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24.1.22

Rosa Luxemburgo y la deuda como instrumento del imperialismo (I)

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Por Eric Toussanint (*)

Hace 103 años, Rosa Luxemburg fue asesinada a tiros y su cuerpo arrojado al canal Landwehr de Berlín. Sin embargo, no pudo ser borrada de la historia, ya que su vida y su obra son extremadamente relevantes en nuestra búsqueda de un mundo mejor.  

En su libro La acumulación del capital [1], publicado en 1913, Rosa Luxemburgo [2] dedicó un capítulo entero a la cuestión de los préstamos internacionales [3] para mostrar cómo las grandes potencias capitalistas de la época usaban los créditos otorgados por sus banqueros a los países de la periferia para ejercer una dominación económica, militar y política. Prestó una especial atención al análisis del endeudamiento de los nuevos Estados independientes de América Latina tras las guerras de independencia en la década de 1820, así como al endeudamiento de Egipto y Turquía durante el siglo XIX sin olvidar el China.

Resumen                                                                                                         

Los países de América Latina que conquistaron su independencia en la década de (...)

A finales del siglo XIX, después de los banqueros de Londres, llegaron los de Alemania, Francia (...)

Egipto víctima de préstamos internacionales

Escribió su trabajo en un período de expansión internacional del sistema capitalista, tanto en términos de crecimiento económico como de expansión geográfica. En ese momento, en la socialdemocracia de la que formaba parte (Partido socialdemócrata alemán y Partido socialdemócrata de Polonia y Lituania - territorios compartidos entre el Imperio alemán y el Imperio ruso), un número significativo de líderes y teóricos socialistas apoyaban la expansión colonial. Este fue el caso en particular en Alemania, Francia, Gran Bretaña y Bélgica. Todas estas potencias habían desarrollado sus imperios coloniales en África principalmente a fines del siglo XIX y principios del XX. Rosa Luxemburgo se oponía totalmente a esta orientación y denunciaba el saqueo colonial y la destrucción de las estructuras tradicionales (a menudo comunitarias) de las sociedades precapitalistas por el capitalismo en expansión.

Rosa Luxemburgo expresaba su oposición a estos mismos líderes socialistas cuando afirmaban que esta fase expansionista de fuerte crecimiento del capitalismo demostraba que éste había superado las crisis periódicas, la última de las cuales se remontaba a principios de la década de 1890. Rosa Luxemburgo denunciaba esta visión que daba una falsa interpretación del funcionamiento del sistema capitalista. Rosa se opuso aún más ferozmente dado que esta visión de una parte influyente de los líderes socialdemócratas sirvió de base y justificación para una actitud cada vez más colaborativa con los gobiernos capitalistas de la época [4].

Al escribir La acumulación del capital, Rosa Luxemburgo tenía como objetivo construir una argumentación de fondo para contrarrestar las orientaciones pro-colonialistas y de colaboración de clases dentro de la socialdemocracia contra las que había estado luchando desde finales de la década de 1890. Perseguía igualmente otro objetivo, cuyos orígenes se remontan a 1906-1907, cuando dio un curso de economía marxista en la escuela de cuadros del SPD, el Partido Socialdemócrata alemán en Berlín. En efecto, en esta ocasión, para preparar sus lecciones, se sumergió nuevamente en la lectura de El Capital y dedujo de ella que había un error en la demostración de Karl Marx con respecto al esquema de reproducción ampliada de capital [5]. Fue en particular para encontrar la solución a este problema por lo que hizo un enorme esfuerzo para analizar la evolución del capitalismo durante el siglo XIX. Cabe señalar que Marx, en El Capital, desarrolla su demostración teórica haciendo como si la sociedad capitalista hubiera alcanzado una etapa en la que solo existieran relaciones capitalistas en la sociedad. Analiza el capitalismo en su estado puro.

Rosa Luxemburg parte de la constatación, hecha incluso por Marx en una serie de escritos como los Grundrisse [6] (que no había tenido la oportunidad de leer porque esta parte de la obra de Marx aún no había sido publicada) o el Capítulo XXIV del Libro 1 de El Capital «La llamada acumulación originaria» [7], según el cual el capitalismo, en su expansión, destruye las estructuras tradicionales de las sociedades no capitalistas que son conquistadas durante la fase colonial

Con respecto al papel del saqueo colonial, vale la pena citar al Marx de El Capital: «El descubrimiento de las regiones auríferas y argentíferas de América, la reducción de los nativos a la esclavitud, su entierro en las minas o su exterminio, el comienzo de conquista y saqueo en las Indias Orientales, la transformación de África en una especie de muelle comercial para la caza de pieles negras, estos son los procesos idílicos de acumulación primitiva que señalan la era capitalista en sus albores.»

También es en este capítulo en el que Karl Marx coloca una fórmula que indica el vínculo dialéctico entre los oprimidos de las metrópolis y los de las colonias: «En general, la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal, la esclavitud sans phrase (sin reservas) en el Nuevo Mundo». Termina este capítulo afirmando que «el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza».

Marx describe la destrucción de las fábricas textiles tradicionales en la India durante la expansión colonial británica. También analiza la destrucción de las relaciones no capitalistas que existían en Europa antes de la extensión masiva de las relaciones capitalistas. Pero cuando trata de poner en evidencia las leyes de funcionamiento del sistema capitalista, plantea como hipótesis que el capitalismo domina totalmente el conjunto de las relaciones de producción y por tanto ya ha destruido o/y absorbido por entero a los sectores precapitalistas [8]

Lo que es muy enriquecedor en el enfoque de Rosa Luxemburgo es su enorme capacidad para el pensamiento crítico y su disposición a confrontar la teoría con la práctica. Ella se inspira en Karl Marx expresando un acuerdo fundamental con él, pero eso no le impide cuestionar correcta o equivocadamente ciertas conclusiones de éste.

Un punto en el que Rosa Luxemburgo está totalmente de acuerdo con Karl Marx es la cuestión de las relaciones desiguales entre las potencias capitalistas y los países donde las relaciones de producción precapitalistas todavía están en gran parte presentes. Estos países están sujetos a los primeros que los explotan para continuar su expansión. Rosa Luxemburgo, como Marx, muestra en particular que las potencias capitalistas encuentran una salida para sus productos manufacturados al imponerlos en sociedades precapitalistas, en particular mediante la firma de tratados de libre comercio.

 Los países de América Latina que conquistaron su independencia en la década de 1820

Si tomamos el ejemplo de los países latinoamericanos que conquistaron su independencia en la década de 1820, observamos que importaron masivamente productos manufacturados, principalmente de Gran Bretaña, potencia con la cual habían contratado préstamos internacionales para hacer estas compras. Los gobiernos de los países latinoamericanos que tomaron prestado de los banqueros de Londres gastaron la mayor parte de las sumas prestadas en el mercado británico comprando en él todo tipo de bienes (equipos militares que iban desde armas hasta uniformes, bienes de equipo para industrias extractivas o para la agricultura, materias primas). Luego, para pagar sus préstamos internacionales, los estados endeudados recurrieron a nuevos préstamos que se utilizaron tanto para pagar préstamos anteriores como para importar aún más productos manufacturados de Gran Bretaña u otras potencias acreedoras (ver https://www.cadtm.org/America-latina-Deuda-y-libre ) [9].

Rosa Luxemburgo afirma en su libro de 1913 que los préstamos «constituyen la forma más segura para que los viejos países capitalistas mantengan el control de los países jóvenes, controlen sus finanzas y ejerzan presión sobre su política exterior, aduanera y comercial» [10].

Como ilustración de la penetración de productos manufacturados de los antiguos países capitalistas europeos como Gran Bretaña en los nuevos países independientes de América Latina, podemos citar a George Canning, uno de los principales políticos británicos de la década de 1820 [11]. Escribió en 1824: «La cosa está hecha; el clavo está puesto, Hispanoamérica es libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa» ". Trece años después, el cónsul inglés en La Plata, Argentina, Woodbine Parish, podía escribir, hablando de un gaucho (pastor) de la pampa argentina:»Tómense todas las piezas de su ropa, examínese todo lo que lo rodea y exceptuando lo que sea de cuero, ¿qué cosa habrá que no sea inglesa? Si su mujer tiene una pollera, hay diez posibilidades contra una que sea manufactura de Manchester. La caldera u olla en que cocina, la taza de loza ordinaria en la que come, su cuchillo, sus espuelas, el freno, el poncho que lo cubre, todos son efectos llevados de Inglaterra". [12]

Para lograr este resultado, Gran Bretaña no necesitó recurrir a la conquista militar (aunque, cuando lo consideraba necesario, no dudaba en usar la fuerza como en India, Egipto o China). Usó dos armas económicas muy efectivas: el crédito internacional y la imposición del abandono del proteccionismo.

Rosa Luxemburgo insiste en el papel de los préstamos internacionales a los países coloniales o a los Estados «independientes» (como las jóvenes repúblicas de América Latina o Egipto y China) para financiar grandes obras de infraestructura (construcción de ferrocarriles, construcción del Canal de Suez, etc.) o compras de costoso equipo militar en interés de las grandes potencias imperialistas. Así, escribe: «El endeudamiento internacional vinculado a la construcción de ferrocarriles y el aumento de armamentos acompaña a todas las fases de la acumulación capitalista».

También afirma que «Las contradicciones de la fase imperialista se manifiestan muy claramente en las contradicciones del sistema de préstamos internacionales.»

Rosa Luxemburgo, como había hecho Marx unas décadas antes, insiste en el papel de la financiación de los ferrocarriles en todo el planeta y especialmente en los países periféricos sujetos al dominio económico de las potencias imperialistas. Habla del frenesí de los préstamos utilizados para la construcción de ferrocarriles: «A pesar de todas las crisis periódicas, el capital europeo se benefició tanto de esta locura que, alrededor de 1875, la Bolsa de Londres se vio afectada por una fiebre de préstamos en el extranjero. Entre 1870 y 1875 se contrataron préstamos en Londres por 260 millones de libras esterlinas, lo que inmediatamente condujo a un rápido crecimiento en las exportaciones de mercancías inglesas a países de ultramar.»

 A finales del siglo XIX, después de los banqueros de Londres, llegaron los de Alemania, Francia y Bélgica.

Siguiendo la estela de Gran Bretaña aparecen los imperialismos alemán, francés y belga que comienzan a prestar masivamente a los países de la periferia.

Rosa Luxemburgo describe esta evolución: "Desde hace veinte años se ha producido solo un nuevo fenómeno: los capitales alemán, francés y belga han participado junto con el capital inglés en inversiones en el extranjero, y en particular en préstamos. Entre los años 1850 y finales de los 1880, la construcción del ferrocarril en Asia Menor fue financiada por el capital inglés. Luego, el capital alemán invadió Asia Menor y emprendió la ejecución del enorme proyecto de construcción del ferrocarril de Anatolia y Bagdad. Las inversiones de capital alemán en Turquía conducen a un aumento de las exportaciones alemanas a ese país. Estas ascendieron en 1896 a 28 millones de marcos, en 1911 a 113 millones de marcos; en 1901, solo para la Turquía asiática, incluyeron 12 millones y, en 1911, 37 millones de marcos".

Rosa Luxemburgo muestra que la expansión colonial e imperialista permite a los antiguos países capitalistas europeos como Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica (podríamos agregar Italia y los Países Bajos), en los que hay un situación de excedencia de capitales, utilizar estos capitales no utilizados para prestarlos o invertirlos en países periféricos que, a partir de ahí, constituyen una salida rentable. Escribe: "El capital desempleado no tenía la posibilidad de acumulación en su país de origen por falta de demanda de productos adicionales. Pero en el extranjero, donde la producción capitalista aún no se ha desarrollado, surgió una demanda adicional voluntariamente o por la fuerza en círculos no capitalistas". Es que al destruir la pequeña producción local tradicional, los productos manufacturados europeos toman el lugar de la producción doméstica precapitalista. Las comunidades campesinas o los artesanos empobrecidos de países africanos, asiáticos o estadounidenses se ven obligados a comenzar a comprar productos europeos como, por ejemplo, textiles británicos, holandeses y belgas. Los responsables de esta situación no son solo los capitalistas europeos, también son las clases dominantes locales en los países periféricos que prefieren especializarse en el comercio de importación-exportación en lugar de invertir en las industrias manufactureras locales (como he mostrado con respecto a América Latina en el sistema de deuda en los capítulos 2 https://www.cadtm.org/La-deuda-y-el-libre-comercio-como y http://www.cadtm.org/Mexico-demostro-que-es-posible). Prefieren invertir los capitales que han acumulado para extraer materias primas (minería, por ejemplo) o cultivar algodón y vender estos productos en bruto en el mercado mundial, en lugar de transformarlos localmente. Prefieren importar productos manufacturados de la vieja Europa en lugar de invertir en industrias locales de transformación y producir para el mercado interno. 


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