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30.5.22

La OTAN anuncia que estamos en guerra, pero en Italia nadie nos ha dicho nada

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Por Luciana Castellina (*)

En los últimos días, la curva de la escalada bélica se ha ido haciendo más empinada, pero esto está empezando a producir algunas grietas en el frente bélico.

Y es que las palabras del secretario general de la OTAN anunciando básicamente el inicio de la guerra contra Rusia han empezado a despertar cierto temor e incluso cierta irritación hacia el gran aliado estadounidense que comanda la Alianza Atlántica: la guerra se librará en Europa, no al otro lado del océano, donde algunos siguen pensando que se puede tomar a la ligera porque otros la libran, por delegación o a distancia.

Y, sin embargo, a pesar de algunos inicios de reflexión autocrítica, los gobiernos europeos, y quienes en los Estados Unidos los apoyan fervientemente, siguen marchando hacia una posible catástrofe a las órdenes de Biden.

Aunque Stoltenberg no pudo ser más claro -como informó con precisión el periódico alemán Die Welt, entre los pocos que informaron de sus palabras sin intentar restarles importancia- cuando declaró: "Ucrania debe ganar esta guerra porque defiende su país. Los miembros de la OTAN nunca aceptarán la anexión ilegal de Crimea".

Esto sucedió inmediatamente después de que Zelensky, insinuara por vez primera posibles negociaciones, aceptando que el Donbás sería el objeto de las discusiones por el momento, absteniéndose de poner sobre la mesa la cuestión, mucho más difícil, de Crimea.

Sin pedir cuentas a la OTAN por haber declarado prácticamente el inicio de la Tercera Guerra Mundial sin consultar a nadie, en la reunión de Ramstein, base militar norteamericana en Alemania, los más de 40 aliados occidentales, algunos de los cuales se habían mostrado inicialmente cautelosos, esta vez no pestañearon. Lo mismo ocurrió con los "7 grandes".

El secretario norteamericano de Defensa, Lloyd Austin, reforzó la amenaza de Stoltenberg, afirmando que con las modernas armas ofensivas de los Estados Unidos, Ucrania "puede vencer" a Rusia, y que podría ser derrotada con un empujón más.

¿Cómo va a ocurrir esto? Es uno de los posibles resultados de un enfrentamiento militar mundial -que ya ha comenzado, además, desde que los periódicos estadounidenses más influyentes (a los que la Casa Blanca  acabó reprendiendo por ello) y luego los servicios secretos estadounidenses nos han informado del papel directo que están desempeñando los Estados Unidos en la guerra ucraniana ya en curso.

No sé si todo el mundo se da cuenta de lo que significa todo esto, ya que está claro que será muy difícil derrotar a Rusia militarmente, desde luego al menos no a corto plazo, sino después de una devastación de tierras europeas probablemente prolongada a lo largo de muchos años. Esto significa que los horrores que están teniendo lugar en Ucrania en estos momentos -soldados jóvenes muertos, civiles, mujeres y niños que yacen en las calles, casas, escuelas, hospitales y coches destruidos, que vemos todas las noches en televisión- podrían acabar ocurriendo justo en nuestra puerta.

Desgraciadamente, me temo que se subestima peligrosamente la gravedad del futuro que nos espera si no se impone otro rumbo, el de unas negociaciones de inmediato que dejen por el momento de lado a Crimea y tengan como objetivo encontrar una solución para las regiones del sur, tal y como se ha encontrado en Europa para tantos otros territorios en los que coexisten dos comunidades diferentes.

Afortunadamente, algunos se dan cuenta de los peligros y ya han dado pasos en esta dirección.

En primer lugar, el presidente francés Macron, recién reelegido, que en su largo discurso del lunes, dirigiéndose explícitamente a las palabras de Stoltenberg, subrayó que "No estamos en guerra con Rusia" y que "El objetivo de la discusión y la negociación lo establecerán Ucrania y Rusia. Pero no se hará sobre la negación ni la exclusión del otro, ni tampoco sobre la humillación".

Y entre los expertos interrogados en los programas diarios de la televisión italiana, algunos se atrevieron a decir que podría ser que las cosas no vayan en la dirección correcta. Giampiero Gramaglia, del IAI [Instituto de Asuntos Internacionales], lo hizo con toda claridad, señalando que no existe en absoluto un frente mundial unido detrás de Occidente; sólo India y China representan el 40% de la población mundial. Otro experto, del ISPI [Instituto para el Estudio de la Política internacional], se hizo eco de esta opinión.

Con la prudencia que obliga a un diplomático, también expresó sus dudas el embajador italiano en Kiev, Zazo, quien declaró que Ucrania -para la que ya se ha pronosticado una caída del 50% del PIB- necesita la paz lo antes posible, y por tanto las negociaciones. Y añadió: "Tenemos el deber ético de contribuir a una solución".

El canciller alemán Scholz se mostró más vacilante, ya que está siendo presionado por su adjunto de los Verdes, que, si bien proviene de una tradición pacifista, se encuentra ahora entre los belicistas. Primero declaró que no es cierto que la Constitución alemana prohíba totalmente la guerra (como la italiana), sino sólo que el país vaya a la guerra solo, no si lo hace junto a la UE y la OTAN. No obstante, añadió que Berlín nunca haría en Ucrania lo que el bando pro-guerra quisiera.

Lo más significativo fue el artículo de Thomas Friedman en el New York Times del viernes: "Ya no estamos en una guerra indirecta con Rusia, sino que nos acercamos a una guerra directa, y nadie ha preparado al pueblo norteamericano ni al Congreso para ello".

Y Draghi, que irá a Washington a recibir un premio de liderazgo internacional, junto (curiosamente) con el consejero delegado de la ENI [la empresa de hidrocarburos italiana], De Scalzi, ¿qué le dirá a Biden? ¿Que el pueblo italiano está preparado para un choque mundial?

Tal vez nunca lo sepamos con claridad, como tampoco sabemos cuáles son los compromisos adquiridos con la OTAN, ni nosotros ni nuestro Parlamento, donde todavía hay unos pocos que exigen que se les informe en calidad de qué habla la OTAN también en nombre de Italia: la izquierda italiana, el grupo pequeño y diverso grupo denominado Manifesta, unos cuantos diputados del Cinco Estrellas y, afortunadamente, Conte, que, en nombre de su gran grupo de partidos (aunque forme parte de la coalición gubernamental), pide que se informe al Parlamento antes de ir a la guerra con Rusia.

Por ahora, el único consuelo es la gran movilización del movimiento feminista contra la guerra, bajo el lema: "El feminismo es la defensa de los seres humanos, no de los estados." Mientras tanto, Rusia celebró su Día de la Victoria con un gran desfile militar (como es habitual en ellos), pero con un discurso de Putin menos amenazante que de costumbre, si no francamente defensivo: no hubo declaración de guerra a Ucrania, como muchos habían pronosticado confiadamente.

Debo confesar que este tradicional desfile me resulta muy conmovedor, al ver desfilar a los veteranos, aquellos que sobrevivieron al sacrificio de 25 millones de rusos para salvar a su país, pero también a todos nosotros.

Por otro lado, me enojo mucho cuando insiste Putin en que todo Occidente es nazi. Es cierto que Occidente es arrogante, y que su actuación en el mundo ha tenido un poco de todo, y es igualmente cierto que nuestra democracia está muy deteriorada. Pero sigue siendo ciertamente mejor que el régimen que Putin ha impuesto en Rusia, y por encima de todo, la noción de que todos somos nazis no refleja la realidad.

 

(*) Luciana Castellina es una reconocida periodista y analista política italiana que colabora regularmente con el cotidiano comunista Il Manifesto. Fue miembro del partido socialista y de Democrazia Proletaria y luego de Rifondazione Comunista. Ha sido diputada en el Parlamento italiano y en el europeo.

Fuente: il manifesto global, 12/05/2022

Traducción: Lucas Antón


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