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16.5.22

Sendic, hablar de lo incómodo

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Por Esteban Valenti (*)

La semana pasada Raúl Sendic informó que se retiraba de la política partidaria activa. Supongo que unos cuantos suspiraron aliviados y querrán que todo quede lo más enterrado y olvidado posible. No lo comparto.

No creo que los procesos tan complejos como el que afrontó la izquierda uruguaya con Raúl Sendic se deban liquidar y cubrir con el olvido, es una manera de evitar el análisis, la crítica en el sentido profundo de la palabra, la que no se basa en la crónica, sino en la búsqueda de las causas profundas.

Los hechos los conocemos todos hasta el hartazgo, así que no voy a pretender reconstruir a partir de mi visión de los mismos, sino aportar opiniones sobre la compleja relación entre el poder y los seres humanos, en particular en la izquierda. Sendic fue y es parte de un proceso más amplio y mucho más complejo y no se puede tapar todo con unas paladas de tierra y olvido. Tampoco podemos concentrarnos en los personajes, debemos reconstruir los procesos y sus causas y responsabilidades.

El caso Sendic no fue un error personal, un exceso que pueda reducirse a una sola persona y nos haríamos un terrible mal, en la izquierda si no nos animamos a preguntarnos y sobre todo sino tratáramos de responder las situaciones más incómodas.

Fue en primer lugar el fracaso de un proyecto político que no fue solo de Sendic y de otros integrantes de su grupo, con diferentes responsabilidades. Y estamos obligados a analizar precisamente ese proceso político y las causas de su fracaso.

Lo más cómodo para mí, en particular en esta situación política y personal, sería callarme, olvidarme y dejar que el tiempo cumpla su función inexorable. Estaría negando la propia esencia del proceso que comenzó hace seis años, cuando comencé a escribir sobre el tema y recibí una catarata de odio, de bronca, de ataques de todo tipo. No me quiero reivindicar en absoluto, quiero explicar mejor las razones que me impulsaron a jugarme y a opinar.

Una cosa aprendí y es que a veces, muchas veces las razones que uno defiende tienen un alto costo y que la política no puede ser el cálculo mezquino de lo más cómodo y supuestamente conveniente. La coherencia cuesta caro y a veces paga muy poco o nada. Les puedo asegurar que a mí personalmente y a diversos compañeros nos costó un alto precio.

El proyecto político de Sendic era transformar un ente del estado en una poderosa herramienta para la implementación social y territorial de su grupo en el país y a partir de allí construir una alternativa política que culminaba nada menos que en la Presidencia de la República. No era solo un proyecto estructural, de aparato, de dependencias, sino ideológico y programático. Transformar a ANCAP en la empresa modelo, que con la búsqueda y sobre todo encontrando hidrocarburos en nuestro territorio fuera la base de un gran impulso al desarrollo.

¿Entonces lo único que fracaso fue la búsqueda de los hidrocarburos? No, lo que fracasaron fueron los delirios de grandeza, los milagros de una supuesta gran empresa petrolera y con actividades industriales de todo tipo, sin considerar sus costos, sus resultados, sino su impacto territorial y social y arriesgando lo que fuera necesario, sobre todo de parte de todo el Estado, es decir del dinero de los uruguayos.

Es también cierto que si se hubieran encontrado hidrocarburos y Uruguay fuera un país petrolero con todas las posibilidades y los peligros la situación hubiera tenido un importante impacto, pero el problema de fondo sigue siendo el mismo.

Salgamos de las pequeñas anécdotas que todos recordamos y tratemos de aprender de nuestros errores. Sendic no fue el único que creyó e impulsó ese proyecto empresarial-político, que además trató de apoyarse en una fundamentación profundamente equivocada y fallida del papel del Estado. Todos los que intervinieron deberían preguntarse a fondo y sin escudarse en las estructuras formales e institucionales del Estado uruguayo.

El propio Frente Amplio le dio le dio la base para ese proyecto y lo recibió como contrapartida en las elecciones internas del año 2014, cuando inició su carrera hacia la vice presidencia. ¿Llegó a ese cargo solo por sus méritos y responsabilidades? La pregunta se responde sola.

Tiene mucho que ver con la relación entre las capacidades individuales, la experiencia, las pruebas impuestas por la vida y la militancia y el uso y abuso del poder. Y eso fue lo que sucedió, perdimos totalmente las referencias que durante tantos años forjó la izquierda uruguaya entre sus cuadros, sus militantes, su inteligencia, sus dirigentes y el poder. Y ese proceso comenzó a extenderse a otras áreas, porque parecía que ese era el camino.

¿Por ese camino, cual es la distancia entre el poder y la confusión del uso y abuso del dinero público al servicio de una supuesta causa superior? Y ser fieles sin ceder a los principios, muchas veces tiene altos costos políticos pero también humanos que duelen y esos también hay que considerarlos, pero con prioridades claras.

La vida fue implacable, para todos, incluso los que se consideraban a salvo de esas tentaciones. Y el verdugo de la situación fue como siempre implacable: la gente, los ciudadanos.

La derrota del Frente Amplio tuvo que ver con la situación económica de estancamiento luego de muchos años de avances y crecimiento, pero sobre todo tuvo que ver con la desnaturalización de la identidad de la izquierda, con el manejo del poder, con la pérdida del sentido popular no como consigna, sino como realidad y actitud cotidiana. Como obligación por encima de los cargos que llegaron a considerarse perpetuos.

Fuimos penalizados duramente por diversas causas, pero sobre todo por considerarnos invencibles, intocables y por considerar el poder y sus estructuras por encima de nuestras propias ideas, de nuestra propia gente y de nuestros valores originales.

Es tan fuerte la izquierda uruguaya que incluso pudo superar eso con pérdidas relativas, reducidas. Y me refiero a fuerte políticamente, pero también idealmente, culturalmente. Y eso supone una larga y difícil forja que se puso en juego y en peligro.

Habrá gente que hablará y se expresará explícitamente del tema, otros se callaran y guardaran discreto silencio, y algunos seguirán aferrados a la convicción de que no hay nada de que arrepentirse, que la política justifica cualquier cosa y los que hablan de temas incomodos no nos representan.

La política del actual gobierno de derecha, la acumulación de un modelo económico, conocido hasta el cansancio en sus resultados que ya están a la vista, las operaciones vergonzosas y vergonzantes como la entrega del puerto, que nos causará mucho más daño y representa una claudicación de nuestra soberanía como nunca antes conocimos y por 60 años, puede que convenza a algunos que en definitiva aquello no era tan grave.

Profundo error, esa es precisamente la clave de todo, cuando se afectan los valores esenciales de la política decente y de la izquierda, se hipoteca la historia, pero sobre todo el futuro, el impulso de todas las generaciones, la base de nuestra argumentación y de nuestra identidad. Y no hay nada nuevo, sucede y ha sucedido en muchas partes del mundo.

La derecha siempre estará agazapada esperando esos resbalones históricos, somos nosotros los guardianes de nuestra conducta. No se trata de ser perfectos, nunca lo seremos y sería un terrible peligro proponernos esa perfección, se trata de ser implacables con nuestros errores y con las tentaciones del poder.

Cuando el sabor del poder se antepone al gusto profundo de las causas populares y democráticas, termina la izquierda y emerge no solo la derrota, sino la negación de los principios.

 

(*) Esteban Valenti. Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista de Wall Street Internacional Magazine (www.wsimag.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net). Uruguay


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