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31.1.22

NIÑERING. Una youtuber de éxito

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Por Adriana T.  (*)

Sé que hay muchas otras chicas de su edad que todavía no hablan inglés con soltura porque con las clases del instituto no es suficiente. Que no pueden ni soñar con estudiar una carrera universitaria, o al menos, no fuera de España.

Hace ya un tiempo que sigo en las redes a una jovencísima youtuber, cuyo nombre, santo y seña nos vamos a ahorrar. La muchacha, española y de unos 19 años, narra semana a semana su vida como estudiante en una prestigiosa universidad yanqui mientras cursa -sin beca y sacando excelentes notas- la carrera de sus sueños. Es una petarda insuperable, así que no puedo evitar que me caiga muy bien. Viene de una familia tan obviamente de pesetas, que muy rara vez menciona el dinero en alguno de sus videos. Incluso en ocasiones se niega de modo explícito a hablar del tema si algún seguidor pregunta.  

Me gusta de verdad: es una chavala resuelta, enérgica, productiva, apasionada de sus cosas. Me fascina verla compartir sus preocupaciones ridículas y manejables con su pequeña comunidad. Unos días se siente genial porque estudió cinco horas e hizo deporte en las magníficas instalaciones con las que cuenta el campus. Otras veces está preocupada porque ha engordado un par de kilos o le han puesto una A- en alguna asignatura, pero enseguida se anima y sale de compras con las amigas, o la invitan a alguna fiesta y el universo entero vuelve a pertenecerle. Es difícil no dejarse arrastrar y soñar con ella. No tuvo ningún problema para integrarse entre sus compañeras: su inglés es perfecto y su tarjeta de crédito nunca se agota, aunque se cuida bien de hacer ostentación. Me produce genuina envidia lo centradita que está, lo claro que tiene el camino que ha de seguir, la planificación tan exhaustiva que ha hecho de sus progresos vitales, planificación que la conducirá hacia el éxito irremediable. Y sobre todo, la seguridad con la que maneja, pese a su juventud, todos los códigos y los acuerdos tácitos que gobiernan el mundo académico y laboral, y que a mí tanto me costó descubrir (todavía estoy en ello, en realidad). Sabe lo que el mundo espera de ella, y no va a decepcionar a nadie. Es tan... vibrante. Invita a soñar. 

Espero que no llegue a aburrirse de hacer videos, porque he apostado a que puedo adivinar todo, todo su futuro. Sé que logrará graduarse en el año planeado, lo hará con honores y pronto encontrará un trabajo muy bien pagado, ya en España, ya en EE.UU., ya donde le salga de las narices. Sé que vivirá en una casa grande, limpia, bonita y ordenada. Sé que cuando le duela la espalda o un hombro sólo le preocupará no poder cumplir con su rutina de gimnasio, pero no afectará a su desempeño laboral ni a su sueldo a fin de mes. Sé que será alguien importante en su profesión: respetada, bien valorada. Sé que nunca dejará de tener amigos tan importantes como ella y la invitarán a todas las fiestas de postín. Sé que le seguirá preocupando engordar, pero también que nunca llegará a hacerlo. Sé que viajará, verá mundo, conducirá buenos coches, veraneará en los sitios de moda. Sé que cometerá algunos errores, pero estos, lejos de lastrarle o causarle un perjuicio severo, le servirán de aprendizaje o como chascarrillos para el anecdotario. Sé que atribuirá todo su éxito a su esfuerzo personal, y será difícil llevarle la contraria, pues ciertamente se esfuerza como nadie. Sé que podrá permitirse tener hijos joven si es su deseo, y que les inculcará los mismos estrictos valores, el buen hacer y la severa disciplina con la que ella rige su jovencísima vida. Madrugar, salir a correr temprano aunque haga frío, trabajo duro, escoger la ensalada en lugar del apetecible donut, aprender otro idioma, dar cada día lo mejor de ti y esperar siempre la recompensa de vuelta, porque a estas personas la recompensa por su curro les llega siempre, y además es muy generosa.

Sé que entretanto hay muchas otras chicas de su edad -yo fui una de ellas- que todavía no hablan inglés con soltura porque con las clases del instituto no es suficiente. Que no pueden ni soñar con estudiar una carrera universitaria, o al menos, no fuera de España. Que probablemente ni sepan a quién podrían pedirle consejos sobre el proceso para matricularse en una universidad extranjera. Chicas cuyos padres no pueden pagar varias veces la prueba de acceso a la universidad en EE.UU. hasta que la postulante obtenga la nota necesaria, como hizo mi querida youtuber. Todas ellas se esfuerzan también todo el tiempo, tanto o más que la rutilante alumna de la que hablo. Pero su lucha se centra más a menudo en la supervivencia inmediata que en la planificación reposada y de largo alcance que manejan los pijos. Conozco a esas chicas con resultados académicos mediocres, jóvenes que no piensan en superarse y dar lo mejor de sí cada día, muchachas que más a menudo de lo que deberían escogen el donut y el ascensor en lugar de la escalera que en teoría conduce al éxito, porque bastantes peldaños tienen que esquivar a diario. Sus rutinas cotidianas no son inspiradoras, sus vidas no invitan a soñar despierta. Pagan caros los errores y tropiezos típicos de su edad. Y puedo predecir, también, el futuro no tan halagüeño de esas mujeres que, antes de llegar a la veintena, ya se sienten casi viejas, porque están agotadas, consumidas y absolutamente vencidas por el sistema. Y porque, en el fondo, ya intuyen que ellas nunca conocerán el éxito.

 

(*) Adriana T.. Treintañera exmigrante. Vengo aquí a hablar de lo mío.


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