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11.7.22

El mayor gasto militar acordado en la OTAN y la escalada de la inflación: la tormenta perfecta para el otoño europeo

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Por María G. Zornoza

El otoño caliente ya se está fraguando en las calles europeas. Bélgica ya ha vivido una huelga general masiva y en el Reino Unido hay una campaña en marcha para no pagar las facturas de la luz.

Comprar aceite en mayo ha sido en nuestro país un 34% más caro; café un 12%; o huevos un 25%. La factura eléctrica fue un 40% más cara que hace un año. La inflación alcanza ya precios récord y amenaza con disparar las desigualdades y dejar por el camino a los sectores más vulnerables. Una situación que se extiende al grueso de la UE.

De fondo colea el shock de una sociedad que sin haberse repuesto de las consecuencias socioeconómicas y mentales de la mayor crisis sanitaria del siglo vio cómo la guerra regresó a sus puertas. En este escenario, la respuesta de los Gobiernos occidentales ha sido un incremento imparable en las partidas destinadas a seguridad y defensa.

La radiografía del contexto actual deja una imagen que aglutina todos los componentes para el estallido de las calles. Cada vez son más los trabajadores hastiados y con burnout que llevan el trabajo en sus móviles, la inflación está por las nubes en la mayoría de los países de la Eurozona, la pandemia ha dejado un impacto en salud mental muy importante o el bombardeo mediático sobre la guerra en Ucrania y la posible extensión hacia la UE generan una sensación continua de miedo, incertidumbre y hastío.

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Hasta doce Estados miembros han sufrido un impacto por la reducción de gas ruso

En el escenario económico, la imagen no es más optimista. La tarifa de la luz se ha disparado en buena parte de los países europeos. A su vez, la guerra en Ucrania hace temer una falta de suministro de gas y petróleo. Moscú ha respondido a las sanciones occidentales cortando el grifo energético a países como Polonia. Hasta doce Estados miembros han sufrido un impacto por la reducción de gas ruso. Y en Bruselas ya temen el peor escenario: que Moscú cierre el grifo de forma total en los próximos meses provocando un desabastecimiento eléctrico durante los meses más fríos.

El otoño caliente ya se está fraguando en las calles europeas. Bélgica ha vivido recientemente una huelga general que ha movilizado a decenas de miles de personas en protesta por el incremento del coste de vida. En el Reino Unido está tomando fuerza una campaña que llama a un millón de consumidores a dejar de pagar sus facturas de la luz a partir de octubre como protesta por los precios disparados. Y en Italia, la situación económica está poniendo contra las cuerdas al Ejecutivo comandado por Mario Draghi.

La década de 2010 arrancó con las primaveras árabes. El aumento en los precios de los alimentos unido a años de represión provocaron las mayores protestas de los últimos tiempos en países como Siria o Túnez al grito de "pan y libertad". Desde entonces, la región ha dejado de ocupar las portadas mediáticas. Pero no ha vuelto a ser la misma. Siria suma su año número 11 en guerra. Y la del 2020 lo hizo con la pandemia de la covid-19 y con el regreso de la guerra al Viejo Continente. Ambas crisis están generando dosis consecutivas de estrés económico y mental, que sientan las bases para un cocktail molotov de estallido en las calles.

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Aumento récord en gasto para seguridad

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, ha anunciado en una entrevista con RTVE en los márgenes de la cumbre de la OTAN en Madrid que el país espera aumentar el presupuesto en materia de seguridad hasta el 2% del producto interior bruto (PIB) en los próximos siete años. Es decir, duplicarlo. En la misma línea, el primer ministro británico Boris Johnson ha anunciado desde Madrid que aumentará el presupuesto británico hasta el 2,5% para 2030.

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En la actualidad, España, que invierte el 1,01% de su PIB en Defensa, es el segundo país de la Alianza Atlántica que menos destina a estas partidas, solo por detrás de Luxemburgo. La obsesión de EEUU en el seno atlántico ha sido siempre que los europeos dediquen más recursos a este fin. En 2014, la cumbre de Glasgow acordó que todos los países de la Alianza se comprometerían a dedicar el 2% de su PIB a materias de defensa. Con la decisión de este jueves, los de Sánchez siguen el camino señalado por Washington.

Un sendero ya cabalgado por el grueso de países occidentales en los últimos ocho años. Una de las evidencias que deja la escalada de tensión con Rusia y la guerra en Ucrania es una imparable militarización en Europa. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, ya advierte de que la tendencia hacia un más gasto en material belicista es imparable. "El umbral del 2% ya no es el techo, es el suelo", asegura el ex primer ministro noruego. Un testigo que ha recogido el propio Sánchez para lanzar un mensaje velado a sus socios de Gobierno en Unidas Podemos: "El mundo cambió en febrero de este año. Nuestra responsabilidad es revisar nuestros postulados con una amenaza que no es abstracta, sino real con la Rusia de Putin", ha asegurado el presidente español en la rueda de prensa de clausura de la cumbre aliada en Madrid.

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Desde 2014, tras la anexión de Crimea, países como Lituania han aumentado su
presupuesto militar en un 239%; en España el ascenso ha sido del 23%. Todo ello a pesar de que el grueso de la sociedad española considera que la guerra en Ucrania no debería generar en un aumento de este gasto en un momento de crisis alimentaria, socioeconómica y energética. El 51% de los españoles creen que este no es el camino, frente al 23% que considera lo contrario, según el último estudio del European Council of Foreign Affairs (ECFR).

La tendencia europea va de la mano de la global. Ni la pandemia ni los efectos colaterales que la guerra en Ucrania está dejando en los bolsillos de los ciudadanos han frenado esta espiral. En 2021, el planeta superó por primera vez los 2 billones de dólares en gasto militar, según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés).

 

@mariagzornoza


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