarquía. En otras palabras, se trataba de una auténtica lucha de clases.

Aunque las clases subalternas perdieron en esa lucha, dejaron, sin embargo, un extraordinario legado de ideas radicales y democráticas que perdura hasta nuestros días.

Gran parte de la obra más importante de Hill se dedicó a esa revolución dentro de la revolución, registrando e interpretando las acciones e ideas de los movimientos populares radicales, no sólo de los levellers y especialmente de los diggers, sino de muchas sectas religiosas radicales menos conocidas. Ningún libro, por ejemplo, ha contribuido más a nuestra comprensión del radicalismo popular en cualquier época o lugar que el maravilloso TheWorldTurnedUpside Down (1972) de Hill.

El estudio de estas luchas populares acercó a Hill a la propia concepción de Marx de la lucha de clases -entre explotadores y explotados- más que la vieja noción de la revolución burguesa como un conflicto entre las clases propietarias ascendentes contra otras clases propietarias en declive (por mucho que esta última figure en la propia obra de Marx y en el Manifiesto comunista en particular).

Fue en el trabajo de Hill y sus compañeros donde la lucha de clases, en el sentido marxista, se convirtió realmente en el tema de la historia por derecho propio. En ese sentido, sentó las bases para la historia marxista altamente creativa que se ha escrito desde entonces bajo la influencia del Grupo de Historiadores del Partido Comunista Británico.

Pero aún más eso, ellos, y Christopher Hill en particular, arrebataron la historia a las clases dominantes y se la devolvieron al pueblo.

 

(*) Ellen Meiksins Wood. Ha sido durante muchos años profesora de ciencia y filosofía políticas en la York University de Toronto, Canadá. Entre 1984 y 1993 estuvo en el comité editorial de la 'New Left Review' británica, y entre 1997 y 2000 coeditó, junto con Paul Sweez y Harry Magdoff la revista norteamericana 'Monthly Review'. Filósofa e historiadora marxista y feminista mundialmente reconocida, ha realizado contribuciones fundamentales en el campo de la filosofía política, de la historia de las ideas políticas y de la historia política y social. Sus últimos libros publicados: 'Citizens to Lords. A Social History of Western Political Thought from Antoiquity to the Middle Ages' (Verso, Londres, 2008) y 'The Origin of Capitalism. A Longer View' (Verso, Londres, 2002). Murió el 14 de enero de 2016.

Fuente: Against the Current, mayo-junio 2003

Traducción: David Guerrero


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