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27.6.22

Una Europa desestabilizada por tres imperios vecinos

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Por Marco Bascetta (*)

Mientras Europa calla o tartamudea, en estado de confusión, con "una sola voz", confundiendo sus motivos políticos con los de la OTAN, lo poco que queda de su "diferencia" y autonomía de pensamiento lo mantiene vivo Amineh Kakabaveh, diputada del parlamento sueco de origen kurdo-iraní, decididamente contraria a la entrada de Suecia en la Alianza Atlántica.

Con su voto de abstención, salvó al gobierno de la [moción de] censura [contra el ministro de Justicia, Morgan Johansson].

Decidido a abandonar la histórica neutralidad sueca, con Magdalena Andersson, pero con una condición. Que Estocolmo no se pliegue al diktat del sultán turco que exige, para dar su consentimiento al ingreso de Suecia en la OTAN, la extradición de los exiliados kurdos a ese país (entre los que se encuentra la propia Amineh Kakabaveh), así como la renuncia de Estocolmo a apoyar a la resistencia kurda en Rojava contra la agresión turca y la política de aniquilación de Erdogan en el norte de Siria. El régimen de Ankara, en nombre de la seguridad, ocupa militarmente territorio extranjero, aunque, por el momento, en menor medida que la practicada por Putin, y sin embargo se prepara para una nueva ofensiva ante la indiferencia tolerante de las democracias occidentales.

Que Europa no pronuncie una palabra contra un "autócrata" (el calificativo no es exclusivo de Putin) que exige a un país soberano el apoyo a sus propias políticas represivas es ya una miserable cochinada. Pero, en las antípodas de la límpida postura de Kakabaveh, también registramos la oportunista cesión de Ursula von der Leyen, que está dispuesta a liberar la financiación de la UE destinada a Varsovia, a cambio de un compromiso sobre la autonomía del poder judicial que es una risible caricatura del Estado de Derecho, en un país que está a punto de establecer un registro policial de embarazos. Mientras, Víctor Orbán se permite, además de abastecerse de petróleo ruso, sacar de la lista de sancionados a uno de los principales pilares del régimen de Putin: Kiril, el patriarca homófobo, zarista y belicista. La Unión Europea nunca había caído tan bajo.

Es la Europa de los "von" frente a la Europa de los exiliados y partidarios de la democracia y los derechos humanos. La Europa que subvenciona a la dictadura de Ankara para descargar la carga de los exiliados y los migrantes, proporcionando así al régimen de Erdogan un poderoso instrumento de chantaje y una masa de maniobra para emplear en sus objetivos expansionistas.

Y es unas Europa moribunda, cuya retórica sobre los "valores" es inversamente proporcional a la práctica cínica y oportunista que la caracteriza. Sin escatimar fuerzas políticas. Empezando por la conversión belicosa de los Verdes alemanes. Este despojo a merced de los acontecimientos, la Unión Europea, se ve asediada, para permanecer a este lado del Atlántico, por al menos tres nostalgias imperiales, todas ellas traducidas más o menos directamente en políticas activas. La primera es, evidentemente, la rusa, destinada a recuperar la hegemonía sobre el este de Europa y dejar de subordinar su propio proceso de acumulación a modelos, formas y "maneras" de origen occidental. Moscú se despide de Europa, demasiado atlántica, para construirse un espacio autónomo y autoritario dentro del caos de la globalización. Sin embargo, el atajo hacia la guerra muestra lo accidentado, improbable y cargado de riesgos imprevisibles que es este camino.

El segundo es el otomano. La Turquía de Erdogan ha dejado de llamar a la puerta de la UE y de mostrar sus constreñidas credenciales democráticas para llevar a cabo su propia política de poder en el Mediterráneo, desde Siria hasta Libia y el Mar Egeo. Cada vez más similar a la Rusia de Putin, con la que cultiva intensas relaciones y favores mutuos. Gracias a su pertenencia a la OTAN y a su decisiva posición geográfica, aprovecha la guerra de Ucrania para ocupar un papel central, consolidar el carácter autoritario del régimen y ampliar su esfera de influencia. En el colmo de la prepotencia, se siente con derecho a dictar leyes a Suecia y Finlandia.

La tercera, que puede parecer hasta  folclórica, más aún cuando se manifiesta en las destartaladas actuaciones de Boris Johnson, en el júbilo de las onzas, yardas, pulgadas y pintas, es la británica. Pero no debe tomarse a la ligera. Londres está desarrollando su propia política en Europa del Este, muy distinta de la europea, e impulsa una escalada bélica en Ucrania que tiende a forzar y desbordar la relativa cautela de la Unión, acreditándose como un socio más fiable, asertivo y solidario en muchos países del antiguo bloque soviético, con la intención apenas velada de suplantar la engorrosa presencia alemana que dominó la escena durante los años de Kohl y Merkel. Cada vez está más claro que el Brexit no fue sólo una salida de la UE, sino el inicio de una política contra ella (como demuestra la creciente discriminación de los ciudadanos de la UE). Incluso desde el punto de vista ideológico, se puede esperar que esta separación conflictiva provoque graves daños.

El hecho de que el Viejo Continente esté debilitado y desestabilizado por las ambiciones imperiales que lo rodean, alimentadas poderosamente por la guerra, puede que no le desagrade a Washington, pero es una apuesta temeraria y no sería la primera vez que los Estados Unidos calculan mal, de Vietnam a Afganistán. Y esta vez podría costarles mucho más caro.

 

(*) Marco Bascetta. Licenciado en Filosofía, ha desarrollado el grueso de su carrera periodística en el diario "il manifesto". Ha sido director editorial de Manifestolibri y director de la revista mensual "Global Magazine". Entre sus libros se cuentan "La libertà dei postmoderni" (Manifestolibri, 2004), "Moderato sarà Lei" (con Marco D¨Eramo, Manifestolibri, 2008)," o "Al mercato delle illusioni. Lo sfruttamento del lavoro voluntario" (Manifestolibri, 20016).

Fuente: il manifesto, 9 de junio 2022

Traducción: Lucas Antón


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