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10.10.22

Encarar “imposibles” y hacerlos posibles. Soberanía decisional sin más pobreza e indigencia

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Por Roberto Sansón Mizrahi (*)

Cómo no va a ser posible ejercer soberanía decisional y eliminar la pobreza e indigencia cuando es el clamor de miles de millones de personas en el mundo y existen los recursos, el talento, la tecnología. Sólo falta determinación para lograrlo.

Ejercer soberanía decisional sin más pobreza e indigencia requiere salirnos del pensamiento único, estructurado para preservar gravosas desigualdades y privilegios. Nos han enjaulado, entumecido, alienado. Avanzamos sin sentido en una dirección que es social y ambientalmente destructiva por codicia y egoísmo. Nos movemos en realidades complejas, nebulosas confusas que parecen inasibles. Estas circunstancias no se presentan por casualidad sino responden a causalidades derivadas de decisiones de quienes dominan. Toca desentrañarlas, comprender cómo someten nuestros albedríos y trabajar colectivamente para establecer un nuevo rumbo de justicia, paz, equidad, responsabilidad ambiental. Hacer posible ese engañoso imposible.

Encarar lo imposible no es saltar a un abismo ni consagrar ingenuos voluntarismos. Señala en cambio el compromiso de superar la ignominia de una opulencia sostenida con el sufrimiento de inmensas mayorías castigadas sin razón, desprovistas de cuidados, invisibilizadas para no interferir con el devenir del privilegio.

No es sencillo pero posible eliminar la pobreza y la indigencia. Eso sí, habrá, que desmontar el desaforado proceso concentrador que apropia para pocos lo producido por enteras sociedades y que, además, se alza con el poder decisional. Consagran tremendas desigualdades sociales y destrucción ambiental.

¿Por qué tolerar, aceptar esa imposición? 

Duras e insostenibles encerronas

Cuando caemos en destructivas encerronas sistémicas toca cambiar el rumbo y la forma de funcionar. Si se negasen o trabasen los imprescindibles cambios, nos acercaríamos aún más a explosiones desbocadas de imprevisibles consecuencias. Las furias y las desesperanzas son entendibles pero difíciles de canalizar constructivamente. El desafío pasa por superar eternas postergaciones y avanzar con esclarecimiento y organización en la construcción colectiva de un sendero de buen vivir, pacífico, valiente, incluyendo a todos.

No aceptamos seguir enriqueciendo a los opulentos en lugar de respaldar a la inmensa base social de los países, de la sufriente humanidad contemporánea. Esto exige encarar diversos frentes de intervención, desde respetar al planeta y generar suficientes espacios de trabajo genuino, hasta regular el funcionamiento sistémico y, entre esos extremos, lo que hace al cuidado social como centralidad del vivir en sociedad, no ya apéndice del lucro corporativo.

En ese derrotero habrá que enaltecer el afecto social, destrabar la potencia represada, dar sentido y significación a la colaboración entre diversos y diferentes.

Por dónde avanzar

Es posible avanzar con diversas estrategias y medidas porque nadie tiene el monopolio del conocimiento y porque es imprescindible considerar las singulares circunstancias de cada país y sus momentos. Sólo cabe señalar algunos de los principales rasgos de este desafío.

Por de pronto es imprescindible desmotar el libertinaje financiero. No habrá sociedad alguna que pueda asegurar el cuidado de su población generando trabajos e ingresos dignos cuando los recursos que se dediquen a especular financieramente sean premiados con retornos varias veces superiores a quienes invierten y trabajan en la economía real. Se sabe cómo hacerlo y a quienes toca enfrentar. Habrá que discernir entre movimientos de capitales que son legales y legítimos y por tanto pueden seguir realizándose, de los que, ilegales o ilegítimos, configuran modalidades gravosamente especulativas que no generan riqueza, trabajo, ingresos, sino que explotan a los demás actores vía apropiación de valores por otros generados. El ciudadano de a pie tiene poca información sobre cómo se materializa este latrocinio, pero los responsables de regular el accionar financiero no desconocen estos entramados delictivos.

Toca también desmontar las diferentes modalidades de evasión y elusión impositiva, gravísima injusticia que alimenta la fuga al exterior de capitales mal habidos. Si no se cierra este drenaje de recursos, seguirá comprimiéndose la inversión genuina y esterilizando su impacto sobre el desarrollo nacional. 

Otro frente refiere a los mercados oligopólicos donde un puñado de empresas líderes lucran a costa de proveedores y consumidores. Abusan de su poder de mercado para extraer valor de quienes integran su cadena productiva, así como de consumidores forzados a aceptar precios que les son impuestos. Esto puede enfrentarse mediando al interior de cadenas productivas existentespara que quienes las conforman reciban justas compensaciones por el esfuerzo productivo que aportan y, al mismo tiempo como se indica más adelante, promoviendo nuevas cadenas productivas con emprendimientos asociativos o familiares de base popular.

Un aspecto crítico cuya resolución requiere de la convergencia de diversas medidas hace a la matriz productiva del país. En general esa matriz se fue generando a partir de decisiones de inversión de grupos particulares interesados en obtener el máximo lucro posible sin considerar el funcionamiento del país en su conjunto. No se prestó atención a restricciones "normales" que el propio funcionamiento inexorablemente generaba. Una de las más gravosas, la temida "restricción de sector externo", aparece cuando al crecer el país necesita importar insumos, equipos y bienes terminados sin disponer de las divisas necesarias para adquirirlos. Sin prever que estos estrangulamientos aparecerán, el proceso productivo entra en crisis con tremendos impactos sociales y fiscales. Distinto sería si se encarasen las disfuncionalidades de una matriz productiva desbalanceada promoviendo, al mismo tiempo, exportaciones diferenciadas para elevar la entrada de divisas, orientar las nuevas inversiones hacia actividades que demanden pocas importaciones, y promover la sustitución de importaciones con producción local.      

Está claro que no se necesitan sólo medidas macro, meso y microeconómicas. Junto con ellas toca encarar los mecanismos de manipulación de la opinión pública, establecer un servicio de justicia independiente del poder económico y del poder político, y avanzar permanentemente en esclarecimiento para desterrar valores que sustentan la codicia, el egoísmo, el ninguneo de los demás. La dominación se ha encargado de imponer un sentido común que atenta contra la solidaridad, desvaloriza la compasión, la colaboración y ayuda mutua. Nos han moldeado para accionar en una jungla social, donde cada quien se "salva" por sí solo, aunque deba para ello pisar cabezas, abrirse paso a codazos, violar normativas con tal de "triunfar" que, para quienes dominan, significa acumular riqueza a como dé lugar y después encubrir cómo fue lograda.

El desafío de incluir productivamente a quienes padecen situaciones de pobreza e indigencia

Hasta aquí focalizamos en librar a un país del latrocinio a que es sometido, ponerlo de pie en un curso soberano y sustentable. Al hacerlo se crean las condiciones para reducir la pobreza y la indigencia a través de más trabajo formal y mejores ingresos. Sin embargo, las carencias que sufren quienes están en situación de pobreza e indigencia exige que se adopten otras medidas complementarias para que no sólo se reduzca sino se eliminen la pobreza e indigencia. Esto es, que las soluciones no se agoten en subsidios al consumo popular sino además incluyan la plena inclusión productiva de esos sectores. Aquí otro supuesto "imposible" que puede trabajarse para tornarlo posible.

Las escaseces de todo tipo que arrinconan a enormes segmentos de la economía popular hacen necesario plantear soluciones específicas para hacerlas frente. No sólo se trata de inexistencia de recursos financieros, sino también de escasa o ninguna información sobre oportunidades promisorias, de contactos y formas organizativas para aprovecharlas, de conocimientos en materia tecnológica y de acceso a mercados, entre tantas otras restricciones. No debieran sorprender estas limitaciones ya que son similares a las que deben abordar las empresas que operan en los mercados que, con recursos propios, de accionistas o crediticios adquieren esos servicios. Planteamos con firmeza y convicción que la plena inclusión productiva de quienes se encuentran en situación de pobreza e indigencia es posible, mientras se conciban formas de asegurarles los servicios que todo esfuerzo productivo requiere.

Para ello se necesitan instrumentos de apoyo que provean asistencia organizativa, técnica y de gestión en respaldo a nuevos o existentes emprendimientos de base popular junto a críticos recursos de capital semilla, capital de consolidación y apoyo crediticio. Lo importante es que pueden adoptarse diferentes modalidades de apoyo, incluyendo la planteada en Opinión Sur centrada en dos poderosos instrumentos, las desarrolladoras de emprendimientos asociativos o familiares de base popular y los fideicomisos especializados en la economía popular, ambos trabajados en conjunto con las organizaciones sociales de la economía popular, así como con otras entidades de soporte. Señalamos estos instrumentos explicitando que no es la única forma de intervención, aunque conocerla puede servir para inducir otras modalidades.

Vale cerrar estas líneas reafirmando que es posible ejercer soberanía decisional para eliminar la pobreza y la indigencia. Nadie podrá hacernos creer que es uno más de los "imposibles". Eso sí, requiere ser parte de un permanente trabajo político de esclarecimiento y organización que, dejando atrás estos y otros prejuicios desmovilizadores, permita avanzar con determinación.

 

(*) Roberto Sansón Mizrahi. Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur www.opinionsur.org.ar


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