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30.5.22

Irán: lujo en mitad de la pobreza

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Por Yassamine Mather (*)

En la semana en que el gobernador del Banco de Inglaterra habló de una escasez apocalíptica de alimentos en el Reino Unido, y cuando la inflación se acerca a los dos dígitos en Gran Bretaña, no se necesita mucho para entender cómo la guerra en Ucrania, la decisión de la India de prohibir las exportaciones de trigo y el aumento del precio del combustible

La decisión de India se produjo después de que los precios del trigo subieran a niveles récord: en algunos mercados alcanzaron las 25.000 rupias (320 dólares) por tonelada, muy por encima del precio mínimo de apoyo del gobierno de 20.150 rupias (260 dólares). Todo esto cuando los mercados agrícolas mundiales están bajo una fuerte presión tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Según la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, hasta 50 millones de personas, particularmente en África y Medio Oriente, sufrirán hambre en los próximos meses a menos que se encuentren formas de exportar el grano ucraniano, que representa una parte considerable del suministro mundial.

En el caso de la República Islámica de Irán, hay que agregar los efectos cada vez mayores de las sanciones estadounidenses y europeas, además de décadas de mala gestión económica, sin olvidar la corrupción desenfrenada y la forma en que los clérigos de alto rango y los dirigentes de la Guardia Revolucionaria continúan usando el mercado negro para acumulan riquezas astronómicas, mientras que la mayoría de la población se enfrenta a la pobreza. Los iraníes han sufrido una inflación en espiral y subsiguientes aumentos en los precios de los alimentos mucho antes de que comenzara la guerra en Ucrania, pero la situación se ha deteriorado considerablemente en las últimas semanas.

Uno de los efectos inmediatos de las sanciones ha sido la caída constante del valor de la moneda iraní y el inevitable aumento del precio de las importaciones de alimentos. La mayoría de los iraníes se habían acostumbrado a llenar sus estómagos con carbohidratos. El arroz, parte de la dieta básica del país, ya no es asequible para muchos. Irán solía tener campos de arroz, pero los clérigos de alto rango y sus aliados en los rangos superiores de la Guardia Revolucionaria se dieron cuenta de que se podían obtener grandes ganancias importando arroz. Como resultado, la falta de apoyo a este tipo de agricultura, además de la escasez del agua necesaria para el riego, ha provocado la destrucción de la mayor parte de los campos de arroz del país. En 2020, Irán pagó 885 millones de dólares por el arroz importado, convirtiéndose en el quinto mayor importador del mundo. Sin embargo, en 2022, a medida que crece la incertidumbre sobre el acuerdo nuclear, el país tiene un déficit presupuestario de $ 21 mil millones. El valor de la moneda iraní está cayendo hasta tal punto que en los últimos meses comer alimentos a base de arroz se ha convertido en un lujo. Una bolsa de arroz de 10 kg ahora cuesta más de un millón de tomanes ($ 33), muy por encima del presupuesto incluso de las familias de clase media. Por eso  la mayoría de los iraníes recurren al pan y la pasta para alimentar a sus familias.

En las últimas semanas, el país también ha sido testigo de la escasez de trigo y aceite de cocina. Luego, para colmo de males, el gobierno del presidente Ibrahim Raisi eliminó los subsidios al pan y la pasta 'artesanales' y, aunque ha prometido mantener los subsidios a las tortas de pan hasta finales de 2023, la mayoría de los iraníes se muestran escépticos sobre esta promesa. En los últimos años, la República Islámica se ha enfrentado a la presión del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para reducir/eliminar los subsidios a muchos productos básicos como parte de las condiciones de los préstamos que ha aceptado de estas instituciones. Sin embargo, en el clima actual de tensión global, y la ausencia de un acuerdo nuclear que anuncie el fin de las sanciones occidentales, el gobierno se enfrenta a una crisis cambiaria. Ha recortado su presupuesto y los subsidios estatales, provocando una subida del 300% para toda una serie de alimentos preparados con harina.

El sitio web oficial del gobierno islámico nos dice que los subsidios han tenido que ser cortados, ya que muchos intermediarios estaban comprando harina subsidiada de las empresas industriales locales con un excedente para contrabandear al extranjero y obtener una gran ganancia. Para la mayoría de los iraníes, nada de esto importa: dependían de los subsidios, y los recortes inesperados han provocado la escasez de pasta en las tiendas, ya que la gente se apresuró a comprarla a los precios anteriores. Todo esto ha sido seguido por protestas y disturbios en muchos lugares. Según el parlamentario Ahmad Avai, al menos una persona murió en la ciudad de Dezful.

Los medios de comunicación del gobierno afirman que los manifestantes atacaron tiendas e incendiaron una mezquita, y que decenas fueron arrestadas. Pero las principales preocupaciones de las autoridades son las consignas gritadas por la multitud, dirigidas contra Raisi y el líder supremo Ali Khamenei. Han sido ampliamente compartidos en las redes sociales: "¡Raisi, ten un poco de vergüenza, suelta al país!". "¡Muerte a Khamenei, muerte a Raisi!" ... Como resultado, Internet se cortó durante varias horas en la mayoría de las ciudades iraníes, una medida ya probada por el régimen para evitar que los manifestantes se comuniquen entre sí.

Tensiones

Todo esto se produjo después de semanas de creciente tensión entre los diversos grupos dentro de la facción conservadora del régimen islámico, que actualmente lleva las riendas. En las elecciones presidenciales de 2021 resultó elegido el clérigo conservador Ibrahim Raisi, lo que aseguró que tanto el parlamento como el gobierno estuvieran firmemente controlados por los tradicionalistas. Habiendo perdido el poder, la mayoría de los políticos reformistas del régimen se han movido considerablemente hacia la derecha, y en estos días ven más favorablemente a Occidente.

Sin embargo, estamos viendo grietas dentro de la facción conservadora, en particular entre el grupo liderado por Raisi y el encabezado por el presidente del parlamento Mohammad Baqer Qalibaf, ex alcalde de Teherán y comandante de la Guardias Revolucionaria. Hace unas semanas estalló un escándalo tras aparecer unas fotos en las redes sociales que mostraban a la hija y al yerno de Qalibaf en Turquía comprando varios artículos de lujo por un total de varios millones de dólares. Esto viniendo de la hija de un político que "defiende la producción nacional" en un momento en que la mayor parte del país no puede pagar los alimentos básicos. Qalibaf culpó a los aliados de Raisi de la indignación posterior contra él. Amir Hossein Sabeti, un periodista conservador, tuiteó el 20 de abril que los iraníes toleraban más las dificultades durante la guerra Irán-Irak de 1980-88 que en la actualidad.

No fue una sorpresa que algunos grupos conservadores comenzaran a culpar a Raisi por los disturbios contra los precios de los alimentos. El periódico de derecha, Jomhouri Eslami ('República Islámica'), pidió la renuncia del presidente. Después de todo, como candidato había prometido 'erradicar la pobreza' mientras 'expulsaba a Estados Unidos de la región'. Pero el 9 de mayo, Raisi se dirigió a la nación y dijo que no evitaría tomar "decisiones difíciles" y llamó a la gente a "no entrar en pánico". También prometió 'cupones electrónicos' para reducir el impacto de las subidas de precios y anunció que se asignaría a cada ciudadano una "subvención de subsistencia" mensual de cuatro millones de riales (13,4 dólares). Lejos de tranquilizar a la población, el discurso de Raisi creó más "pánico", ya que la gente corrió a los supermercados para abastecerse de productos.

El Departamento de Estado de los EEUU ha expresado su solidaridad con los manifestantes, lo que provocó una respuesta airada de varias organizaciones de trabajadores. El sindicato Haft Tapeh, que ha encabezado varias protestas contra la privatización, emitió un comunicado diciendo que "no queremos el apoyo" de un país responsable de causar guerras y crear un desastre económico en el Sur Global.

Necesitamos recordar que parte del problema es que los sucesivos gobiernos iraníes, cualquiera que sea su etiqueta, conservadora o reformista, se han adherido a los programas de 'reestructuración' del FMI y el Banco Mundial, que son parte de la explicación de la creciente brecha entre ricos y pobres. Esta brecha es un reflejo del esfuerzo constante de los gobiernos por mantenerse al día con las demandas del capital global para la abolición de los subsidios estatales y la privatización. La tasa oficial de desempleo (por debajo del 12%) no se acerca a la cifra real, incluso si tenemos en cuenta el empleo precario y mal pagado. Nadie tiene seguridad laboral, a menos, por supuesto, que esté asociado a una facción del régimen o las fuerzas de seguridad.

En tales circunstancias, la oposición masiva es inevitable. Sin embargo, por el momento es poco probable que la clase obrera pueda afirmarse. Es cierto que ha habido huelgas y protestas de maestros, trabajadores de la caña de azúcar y del acero, mientras que los trabajadores de autobuses en Teherán hicieron huelga el 18 de mayo, pero la realidad es que los 'mulás capitalistas' (como la gente los llama en las calles de Teherán ) han logrado diezmar a la clase obrera organizada. Los trabajadores del acero y el petróleo ya no están empleados en industrias únicas de propiedad estatal. Los grandes complejos industriales están subcontratando todos los aspectos del trabajo a contratistas más pequeños.

Como resultado, organizar huelgas en toda la industria, por no hablar de huelgas a nivel nacional (un factor importante en el derrocamiento del régimen del Sha), es mucho más difícil.

 

(*) Yassamine Mather es una socialista iraní exiliada en el Reino Unido, profesora de la Universidad de Glasgow y Directora de la Campaña "Fuera las manos del Pueblo de Irán" (HOPI).

Fuente: https://weeklyworker.co.uk/worker/1396/luxury-amidst-poverty/

Traducción: Enrique García


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