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18.7.22

¡Que tristeza!

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En mi país, qué tristeza

La pobreza y el rencor

ADAGIO A MI PAÍS - Alfredo Zitarrosa

Por Esteban Valenti (*)

La tristeza, la felicidad, los sentimientos individuales y colectivos son temas muy complicados que hay que tratar con sumo cuidado, con delicadeza.

Las sociedades no se pueden medir solo en indicadores "duros" estadísticos, económicos, sociales, también se merecen otras observaciones, tan importantes como esa catarata de datos que nos agobian y de las encuestas de todo tipo, y no solo en el arte, en ese maravilloso Adagio de Zitarrosa, tan triste y que caló tan hondo en tantos corazones. En esa guitarra negra que vivimos la mayoría de los orientales.

El arte, en todas sus manifestaciones expresa o trata de expresar precisamente no solo al autor o los autores, sino los estados espirituales de una sociedad en determinado momento. Los ejemplos son enormes. Podemos tomar el Quatrocento florentino e italiano, hasta las explosiones musicales luego del 68 en todo el mundo, incluido nuestro país, o la música popular en la batalla contra la dictadura en Uruguay.

¿Cómo estamos hoy los uruguayos, pero sobre todo como nos sentimos? No hay una sola respuesta, porque no hay una sola realidad sobre la que se construye nuestro estado de ánimo.

La pandemia, sus consecuencias económicas, sociales y también familiares, de amigos y compañeros de trabajo, de militancia política o de nuestros vecinos que fueron víctimas fatales nos dejó una base de tristeza importante, que emerge en las conversaciones aunque queramos dejarla atrás.

Y no se puede resolver esas situaciones, comparándonos con otros países, más desgraciados que el nuestro.

La pandemia va pasando a un segundo o tercer lugar, aunque algunos fanáticos contrarios a las vacunas nos quieran precipitar en el bajo medioevo apelando a un juez inexplicable y soberbio. Hay que recordar que las pestes, desde la del 750 dc, hasta la peste negra que diezmó Europa y Asia, nunca quedaron eliminadas, 500 años después descubrimos los antibióticos, pero incluso hoy hay casos de peste bubónica en diversos países, inclusive en los EE.UU.

Nos vamos acostumbrando, como nos acostumbramos a la influencia y sus miles de víctimas anuales y nos vacunamos en forma creciente en todo el mundo.

En estos días, luego de recorrer casualmente varias cuadras de ida y vuelta la peatonal Sarandí, decidí seguir mi caminata por varias cuadras de la avenida 18 de Julio y dos días después visitar algunos barrios, principalmente sus avenidas.

Mis observaciones no tienen ningún valor estadístico, son simplemente eso, observaciones, mirando los gestos, los ojos de muchas personas.

Y también tuve dos reuniones, una en El Prado, cerca de Camino Castro y otra con personas de diferentes procedencias. Me falta el interior, lo asumo.

Es posible que mis observaciones no tengan ninguna importancia política, pero para mí tienen un valor personal y me voy a jugar: hay una parte grande de la sociedad uruguaya que está triste y se le nota. ¿Cuál es el porcentaje? No sabría decirlo, pero es importante.

En todas mis recorridas y encuentros vi poquísima gente sonriendo o riendo. Se podrá decir que los uruguayos no somos muy expansivos, no es cierto, yo me refiero a que con excepción de los niños y adolescentes, vi mucha gente preocupada, ensimismada en sus problemas. Notoriamente más que antes.

Los uruguayos no somos un pueblo triste, esa es una justificación inaceptable y no debe confundirse nuestro sentido nostálgico con la tristeza. Son cosas diferentes, en realidad en la nostalgia hay una base optimista, de que tenemos muchos recuerdos maravillosos para construir el futuro.

A nivel político se vive hablando de la "grieta", como si esta solo fueran las diferencias políticas e ideológicas inevitables, pero se habla poco de otra grieta que se está ensanchando a ojos vista. La de las oportunidades, de los que tenemos empleo, trabajo estable, comida asegurada todos los días y los muchos que buscan o ganan provisoriamente 6.000 pesos y por 4 meses y los que literalmente no llegan a fin de mes. No da para alegrarse por cierto ni siquiera a los que tenemos esos problemas resueltos, a menos que no tengamos ninguna sensibilidad.

Cuando pienso que hay casi un millón de uruguayos que tienen deudas que no pueden pagar, que ya no tienen como retroceder ante la falta de recursos y los escracharon en el clearing de morosos y que de esos, 633.000 son considerados incobrables y veo la catarata de publicidades que festivamente ofrecen créditos por televisión a troche y moche, no puedo creer que esa gente que se endeudó esté tranquila y contenta. No son jodedores y no alcanza con algún sabiondo afirme que "no tienen cultura financiera". Hace llorar.

En esas cifras hay familias enteras con un solo deudor, hay decenas de miles de micro, pequeñas y medianas empresas metidas hasta el cuello, resistiendo. Algunas que ya cerraron y fueron a concurso de acreedores.

Hay centenares de miles de uruguayos que en estas vacaciones de invierno se fueron a la Argentina y la inmensa mayoría se fueron para que la plata les rinda un poco más, para comprar cosas que aquí cuestan el doble o el triple.

Es cierto que hay sectores importantes que hacen turismo, dentro y fuera del país, y viajar es una actividad alegre y festiva en la mayoría de los casos, pero hay muchas decenas o centenares de miles de uruguayos que se quedaron clavados del otro lado de la grieta. Un largo pozo de pobreza, de miseria, de falta de oportunidades, de ollas populares que siguen funcionando a dos años y medio del inicio de la pandemia.

Y los boletines de guerra diarios por los medios, con los números de los asesinados que se acumulan, (crecieron un 39% entre el primer semestre del 2022 en relación al 2021), en su enorme mayoría jóvenes y pobres y, que cuando son heridos y logran salvarse de una balacera ni siquiera hacen la denuncia. Las grandes y constantes incautaciones de drogas, dinero, armas y vehículos, demuestra que hay mucho, pero, pero mucho consumo y que no solo se da en los sectores pobres. Las adicciones recorren todo el espectro social.

No creo que todo lo anterior sea motivo de alegría y despreocupación en las familias uruguayas y tampoco creo que el espectro político, naturalmente con responsabilidades diferentes, este cerca de encarar a fondo estos temas, aparentemente tan alejados del refinado juego del poder.

Los liberales se conformarán porque cada uno es libre de buscar su camino y encontrar sus soluciones  y nosotros, los de izquierda, los progresistas, esperando que las soluciones colectivas y la lucha por alcanzarlas resolverá tanta soledad, tanta tristeza, tanta desilusión y tanta gente aferrada al borde de la vida.

La suma de todas esas tristezas es muy posible que esté generando un enorme rencor.

 

(*) Esteban Valenti. Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net). Uruguay


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