bitacora
ESPACIO PARA PUBLICIDAD
 
 

4.7.22

Temática: Elecciones andaluzas: un primer balance y algunas consecuencias del desastre

imagen

Por Gustavo Buster, Daniel Raventós, Miguel Salas (*)

El diagnóstico de las elecciones autonómicas andaluzas no puede ser otro que una catástrofe. Cualquier intento de quitarle importancia, de reducirlo al ámbito andaluz o de no comprenderlo en el marco de las te

Las elecciones andaluzas...


Para empezar, la izquierda en general ha perdido más de 250.000 votos desde las elecciones autonómicas de 2018, mientras que las derechas han ganado cerca de 500.000. Las izquierdas han ido divididas en tres candidaturas y tanto el PSOE como la suma de Por Andalucía y Adelante Andalucía han perdido respectivamente más de 100.000 votos. El PP, en cambio, ha conseguido absorber la mayor parte de los votos de Ciudadanos de 2018, que desaparece, ganar otros 100.000 y convertirse en el primer partido en Andalucía, con 1,5 millones de votos y el 43,13%. Vox también ha conseguido sumar otros 100.000 votos y convertirse en el tercer partido, a pesar de una mala campaña.

El candidato del PP, Juanma Moreno, al presentar su triunfo en la sede nacional de la Calle Génova, ha definido al Partido Popular como el "partido del pueblo". Es una exageración evidente, como cuando pretendía serlo el PSOE. Pero las encuestas recogidas por el periódico El Pais, muestran claramente un trasvase de votos de izquierda a derecha en los barrios populares, en los sectores más pobres y con menor índice de estudios. La encuesta previa del CIS marcaba la tendencia, pero no la amplitud de la movilización de la derecha. La hegemonía del PSOE está hecha añicos y ha sido sustituida por la hegemonía del PP, que consigue la mayoría absoluta y gobierna sin Vox. El "sentido común" que ha aceptado la mayoría de las clases populares y trabajadoras en Andalucía es el de las clases dominantes. Un desastre.

No ha sucedido de la noche a la mañana. Ya en 2018, con la misma tasa de abstención de alrededor del 41%, el PSOE había perdido 400.000 votos con respecto a 2015. A su izquierda, una Adelante Andalucía aún unida, se había dejado atrás 300.000 de los 430.000 votos de Podemos de 2015. La desmovilización de las izquierdas, con la pérdida de 700.000 votos en 2015, comenzó por lo tanto antes de la pandemia del Covid y se ha consolidado hasta hoy.

Las derechas, es importante señalarlo, comenzaron su recuperación por la extrema derecha, cuando el "voto de la indignación" se convirtió en el "voto del odio": Vox pasó de 18.000 votos a casi 400.000 y Ciudadanos añadía a los 397.000 de 2015 otros 60.000 con una campaña nacionalista española, al tiempo que el PP perdía 300.000 votos.

Ya en las elecciones autonómicas del 2015 se hizo evidente la erosión de legitimidad del régimen clientelista desarrollado durante 35 años por los sucesivos gobiernos del PSOE en la Junta de Andalucía. En su momento hicimos balance de este proceso, ligado al crecimiento del gasto público, pero en un "capitalismo de amiguetes" peculiar, que obvió los problemas estructurales a base de subvenciones. A pesar del cambio evidente a mejor en las condiciones de vida de la mayoría de la población, no rompió sino que cronificó el "desarrollo del subdesarrollo" andaluz, con casi diez puntos más que la media española de paro -a pesar del reciente pequeño tirón de la construcción-, de la pobreza general y de la pobreza infantil, y diez puntos menos de gasto sanitario. Este régimen clientelista del PSOE andaluz aseguraba, a cambio de transferencias fiscales del gobierno central de alrededor de un 5% de su PIB, un número sustancial de votos y diputados imprescindibles para garantizar la mayoría del PSOE en todo el Reino de España.

La acumulación de crisis económicas desde la Gran Recesión de 2007-2008 ha minado este régimen de transferencias, al mismo tiempo que ha agudizado el carácter clientelista de este peculiar "régimen andaluz". Y su epicentro político ha sido la dirigente socialista Susana Díaz, que aun campa por sus respetos por el Senado, con continuas declaraciones sobre lo mucho que le "duelen" Andalucía y los andaluces. Pero en 2015 rompió la coalición con Izquierda Unida, inició con el apoyo de Ciudadanos el giro austeritario para reducir el déficit autonómico, apoyó el "pacto de estado" PP-PSOE en 2016 y la abstención que permitió la formación del gobierno Rajoy y defenestrar a Pedro Sánchez como secretario general del PSOE. En 2017 fue una de las principales valedoras de la aplicación del art. 155 que intervino la Generalitat de Catalunya, alimentando el nacionalismo españolista que hizo brotar primero a Ciudadanos y después a Vox. En 2018, con una sangría de votos, y una implosión de las izquierdas, Susana Díaz perdió la Junta.

Cuesta decirlo, pero hasta junio de 2021, el candidato socialista, alcalde de Sevilla hasta enero de 2022, Juan Espadas, no consiguió ganar unas primarias, con el 55% de los votos, y empezar a desplazar del aparato autonómico del partido a Susana Díaz, que contó con el apoyo de los barones anti-sanchistas hasta el último momento. En su primer balance de la campaña, Espadas alega que "es normal y humano que durante meses hayamos tenido un bloqueo mental tras salir del gobierno después de tantos años" y que "el PSOE ha pagado en las urnas el cabreo de la sociedad por las subidas de los precios". No podemos estar más de acuerdo, aunque no deja de ser una explicación superficial. Porque Juan Espadas y el "sanchismo" andaluz no tienen otro proyecto que renovar a su favor el "régimen andaluz", aplicando y rentabilizando los "escudos sociales" sucesivos y claramente insuficientes del GCP. Pero tras la derrota del 2018, ha sido el PP y Juanma Moreno quienes han ocupado ese espacio y, encima, con el margen de maniobra que da un "aprovechamiento crítico" de esos "escudos sociales" para reforzar su red clientelar y movilizar contra el gobierno central como responsable de todos sus males.

Hacia falta una alternativa, no una restauración del régimen andaluz. Por eso fracasó también, además de los cainismos internos, la coalición Ahora Andalucía, cuyo principal componente era Izquierda Unida, en coalición con Podemos y otras pequeñas fuerzas a la izquierda del PSOE. Su propuesta era reivindicar, como el PSOE de Espadas, las políticas del GCP, atribuyendo a la presión de Yolanda Díaz y de Podemos en su seno sus contenidos más progresistas. Pero reconociendo el gobierno de la Junta de Andalucía como un espacio de poder a disputar, con una linea reivindicativa meramente economicista. En la caótica campaña de Ahora Andalucía dominaba la melancolía de una época, antes de 2015, en la que era el socio imprescindible del PSOE y la tensión social y las luchas de aparatos no la habían escindido. Pero ha obtenido menos votos que entonces. Como punto de partida del frente amplio de las izquierdas que se quiere impulsar con Yolanda Díaz como palo del pajar, no ha podido ser más frustrante y esperemos que no premonitorio.

Adelante Andalucía recogía el legado de Teresa Rodriguez y en parte también su victimismo. Pero ofrecía elementos de alternativa al "régimen andaluz", desde una dura crítica no exenta de sectarismo con el PSOE, a cuyos votantes más que convencer, se les pretende superar en una realidad reconstruida ideológicamente, aunque sea con la aspiración de acabar con la cuestión meridional y con el "desarrollo del subdesarrollo" a la que está condenado. Recogía, y se ve en las votaciones en Cádiz, las aspiraciones de la lucha de los astilleros. Pero a contrapelo del agotamiento de un ciclo de luchas, cuya columna vertebral fue el SAS, la sanidad andaluza. Su éxito es el de la supervivencia, que no es poco, con sus dos escaños.

... y sus consecuencias para el conjunto del reino

Aparte de poner distancia, la lectura del GCP de los resultados andaluces parece haber sido achacar en buena medida a la inflación, que está erosionando los sucesivos e insuficientes "escudos sociales", la desmovilización y la derrota de las izquierdas andaluzas. El comité ejecutivo del PSOE reitera su voluntad de acabar la legislatura y no ve un "cambio de ciclo", como asegura el PP, que se atreve incluso a imaginar que Pedro Sánchez no se presentará de nuevo si se mantiene la misma tendencia de voto en las municipales y autonómicas de la primavera de 2023. Tras un debate importante en su seno, el GCP ha aprobado en el último consejo de ministros un nuevo paquete de ayudas por valor de 9.000 millones de euros para descuentos en el abono de transporte, subida del 15% de las pensiones no contributivas, la congelación del precio de la bombona de butano y un cheque único para los hogares "mileuristas" de 200 euros. El propio Pedro Sánchez ha presentado estas medidas, que con el anterior paquete supone el 1% del PIB, como la respuesta de un gobierno que quiere proteger "al conjunto de la clase media trabajadora". Yolanda Díaz ha tenido que reivindicarlas por twitter.

El debate sobre el "cambio de ciclo" fue lanzado por las cadenas mediáticas a mediados de mayo de este año. Su objetivo era reforzar el nuevo liderazgo de Feijoo tras el congreso del PP, a la espera de que pudiese obtener un escaño en el senado con el que poder medirse en las sesiones de control del gobierno con Pedro Sánchez. Su principal argumento era la tendencia de las encuestas publicadas entonces, en especial la del CIS y 40dB ,que otorgaban a PSOE y PP un empate técnico, constataban la caída de Podemos -a la espera de la reorganización de la izquierda por parte de Yolanda Díaz-, el continuado ascenso de Vox y la desaparición de Ciudadanos. Kiko Llaneras ha hecho tambien sus propios cálculos tras las elecciones andaluzas.

 


La conclusión que se adelantaba era que el GCP no era capaz de rentabilizar las medidas, sin precedentes, adoptadas como "escudos sociales" frente a la crisis y que la desmovilización de las izquierdas, en especial a la izquierda del PSOE, ponía en peligro la continuidad de la actual mayoría de gobierno. Y frente al peligro de una coalición PP-Vox, se comenzaba a plantear la posibilidad de una solución de "mar menor" como podría ser un gobierno PP-PSOE que reconstruyera desde el bipartidismo el régimen del 78.

Dos respetados analistas, ambos formados en el PCE antifranquista, Nicolas Sartorius y Javier Pérez Royo, publicaron sendos artículos dando cuenta de la perplejidad ante la desmovilización de las izquierdas, a los que se sumaron muchos otros en una línea parecida (ver Lola García y Esther Palomeras). Pero llevábamos tres meses de guerra en Ucrania, con el estallido de los precios de la energía y de los alimentos básicos, la inflación rozaba el 8% en los países desarrollados, las previsiones de crecimiento de la economía española eran corregidas en un 30% a la baja (4% del PIB) por la Comisión europea, los fondos europeos previstos para 2021 solo se ejecutaron en un 10% y a finales del primer semestre de 2022 un 2,5% de los de este año, y una administración gripada y envejecida era incapaz de hacer llegar unas subvenciones diseñadas como "políticas de pobres". A pesar de los 11.000 millones de euros destinados a compensar la inflación y ayudar a los sectores más desfavorecidos, los "escudos sociales" que son el orgullo del GCP, a pesar de sus claras limitaciones, comenzaban a desmoronarse: la pobreza aumentaba un 37% en Madrid y un 35% en Barcelona. Por poner un ejemplo, el Ingreso Mínimo Vital, que se ha llegado ha calificar triunfalmente de "salto cualitativo del Estado de Bienestar" (sic), es uno de los fracasos más señalados del GCP.

La insoslayable crisis latente del Régimen del 78 seguía haciendo de las suyas. El programa "Pegasus" ha sido utilizado por todos y contra todos: por Marruecos contra los ministros españoles, por los servicios de inteligencia del CNI (provocando la dimisión de su directora) contra los sobiranistas catalanes, por la llamada "policía patriótica" contra Bárcenas, políticos del PSOE y "enemigos de España"...Las interminables revelaciones del caso Bárcenas, con nuevas entregas de filtraciones en El Pais, siguieron diseñando los contornos de un "estado profundo" que incluye a sectores de la judicatura, las finanzas y el empresariado y la propia monarquía, a través de las aventuras románticas y financieras del Rey emérito...que convertía su retorno temporal del exilio de Abu Dhabi en un desquiciado exhibicionismo de impunidad, con regatas incluidas en Sanxenxo. Todo un modelo monárquico corrupto. La respuesta del PSOE, sin acuerdo previo con sus socios de gobierno, es una nueva reforma legal que permita la renovación del Tribunal Constitucional, bloqueada por el PP, y dotarlo de una mayoría progresista.

Nada de esto ayuda a mantener la mayoría parlamentaria que sostiene al GCP. Y no hace falta demasiadas luces para comprender que detrás de la pretendida "moderación" de Feijoo lo que se esconde es reconstruir la hegemonía de las derechas y de las clases dominantes, que han sido las primeras beneficiarias de los "escudos sociales". Hasta el punto de que ahora es Feijoo quién apoya y se atribuye las nuevas medidas como consecuencia de la arrolladora victoria del PP en Andalucía. El presidente de la CEOE, Garamendi, es, por su parte, un ejemplo de la adaptación al "cambio de ciclo", con su negativa a cualquier negociación sobre una política de rentas que ya parte de pérdidas de poder adquisitivo de las clases trabajadoras por la inflación. Con el trasfondo de las huelgas en el metal en A Coruña, Cantabria y el Pais Vasco, las direcciones de CCOO y UGT, gracias a la recuperación de derechos laborales con el GCP, tienen que gestionar una presión salarial importante en los convenios sectoriales, aunque la clase obrera industrial suponga actualmente 2,7 millones de trabajadores frente a los 15 millones del sector servicios.

Tras tres remodelaciones de gobierno después de su constitución en enero de 2020, el GCP ha sobrevivido con tenacidad a unas elecciones catalanas, otras madrileñas con la salida de Pablo Iglesias del gobierno y a la larga primavera reaccionaria de 2021 con la que el dirigente del PP Pablo Casado pretendió acabar con Pedro Sánchez, aunque ocurrió justo lo contrario gracias a la negociación y control de los fondos europeos contra el Covid-19. El GCP también puede sobrevivir a las elecciones andaluzas.

Pero la condición para ello es cuidar a su mayoría parlamentaria, que comprende no solo a Unidas Podemos, Compromís (que acaba de sufrir el acoso y destrucción política de Monica Oltra a manos de la extrema derecha) y Más País, sino también a los independentistas de Bildu y ERC. No basta para ello un mero discurso economicista, las proclamas de "mejorar la vida de la gente", aunque bienvenido sea el nuevo cheque de 200 euros  (que ya ha sufrido un recorte de 100 euros de la propuesta inicial) a los cuatro millones de hogares con ingresos de salario mínimo. Es necesario tener un proyecto político alternativo que, incluso en esta fase defensiva frente a las derechas extremas o "moderadas", reivindique un país digno. Nuestra mejor forma de definirlo es una alternativa republicana, democrática y socialista que plantee construir el consenso necesario para una superación de las limitaciones que impone el régimen del 78, modernice el estado, democratice sus estructuras y abra la perspectiva de un nuevo pacto confederal y social. Lo que supone el derecho a decidir sobre monarquía o república y el derecho de autodeterminación de todas las naciones que hoy conforman el Reino de España.

El principal peligro para las izquierdas es aceptar que las políticas de "mal menor", que se han convertido en su estrategia y táctica, se limiten a una gestión gubernamental equilibrista por la que cualquier avance social debe ser compensado con beneficios o privilegios para las derechas sociales en el marco de la actual segunda restauración borbónica. Es mucho pedir que eso movilice social y electoralmente a las izquierdas, a las clases populares y trabajadoras.

Quedan, en teoría, 17 meses para unas elecciones generales, tras el filtro decisivo de las elecciones municipales y autonómicas de primavera de 2023. Lejos del desánimo, lo que se requiere es un análisis frio de la situación, unidad de las izquierdas, y un proyecto de futuro por el que poder luchar. Es decir, todo lo contrario de lo ocurrido en Andalucía o de lo que va a ocurrir en la Cumbre de la OTAN de Madrid esta semana.

 

(*) Daniel Raventós, Gustavo Buster, Miguel Salas son miembros del comité de redacción de Sin Permiso.

Fuente: www.sinpermiso.info, 26 de junio 2022


Atrás

 

 

 
Imprimir
Atrás

Agrandar texto

Achicar texto

linea separadora
rss RSS