bitacora
ESPACIO PARA PUBLICIDAD
 
 

19.9.22

Redefinir la seguridad y fortalecer el multilateralismo democrático ante los riesgos globales

imagen

Por Federico Mayor Zaragoza (*)

"Es apremiante sustituir la gobernanza supremacista y plutocrática por el multilateralismo democrático".

 

La humanidad hace frente, por primera vez en su historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar -lo que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional.

Los grandes poderes actuales siguen pensando que la fuerza militar es la única expresión y referencia de seguridad. Gravísimo error, costosísimo error que se ocupa exclusivamente de los aspectos bélicos y deja totalmente desasistidos otros múltiples aspectos de la seguridad "humana", que es, en cualquier caso, lo que realmente interesa.

La mejor solución -aunque tengamos que sobreponernos a la inmensa inercia de quienes se aferran al perverso adagio de "si quieres la paz, prepara la guerra"- es el desarme (incluido, desde luego, el nuclear), aplicando una parte razonable de los colosales medios de-dicados a la defensa territorial al desarrollo de todos los pueblos, detal modo que se haga realidad la igual dignidad y calidad de vida en todos ellos.

La actual situación en Ucrania hace una vez más evidente e importante la "refundación" del Sistema de las Naciones Unidas, basada en primer lugar en una Asamblea General en la que el 50% serían representantes de los Estados pero el otro 50%, para cumplir con lo que establece la Carta en su inicio ("Nosotros, los pueblos..."), serían representantes de la sociedad civil, tanto de instituciones como elegidos expresamente para ello. Y en segundo lugar, al Consejo de Seguridad actual se añadirían un Consejo de Seguridad Socioeconómico y un Consejo de Seguridad Medioambiental.

En todos los casos, el voto sería ponderado pero no existiría el veto, que actualmente impide el funcionamiento democrático de la gran organización multilateral. A las instituciones anteriores se sumaría una Corte Internacional de Justicia con unas nuevas normas y pautas de funcionamiento que permitieran una actuación ágil, eficaz y respetada por todos los países.

De forma similar, todas las instituciones multilaterales eliminarían -la unanimidad, como en el caso de la Unión Europea- las prácticas antidemocráticas.

Si bien la Carta de las Naciones Unidas se inicia con la frase esencial -sigue siendo hoy mismo la solución- de "Nosotros, los pueblos... hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra", lo cierto es que sólo los representantes de Estados, en su inmensa mayoría varones, integraron la Asamblea General y demás instancias propias de la estructura de la ONU. Era en aquel momento prematuro -aunque muy significativo y de largo alcance- referirse en 1945 a "los pueblos", porque más de un 90% de los seres humanos han vivido, hasta hace muy pocos años, confinados en espacios territoriales extraordinariamente reducidos, inhabilitados para informarse, expresarse y participar.

Europa debería ser no sólo ejemplar cumplidora de sus deberes sociales sino también vigía y referencia a escala mundial pero, lamentablemente, se halla subordinada a la dinámica económica de los "mercados". Europa es, sobre todo, una unión monetaria que permanece insensible a las apremiantes necesidades de los refugiados y emigrantes, incumpliendo sus responsabilidades -nítidamente establecidas en la Carta- y reduciendo drásticamente su ayuda al desarrollo.

Pero, además, se está produciendo un grandísimo incremento del supremacismo, que deriva en xenofobia, fanatismo, racismo, nazismo... No se han aprendido las lecciones del pasado, lo que podría abocar a una situación de extrema violencia y graves conflictos. Es preciso recordar que tenemos un "deber de memoria".

El concepto de "seguridad" que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es anacrónico y altamente perjudicial para la humanidad. No debe postergarse ni un día más la adopción de un nuevo enfoque en el que la directa implicación de las Naciones Unidas reformadas es esencial.

Si no se acomete con firmeza y denuedo enderezar las presentes tendencias, y se define y establece resueltamente una unión política y económica, el sueño europeo se irá desvaneciendo.

El término de "seguridad humana" fue incorporado por el PNUD en su programa para 1984, titulado Human Development Report. Y Kofi Annan, en su discurso en la Cumbre del Milenio, celebrada en las Naciones Unidas al cumplirse 55 años sin conflictos a escala mundial, destacó ante los grandes poderes que "si bien es cierto que la seguridad del mundo ha mejorado, la seguridad de los pueblos ha decrecido...".

"Un nuevo concepto de seguridad" fue presentado por Canadá en el año 20003. Identifica cinco prioridades: protección de la ciudadanía; impulso a las actividades de las Naciones Unidas en la construcción de la paz; prevención de conflictos; gobernanza y rendimiento de cuentas; y seguridad pública (programa de emigrantes).

Tantísimas personas andan preocupadas por y ocupadas en tantas cosas intrascendentes, en tantos "pre-fabricados" de los medios de comunicación que les convierten en espectadores impasibles, ofuscados, capaces de gritar en favor de su equipo durante hora y media sin parar, al tiempo que no prestan la menor atención a los gravísimos problemas que afectan a su entorno social y ecológico y que denotan una evidente falta de solidaridad. Somos incapaces de con-vivir, de compadecernos.

El multilateralismo es especialmente apremiante, porque la "globalización" ha favorecido exclusivamente al 20% de la humanidad, a los que vivimos en el barrio próspero de la aldea global. El 80% restante, en un gradiente progresivo de precariedades, vive en condiciones tan desfavorables que -no me canso de repetirlo, porque constituye un auténtico problema de conciencia- miles de personas mueren diariamente de hambre, en un genocidio de desamparo y olvido. El G-6, G-7, G-8,... los grupos plutocráticos que el neoliberalismo puso en práctica en los años 80, al tiempo que marginaba al Sistema de Naciones Unidas, han resultado, como era de esperar, un fracaso cuyo impacto todavía desconocemos en su totalidad.

Cuando nos apercibimos de la dramática diferencia entre los medios dedicados a potenciales enfrentamientos y los disponibles para hacer frente a recurrentes catástrofes naturales (incendios, inundaciones, terremotos, tsunamis,...) constatamos, con espanto, que el concepto de "seguridad" que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es no sólo anacrónico sino altamente perjudicial para la humanidad en su conjunto, y que se precisa, sin demora, la adopción de cambios radicales bajo la vigilancia atenta e implicación directa de las Naciones Unidas.

 

Es imprescindible un nuevo concepto de seguridad

Un nuevo concepto de seguridad es imprescindible en el que, junto a la seguridad de los territorios, se tenga en cuenta la alimentación, la salud, la educación, el cuidado del medio ambiente y de los que habitan en estos territorios. Se trata de la seguridad social, que incluye la seguridad energética, la seguridad climática, la seguridad ante catástrofes naturales o provocadas y, desde luego, también la seguridad territorial. Es inmoral ver cómo se venden los últimos adelantos bélicos a países que se hallan en una auténtica situación de quiebra socioeconómica o que viven por debajo del umbral de la pobreza.

Bastaría con una reducción razonable de las ingentes y desproporcionadas cifras dedicadas a "defensa" para que pudieran incrementarse rápida y sustancialmente las ayudas al desarrollo endógeno, sostenible y humano en todo el mundo; se atendiera el crucial legado intergeneracional del medio ambiente, asegurando que no tenga lugar el deterioro irreversible de la habitabilidad de la Tierra. La cooperación internacional permitiría la puesta en práctica de las grandes prioridades de las Naciones Unidas (alimentación, agua, salud, ecología, educación, paz...).

 

La solución: democracia genuina, único contexto para los derechos humanos y la paz

La democracia es el difícil arte de representar fidedignamente la voluntad popular. Consiste en procurar -por encima de partidos y nombramientos- cumplir los objetivos que pueden beneficiar al pueblo.

La democracia es el único contexto en el que es posible imaginar el "nuevo comienzo" que preconiza la Carta de la Tierra, la nueva era de un mundo en el cual la gobernación sea inspirada por la justicia,

la igualdad, la libertad y la solidaridad, en suma, por los "principios democráticos" que tan lúcidamente establece la Constitución de la UNESCO, en lugar de los mercados, del gran dominio militar, energético, financiero, digital y mediático que en estos momentos intenta ejercer, a través de grupos plutocráticos, sus ambiciones hegemónicas, que tantos resultados negativos han conllevado.

La democracia sólo puede existir si los derechos humanos son respetados y protegidos, mientras que los derechos humanos, a su vez, sólo pueden florecer dentro de un régimen democrático.

El poder ciudadano -ahora, por fin, gracias a las nuevas tecnologías, capaz de expresarse libremente- debe, en una inflexión histórica de la fuerza a la palabra, sustituir los andamiajes actuales por sólidas estructuras democráticas.

Sí: la solución es la democracia a escala local y mundial: la voz de los pueblos, de todos los pueblos. Con ellos alcanzaríamos la "solidaridad intelectual y moral de la humanidad" que proclama la Constitución de la UNESCO, uno de los documentos más luminosos del siglo XX, que comienza así: "Puesto que las guerras nacen en las mentes de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz". Construir la paz a través de la educación de todos, durante toda la vida. La respuesta es democracia genuina, basada en la convicción de la igual dignidad de todos los seres humanos.

La justicia, la educación, la ciencia y la sanidad son pilares fundamentales de la democracia genuina y, siendo de carácter "supra-partido-político", rechazan de plano cualquier geometría ideológica y nunca pueden someterse a los vaivenes de las mayorías parlamentarias ni a los designios del gobierno de turno.

La democracia está en peligro. Su fracaso ya no depende de dictadores. El riesgo está precisamente en que líderes, presidentes o primeros ministros electos "democráticamente" subvierten el proceso mismo que los condujo al poder...

Con motivo del Día Internacional de la Democracia, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, hizo público el siguiente mensaje el día 15 de septiembre de 2018:

"La democracia se ve sometida a más presión ahora que en ningún otro momento desde hace décadas. Por ello, este día debería hacernos buscar formas de vigorizar la democracia y respuestas a los desafíos sistemáticos que enfrenta.

Ello supone corregir la desigualdad, tanto económica como política.

Supone hacer más inclusivas nuestras democracias, mediante la integración de los jóvenes y los marginados en el sistema político. Y supone hacer que las democracias sean más innovadoras y receptivas a los nuevos desafíos.

Esforzarnos por un futuro que no deje a nadie atrás nos exige considerar interrogantes esenciales y urgentes. Por ejemplo, ¿cómo repercutirán la migración o el cambio climático en la democracia en la próxima generación? ¿Cuál es la mejor forma de aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías evitando al mismo tiempo sus peligros?

¿Cómo hemos de construir una mejor gobernanza para que la democracia ofrezca mejores condiciones de vida y colme las aspiraciones de las personas?. En este Día Internacional, comprometámonos a aunar nuestras fuerzas por el futuro de la democracia".

Cuando la Declaración Universal de los Derechos Humanos cumple 74 años, sería no sólo conveniente sino urgente que se adoptase una Declaración Universal de la Democracia, para que, "guiados por los principios democráticos", lográsemos que todo el mundo comprendiera bien qué significa realmente democracia, palabra que se utiliza tan frecuente como indebidamente, especialmente por reconocidos dictadores.

Democracia no significa "la voz de pueblo", cuando esta voz está enardecida y acuciada por intereses contrarios a la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad.

Hace unos años elaboré con Karel Vasak y la colaboración de Juan Antonio Carrillo Salcedo, en particular, un proyecto de Declaración que ha recibido el apoyo de distinguidos "promotores de una nueva gobernanza", como Javier Pérez de Cuéllar, Mikhail S. Gorbachev, Mario Soares, entre otros.

Se inspira en el artículo 8o de la Declaración y Programa de Acción de la Conferencia Mundial de Viena sobre Derechos Humanos (1993), que dice así: "La democracia, el desarrollo y el respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales son interdependientes y se refuerzan mutuamente. La democracia se basa en la voluntadlibremente expresada de los pueblos para determinar sus propios sistemas políticos, económicos, sociales y culturales, y su plena participación en todos los aspectos de sus vidas... La comunidad internacional debe apoyar la promoción y consolidación de la democracia, el desarrollo y el respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales en el mundo entero".

Disponemos hoy de muchos diagnósticos sobre los distintos aspectos de la situación a escala mundial pero carecemos de tratamientos a tiempo. Como científico, debo insistir en la imperiosa y apremiante necesidad de actuar antes de que se alcancen puntos de no retorno.

Debemos actuar siguiendo directrices científicas antes de que la calidad de la habitabilidad de la Tierra se deteriore.

Los heraldos de la "seguridad" convencional recorren la Tierra frotándose las manos por los beneficios de los artificios bélicos que venden, incluso a los más menesterosos... porque "la seguridad es lo primero".

Es preciso advertir que si no hay evolución habrá revolución y que la  diferencia entre estas dos palabras es la "r" de responsabilidad. Dejemos de seguir a los irresponsables y, con urgencia, facilitemos la transición de una economía basada en la especulación, la deslocalización productiva y la guerra a una economía de desarrollo sostenible y humano. De una cultura de guerra a una cultura de paz, liderada por un multilateralismo democrático y eficiente.

Hasta hace bien poco, la inmensa mayoría de los ciudadanos eran espectadores impasibles en lugar de actores comprometidos, implicados. Los medios de comunicación -muchos de ellos son "la voz de su amo"- constituyen, en afortunada expresión de Soledad Gallego, una potentísima arma de "distracción masiva".

Son las mujeres y los jóvenes los que están demostrando, presencialmente y en el ciberespacio, que el tiempo del silencio y sumisión ha concluido. Hoy, gracias en buena medida a la tecnología digital, son muchos los seres humanos que pueden expresarse libremente, que saben lo que acontece y, sobre todo, la mujer, marginada durante siglos, se halla en camino de desempeñar, en muy pocos años, el importante papel que, en plano de completa igualdad, le corresponde.

Las comunidades científica, académica, artística, literaria, intelectual en suma, deberían, conscientes de la gravedad de la situación y las tendencias, liderar la reacción popular ante una situación mundial de emergencia humanitaria. Pero la maraña pluridimensional que acompaña la deriva neoliberal y la gobernanza de sus grupos plutocráticos ha impedido hasta ahora -hay repuntes muy recientes que pueden ser de gran interés a este respecto- que se adoptaran las medidas que en el otoño de 2015 llenaron de esperanza a los más advertidos de la gravedad de las amenazas globales de un mundo en

manos de irresponsables. En efecto, en septiembre de 2015 se logra en París la firma, por el Presidente Barack Obama, de los Acuerdos sobre Cambio Climático, convencidos, por fin, de que era imprescindible, pensando en nuestros descendientes, actuar de forma inaplazable. Poco después se adopta la Resolución de 21 de octubre de 2015 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la que se fija la Agenda 2030 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para "transformar el mundo".

Sigamos la iniciativa del International Peace Bureau sobre "Desarme para el desarrollo" y elevemos presencialmente y en el ciberespacio innumerables voces de justicia y de paz. Una colosal movilización podría iluminar el horizonte sombrío presente. Desarme para el desarrollo, así de sencillo. Las soluciones existen. La acción inmediata es una exigencia de nuestras responsabilidades intergeneracionales.

 

La refundación de las Naciones Unidas es urgente.

La seguridad alimentaria, acceso a agua potable, servicios de salud, rápida, coordinada y eficaz acción frente a las situaciones de emergencia, es -ésta y no otra- la seguridad que "Nosotros, los pueblos..." anhelamos y merecemos. Estos son los objetivos que ahora, por un acuerdo unánime a escala mundial, conscientes de que se trata de una responsabilidad generacional que a todos concierne, deben abordarse de forma impostergable. La inercia de los poderes hegemónicos tradicionales y de los obcecados supremacistas y minimalistas sigue impidiendo la concentración global que se precisa.

Ya estaba muy claro, antes de la pandemia del coronavirus, que era necesario cambiar de prioridades y favorecer transformaciones sustanciales en las tendencias que, de alguna manera, nos estaban llevando a puntos de no retorno. La pandemia no ha hecho más que evidenciar aún más la necesidad de cambios radicales en la gobernanza mundial para evitar amenazas globales e irreversibles sobre la propia habitabilidad de la Tierra, procurando a todos sus habitantes y no sólo a unos cuantos, las condiciones para una vida digna.

Todo ser humano igual en dignidad: esta debe ser la referencia para los cambios radicales que son ahora apremiantes. Hasta hace pocas décadas, "Nosotros, los pueblos", no podíamos expresarnos. Ahora, por primera vez en la historia, ya podemos. Ya somos mujer y hombre. Y ya somos conscientes de que "mañana puede ser tarde" y de que el deterioro de la calidad de vida no tiene marcha atrás.

Ahora ya podemos sustituir la fuerza por la palabra. Y ser millones y millones los que, un día señalado, escriban en sus móviles "No" con mayúsculas, a las políticas actuales, a los grupos oligárquicos que pretenden retener en sus manos las riendas del destino común. Y decir "Sí" a la eliminación completa de las armas nucleares... y a los comportamientos cotidianos solidarios. Y decir "Sí", con mayúsculas a un Sistema de Naciones Unidas dotado de los recursos personales, financieros, técnicos y de defensa necesarios para el pleno ejercicio del multilateralismo democrático... para hacer posible un nuevo concepto de seguridad.

En "El hombre que amaba a los perros" de Leonardo Padura leí el siguiente pasaje: ... "a Tolstoi la historia le habrá vencido, pero no quebrado. Hasta sus últimos días aquel genio había sabido guardar el don precioso de la indignación moral y por eso lanzaba contra la autocracia su grito de "¡No puedo callarme!". Sí: ¡no podemos callarnos! Deber de memoria. Delito de silencio.

 

Vamos a movilizar grandes clamores

Vamos a alzar la voz. Vamos a mirar a donde es impostergable adoptar con firmeza decisiones adecuadas. No podemos ser presos de la inercia... No podemos seguir sin levantar la voz. El 20 de mayo de 2004 escribí en Madrid el siguiente poema:

 

"Procuraré

hasta el último momento

mirar a lo que debo

aunque me hiera,

aunque hierva de indignación

todo mi cuerpo.

Aunque mis ojos

se velen de llanto

y duelo,

miraré resuelto

a donde debo

para que mi grito

no cese,

para que no ceje

mi rebelión,

para que nunca

me encadene,

un día cualquiera,

la inercia".

 

Tenemos que mirar a los ojos de nuestros hijos y nietos y no aceptar que unos cuantos irresponsables impidan encarar debidamente los grandes retos sobre una vida digna para todos sin exclusión y la sostenibilidad de la naturaleza.

 

Referencias bibliográficas

 

Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea. (2000/C/01). Disponible en: https://www.europarl.europa.eu/charter/pdf/text_es.pdf

 

Declaración Universal de la Democracia. Disponible en: https://

declaraciondemocracia.wordpress.com/declaracion-democracia-2/

Mayor, F. (2021). Inventar el futuro. Ánfora Nova.

 

Mayor, F. (2022). "Guerra en Ucrania: ¿diplomacia con veto?" en http://federicomayor.

blogspot.com/2022/03/guerra-en-ucrania-diplomacia-con-veto.html

 

Ministry of Foreign Affairs (2000). Canada's Foreign Policy for Human Security,

Ministry of Foreign Affairs Junio.

 

 

(*) Federico Mayor Zaragoza. Presidente de la Fundación Cultura de Paz


Atrás

 

 

 
Imprimir
Atrás

Agrandar texto

Achicar texto

linea separadora
rss RSS