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29.8.22

“Las ‘fake news’ contra la nueva Constitución se aprovechan de la inseguridad que trae toda novedad” (I)

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Por Pablo Iglesias (*)

Conocí a Fernando Paulsen (Santiago de Chile, 1956) el pasado mes de abril. Me entrevistó en CNN Chile. Gonzalo Winter, jefe de bancada del Frente Amplio, me acompañó a la entrevista y me dijo que Paulsen es uno de los periodistas más prestigiosos del país.

Me explicó además que el suyo es un prestigio transversal; chilenos de todas las ideas respetan mucho a Paulsen por su trayectoria como periodista. Empezó en 1981, en la mítica revista Análisis, y ese mismo año la revista Time le contrató como corresponsal en Chile. Trabajó en ambos medios durante 10 años. Con la vuelta de la democracia comenzó su andadura en televisión; tras pasar por La Red y Televisión Nacional regresó a la prensa escrita como director de La Tercera en 1997. Volvió a la televisión en Canal 13, y de ahí pasó a Chilevisión. Desde hace ya cinco años trabaja en CNN.

De aquella entrevista de abril recuerdo básicamente el interés de Paulsen por mis respuestas a sus preguntas. Acostumbrado, por mi experiencia como representante político, a un estilo paxmaniano en el que el objetivo del periodista es conseguir que el entrevistado diga lo que no quiere decir, las formas de Paulsen me sorprendieron. De hecho, le comenté a Winter a la salida de los estudios de CNN que no estaba muy contento con mi desempeño. Habituado a que traten de hacerme un mate in your face y a tratar de taponarlo a lo Usman Garuba, la elegancia de Fernando me descolocó. A partir de entonces empecé a seguir su trabajo con mucho interés y en alguna ocasión pude conversar con él e intercambiar mensajes.

Estos días, en Chile, algunas de sus intervenciones televisivas, en el marco de los debates sobre la nueva Constitución cuya aprobación será sometida a referéndum el próximo 4 de septiembre, se han hecho virales en las redes sociales. Era mi oportunidad de entrevistarle.

En una de nuestras conversaciones me explicó que había sido jugador de rugby y que, gracias al rugby pudo ser periodista, porque este deporte le abrió las puertas de la universidad. Acabó el colegio el año del golpe contra Allende y estudió Periodismo en la Universidad Católica, cuando se abrió la posibilidad de que deportistas destacados pudieran acceder a carreras universitarias. Paulsen jugaba en el Club Deportivo de la Universidad Católica y en la selección juvenil de Chile.

Lo que yo no sabía es que también jugaba al fútbol y que su pericia como delantero centro le permitió jugar en la North Texas State University y hacer un postgrado en periodismo allí y en Austin. Como digo, sabía que había jugado al rugby, pero no al fútbol. Y por esa ignorancia mía y porque no entiendo mucho de ninguno de estos dos deportes, pensé describir en esta introducción el estilo periodístico de Paulsen partiendo de un clasista dicho inglés, según el cual el fútbol sería un juego de caballeros jugado por gañanes (rotos sería el equivalente en Chile), mientras que el rugby sería un juego de gañanes jugado por caballeros. Y entonces Paulsen me dio esta lección:

Paulsen en el titular y la foto de la sección deportiva de El Mercurio a principios de los 70.

 

Fernando Paulsen, con el dorsal 19, jugando al fútbol en el equipo universitario de la North Texas State University en 1977.

"Soy un enemigo acérrimo de ese dicho inglés. Nada es más falso que eso. He viajado bastante jugando rugby por la selección chilena, enfrentándome a neozelandeses, sudafricanos, argentinos, uruguayos, y decenas de clubes extranjeros. Fui seleccionado para el equipo de Resto del Mundo que jugó un partido con Argentina en 1986, para ayudar a la provincia de Tucumán, que había quedado asolada por tempestades e inundaciones brutales. He visto delincuentes en canchas de rugby y en canchas de fútbol, igual que gente extraordinaria en ambos deportes. Lo que nació como algo exclusivo de colegios ingleses muy selectos, se trasladó muy rápido a todas las clases populares. Si hay algo que sí caracteriza al rugby y, quizás, lo que le distingue más del fútbol, son dos cosas: el árbitro es respetado de fondo (él tiene la última palabra) y de forma (nadie discute un cobro referil en una cancha de rugby).

Y, segundo, el rugby tiene un concepto que es extraordinario y que materializa lo más fabuloso de cualquier especie: la cooperación.

Al ser obligatorio hacer pases para atrás para avanzar, el rugby acuñó el concepto del apoyo. El apoyo es el jugador que corre detrás o al lado del que lleva la pelota, para que ese jugador sepa que tiene a alguien a su lado, para que pueda pasar el balón antes de que lo tacleen. Sin el apoyo no hay rugby. Ni el más rápido y fuerte de los rugbistas puede hacer todo solo. Necesita tener siempre a su lado el apoyo, que es la garantía de que tu equipo sigue conservando la pelota, mientras te acercas cada vez más a la línea de gol del rival. Sin estar detrás del que corre con la pelota, ese jugador está a la deriva, arriesgando un tacle y la pérdida del balón. Cuando hay apoyo, el que corre lo hace con confianza: si lo taclean, alcanza a tirar la pelota atrás porque sabe que viene alguien que la tomará y continuará la carrera. Bastante distinto a la alegoría de los pobres y los ricos, ¿no?"

Tras esta lección y las respuestas a las preguntas que vienen a continuación, me quedo con la sensación de que si hubiera leído o escuchado a Paulsen con 17 años, hubiera decidido estudiar Periodismo, antes que Derecho y Ciencias Políticas. No fue el caso y hoy no soy tan optimista como él respecto a las posibilidades de independencia del periodismo en sociedades donde opera el autoritarismo del mercado, que ha convertido el derecho a la información en un privilegio de los grandes propietarios de los medios. Pero encontrarán en las respuestas de Paulsen a un profesional del periodismo excepcional; culto, amigo de sus amigos, defensor de la profesión y, sobre todo, con un sentido de la ética periodística que no abunda en nuestros días.

En los últimos días, se han hecho evidentes los intentos de ciertos sectores políticos contrarios al 'Apruebo' de apropiarse de la histórica victoria del 'No' en el Plebiscito Nacional de 1988 que supuso el principio del fin de la dictadura. Hay unas declaraciones tuyas en el programa 'Tolerancia Cero' de CNN que se han hecho virales, a propósito de aquella campaña y del uso político que hoy se está haciendo de ella. Explícanos por qué la franja del 'No' de 1988 y su carga simbólica, que conoces muy bien porque participaste de aquel proceso, han entrado en campaña de esta forma.

La victoria del 'No', en 1988, fue un hito tan extraordinario, tan inverosímil pocos meses antes, que usarlo como referencia para tratar de capitalizar esa energía de entonces y buscar asociarla a una de las opciones, la del rechazo actual, busca generar un nexo emotivo, asociando el concepto del 'No' de ayer y del 'Rechazo' de hoy. Yo no tengo problema, ni nadie debiera tenerlo, con que gente que ha votado mucho tiempo en posiciones progresistas, esta vez, por la razón que sea, decida votar en contra del borrador de nueva Constitución. Es absolutamente legítimo hacerlo y cada cual verá las razones que lo llevan a votar de una u otra manera. La diferencia aparece cuando esa saga que significó el plebiscito de 1988, luego de mares de muertos y represión por 16 años, es apropiada por un grupo específico, que hace un spot televisivo al respecto, y busca hacer pasar su legítima votación por el 'rechazo' de hoy en la lógica de que ese voto es la continuidad natural de la votación del No del 88.

No encuentro legítimo que personas que jamás se vieron enfrentando en la calle a la dictadura ahora figuren como adalides de movilizaciones que fueron brutalmente reprimidas

Personalmente, repito, encuentro perfectamente legítimo que quienes no estén convencidos de la nueva Constitución voten 'rechazo'. Lo que no encuentro legítimo es que personas que jamás se vieron enfrentando en la calle a la dictadura, después que un líder sindical, Rodolfo Seguel, pidió movilizarse contra ella en mayo de 1983, ahora figuren como adalides de movilizaciones que fueron brutalmente reprimidas y donde muchos de ellos brillaban por su ausencia. La menor de esas protestas periódicas tuvo seis muertos; la mayor, más de 20. Y la gente no dejó nunca de salir, de seguir el llamado de sus líderes y de protestar pacíficamente en la calle.

Hubo mucha gente que protestó y sufrió represión que ahora votará 'Rechazo' a esta nueva Constitución. A ninguno de ellos me refiero. Tuve el honor de tener como suegro a Belisario Velasco, uno de los 13 demócratacristianos que el 13 de septiembre de 1973, dos días después del golpe, firmaron un texto en contra del golpe de Estado y que fue encarcelado más tarde y relegado al pueblo de Putre, en el norte del país, por meses. Y que hoy vota 'Rechazo'. Lo mismo con muchos otros que, efectivamente, salieron junto a todo el resto de manifestantes y se jugaron por algo que parecía imposible, ganarle un plebiscito a la dictadura.

Mi mensaje no fue para ellos, que votan 'Rechazo'; ellos están en mi patio de los héroes. Pero hay muchos otros que hoy se jactan de esa victoria impresionante en 1988 y de las marchas y protestas que lo antecedieron, y que, buscando en mi memoria, no los veo nunca junto a la gente en las calles.

El plebiscito de 1988 nació de una idea que parecía una locura. Usar el texto de la Constitución creada en dictadura, que decía que en 1988 había que refrendar, ciudadanamente, en un plebiscito, si se quería o no que siguiera el gobierno militar. Unas pocas personas de distintos partidos de la oposición de entonces, viendo que la dictadura se eternizaba y que la violencia gubernamental represiva y la guerrillera aumentaban, incluso con un atentado contra Pinochet, propusieron hacer lo que literalmente decía la Constitución del régimen militar: hacer un plebiscito en 1988 y ver si la gente quería que el gobierno militar siguiera ocho años más, o se volvía a elecciones democráticas en 1989. Parecía una locura: no había registros electorales, se votaba con el carnet de identidad. Si hubo alguna vez en Chile un momento de incertidumbre absoluta, un millón de veces más agudo que todas las incertezas combinadas que puede tener el actual borrador de nueva Constitución, ese momento fue cuando Genaro Arriagada y un puñado de otros dirigentes propusieron lo absurdo: ganarle a la dictadura en su propio terreno. Y poco a poco la idea fue haciéndose más visible, más masiva, más probable. En 1987 se crea el Partido por la Democracia, un partido instrumental ad hoc, que recibía personas de cualquier partido que no querían sus nombres vinculados a partidos clásicos que podían sufrir represión. Luego, el 2 de febrero de 1988, se funda la Concertación de Partidos por el No, y ya estamos listos para intentar lo imposible. Todo lo anterior, sin que las muertes cesaran, ni las marchas pararan.

Quienes, legítimamente, claman tener cierta incertidumbre por algunos preceptos de la nueva Constitución, probablemente no se pueden imaginar la incertidumbre que significaba votar 'No' en 1988

Quienes, legítimamente, claman tener cierta incertidumbre por algunos preceptos de la nueva Constitución y, a base de esa incertidumbre proponen votar 'Rechazo', probablemente no se pueden imaginar la incertidumbre que significaba votar 'No' en 1988. Nada de lo que se decía se creía, había dudas por doquier. Y, sin embargo, se ganó.

Fui encargado de Noticias de la Franja del No y vi en primer plano las dificultades y los temores que había, y yo mismo temía, sobre el resultado de todo el proceso. Como dije en el programa de CNN, 'Tolerancia Cero', no conozco un grupo de personas más extraordinario, en su capacidad profesional, su ingenio y voluntad del pluralismo más extendido posible, que quienes fueron responsables de la confección de la Franja del No. Que tenían detrás la base de las protestas pedidas en mayo de 1983 por los trabajadores del cobre y que duraron hasta julio de 1986, sirviendo de plataforma para la movilización electoral que se abriría en octubre de 1988.

En otro de tus vídeos que se ha movido mucho por las redes, se te nota particularmente indignado con la desfachatez de los que hoy presumen de haber jugado un rol protagonista en la resistencia a la dictadura que, en realidad, nunca jugaron. A ti te tocó ejercer el periodismo en medios contrarios a la dictadura y viste caer a compañeros como José Carrasco Tapia, asesinado por la policía política de Pinochet en el 86. ¿Qué significaba entonces ser un periodista de izquierdas y qué significa hoy día?

Yo no sé si me tipificaría como un "periodista de izquierdas". Indudablemente, mi trabajo ha estado más ligado al enfrentamiento -primero- con la dictadura y luego he tenido un variada muestra de trabajos, siempre asociado al análisis político, entrevistas y el deporte, en radio, medios escritos y televisión. Pero no me considero militante de una concepción cerrada de visión política. Nunca he militado, ni he tenido la intención de hacerlo. Probablemente, si hay que hacer un arquetipo de asociación de ideas que yo tengo, muchas van a estar más cerca de la izquierda que de la derecha. Pero soy un periodista que se tituló y estudió la mayor parte de su vida en Estados Unidos, donde volví, con mi familia, en 2007, para sacar un Máster en Administración Pública, en Harvard, porque necesitaba entender lo que es en el periodismo uno de las mayores fuentes de noticias e información relevante: el Estado. Entender la lógica y vueltas del Estado, para un periodista que hace análisis político es imperativo, porque las cosas suceden en escenarios definidos por una institucionalidad, con facultades, razones y eventos que normalmente se desconocen. Entender a tu principal fuente de información y noticias me pareció imperativo y sigo estudiando eso mismo con cada nuevo gobierno que llega al poder, y con cada movimiento civil que apunta a que hay que hacerse cargo de situaciones que dejaron de ser individuales, y ya abarcaron a muchos, cambiando la fisonomía conocida hasta hace muy poco.

Durante la dictadura, en la Revista Análisis, donde yo trabajé hasta el retorno a la democracia, había colegas de muchos lados: miristas, comunistas, democratacristianos, socialistas y varios sin partido, como yo. A nosotros se sumaba una colección siempre ampliable de columnistas, desde el exilio hasta lo largo y ancho de Chile, que contribuían con sus reflexiones. Fui el redactor político de Análisis varios años y tuve que conocer de cerca la realidad partidaria chilena. Había seis partidos socialistas, diferenciados por los apellidos de sus secretarios generales ( PS de Núñez, PS de Almeida, etc.) u otros creados ad hoc (PS La Chispa). Con todos ellos había que entenderse, para informar sobre la contingencia. Una cosa similar antes y después del plebiscito de 1988 con la derecha. Los partidos empiezan a tomar independencia relativa en algunas áreas de la dictadura, entendedores que el tiempo que venía sería otro. Y tuve que reportar y entrevistar a muchos nuevos líderes de la derecha, algunos con mucha vinculación con la dictadura y, también varios otros que ya entonces empezaban a hablar de una democracia en serio hacia adelante.


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