bitacora
ESPACIO PARA PUBLICIDAD
 
 

7.3.22

Impuesto al patrimonio e impuesto al ingreso, lo encubierto

imagen

Por Roberto Sansón Mizrahi (*)

En un contexto de extrema concentración de la riqueza es imprescindible gravar los grandes patrimonios y los mayores ingresos para reducir la oprobiosa desigualdad y poder financiar la erradicación de la pobreza, atender el bienestar de la humanidad y cuidar el medio ambiente.

Estos impuestos son resistidos por buena parte de quienes deberían pagarlos pero, como se encubren las consecuencias de no establecerlos, también se manipula a sectores perjudicados para que apoyen a sus victimarios.

Impuestos al patrimonio y a los ingresos gravan muy distintas cosas. El patrimonio tanto de corporaciones como de personas es la riqueza que se posee. Puede haberse logrado en un año, en más largos períodos o haberla recibido por herencia corporativa o familiar. Así, el patrimonio está constituido por un stock o conjunto de activos que se fueron acumulando. Los ingresos, en cambio, no son un stock de activos sino un flujo de recursos, algunos son rentas derivadas del patrimonio mientras que otros constituyen compensaciones logradas por diferentes tipos de trabajo. Vale retener estas importantes diferenciaciones: una cosa es gravar un stock de activos (patrimonio) y otra un flujo de recursos (ingresos), flujo que, a su vez, se diferencia entre rentas generadas por la riqueza acumulada y compensaciones por trabajos realizados.

Hay mucho encubierto respecto a los impuestos al patrimonio y a los ingresos. Pocos conocen estas cuestiones y otros muchos las ignoran.

Antes de comenzar es importante resaltar que focalizamos gravar a enormes patrimonios y a muy grandes ingresos. Esos espacios tributarios contribuirían a resolver la encerrona generada por el proceso concentrador, no proponemos aumentar la tributación de sectores medios y populares. Es fundamental diferenciar grandes contribuyentes que rehúyen su responsabilidad del resto de la población que soporta impuestos regresivos.

Conformación de enormes patrimonios 

La historia social y económica, cientos de investigaciones contemporáneas y un sinnúmero de denuncias muestran que gran parte de los enormes patrimonios fueron logrados apropiándose de riquezas generadas por otros. En verdad, nadie puede acumular tamaña cantidad de activos sólo con su propio esfuerzo. Enseguida procuraremos explicar cómo lo hicieron pero desde un comienzo toca advertir que basados en su poder y la complicidad de sectores de la justicia y de los propios responsables de regular su accionar, los grupos concentrados lograron asegurarse impunidad encubriendo las modalidades de apropiación utilizadas. Es así que, conformados sus patrimonios, los poderosos enseguida consagran que los mismos son intocables.

En un comienzo las apropiaciones se hacían abiertamente a través de conquistas militares de unos sobre otros. Más adelante y hasta nuestros días, si bien la represión y el silenciamiento de los sometidos se mantienen, aparecieron otros sutiles procedimientos de conquista.

A medida que se aceleró la concentración de la riqueza, los poderosos utilizaron su poder de apropiación de muy diversas formas. Por de pronto adquiriendo competidores y todo nuevo promisorio emprendimiento con lo cual reforzaron aún más su posición como oligopolios o monopolios y siguen concentrando la mayor parte de la riqueza que generan las sociedades, no ellos. Aquellos que resisten a ser absorbidos o integrados son arrinconados en subordinados espacios o forzados a quebrar. De esta forma, los cada vez más poderosos despejan sin pausa su marcha hacia una concentración que creen no tendrá límites. Las consecuencias de este proceso han sido y siguen siendo terribles para la humanidad y el planeta.

Toca agregar que el capital concentrado opera liderando cadenas de valor, es decir conduce a su favor las tramas productivas exprimiendo a sus medianos proveedores que, a su vez, hacen lo mismo con los pequeños emprendimientos que subcontratan. Se establece así una cascada de apropiaciones que castiga a trabajadores y a partícipes más débiles del proceso productivo. Al mismo tiempo, las empresas oligopólicas expropian ingresos de consumidores tras imponer, a falta de competidores, altos precios por los productos que ofrecen.

La codicia no se detiene a ese nivel. Los grupos concentrados incurren en evasión y en elusión impositiva, esto es, además de apropiarse de recursos generados por otros actores, retacean su responsabilidad de tributar. Con ello, por un lado desfinancian al Estado imposibilitado de proveer toda la infraestructura social y productiva que la castigada sociedad necesita. Por otro lado, fugan al exterior los ingresos que no declaran con lo cual le restan al desarrollo nacional recursos para financiar inversiones.

Esta asfixia financiera del Estado hace que no pueda cubrir con recursos genuinos imperiosas necesidades sociales y de apoyo a la economía popular. Esto genera tremenda presión sobre las cuentas públicas (ingresos menores que el gasto público) provocando déficit fiscales. Si el Estado fuese controlado por gobiernos neoliberales, lejos de procurar desmontar los mecanismos apropiadores consolidan la trayectoria concentradora. Entre otras medidas, imponen muy duras restricciones del gasto social y llevan el país a situaciones de sobre endeudamiento soberano y corporativo, eliminan regulaciones al movimiento de capitales facilitando el saqueo de recursos a través de leoninas operaciones especulativas, abren el país a un torrente de importaciones que barre con la producción nacional acrecentando la restricción externa (escasez de divisas para adquirir equipos e insumos sociales y productivos esenciales). Ese proyecto de país deja un tendal de pobreza y desocupación, de grietas y egoísmos, de menosprecio al tejido social y al cuidado ambiental. Su eje y propósito concentrar riqueza y poder decisional. 

Diferenciando altos ingresos

Con la riqueza altamente concentrada, de esos patrimonios deriva un enorme flujo de ingresos que refuerza el proceso concentrador. Este flujo incluye dividendos de empresas que cada grupo concentrado posee, arrendamiento de sus tierras, alquiler de activos inmobiliarios, colocaciones financieras, entre tantos otros. En casi todos los países ya existen impuestos a las ganancias pero, como se indicó, hecha la ley hecha la trampa, prima la evasión y la elusión impositiva. Se sabe quiénes son mayores evasores y los mecanismos que utilizan para materializar su accionar delictivo. El problema es que con su poder corrompen la fiscalización del latrocinio que cometen y logran imponer normativas tributarias imperfectas que aprovechan para minimizar el pago de impuestos. Una vez más hacen legal lo ilegítimo, cuantiosos drenajes que representan un saqueo que se encargan de encubrir.

Al mismo tiempo, la estructura tributaria en países sometidos es altamente regresiva. En lugar de pagar más los que más tienen, se establecen impuestos al consumo y otros donde ricos y pobres pagan lo mismo; inaudito pero real. No faltan declaraciones a favor de transformar las estructuras tributarias para hacerlas progresivas y, sin embargo, poco se ha avanzado en este campo.

Algo parecido ocurre en la estructura del gasto público. Hay rubros de inversión pública que favorecen a sectores acaudalados en obras de infraestructura vial, de riego, de protección contra incendios e inundaciones, acceso a puertos, entre tantas otras. No está mal que se provea ese apoyo pero, si quienes se favorecen tienen recursos para hacerse cargo de los costos, es imprescindible aplicar plenamente el mecanismo de contribución de mejoras. El Estado realiza la inversión y los que pueden asumir los costos, los pagan.

Justicia tributaria contribuyendo a desmontar inequidades

En un contexto concentrador sustentado en abusos de poder, maniobras ilegales o ilegítimas, donde se encubren los mecanismos de apropiación y se manipula la opinión pública, no es sencillo establecer impuestos a los enormes patrimonios y eliminar la evasión y elusión que practican quienes obtienen muy grandes ingresos. Están en juego la equidad, la justicia y el sustento de enormes mayorías poblacionales.

Toca encarar un mayúsculo desafío que exige accionar en todos los frentes del accionar de los países, atendiendo siempre las singularidades de cada situación y momento. Sin embargo, un común denominador, que no llega a ser condición suficiente pero si necesaria para construir otro rumbo y forma de funcionar, es hacer que los apropiadores paguen por lo cometido, sin acudir a violencia alguna pero con firmeza democrática. Esto hace parte del crítico proceso de  liberar las democracias que hubiesen sido capturadas por los apropiadores. Algo posible si se lograsen conformar poderosas coaliciones sociales unidas en su diversidad y sostenidas con un permanente avance en esclarecimiento y organización social.

 

(*) Roberto Sansón Mizrahi. Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur www.opinionsur.org.ar


Atrás

 

 

 
Imprimir
Atrás

Agrandar texto

Achicar texto

linea separadora
rss RSS