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27.12.21

EEUU: Obligados a trabajar mientras arreciaba el tornado. ¿Los habría salvado disponer de un sindicato?

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Por Hamilton Nolan (*)

¿Por qué han muerto esta semana ocho trabajadores de una fábrica de velas de Kentucky y seis de un almacén de Amazon en Illinois? Murieron cuando un potente tornado destruyó sus lugares de trabajo, pero en realidad no fue la tormenta la que los mató, como tampoco mata sólo el oleaje a un marinero obligado a arrojarse por la borda.

No fueron víctimas al azar. Los sacrificaron. Y aquí, en la nación más avanzada de la tierra, los ofrendamos nosotros a los dioses que realmente adoramos.

¿Por qué han muerto? Han muerto porque se encontraban en su lugar de trabajo, que se cruzó en el camino de la tormenta. Han muerto  porque no abandonaron el trabajo antes de que ocurriera el desastre. Y no se marcharon del trabajo porque supuestamente sus jefes les ordenaron que no lo hicieran. Los trabajadores de la fábrica de Kentucky dicen que los directivos les amenazaron con despedirles si se marchaban. Los trabajadores de Amazondicen que se les comunicó que no se marcharan antes de la tormenta. Dicen también que la falta de una normativa de seguridad adecuada es habitual en Amazon, donde el manual del empleado avisa a los trabajadores de que se les puede  despedir por marcharse sin "permiso".

¿Por qué no podían abandonar el trabajo? Porque ninguno de ellos disponía de un sindicato que les protegiera. Ninguno de ellos disponía de un sindicato que les otorgara poder para enfrentarse a un jefe que les exigía hacer algo que les ponía en peligro. Ninguno de ellos disponía de un sindicato que les otorgara la capacidad colectiva de exigir a sus patronos que valorasen sus vidas. Los sindicatos son la única -la única- razón por la que hay sectores, de la construcción a la minería del carbón, que son hoy mucho más seguros que hace un siglo.

Los sindicatos han luchado a lo largo de generaciones para obligar - para obligar- a las empresas a tomarse en serio la seguridad. En el capitalismo, un trabajador muerto no es más que un pequeño débito en el libro de cuentas de una empresa. Las empresas no permiten que la seguridad de los trabajadores afecte a sus importantísimos beneficios, a menos que se les exija de modo absoluto. Los sindicatos son quienes se lo exigen. Los trabajadores que han muerto esta semana no disponían de sindicatos. No disponían de una adecuada protección en el trabajo. Y ahora se nos han ido.

¿Por qué no disponían de sindicatos? No disponían de sindicatos porque los empresarios creen que los sindicatos les costarán dinero y, por lo tanto, toda la América empresarial y buena parte de nuestra estructura política llevan conspirando durante muchas décadas para hacer extremadamente difícil que la gente trabajadora normal cree y mantenga sindicatos. Amazon, en particular, hace todo lo posible por combatir la sindicación por doquier. Espía a los trabajadores, contrata a costosos consultores antisindicales, viola la legislación laboral, le miente a sus trabajadores y trata de asustarlos.

Actúa así porque sabe que los sindicatos podrían llegar a exigirle a Amazon que tratara a sus trabajadores como empleados, y como seres humanos, en vez de como a autómatas que existen para desempeñar pequeñas funciones intercambiables en las operaciones logísticas de Amazon. Un sindicato podría, por ejemplo, poner en peligro el proceso de entrega en dos días de Amazon, exigiendo el cierre momentáneo de un almacén cuando se acerca un tornado mortal. Y eso, sencillamente, no se va a hacer. Es vital que Amazon siga estando libre de sindicatos para que su fundador pueda seguir acumulando una inmensa fortuna, imposible de gastar, que utilizará para construir cohetes para su propia diversión personal. Esa es la más elevada finalidad de esta maravillosa empresa, y nada debe interferir en ello.

¿Y por qué, a pesar de ser tratados como máquinas desechables, a pesar de que se ignora su seguridad y se aplasta su derecho a organizarse y se descarta su identidad humana básica, la gente sigue aceptando trabajos como estos? ¿Por qué estos trabajadores se quedaron en su puesto de trabajo cuando se lo dijo su jefe, en lugar de escuchar las alarmas que les sonaban en la cabeza? Porque lo necesitan para sobrevivir.

Este es el sistema norteamericano tal como nos gusta. Como sociedad, preferimos un mundo en el que gran número de personas viva de cheque en cheque y, por tanto, acepte trabajos como "contratistas independientes" con pocos derechos y poca seguridad, y sin sindicatos y con salarios bajos. Queremos un mundo en el que la gente tenga tanto miedo a perder su trabajo que aguante, literalmente, un tornado por menos de 20 dólares la hora, porque la alternativa es la pobreza. Este es el acuerdo social que nos permite tener muchas cosas baratas, y rápidamente.

Muchos de nuestros ciudadanos más respetados pueden reclamar la responsabilidad de este logro: todo ejecutivo empresarial que contrata a un bufete de abogados antisindical, todo político que aprueba leyes de "derecho al trabajo" y se opone a la sanidad pública, todos los que votan a los republicanos por algún extraño pánico racial, todo miembro de la Cámara de Comercio que conspira con los dirigentes locales para conceder exenciones fiscales a empresas como Amazon a fin de construir un enorme almacén en su sombrío condado, todo inversor institucional que exige un crecimiento constante y la máxima eficiencia y nunca, nunca, se asoma por detrás del telón para ver cómo se consigue, y todos nosotros, que estamos enamorados de la seductora capacidad de hacer "clic" y recibir un surtido infinito de bienes de consumo, cuando y donde queramos.

¿Qué haría falta para evitar una tragedia como ésta? Tal vez una entrega en tres días, en lugar de dos. Unos cuantos dólares más por esos auriculares con "bluetooth". Unos puntos porcentuales menos de beneficios empresariales, unos cuantos puntos más de impuestos. Unas cuantas personas en la empresa que se tomen en serio la seguridad, y unas cuantas más que traten con los sindicatos de forma respetuosa. Eso es todo, en realidad. No parece mucho. Pero está claro que hemos considerado que es un precio demasiado alto para pagarlo. En su lugar, elegimos pagar con la vida de los trabajadores y nos aferramos fervientemente, como los jugadores ilusos, a la creencia de que siempre seremos los afortunados.

 

(*) Hamilton Nolan, periodista de temas laborales en la revista In These Times, es colaborador de medios como Gawker, Splinter, The Guardian o la Columbia Journalism Review.

Fuente: The Guardian, 16 de diciembre de 2021

Traducción: Lucas Antón


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